Barnett Newman estaba seguro de que el mundo moderno había invalidado los sujetos y estilos artísticos tradicionales, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, una época marcada por el conflicto, la tragedia y la necesidad de reconstrucción. “Los viejos estándares de belleza se volvieron irrelevantes: lo sublime pasó a ser lo único apropiado, una experiencia de inmensidad que podría sacar a la humanidad moderna de su letargo”, escribió. Esta frase deja claro que Barnett Newman compartía la profundidad del inconsciente primitivo con los protagonistas del expresionismo abstracto. Sin embargo, lo que lo distanció del trabajo de artistas como Mark Rothko y Jackson Pollock, fueron sus franjas de color, un gesto demasiado calculado para encajar con la explosión emocional que planteaban sus contemporáneos, pero que se convertiría en su sello más distintivo. Su trabajo no recibió de entrada una respuesta positiva, ni siquiera de sus amigos, pero tiempo después estas piezas se convirtieron en piedras angulares para dos corrientes artísticas: el minimalismo y la de los conocidos como “Color field painters”.
Barnett Newman, Nueva York 1966 El crítico de arte Thomas B. Hess, escribió en 1959 sobre una exhibición de Barnett Newman que “de un año a otro pasó del rechazo a ser reconocido como el padre de dos generaciones de artistas”. Newman nació en 1905 en una familia judía que migró de Polonia a Nueva York cinco años antes. Creció en el Bronx junto a sus tres hermanos menores y empezó a dibujar en la Art Students league en la preparatoria. Posteriormente estudió filosofía en el City College of New York, donde conoció a Adolph Gottlieb, quien lo introdujo a varios artistas y galeristas importantes de la ciudad. Tras graduarse de la universidad trabajó para la fábrica de ropa de su padre, hasta que se convirtió en uno de lo muchos negocios que quebraron en Estados Unidos durante la crisis de 1929. Después pasó de profesor sustituto, a candidato a alcalde en 1993. Luego creó una revista dedicada a la defensa de los derechos laborales y durante los primeros años de la década de los cuarenta dejó la pintura por completo. Se dedicó a estudiar historia natural y ornitología; escribió catálogos para museos y reseñas de arte, además de organizar exhibiciones. Durante este periodo conoció a la galerista Betty Parsons, quien tiempo después representaría a artistas como Mark Rothko, Clyfford Still y Jackson Pollock, todos amigos de Newman.
Adan, Barnett Newman 1952 / Vía Tate Modern Tras destruir todo lo que había pintado antes, en 1944 Barnett Newman retomó su carrera como artista bajo la representación de Parsons. 1948 marcó un parteaguas en su vida, pues fue el año en el que adoptó la franja de color que atravesaba verticalmente sus lienzos. Su nuevo trabajo, a partir de Onement I, se exhibió en la galería de Parsons en 1950 y la muestra no fue un éxito, sino todo lo contrario. Una de sus piezas fue mutilada y varias otras fueron objeto de reacciones violentas. Durante la década de los 50 fue considerado un excéntrico de expresión parca que contrastaba, demasiado para esa época, con la pasión desmedida del expresionismo abstracto que había tomado el control del mundo del arte occidental. Barnett Newman era un purista que pretendía, como antes lo había hecho Kazmir Malevich, reducir la pintura a sus elementos más esenciales.
Azul de medianoche, Barnett Newman 1970 / Vía WikiArt Las líneas de Newman no son vectores, no van en ninguna dirección, ni la señalan, y solamente el observador que así lo desee puede darles un significado. Estas líneas aparecen en su obra como elemento unificador y contestatario al mismo tiempo. Después de todo, ¿qué caso tiene buscarles lecturas cuando estamos hablando de pintura abstracta? Para una mente como la de Newman, una línea es un trazo absoluto que puede ser un espacio, real o virtual, una división, una herida, y una presencia coherente en sí misma. Es por eso, principalmente, que se le considera un precursor del minimalismo y un materialista muy concreto, pues la espontaneidad no tenía lugar en su proceso de trabajo. Las obras de Barnett Newman, quien murió de un infarto en 1970, suelen ser de gran escala, pensadas para abarcar por completo el campo visual de quien las mira. Sus colores son siempre uniformes, pero lo suficientemente vibrantes para que evadirlos sea imposible.
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Para Barnett Newman, precursor del minimalismo, un trazo es un espacio coherente en sí mismo.
Barnett Newman estaba seguro de que el mundo moderno había invalidado los sujetos y estilos artísticos tradicionales, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, una época marcada por el conflicto, la tragedia y la necesidad de reconstrucción. “Los viejos estándares de belleza se volvieron irrelevantes: lo sublime pasó a ser lo único apropiado, una experiencia de inmensidad que podría sacar a la humanidad moderna de su letargo”, escribió. Esta frase deja claro que Barnett Newman compartía la profundidad del inconsciente primitivo con los protagonistas del expresionismo abstracto. Sin embargo, lo que lo distanció del trabajo de artistas como Mark Rothko y Jackson Pollock, fueron sus franjas de color, un gesto demasiado calculado para encajar con la explosión emocional que planteaban sus contemporáneos, pero que se convertiría en su sello más distintivo. Su trabajo no recibió de entrada una respuesta positiva, ni siquiera de sus amigos, pero tiempo después estas piezas se convirtieron en piedras angulares para dos corrientes artísticas: el minimalismo y la de los conocidos como “Color field painters”.
Barnett Newman, Nueva York 1966 El crítico de arte Thomas B. Hess, escribió en 1959 sobre una exhibición de Barnett Newman que “de un año a otro pasó del rechazo a ser reconocido como el padre de dos generaciones de artistas”. Newman nació en 1905 en una familia judía que migró de Polonia a Nueva York cinco años antes. Creció en el Bronx junto a sus tres hermanos menores y empezó a dibujar en la Art Students league en la preparatoria. Posteriormente estudió filosofía en el City College of New York, donde conoció a Adolph Gottlieb, quien lo introdujo a varios artistas y galeristas importantes de la ciudad. Tras graduarse de la universidad trabajó para la fábrica de ropa de su padre, hasta que se convirtió en uno de lo muchos negocios que quebraron en Estados Unidos durante la crisis de 1929. Después pasó de profesor sustituto, a candidato a alcalde en 1993. Luego creó una revista dedicada a la defensa de los derechos laborales y durante los primeros años de la década de los cuarenta dejó la pintura por completo. Se dedicó a estudiar historia natural y ornitología; escribió catálogos para museos y reseñas de arte, además de organizar exhibiciones. Durante este periodo conoció a la galerista Betty Parsons, quien tiempo después representaría a artistas como Mark Rothko, Clyfford Still y Jackson Pollock, todos amigos de Newman.
Adan, Barnett Newman 1952 / Vía Tate Modern Tras destruir todo lo que había pintado antes, en 1944 Barnett Newman retomó su carrera como artista bajo la representación de Parsons. 1948 marcó un parteaguas en su vida, pues fue el año en el que adoptó la franja de color que atravesaba verticalmente sus lienzos. Su nuevo trabajo, a partir de Onement I, se exhibió en la galería de Parsons en 1950 y la muestra no fue un éxito, sino todo lo contrario. Una de sus piezas fue mutilada y varias otras fueron objeto de reacciones violentas. Durante la década de los 50 fue considerado un excéntrico de expresión parca que contrastaba, demasiado para esa época, con la pasión desmedida del expresionismo abstracto que había tomado el control del mundo del arte occidental. Barnett Newman era un purista que pretendía, como antes lo había hecho Kazmir Malevich, reducir la pintura a sus elementos más esenciales.
Azul de medianoche, Barnett Newman 1970 / Vía WikiArt Las líneas de Newman no son vectores, no van en ninguna dirección, ni la señalan, y solamente el observador que así lo desee puede darles un significado. Estas líneas aparecen en su obra como elemento unificador y contestatario al mismo tiempo. Después de todo, ¿qué caso tiene buscarles lecturas cuando estamos hablando de pintura abstracta? Para una mente como la de Newman, una línea es un trazo absoluto que puede ser un espacio, real o virtual, una división, una herida, y una presencia coherente en sí misma. Es por eso, principalmente, que se le considera un precursor del minimalismo y un materialista muy concreto, pues la espontaneidad no tenía lugar en su proceso de trabajo. Las obras de Barnett Newman, quien murió de un infarto en 1970, suelen ser de gran escala, pensadas para abarcar por completo el campo visual de quien las mira. Sus colores son siempre uniformes, pero lo suficientemente vibrantes para que evadirlos sea imposible.
Para Barnett Newman, precursor del minimalismo, un trazo es un espacio coherente en sí mismo.
Barnett Newman estaba seguro de que el mundo moderno había invalidado los sujetos y estilos artísticos tradicionales, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, una época marcada por el conflicto, la tragedia y la necesidad de reconstrucción. “Los viejos estándares de belleza se volvieron irrelevantes: lo sublime pasó a ser lo único apropiado, una experiencia de inmensidad que podría sacar a la humanidad moderna de su letargo”, escribió. Esta frase deja claro que Barnett Newman compartía la profundidad del inconsciente primitivo con los protagonistas del expresionismo abstracto. Sin embargo, lo que lo distanció del trabajo de artistas como Mark Rothko y Jackson Pollock, fueron sus franjas de color, un gesto demasiado calculado para encajar con la explosión emocional que planteaban sus contemporáneos, pero que se convertiría en su sello más distintivo. Su trabajo no recibió de entrada una respuesta positiva, ni siquiera de sus amigos, pero tiempo después estas piezas se convirtieron en piedras angulares para dos corrientes artísticas: el minimalismo y la de los conocidos como “Color field painters”.
Barnett Newman, Nueva York 1966 El crítico de arte Thomas B. Hess, escribió en 1959 sobre una exhibición de Barnett Newman que “de un año a otro pasó del rechazo a ser reconocido como el padre de dos generaciones de artistas”. Newman nació en 1905 en una familia judía que migró de Polonia a Nueva York cinco años antes. Creció en el Bronx junto a sus tres hermanos menores y empezó a dibujar en la Art Students league en la preparatoria. Posteriormente estudió filosofía en el City College of New York, donde conoció a Adolph Gottlieb, quien lo introdujo a varios artistas y galeristas importantes de la ciudad. Tras graduarse de la universidad trabajó para la fábrica de ropa de su padre, hasta que se convirtió en uno de lo muchos negocios que quebraron en Estados Unidos durante la crisis de 1929. Después pasó de profesor sustituto, a candidato a alcalde en 1993. Luego creó una revista dedicada a la defensa de los derechos laborales y durante los primeros años de la década de los cuarenta dejó la pintura por completo. Se dedicó a estudiar historia natural y ornitología; escribió catálogos para museos y reseñas de arte, además de organizar exhibiciones. Durante este periodo conoció a la galerista Betty Parsons, quien tiempo después representaría a artistas como Mark Rothko, Clyfford Still y Jackson Pollock, todos amigos de Newman.
Adan, Barnett Newman 1952 / Vía Tate Modern Tras destruir todo lo que había pintado antes, en 1944 Barnett Newman retomó su carrera como artista bajo la representación de Parsons. 1948 marcó un parteaguas en su vida, pues fue el año en el que adoptó la franja de color que atravesaba verticalmente sus lienzos. Su nuevo trabajo, a partir de Onement I, se exhibió en la galería de Parsons en 1950 y la muestra no fue un éxito, sino todo lo contrario. Una de sus piezas fue mutilada y varias otras fueron objeto de reacciones violentas. Durante la década de los 50 fue considerado un excéntrico de expresión parca que contrastaba, demasiado para esa época, con la pasión desmedida del expresionismo abstracto que había tomado el control del mundo del arte occidental. Barnett Newman era un purista que pretendía, como antes lo había hecho Kazmir Malevich, reducir la pintura a sus elementos más esenciales.
Azul de medianoche, Barnett Newman 1970 / Vía WikiArt Las líneas de Newman no son vectores, no van en ninguna dirección, ni la señalan, y solamente el observador que así lo desee puede darles un significado. Estas líneas aparecen en su obra como elemento unificador y contestatario al mismo tiempo. Después de todo, ¿qué caso tiene buscarles lecturas cuando estamos hablando de pintura abstracta? Para una mente como la de Newman, una línea es un trazo absoluto que puede ser un espacio, real o virtual, una división, una herida, y una presencia coherente en sí misma. Es por eso, principalmente, que se le considera un precursor del minimalismo y un materialista muy concreto, pues la espontaneidad no tenía lugar en su proceso de trabajo. Las obras de Barnett Newman, quien murió de un infarto en 1970, suelen ser de gran escala, pensadas para abarcar por completo el campo visual de quien las mira. Sus colores son siempre uniformes, pero lo suficientemente vibrantes para que evadirlos sea imposible.
Para Barnett Newman, precursor del minimalismo, un trazo es un espacio coherente en sí mismo.
Barnett Newman estaba seguro de que el mundo moderno había invalidado los sujetos y estilos artísticos tradicionales, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, una época marcada por el conflicto, la tragedia y la necesidad de reconstrucción. “Los viejos estándares de belleza se volvieron irrelevantes: lo sublime pasó a ser lo único apropiado, una experiencia de inmensidad que podría sacar a la humanidad moderna de su letargo”, escribió. Esta frase deja claro que Barnett Newman compartía la profundidad del inconsciente primitivo con los protagonistas del expresionismo abstracto. Sin embargo, lo que lo distanció del trabajo de artistas como Mark Rothko y Jackson Pollock, fueron sus franjas de color, un gesto demasiado calculado para encajar con la explosión emocional que planteaban sus contemporáneos, pero que se convertiría en su sello más distintivo. Su trabajo no recibió de entrada una respuesta positiva, ni siquiera de sus amigos, pero tiempo después estas piezas se convirtieron en piedras angulares para dos corrientes artísticas: el minimalismo y la de los conocidos como “Color field painters”.
Barnett Newman, Nueva York 1966 El crítico de arte Thomas B. Hess, escribió en 1959 sobre una exhibición de Barnett Newman que “de un año a otro pasó del rechazo a ser reconocido como el padre de dos generaciones de artistas”. Newman nació en 1905 en una familia judía que migró de Polonia a Nueva York cinco años antes. Creció en el Bronx junto a sus tres hermanos menores y empezó a dibujar en la Art Students league en la preparatoria. Posteriormente estudió filosofía en el City College of New York, donde conoció a Adolph Gottlieb, quien lo introdujo a varios artistas y galeristas importantes de la ciudad. Tras graduarse de la universidad trabajó para la fábrica de ropa de su padre, hasta que se convirtió en uno de lo muchos negocios que quebraron en Estados Unidos durante la crisis de 1929. Después pasó de profesor sustituto, a candidato a alcalde en 1993. Luego creó una revista dedicada a la defensa de los derechos laborales y durante los primeros años de la década de los cuarenta dejó la pintura por completo. Se dedicó a estudiar historia natural y ornitología; escribió catálogos para museos y reseñas de arte, además de organizar exhibiciones. Durante este periodo conoció a la galerista Betty Parsons, quien tiempo después representaría a artistas como Mark Rothko, Clyfford Still y Jackson Pollock, todos amigos de Newman.
Adan, Barnett Newman 1952 / Vía Tate Modern Tras destruir todo lo que había pintado antes, en 1944 Barnett Newman retomó su carrera como artista bajo la representación de Parsons. 1948 marcó un parteaguas en su vida, pues fue el año en el que adoptó la franja de color que atravesaba verticalmente sus lienzos. Su nuevo trabajo, a partir de Onement I, se exhibió en la galería de Parsons en 1950 y la muestra no fue un éxito, sino todo lo contrario. Una de sus piezas fue mutilada y varias otras fueron objeto de reacciones violentas. Durante la década de los 50 fue considerado un excéntrico de expresión parca que contrastaba, demasiado para esa época, con la pasión desmedida del expresionismo abstracto que había tomado el control del mundo del arte occidental. Barnett Newman era un purista que pretendía, como antes lo había hecho Kazmir Malevich, reducir la pintura a sus elementos más esenciales.
Azul de medianoche, Barnett Newman 1970 / Vía WikiArt Las líneas de Newman no son vectores, no van en ninguna dirección, ni la señalan, y solamente el observador que así lo desee puede darles un significado. Estas líneas aparecen en su obra como elemento unificador y contestatario al mismo tiempo. Después de todo, ¿qué caso tiene buscarles lecturas cuando estamos hablando de pintura abstracta? Para una mente como la de Newman, una línea es un trazo absoluto que puede ser un espacio, real o virtual, una división, una herida, y una presencia coherente en sí misma. Es por eso, principalmente, que se le considera un precursor del minimalismo y un materialista muy concreto, pues la espontaneidad no tenía lugar en su proceso de trabajo. Las obras de Barnett Newman, quien murió de un infarto en 1970, suelen ser de gran escala, pensadas para abarcar por completo el campo visual de quien las mira. Sus colores son siempre uniformes, pero lo suficientemente vibrantes para que evadirlos sea imposible.
Para Barnett Newman, precursor del minimalismo, un trazo es un espacio coherente en sí mismo.
Barnett Newman estaba seguro de que el mundo moderno había invalidado los sujetos y estilos artísticos tradicionales, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, una época marcada por el conflicto, la tragedia y la necesidad de reconstrucción. “Los viejos estándares de belleza se volvieron irrelevantes: lo sublime pasó a ser lo único apropiado, una experiencia de inmensidad que podría sacar a la humanidad moderna de su letargo”, escribió. Esta frase deja claro que Barnett Newman compartía la profundidad del inconsciente primitivo con los protagonistas del expresionismo abstracto. Sin embargo, lo que lo distanció del trabajo de artistas como Mark Rothko y Jackson Pollock, fueron sus franjas de color, un gesto demasiado calculado para encajar con la explosión emocional que planteaban sus contemporáneos, pero que se convertiría en su sello más distintivo. Su trabajo no recibió de entrada una respuesta positiva, ni siquiera de sus amigos, pero tiempo después estas piezas se convirtieron en piedras angulares para dos corrientes artísticas: el minimalismo y la de los conocidos como “Color field painters”.
Barnett Newman, Nueva York 1966 El crítico de arte Thomas B. Hess, escribió en 1959 sobre una exhibición de Barnett Newman que “de un año a otro pasó del rechazo a ser reconocido como el padre de dos generaciones de artistas”. Newman nació en 1905 en una familia judía que migró de Polonia a Nueva York cinco años antes. Creció en el Bronx junto a sus tres hermanos menores y empezó a dibujar en la Art Students league en la preparatoria. Posteriormente estudió filosofía en el City College of New York, donde conoció a Adolph Gottlieb, quien lo introdujo a varios artistas y galeristas importantes de la ciudad. Tras graduarse de la universidad trabajó para la fábrica de ropa de su padre, hasta que se convirtió en uno de lo muchos negocios que quebraron en Estados Unidos durante la crisis de 1929. Después pasó de profesor sustituto, a candidato a alcalde en 1993. Luego creó una revista dedicada a la defensa de los derechos laborales y durante los primeros años de la década de los cuarenta dejó la pintura por completo. Se dedicó a estudiar historia natural y ornitología; escribió catálogos para museos y reseñas de arte, además de organizar exhibiciones. Durante este periodo conoció a la galerista Betty Parsons, quien tiempo después representaría a artistas como Mark Rothko, Clyfford Still y Jackson Pollock, todos amigos de Newman.
Adan, Barnett Newman 1952 / Vía Tate Modern Tras destruir todo lo que había pintado antes, en 1944 Barnett Newman retomó su carrera como artista bajo la representación de Parsons. 1948 marcó un parteaguas en su vida, pues fue el año en el que adoptó la franja de color que atravesaba verticalmente sus lienzos. Su nuevo trabajo, a partir de Onement I, se exhibió en la galería de Parsons en 1950 y la muestra no fue un éxito, sino todo lo contrario. Una de sus piezas fue mutilada y varias otras fueron objeto de reacciones violentas. Durante la década de los 50 fue considerado un excéntrico de expresión parca que contrastaba, demasiado para esa época, con la pasión desmedida del expresionismo abstracto que había tomado el control del mundo del arte occidental. Barnett Newman era un purista que pretendía, como antes lo había hecho Kazmir Malevich, reducir la pintura a sus elementos más esenciales.
Azul de medianoche, Barnett Newman 1970 / Vía WikiArt Las líneas de Newman no son vectores, no van en ninguna dirección, ni la señalan, y solamente el observador que así lo desee puede darles un significado. Estas líneas aparecen en su obra como elemento unificador y contestatario al mismo tiempo. Después de todo, ¿qué caso tiene buscarles lecturas cuando estamos hablando de pintura abstracta? Para una mente como la de Newman, una línea es un trazo absoluto que puede ser un espacio, real o virtual, una división, una herida, y una presencia coherente en sí misma. Es por eso, principalmente, que se le considera un precursor del minimalismo y un materialista muy concreto, pues la espontaneidad no tenía lugar en su proceso de trabajo. Las obras de Barnett Newman, quien murió de un infarto en 1970, suelen ser de gran escala, pensadas para abarcar por completo el campo visual de quien las mira. Sus colores son siempre uniformes, pero lo suficientemente vibrantes para que evadirlos sea imposible.
Barnett Newman estaba seguro de que el mundo moderno había invalidado los sujetos y estilos artísticos tradicionales, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, una época marcada por el conflicto, la tragedia y la necesidad de reconstrucción. “Los viejos estándares de belleza se volvieron irrelevantes: lo sublime pasó a ser lo único apropiado, una experiencia de inmensidad que podría sacar a la humanidad moderna de su letargo”, escribió. Esta frase deja claro que Barnett Newman compartía la profundidad del inconsciente primitivo con los protagonistas del expresionismo abstracto. Sin embargo, lo que lo distanció del trabajo de artistas como Mark Rothko y Jackson Pollock, fueron sus franjas de color, un gesto demasiado calculado para encajar con la explosión emocional que planteaban sus contemporáneos, pero que se convertiría en su sello más distintivo. Su trabajo no recibió de entrada una respuesta positiva, ni siquiera de sus amigos, pero tiempo después estas piezas se convirtieron en piedras angulares para dos corrientes artísticas: el minimalismo y la de los conocidos como “Color field painters”.
Barnett Newman, Nueva York 1966 El crítico de arte Thomas B. Hess, escribió en 1959 sobre una exhibición de Barnett Newman que “de un año a otro pasó del rechazo a ser reconocido como el padre de dos generaciones de artistas”. Newman nació en 1905 en una familia judía que migró de Polonia a Nueva York cinco años antes. Creció en el Bronx junto a sus tres hermanos menores y empezó a dibujar en la Art Students league en la preparatoria. Posteriormente estudió filosofía en el City College of New York, donde conoció a Adolph Gottlieb, quien lo introdujo a varios artistas y galeristas importantes de la ciudad. Tras graduarse de la universidad trabajó para la fábrica de ropa de su padre, hasta que se convirtió en uno de lo muchos negocios que quebraron en Estados Unidos durante la crisis de 1929. Después pasó de profesor sustituto, a candidato a alcalde en 1993. Luego creó una revista dedicada a la defensa de los derechos laborales y durante los primeros años de la década de los cuarenta dejó la pintura por completo. Se dedicó a estudiar historia natural y ornitología; escribió catálogos para museos y reseñas de arte, además de organizar exhibiciones. Durante este periodo conoció a la galerista Betty Parsons, quien tiempo después representaría a artistas como Mark Rothko, Clyfford Still y Jackson Pollock, todos amigos de Newman.
Adan, Barnett Newman 1952 / Vía Tate Modern Tras destruir todo lo que había pintado antes, en 1944 Barnett Newman retomó su carrera como artista bajo la representación de Parsons. 1948 marcó un parteaguas en su vida, pues fue el año en el que adoptó la franja de color que atravesaba verticalmente sus lienzos. Su nuevo trabajo, a partir de Onement I, se exhibió en la galería de Parsons en 1950 y la muestra no fue un éxito, sino todo lo contrario. Una de sus piezas fue mutilada y varias otras fueron objeto de reacciones violentas. Durante la década de los 50 fue considerado un excéntrico de expresión parca que contrastaba, demasiado para esa época, con la pasión desmedida del expresionismo abstracto que había tomado el control del mundo del arte occidental. Barnett Newman era un purista que pretendía, como antes lo había hecho Kazmir Malevich, reducir la pintura a sus elementos más esenciales.
Azul de medianoche, Barnett Newman 1970 / Vía WikiArt Las líneas de Newman no son vectores, no van en ninguna dirección, ni la señalan, y solamente el observador que así lo desee puede darles un significado. Estas líneas aparecen en su obra como elemento unificador y contestatario al mismo tiempo. Después de todo, ¿qué caso tiene buscarles lecturas cuando estamos hablando de pintura abstracta? Para una mente como la de Newman, una línea es un trazo absoluto que puede ser un espacio, real o virtual, una división, una herida, y una presencia coherente en sí misma. Es por eso, principalmente, que se le considera un precursor del minimalismo y un materialista muy concreto, pues la espontaneidad no tenía lugar en su proceso de trabajo. Las obras de Barnett Newman, quien murió de un infarto en 1970, suelen ser de gran escala, pensadas para abarcar por completo el campo visual de quien las mira. Sus colores son siempre uniformes, pero lo suficientemente vibrantes para que evadirlos sea imposible.
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