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Monte Xanic es una de las bodegas boutique más fuertes en la industria. Basta una visita a sus viñedos en Valle de Guadalupe, Baja California, para quedar maravillado con majestuoso escenario, en donde el inicio de la cosecha se ha convertido en uno de los motivos de celebración.
Será por el sol o el calor en plenitud, o porque los sombreros panamá ya no son suficientes, que las rondas de vinos blancos Monte Xanic Chenin Colombard 2018 —sobre copas de cristal previamente frías— nos parecen un paraíso mientras recorremos los viñedos del Valle de Guadalupe, a más de 35 grados. Sus notas a cítricos, flores blancas y anís son perfectas para caminar entre la tierra arenosa y cobriza de esta región de Baja California, que equivale a dos tercios del Valle de Napa y tiene un microclima mediterráneo que es propicio para las actividades vitivinícolas. Son las cinco de la tarde de un domingo de agosto, la estampa perfecta de un atardecer en Instagram. A 30 kilómetros de Ensenada, estamos en las fiestas de la vendimia de una de las bodegas boutique más fuertes en la industria con 32 años de historia. El director general de Monte Xanic, Hans Backhoff, quien nos ha dado la bienvenida, es un verdadero entusiasta del vino mexicano porque creció entre estas vides desde pequeño y es hijo de uno de los socios fundadores. Cuenta que diseñar excelentes vinos desde el campo es un lema que se refleja en sus técnicas y procesos con los que han ganado 380 medallas internacionales.Las vendimias son la época en que las bodegas bajacalifornianas celebran el inicio de la cosecha, cuando se cortan los racimos a mano durante la noche para aprovechar las bajas temperaturas y evitar que las uvas se oxiden. Esto marca el arranque de la producción, y se celebra con experiencias gastronómicas, música e invitados de honor.
Desde el mediodía, cientos de vinos blancos y tintos se pusieron a enfriar en el rancho principal de Monte Xanic, junto a un lago artificial, cuya agua se obtiene de las lluvias y que sirve además para el riego del campo. En efecto, un oasis en el desierto. Los invitados degustaron un brunch diseñado por los jóvenes chefs Omar Armas, Luis Gómez y Jesús Zazueta. Fuentes de ostiones y aguachiles, ensaladas de salicornias y tacos de solomillo braseado con cebollas caramelizadas; sin olvidar, unas deliciosas paletas de hielo de cabernet y chardonnay, socorridísimas al atardecer. Qué decir de Monte Xanic Rosé Grenache 2018, que degustamos entre los depósitos de acero de fermentación: honesto y franco en la copa, casi platino, que este año sale en una edición limitada de 300 cajas.Fue en noviembre de 1990 cuando sus vinos aparecieron en el mapa. Lo hicieron durante la comida de celebración del Tratado del Libre Comercio, en Monterrey, cuando George H. W. Bush y Carlos Salinas brindaron con el chardonnay de una entonces joven bodega fundada en 1987 por cinco amigos amantes del vino (Hans, Manuel, Tomás, Eric y Ricardo), con el ímpetu de crear vino mexicano que fuera de calidad, sofisticado y consistente. Una fotografía del brindis se conserva en la enoteca, junto a los corchos de aquellas botellas.
El nombre de las bodegas viene de la flor xanic, del cora nayarita que significa “la que brota después de la primera lluvia”, una flor silvestre que crece en el desierto y que ha ido a parar a cada una de las 21 etiquetas. De la primera cosecha de Chenin Colombard de 1987, se distribuyeron seis mil cajas; cifra insignificante ante las 90 mil que tienen contemplado producir este año, rompiendo el paradigma de que los mexicanos no bebemos vinos blancos.La clausura se llevó a cabo con una cena especial. Es la única fecha del año en que las bodegas abren la cava en las faldas de una montaña de granito, que tiene la capacidad de almacenar cuatro mil barricas de roble francés. Ahí los chefs David Castro y Maribel Aldaco, junto a David Salgado, prepararon una cena de cinco tiempos, a 16 grados, para cerrar con broche de oro y degustar Gran Ricardo 2017, edición conmemorativa de 25 años; una crianza de cabernet sauvignon, merlot y petit verdot de 18 meses en barrica. En copa, resaltan las notas a frutos rojos, vainilla y nuez tostada. Un vino premium con el que confirman que se encuentran en pleno crecimiento y en busca de seducir nuevos mercados.
Monte Xanic es una de las bodegas boutique más fuertes en la industria. Basta una visita a sus viñedos en Valle de Guadalupe, Baja California, para quedar maravillado con majestuoso escenario, en donde el inicio de la cosecha se ha convertido en uno de los motivos de celebración.
Será por el sol o el calor en plenitud, o porque los sombreros panamá ya no son suficientes, que las rondas de vinos blancos Monte Xanic Chenin Colombard 2018 —sobre copas de cristal previamente frías— nos parecen un paraíso mientras recorremos los viñedos del Valle de Guadalupe, a más de 35 grados. Sus notas a cítricos, flores blancas y anís son perfectas para caminar entre la tierra arenosa y cobriza de esta región de Baja California, que equivale a dos tercios del Valle de Napa y tiene un microclima mediterráneo que es propicio para las actividades vitivinícolas. Son las cinco de la tarde de un domingo de agosto, la estampa perfecta de un atardecer en Instagram. A 30 kilómetros de Ensenada, estamos en las fiestas de la vendimia de una de las bodegas boutique más fuertes en la industria con 32 años de historia. El director general de Monte Xanic, Hans Backhoff, quien nos ha dado la bienvenida, es un verdadero entusiasta del vino mexicano porque creció entre estas vides desde pequeño y es hijo de uno de los socios fundadores. Cuenta que diseñar excelentes vinos desde el campo es un lema que se refleja en sus técnicas y procesos con los que han ganado 380 medallas internacionales.Las vendimias son la época en que las bodegas bajacalifornianas celebran el inicio de la cosecha, cuando se cortan los racimos a mano durante la noche para aprovechar las bajas temperaturas y evitar que las uvas se oxiden. Esto marca el arranque de la producción, y se celebra con experiencias gastronómicas, música e invitados de honor.
Desde el mediodía, cientos de vinos blancos y tintos se pusieron a enfriar en el rancho principal de Monte Xanic, junto a un lago artificial, cuya agua se obtiene de las lluvias y que sirve además para el riego del campo. En efecto, un oasis en el desierto. Los invitados degustaron un brunch diseñado por los jóvenes chefs Omar Armas, Luis Gómez y Jesús Zazueta. Fuentes de ostiones y aguachiles, ensaladas de salicornias y tacos de solomillo braseado con cebollas caramelizadas; sin olvidar, unas deliciosas paletas de hielo de cabernet y chardonnay, socorridísimas al atardecer. Qué decir de Monte Xanic Rosé Grenache 2018, que degustamos entre los depósitos de acero de fermentación: honesto y franco en la copa, casi platino, que este año sale en una edición limitada de 300 cajas.Fue en noviembre de 1990 cuando sus vinos aparecieron en el mapa. Lo hicieron durante la comida de celebración del Tratado del Libre Comercio, en Monterrey, cuando George H. W. Bush y Carlos Salinas brindaron con el chardonnay de una entonces joven bodega fundada en 1987 por cinco amigos amantes del vino (Hans, Manuel, Tomás, Eric y Ricardo), con el ímpetu de crear vino mexicano que fuera de calidad, sofisticado y consistente. Una fotografía del brindis se conserva en la enoteca, junto a los corchos de aquellas botellas.
El nombre de las bodegas viene de la flor xanic, del cora nayarita que significa “la que brota después de la primera lluvia”, una flor silvestre que crece en el desierto y que ha ido a parar a cada una de las 21 etiquetas. De la primera cosecha de Chenin Colombard de 1987, se distribuyeron seis mil cajas; cifra insignificante ante las 90 mil que tienen contemplado producir este año, rompiendo el paradigma de que los mexicanos no bebemos vinos blancos.La clausura se llevó a cabo con una cena especial. Es la única fecha del año en que las bodegas abren la cava en las faldas de una montaña de granito, que tiene la capacidad de almacenar cuatro mil barricas de roble francés. Ahí los chefs David Castro y Maribel Aldaco, junto a David Salgado, prepararon una cena de cinco tiempos, a 16 grados, para cerrar con broche de oro y degustar Gran Ricardo 2017, edición conmemorativa de 25 años; una crianza de cabernet sauvignon, merlot y petit verdot de 18 meses en barrica. En copa, resaltan las notas a frutos rojos, vainilla y nuez tostada. Un vino premium con el que confirman que se encuentran en pleno crecimiento y en busca de seducir nuevos mercados.
Monte Xanic es una de las bodegas boutique más fuertes en la industria. Basta una visita a sus viñedos en Valle de Guadalupe, Baja California, para quedar maravillado con majestuoso escenario, en donde el inicio de la cosecha se ha convertido en uno de los motivos de celebración.
Será por el sol o el calor en plenitud, o porque los sombreros panamá ya no son suficientes, que las rondas de vinos blancos Monte Xanic Chenin Colombard 2018 —sobre copas de cristal previamente frías— nos parecen un paraíso mientras recorremos los viñedos del Valle de Guadalupe, a más de 35 grados. Sus notas a cítricos, flores blancas y anís son perfectas para caminar entre la tierra arenosa y cobriza de esta región de Baja California, que equivale a dos tercios del Valle de Napa y tiene un microclima mediterráneo que es propicio para las actividades vitivinícolas. Son las cinco de la tarde de un domingo de agosto, la estampa perfecta de un atardecer en Instagram. A 30 kilómetros de Ensenada, estamos en las fiestas de la vendimia de una de las bodegas boutique más fuertes en la industria con 32 años de historia. El director general de Monte Xanic, Hans Backhoff, quien nos ha dado la bienvenida, es un verdadero entusiasta del vino mexicano porque creció entre estas vides desde pequeño y es hijo de uno de los socios fundadores. Cuenta que diseñar excelentes vinos desde el campo es un lema que se refleja en sus técnicas y procesos con los que han ganado 380 medallas internacionales.Las vendimias son la época en que las bodegas bajacalifornianas celebran el inicio de la cosecha, cuando se cortan los racimos a mano durante la noche para aprovechar las bajas temperaturas y evitar que las uvas se oxiden. Esto marca el arranque de la producción, y se celebra con experiencias gastronómicas, música e invitados de honor.
Desde el mediodía, cientos de vinos blancos y tintos se pusieron a enfriar en el rancho principal de Monte Xanic, junto a un lago artificial, cuya agua se obtiene de las lluvias y que sirve además para el riego del campo. En efecto, un oasis en el desierto. Los invitados degustaron un brunch diseñado por los jóvenes chefs Omar Armas, Luis Gómez y Jesús Zazueta. Fuentes de ostiones y aguachiles, ensaladas de salicornias y tacos de solomillo braseado con cebollas caramelizadas; sin olvidar, unas deliciosas paletas de hielo de cabernet y chardonnay, socorridísimas al atardecer. Qué decir de Monte Xanic Rosé Grenache 2018, que degustamos entre los depósitos de acero de fermentación: honesto y franco en la copa, casi platino, que este año sale en una edición limitada de 300 cajas.Fue en noviembre de 1990 cuando sus vinos aparecieron en el mapa. Lo hicieron durante la comida de celebración del Tratado del Libre Comercio, en Monterrey, cuando George H. W. Bush y Carlos Salinas brindaron con el chardonnay de una entonces joven bodega fundada en 1987 por cinco amigos amantes del vino (Hans, Manuel, Tomás, Eric y Ricardo), con el ímpetu de crear vino mexicano que fuera de calidad, sofisticado y consistente. Una fotografía del brindis se conserva en la enoteca, junto a los corchos de aquellas botellas.
El nombre de las bodegas viene de la flor xanic, del cora nayarita que significa “la que brota después de la primera lluvia”, una flor silvestre que crece en el desierto y que ha ido a parar a cada una de las 21 etiquetas. De la primera cosecha de Chenin Colombard de 1987, se distribuyeron seis mil cajas; cifra insignificante ante las 90 mil que tienen contemplado producir este año, rompiendo el paradigma de que los mexicanos no bebemos vinos blancos.La clausura se llevó a cabo con una cena especial. Es la única fecha del año en que las bodegas abren la cava en las faldas de una montaña de granito, que tiene la capacidad de almacenar cuatro mil barricas de roble francés. Ahí los chefs David Castro y Maribel Aldaco, junto a David Salgado, prepararon una cena de cinco tiempos, a 16 grados, para cerrar con broche de oro y degustar Gran Ricardo 2017, edición conmemorativa de 25 años; una crianza de cabernet sauvignon, merlot y petit verdot de 18 meses en barrica. En copa, resaltan las notas a frutos rojos, vainilla y nuez tostada. Un vino premium con el que confirman que se encuentran en pleno crecimiento y en busca de seducir nuevos mercados.
Monte Xanic es una de las bodegas boutique más fuertes en la industria. Basta una visita a sus viñedos en Valle de Guadalupe, Baja California, para quedar maravillado con majestuoso escenario, en donde el inicio de la cosecha se ha convertido en uno de los motivos de celebración.
Será por el sol o el calor en plenitud, o porque los sombreros panamá ya no son suficientes, que las rondas de vinos blancos Monte Xanic Chenin Colombard 2018 —sobre copas de cristal previamente frías— nos parecen un paraíso mientras recorremos los viñedos del Valle de Guadalupe, a más de 35 grados. Sus notas a cítricos, flores blancas y anís son perfectas para caminar entre la tierra arenosa y cobriza de esta región de Baja California, que equivale a dos tercios del Valle de Napa y tiene un microclima mediterráneo que es propicio para las actividades vitivinícolas. Son las cinco de la tarde de un domingo de agosto, la estampa perfecta de un atardecer en Instagram. A 30 kilómetros de Ensenada, estamos en las fiestas de la vendimia de una de las bodegas boutique más fuertes en la industria con 32 años de historia. El director general de Monte Xanic, Hans Backhoff, quien nos ha dado la bienvenida, es un verdadero entusiasta del vino mexicano porque creció entre estas vides desde pequeño y es hijo de uno de los socios fundadores. Cuenta que diseñar excelentes vinos desde el campo es un lema que se refleja en sus técnicas y procesos con los que han ganado 380 medallas internacionales.Las vendimias son la época en que las bodegas bajacalifornianas celebran el inicio de la cosecha, cuando se cortan los racimos a mano durante la noche para aprovechar las bajas temperaturas y evitar que las uvas se oxiden. Esto marca el arranque de la producción, y se celebra con experiencias gastronómicas, música e invitados de honor.
Desde el mediodía, cientos de vinos blancos y tintos se pusieron a enfriar en el rancho principal de Monte Xanic, junto a un lago artificial, cuya agua se obtiene de las lluvias y que sirve además para el riego del campo. En efecto, un oasis en el desierto. Los invitados degustaron un brunch diseñado por los jóvenes chefs Omar Armas, Luis Gómez y Jesús Zazueta. Fuentes de ostiones y aguachiles, ensaladas de salicornias y tacos de solomillo braseado con cebollas caramelizadas; sin olvidar, unas deliciosas paletas de hielo de cabernet y chardonnay, socorridísimas al atardecer. Qué decir de Monte Xanic Rosé Grenache 2018, que degustamos entre los depósitos de acero de fermentación: honesto y franco en la copa, casi platino, que este año sale en una edición limitada de 300 cajas.Fue en noviembre de 1990 cuando sus vinos aparecieron en el mapa. Lo hicieron durante la comida de celebración del Tratado del Libre Comercio, en Monterrey, cuando George H. W. Bush y Carlos Salinas brindaron con el chardonnay de una entonces joven bodega fundada en 1987 por cinco amigos amantes del vino (Hans, Manuel, Tomás, Eric y Ricardo), con el ímpetu de crear vino mexicano que fuera de calidad, sofisticado y consistente. Una fotografía del brindis se conserva en la enoteca, junto a los corchos de aquellas botellas.
El nombre de las bodegas viene de la flor xanic, del cora nayarita que significa “la que brota después de la primera lluvia”, una flor silvestre que crece en el desierto y que ha ido a parar a cada una de las 21 etiquetas. De la primera cosecha de Chenin Colombard de 1987, se distribuyeron seis mil cajas; cifra insignificante ante las 90 mil que tienen contemplado producir este año, rompiendo el paradigma de que los mexicanos no bebemos vinos blancos.La clausura se llevó a cabo con una cena especial. Es la única fecha del año en que las bodegas abren la cava en las faldas de una montaña de granito, que tiene la capacidad de almacenar cuatro mil barricas de roble francés. Ahí los chefs David Castro y Maribel Aldaco, junto a David Salgado, prepararon una cena de cinco tiempos, a 16 grados, para cerrar con broche de oro y degustar Gran Ricardo 2017, edición conmemorativa de 25 años; una crianza de cabernet sauvignon, merlot y petit verdot de 18 meses en barrica. En copa, resaltan las notas a frutos rojos, vainilla y nuez tostada. Un vino premium con el que confirman que se encuentran en pleno crecimiento y en busca de seducir nuevos mercados.
Monte Xanic es una de las bodegas boutique más fuertes en la industria. Basta una visita a sus viñedos en Valle de Guadalupe, Baja California, para quedar maravillado con majestuoso escenario, en donde el inicio de la cosecha se ha convertido en uno de los motivos de celebración.
Será por el sol o el calor en plenitud, o porque los sombreros panamá ya no son suficientes, que las rondas de vinos blancos Monte Xanic Chenin Colombard 2018 —sobre copas de cristal previamente frías— nos parecen un paraíso mientras recorremos los viñedos del Valle de Guadalupe, a más de 35 grados. Sus notas a cítricos, flores blancas y anís son perfectas para caminar entre la tierra arenosa y cobriza de esta región de Baja California, que equivale a dos tercios del Valle de Napa y tiene un microclima mediterráneo que es propicio para las actividades vitivinícolas. Son las cinco de la tarde de un domingo de agosto, la estampa perfecta de un atardecer en Instagram. A 30 kilómetros de Ensenada, estamos en las fiestas de la vendimia de una de las bodegas boutique más fuertes en la industria con 32 años de historia. El director general de Monte Xanic, Hans Backhoff, quien nos ha dado la bienvenida, es un verdadero entusiasta del vino mexicano porque creció entre estas vides desde pequeño y es hijo de uno de los socios fundadores. Cuenta que diseñar excelentes vinos desde el campo es un lema que se refleja en sus técnicas y procesos con los que han ganado 380 medallas internacionales.Las vendimias son la época en que las bodegas bajacalifornianas celebran el inicio de la cosecha, cuando se cortan los racimos a mano durante la noche para aprovechar las bajas temperaturas y evitar que las uvas se oxiden. Esto marca el arranque de la producción, y se celebra con experiencias gastronómicas, música e invitados de honor.
Desde el mediodía, cientos de vinos blancos y tintos se pusieron a enfriar en el rancho principal de Monte Xanic, junto a un lago artificial, cuya agua se obtiene de las lluvias y que sirve además para el riego del campo. En efecto, un oasis en el desierto. Los invitados degustaron un brunch diseñado por los jóvenes chefs Omar Armas, Luis Gómez y Jesús Zazueta. Fuentes de ostiones y aguachiles, ensaladas de salicornias y tacos de solomillo braseado con cebollas caramelizadas; sin olvidar, unas deliciosas paletas de hielo de cabernet y chardonnay, socorridísimas al atardecer. Qué decir de Monte Xanic Rosé Grenache 2018, que degustamos entre los depósitos de acero de fermentación: honesto y franco en la copa, casi platino, que este año sale en una edición limitada de 300 cajas.Fue en noviembre de 1990 cuando sus vinos aparecieron en el mapa. Lo hicieron durante la comida de celebración del Tratado del Libre Comercio, en Monterrey, cuando George H. W. Bush y Carlos Salinas brindaron con el chardonnay de una entonces joven bodega fundada en 1987 por cinco amigos amantes del vino (Hans, Manuel, Tomás, Eric y Ricardo), con el ímpetu de crear vino mexicano que fuera de calidad, sofisticado y consistente. Una fotografía del brindis se conserva en la enoteca, junto a los corchos de aquellas botellas.
El nombre de las bodegas viene de la flor xanic, del cora nayarita que significa “la que brota después de la primera lluvia”, una flor silvestre que crece en el desierto y que ha ido a parar a cada una de las 21 etiquetas. De la primera cosecha de Chenin Colombard de 1987, se distribuyeron seis mil cajas; cifra insignificante ante las 90 mil que tienen contemplado producir este año, rompiendo el paradigma de que los mexicanos no bebemos vinos blancos.La clausura se llevó a cabo con una cena especial. Es la única fecha del año en que las bodegas abren la cava en las faldas de una montaña de granito, que tiene la capacidad de almacenar cuatro mil barricas de roble francés. Ahí los chefs David Castro y Maribel Aldaco, junto a David Salgado, prepararon una cena de cinco tiempos, a 16 grados, para cerrar con broche de oro y degustar Gran Ricardo 2017, edición conmemorativa de 25 años; una crianza de cabernet sauvignon, merlot y petit verdot de 18 meses en barrica. En copa, resaltan las notas a frutos rojos, vainilla y nuez tostada. Un vino premium con el que confirman que se encuentran en pleno crecimiento y en busca de seducir nuevos mercados.
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