Beatriz Sarlo, contra el kirchnerismo

Beatriz Sarlo, contra el kirchnerismo

En la figura de Beatriz Sarlo, el kirchnerismo ha encontrado una de sus voces más críticas y opositoras.

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Julio Bárbaro es un señor calvo de sesenta y nueve años, ojeras marcadas y bigote tupido. Vive en un cómodo departamento de la Recoleta, en Buenos Aires, donde acostumbraba recibir a Néstor Kirchner y conversar, escuchar música y tomar whisky. En 2003, cuando Kirchner asumió la presidencia de la República Argentina, hacía una década que eran amigos. Kirchner nombró a Bárbaro jefe del Comité Federal de Radiodifusión y le dio la orden de frecuentar a intelectuales que no fueran peronistas a fin de inaugurar un gobierno inclusivo. Fue así como la socióloga Beatriz Sarlo y el historiador Tulio Halperín Donghi, dos de los intelectuales más respetados del país, fueron un día a almorzar a la Casa Rosada con el presidente, la senadora Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de Gabinete Alberto Fernández, además de Julio Bárbaro.

Kirchner comenzó el almuerzo comentando su gusto por el debate de ideas, sin sentarse, yendo y volviendo, hablando de pie. La conversación ya llevaba dos horas cuando Cristina expresó que Argentina carecía de intelectuales. Según ella esa falta se debía a que entre los treinta mil muertos y desaparecidos de la última dictadura (de 1976 a 1983) había una generación de pensadores. Beatriz Sarlo le recordó que la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas denuncia diez mil, entre muertos y desaparecidos, y siguió: «Creo que el crimen es tan horrible, independiente de haber sido diez mil o treinta mil. Pero no podemos asegurar que entre estos desaparecidos había grandes ideólogos. Simplemente no lo sabemos». El comentario tensionó la conversación y sirvió de prólogo para dos de las críticas que posteriormente haría Beatriz Sarlo a los Kirchner: revindicar ahora ideales que no defendían en la época de la dictadura, y rehusarse a considerar la violencia cometida contra los militares.

En 2008, Bárbaro rompió con la pareja de Kirchner y su mujer porque ellos «no dan órdenes, humillan». Ese mismo año, Alberto Fernández, el jefe de Gabinete, renunció por diferencias con el gobierno. Kirchner murió de un infarto en octubre de 2010, a los sesenta años, y Cristina Fernández de Kirchner y Beatriz Sarlo continúan en lados opuestos de la mesa, ahora más que nunca.

Beatriz Sarlo es, hoy, una de las ensayistas más respetadas de Argentina y tal vez de América Latina, sin embargo, en los últimos años, su figura se ha visto tironeada desde dos frentes. Por un lado, su voz se ha alzado como una de las más intensamente críticas al gobierno pero, a su vez, en un país donde la oposición está desmembrada, esa misma voz fue adoptada por sectores derechistas con los que ella nunca ha acordado, pero para los que aparece como una voz respetable y seria que se opone al kirchnerismo. Por su parte, los kirchneristas acusan a esta intelectual, que siempre fue provocadora y estuvo corrida a la izquierda, de ser una señora burguesa o aburguesada.

Y es ahí, en esa tensión y en esa paradoja, que se juega gran parte de la discusión intelectual y política hoy día en Argentina. Entender quién es y de dónde viene Beatriz Sarlo es, quizás, echar luz sobre esa complejidad: El kirchnerismo tal vez sea la mayor fuerza política surgida en Argentina en los últimos años. La presidenta tiene una gran popularidad y la oposición carece de líderes populares, no consigue atacar los puntos objetables del gobierno que, por otra parte, está en pie de guerra con los medios de comunicación. Las diferencias entre los periódicos argentinos son notables: Página/12 y Tiempo Argentino apoyan al gobierno; Clarín y La Nación, en los que Sarlo escribe, se oponen.

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