Si bien las tradiciones son fenómenos colectivos, dignos de compartirse, la pregunta que persiste es, ¿cómo compartirlas de manera más consciente, informada y respetuosa?
A inicios de año corrió la noticia de bastones de mando que eran obsequiados a ciertos “aliados” de los pueblos indígenas y causó indignación en las redes sociales. Era otro episodio más de la apropiación cultural que estas naciones vienen padeciendo desde hace siglos. ¿Qué hay detrás de los verdaderos tajk que entregan las asambleas comunitarias y son una resignificación de los ayuntamientos de la Nueva España?
La etiqueta “cultura mexicana” esconde muchas otras culturas de las que el país toma elementos para construirse a sí mismo. Las personas que buscan un disfraz mexicano para estas fechas ignoran el nombre de los pueblos indígenas que lo crearon y portaron durante siglos. ¿Será que ser mexicano o mexicana está realmente vacío de contenido cultural?
Las vestimentas han construido y plasmado identidades y manifestaciones estéticas de culturas en todo el mundo. En uno de esos giros propios del capitalismo, no sólo hemos sido testigos de apropiación cultural indebida o abierto plagio, sino que también se recurre a hablar de “estilizar” y “modernizar” estas prendas, ocultando un desprecio.
La apropiación cultural indebida en México se narra casi siempre como un homenaje a las raíces de este país. Como si los pueblos indígenas que han sufrido opresión fueran una reserva de elementos que pueden apropiarse para el cimiento cultural de un Estado que ha hecho todo por desaparecerlos. Esta situación deriva en un fenómeno fundacional.
En la cultura mixe, ritualizar hace que la muerte se convierta en un hecho de vida. En el confinamiento que vivimos, cuando es imposible velar los restos de los seres queridos, nuevas acciones honrarán la memoria y marcarán la despedida.