Los Hámsters: Tragicomedia de la clase media

Los Hámsters: Tragicomedia de la clase media

En “Los Hámsters”, primer largometraje de Gilberto González Penilla, una familia de la clase media mexicana enfrenta la farsa inevitable de su cotidianidad.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Los conflictos que tienen lugar al interior de una típica familia clasemediera mexicana, son los materiales con los cuales Gilberto González Penilla –egresado del CCC– cimenta su ópera prima, Los Hámsters.

El largometraje relata un día ordinario en la vida de cuatro personas que, aunque nominalmente integran una familia, no lo parecen de manera integral. Aunque viven y duermen bajo el mismo techo, entre ellos no existe demasiada empatía ni solidaridad, y si mucha distancia, incomunicación y egoísmo. Cada miembro de esta familia “muy normal” está absorto en su hastío o en sus propias catástrofes individuales. La situación imperante en estos personajes inspiró al cineasta para bautizarla de modo tan peculiar, como él mismo explica: “Es una metáfora acerca del animal, que es muy celoso de su propio espacio, muy territorial. Y por lo general, todo el tiempo está en su mismo universo, girando sin parar en su propia rueda. Es así como yo veo a esta familia. No hay una intención de acercarse, son muy territoriales. Cada uno está en su propio cuarto. No se comunican”.

Los Hámsters still 1

En Los Hámsters, cada personaje enfrenta su infierno personal: el padre de familia se encuentra desempleado, y no puede encontrar trabajo debido a que es un cincuentón y debe competir con candidatos más jóvenes, armados de trajes finos y tablets. La madre por su parte, es un personaje tímido y silencioso, quien pasa sus horas vespertinas en solitario, aplicándose mascarillas de aguacate o yendo al gimnasio a ejercitarse mientras fantasea con su instructor físico. El hijo mayor es un estudiante en una precaria situación: va mal en la escuela y al parecer, enfrentará una prematura paternidad. Su único alivio es matar las horas sin hacer gran cosa, mientras escucha música con sus audífonos. Finalmente, se encuentra la hija, una jovencita de su tiempo, que vive de modo despreocupado tomándose selfies en todo momento, mandándole mensajes a su interés amoroso y yéndose de pinta a la playa con su mejor amiga e, incluso, empieza a explorar su identidad sexual.

Esta galería de personajes en conjunto componen un retrato de una familia que no comparte más que el espacio, y cada cual a su modo evade su realidad; mienten (y se mienten) los unos a los otros, se evitan dentro y fuera del hogar, e inclusive (si tienen la oportunidad) se roban y engañan entre sí. Lo más parecido a un afecto es expresado a través de discusiones mundanas por el baño, secos regaños y reproches o tibias invitaciones a cenar todos en la misma mesa, como una verdadera familia.

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Sin embargo, a pesar de lo dramático de la trama, Los Hámsters mantiene un tono ligero y muy natural, donde los absurdos e ironías surgidos de la interrelación entre los personajes generan algunos enredos y no pocas situaciones cómicas. Esa es la gran fortaleza del filme, un humor irónico, un tanto fársico, pero emanado de situaciones muy genuinas y cotidianas. “La película tiene momentos muy cómicos, que creo que en el fondo ayudan para que el espectador se sienta más conectado con la historia, porque creo que si fuera seria totalmente, se diera otra sensación. La gente la disfruta mucho. Sí se maneja un poquito de un tono cómico para aligerar las cosas”, afirma González Penilla.

Otro atino del director fue alejarse de las locaciones citadinas comunes en el grueso de la producción fílmica nacional, así como evitar recurrir a grandes nombre o actores reconocidos, y optar por trabajar con actores poco expuestos o vistos en pantallas nacionales, quienes a base de un sólido y espontáneo trabajo, crean personajes comunes, matizados y creíbles, necesarios para acentuar su tono íntimo y un tanto verité. “Yo quería regresar a Tijuana para hacer esta película”, revela el director, “quería como darle otra visión a la ciudad, ya estaba un poco cansado de los temas recurrentes con los cuales la han filmado, la han tratado. Quise hacer algo distinto, más fresco y dije ‘Quiero encontrar actores que sean de Baja California’. Para mí hubiera sido muy fácil recurrir a rostros conocidos, porque están los conectes por medio de la escuela, conozco a los actores… era un camino más sencillo, y tal vez hasta hubiera sido más vendible en el fondo. Pero yo quería encontrar a gente nueva, rostros frescos y fue largo el casting, fueron dos o tres meses, no recuerdo bien, y fue estar viendo a muchísimos actores, hasta encontrar lo correctos”.

Los Hámsters va a contrapelo de las comedias ligeras mexicanas tan de moda actualmente, y propone un humor no tan estridente ni mercadeable pero más efectivo: aquel que nace de reírnos de nuestros propios vicios, desgracias y desazones mundanos. “En realidad lo que sucede es que hay un reflejo. La gente se esta viendo y se refleja, o tal vez no le gustaría verse en esa situación, y prefieren sacar una carcajada”, concluye Gilberto González Penilla.

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