Alan Holinghurst, medio siglo de escándalo, represión y vida británica
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Alan Hollinghurst, a ratos, en libertad

La nueva novela de Alan Hollinghurst explora medio siglo de escándalo, represión y vida británica

Tiempo de lectura: 3 minutos

Alan Hollinghurst vive en un apartamento a las orillas de Hampstead Heath, en una zona de Londres que le recuerda a la vida campirana en la que creció. Llegó ahí hace veintinueve años luego de pasar una temporada larga en Oxford, donde estudiaba literatura, y tras crecer en Farington, una ciudad rodeada de granjas y colinas de tiza. Desde joven tuvo la inquietud de ser escritor; a los dieciséis años ya tenía borradores de novelas que terminaron en el tintero por la falta de paciencia y, por lo tanto, lo primero que publicó no fue narrativa sino poesía, con lo que ganó el prestigioso Newdigate Prize (otorgado desde 1806 a figuras como John Ruskin u Oscar Wilde).

Para escribir novelas y, sobre todo, a la manera de Hollinghurst —largas, absorbentes y pobladas de atmósferas descritas de forma exquisita— se necesita tiempo. Por suerte, eso se lo ofreció Oxford, donde prolongó su estadía por diez años. Ahí obtuvo sus primeros trabajos como profesor, esbozó su primera novela, y escribió una disertación sobre escritores gay que no pudieron escribir abiertamente sobre su sexualidad, entre ellos Ronald Firbank, E. M. Forster o L. P. Hartley. Desde esos primeros años y hasta la fecha, con la publicación de su más reciente El caso Sparsholt (2017), novela traducida al español por Anagrama, Hollinghurst, ya con barba y pelo cano, a sus 65 años, ha hecho de esa mirada histórica sobre la homosexualidad el núcleo temático de su escritura.

En La biblioteca de la piscina (1989), su primera novela que publicó mientras era editor adjunto del Times Literary Supplement, Hollinghurst aborda de manera franca la vida de un joven londinense —privilegiado, homosexual y promiscuo— y las vicisitudes de un mundo subterráneo, el de la cultura gay de los años ochenta. La novela, repleta de encuentros fortuitos y de una atmósfera lasciva, no se parecía a ninguna otra. Aún, a veinte años de la descriminalización de la homosexualidad en el Reino Unido, escaseaban en Europa los referentes literarios abiertamente homosexuales y, por lo tanto, la provocación que sugería en sus páginas lo convirtió un referente ineludible de la cultura gay.

Alan Hollinghurst

La provocación que sugería en sus páginas convirtió a Alan Hollinghurst en un referente ineludible de la cultura gay.

“Este primer libro estaba cargado de novedad, urgencia y una franca dimensión política. Era una época en la que la confrontación se necesitaba. Exhibir la sexualidad sobre la página tenía un propósito y escribir una historia desde un punto de vista abiertamente homosexual, a la manera en que lo harían los escritores heterosexuales, era adoptar una postura sin pedir disculpas”, dice Hollinghurst en entrevista.

Sus siguientes novelas, menos provocativas, pero más maduras en estilo, fueron dando forma a un fresco histórico que retrata los cambios legales y las libertades ganadas por la comunidad gay. Históricamente, su tercera novela, La línea de la belleza (2004), continúa donde La biblioteca de la piscina concluye, en el verano de 1983, antes de que la epidemia del sida comenzara su cosecha sombría. En ella, su protagonista, Nicholas Guest —un homosexual intelectual apunto de cumplir veinte años— enfrenta un mundo señorial, luminoso, marcado por el dinero y el privilegio de la “Era Thatcher”, que contrasta con sus andanzas clandestinas de la mano de su sirviente negro, con las que descubre los placeres de la vida gay metropolitana.

Hollinghurst abarca periodos de tiempo para hablar de transformaciones sociales e ironizar el status quo que distingue a cada época. Así lo hizo con El hijo del desconocido (2011), que comprende desde principios del siglo XX hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial. Sobre esto el autor explica: “El cambio constante que ha vivido la comunidad gay, desde la promulgación de nuevas leyes y la obtención de libertades, ha apagado la urgencia de mis primeras novelas. Hoy, creo que lo que me interesa es seguir el rastro de esa transformación, cómo un sujeto, antes oculto, emerge a la luz”.

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“El cambio constante que ha vivido la comunidad gay, desde la promulgación de nuevas leyes y la obtención de libertades, ha apagado la urgencia de mis primeras novelas. Hoy, creo que lo que me interesa es seguir el rastro de esa transformación, cómo un sujeto, antes oculto, emerge a la luz”.

El caso Sparsholt surge treinta años después de la primera novela de Hollinghurst y, por lo tanto, lo hace en un contexto menos severo para la comunidad. Ahí retrata medio siglo a través de cinco escenas anacrónicas, desde el mundo de cartas amorosas en la clandestinidad, hasta las pantallas múltiples de las apps de encuentro. David Sparsholt, un joven atractivo, llega a Oxford a estudiar ingeniería y se convierte en objeto de deseo entre intelectuales. La novela hace un recorrido por tres generaciones de homosexuales; una percusión de escenas, episodios y personajes.

“A medida que envejezco, me interesan más las ironías y las sorpresas que me trae el tiempo. Creo que hay una especie de cambio moral relacionado a los cambios de gusto, a las transiciones de una época a otra y a cómo cada generación ha tenido que lidiar con la anterior, y se ha tenido que adaptar”, dice Hollinghurst.

“Probablemente ésa sea la función de la ficción, comprender la experiencia y la actitud de alguien distinto a uno, en su debido tiempo y espacio. Esto, a fin de cuentas, tiene una gran virtud política”, concluye.

 

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