Un slasher en el que resulta fundamental la tensión entre lo que vemos y lo que no. El canadiense Chris Nash tuerce la norma del horror sanguinario con una inteligente delicadeza.
Al hablar de John Carpenter siempre se le sitúa entre la tríada del horror de los años ochenta, junto a David Cronenberg y Wes Craven, además, su maestría se halla en la creación musical. Compuso la mayor parte de las bandas sonoras de sus filmes para estirar el presupuesto al tiempo que se volvió un referente en el synthwave.