En septiembre se reanudó el transporte intermunicipal de Colombia. Los recolectores de café pudieron regresar a perseguir las cosechas, con la diferencia de que ahora deben usar un tapabocas para que la policía no les detenga el paso. Ellos son una mano de obra vulnerable, hombres mayores de 70 años con largas jornadas de trabajo. A la fecha, hay 230 veredas productoras colombianas de café con contagios de Covid-19.
El oro es lo más fácil de vender en el mundo. En las calles del Centro Histórico proliferan comerciantes que se aprovechan de la necesidad de la gente, al comprar todo tipo de pedacería y centenarios muy por debajo de su valor real. Todas estas piezas se funden y terminan en barras de mayoreo. En tiempos de Covid, esta es la crónica de un negocio en la clandestinidad.
La demanda vecinal de orden en la colonia Polanco implica que 140 personas pierdan sus herramientas de trabajo y, por lo tanto, su fuente de ingreso, lo que afectará a ellas y a sus dependientes económicos. ¿Cuál es el bien mayor que justifica estos efectos?
La pandemia frenó la llegada de miles de visitantes a Cartagena, cerrando hoteles, playas y restaurantes. En uno de los puertos más importantes de América Latina, unas 200 mil personas viven del turismo y hoy intentan sobrevivir. Los barrios más pobres de la ciudad, sin los servicios básicos más elementales, luchan para que no falte un plátano y un pescado.
“Todo este trabajo por nada. Así son las cosas para la gente común. Quienes tienen dinero se pueden quedar encerrados en casa, pero quienes vendemos periódicos tenemos que salir a trabajar, no hay alternativa. Al miedo hay que ponerlo en espera”.
Según el INEGI, 56 de cada 100 mexicanos trabajan en la informalidad. Para buena parte de ellos quedarse en casa y renunciar a su ingreso diario es imposible. Su única forma de luchar contra la crisis es hacerse presentes en las calles, donde cada vez hay menos trabajo.
La colonia Doctores, uno de los barrios populares de la ciudad, hace su mejor esfuerzo para adaptarse a estos tiempos. A veces las normas se respetan, otras veces no, y otras más se hacen como que se cumplen. En esta pandemia, los trabajadores informales y la gente de escasos recursos enfrentan un dilema.