Héctor Ouilhet: el mexicano que ha llegado más lejos en Google.

El traductor de mundos que trabaja en Google.

Héctor Ouilhet es el diseñador encargado de Google Search y Asistant.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Héctor Ouilhet, el mexicano que ha alcanzado el rango más alto en Google, estaba sentado en el sillón rojo del cuarto de juegos de las oficinas en México. Alrededor de él había un futbolito, una mesa de ping pong y una pantalla. Tal como se especula, las oficinas de Google son muy diferentes a otros grandes edificios ejecutivos. Hay cocinas abiertas repletas de snaks: barritas de cereal, aceitunas, frutas que se ven deliciosas, café, jugo, mesas de dulces y hasta huertos hidropónicos. Quienes trabajan ahí pueden llevar a su mascota y tomar clases de clases de yoga, fit training y meditación antes de volver a casa. 

El puesto de Ouilhet es Head of Design, Google Search & Assistant, lo cual se traduce como el Director de Diseño de los dos servicios más utilizados de la compañía. Él dice que su trabajo es ser un traductor entre los diseñadores y los ingenieros para que la gente interactúe de la forma más sencilla posible con estas dos funciones.

Este año, Google lanzó la más reciente versión de su asistente de voz. El diseño gráfico cambió, pero en realidad eso es lo más irrelevante: ahora cuenta con más de un millón de acciones y entiende más de 30 idiomas, y algunos de ellos los comprende de forma simultánea, o sea que se puede cambiar de español a inglés en una misma oración y el comando será entendido. La hazaña es mérito del equipo de Ouilhet.

“Yo me enfoco mucho en que cualquier persona pueda tener acceso a la información”, dice el ingeniero en computación. “Parte de mi objetivo, alineado con Google, es ayudar a las personas que no saben leer, o no tienen celulares, o que viven en lugares donde 1 de cada 20 personas tiene un teléfono y se lo prestan. Se trata de un esfuerzo muy importante, pues el acceso a la información usualmente se traduce en mejores decisiones”.

Héctor Ouilhet, 2
La motivación por hacer esto nace, en gran parte, de su propia experiencia. Él nació en la Ciudad de México, y su padre siempre le dijo que debía ser ingeniero, o de otra forma, se moriría de hambre. Su mamá es artista, chef y diseña casas. Él heredó el sentido de la estética del lado materno, pero siguió los consejos de su papá sobre la ingeniería desde que era muy chico, así que dedicó la mayor parte de su infancia a conciliar esos dos mundos. “Encontré mi camino cuando uní las dos cosas, que es el diseño de interacción. Al principio el camino no estaba muy claro, porque no existía eso cuando empecé. Primero hice mis propias chambitas en la escuela, anuarios interactivos con mis amigos, de estos en CD roms con fotos de la gente de la escuela, y luego empecé a programar cómo dibujar”, recuerda Ouilhet.

Después entró a estudiar Ingeniería en Computación a la Universidad de las Américas, en Puebla. No le gustaba mucho y no era muy bueno, así que decidió buscar un trabajo en el que pudiera explorar más su talento artístico. Su primer trabajo fue en HP, como diseñador de interfaz. Estuvo ahí mientras acababa la carrera y vivió la fusión con Compaq. Tres años después se aburrió y buscó nuevos retos, se fue a vivir a Vancouver y después a Italia. Ahí hizo su maestría en Diseño Interactivo, en el Instituto de Ivrea y la Domus Academy. Después lo invitaron al MIT, en Boston para que fuera parte de un laboratorio de investigación sobre diseño, “Y fue ahí donde mi confusión, de pronto me ayudó. En MIT estaba enseñándole a ingenieros por qué es importante el diseño”, contó Ouilhet.

Héctor Ouilhet, 1

Comenzó a trabajar en Google hace diez años, y ha pasado por las oficinas de Nueva York y Tokio, antes de llegar a California. Lo que más le gusta es convivir con personas que no son parecidas a él. “Me pruebo a mí mismo y mi empatía crece porque entiendo un poquito más de cómo ven otros cada situación”. Parte de su trabajo es asegurarse que la comunicación que hay dentro de su equipo sea efectiva, creativa. En Japón vivió la experiencia de trabajar con un equipo que, por razones culturales, no se sentía con la confianza de proponer y discutir, “la gente sólo hacía lo que decía y eso no es bueno si quieres que haya un diálogo, una discusión”.

Sus trabajo es ser traductor entre máquinas y personas, necesidades y acciones, diseñadores e ingenieros. Pero para él lo más importante es que la tecnología siga facilitando la comunicación entre seres humanos y que esto deje de ser un lujo, algo que solo los más educados, o los más ricos logran, sino una herramienta para hacer el mundo un lugar más empático e igualitario.

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