Bernardo Esquinca: Un narrador de otro mundo

Bernardo Esquinca: Un narrador de otro mundo

Bernardo Esquinca regresa con Carne de ataúd, tercer título de su saga Casasola. Combina periodismo, historia y crímenes inexplicables.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Tiene 44 años y se ha convertido en uno de los referentes principales de la literatura de horror contemporánea en México. Su nombre es Bernardo Esquinca. Gracias a su acertada combinación de géneros que ha explorado en novelas como La octava plaga, Demonia, Toda la sangre y Mar Negro, se ha hecho de un lugar indiscutible entre los lectores mexicanos. Con Carne de ataúd (Almadía, 2016), su más reciente novela, continúa su serie de libros sobre los Casasola, una familia de periodistas destinada a tropezarse con lo sobrenatural.

Leer a Esquinca es empaparse con sus obsesiones: la superstición mexicana, los rincones ocultos del Centro Histórico, la novela policiaca y el ejercicio periodístico. En Carne de ataúd, estos temas encuentran un marco temporal inmejorable y se unen para contar la historia de Eugenio Casasola, reportero de nota roja que, asistido por la médium Madame Guillot y el criminólogo Carlos Roumagnac, investiga los posibles lazos entre un famoso asesino serial y una ola de muertes en apariencia sobrenaturales que aterrorizan al México de finales del siglo XIX.

Esta novela, ubicada a más de un siglo de distancia del 2016, habla de un país de contrastes; moderno, pero subyugado por los caprichos de un dictador. El descontento social bulle y los periódicos descubren el poder de la violencia como gancho para atraer más lectores en tiempos de censura y represión. El parecido con el presente es sólo coincidencia. “Aunque no me lo propuse, creo que es inevitable. Cuando un narrador habla del pasado, o del futuro, lo que hacemos es hablar del tiempo actual pero desde un ángulo menos evidente”, cuenta el autor en entrevista con Gatopardo. “[Aquí] se habla de feminicidios, de represión a la prensa, de corrupción, de crimen… Es algo que sigue muy presente en el país. Aunque han pasado cien años desde el Porfiriato, hay muchas cosas de esa época que siguen presentes.”

Bernardo Esquinca combina los géneros de la novela histórica y la novela negra en su más reciente libro "Carne de ataúd".

Bernardo Esquinca combina los géneros de la novela histórica y la novela negra en su más reciente libro “Carne de ataúd”.

Los escenarios y personajes que pueblan Carne de ataúd corresponden a la realidad de su tiempo, pero teñidos de una neblina sobrenatural que llama a la duda: ¿fue el famoso homicida “el Chalequero” una cortina de humo para distraer al pueblo de un horror peor, venido de otro mundo?, ¿se reunió realmente Porfirio Díaz con uno de los magos más temibles del siglo XIX? “Al abordar la parte histórica, uno tiene que ser muy fiel a la época y a los personajes, pero sí puedes jugar con ellos. No tenemos pruebas de que esta reunión sucedió, pero tampoco tenemos pruebas de que no. Es un vacío narrativo… pero son las cosas que hay que aprovechar para darle movilidad a la Historia, con mayúscula, no a la narrativa. Creo que para mí, la Historia debe subordinarse a la narrativa, no al revés.”

Carne de ataúd es una novela minuciosamente investigada y exquisitamente imaginativa, nutrida por detalles que permiten al lector situarse en otro tiempo. “No sólo en la manera en que hablan los personajes, sino en la que el narrador se expresa, hay una apuesta por un lenguaje”, reflexiona Esquinca. “Lo lees y te das cuenta que no estás aquí. Son giros sencillos, pero te hablan de un lenguaje que no es el de hoy. Tenía que sentirse, así como pretendo que en las calles se sienta el lodo, la suciedad, las cucarachas volando en torno a las farolas de gas, el lenguaje tenía que notarse añejo.”

Carne de ataúd ha apartado a Esquinca de su zona de confort al escribir recurriendo a varias capas de narración (epistolar, periodística, de narrador omnisciente y hasta onírica). “Es un poco como un rompecabezas que va y viene. Me lo pidió la historia, había que contarla así y me gustó romper con la inercia que traía de novelas lineales”, cuenta. “Además del reto de hacer una novela histórica, que no había hecho hasta ahora, creo que es el libro que más me ha divertido hacer”, concluye.

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