Una de las voces más potentes de Brasil es también un maestro de la combinación de géneros.
En su película Hable con Ella, Pedro Almodovar, ganador del premio al Mejor Director en el Festival de Cine de Cannes por este trabajo, incluye una secuencia memorable: es una fiesta donde los invitados escuchan atentos a un grupo de músicos liderados por Caetano Veloso, quien además es escritor, poeta y activista. En un potente falsetto, Veloso interpreta una versión desgarradora —muy alejada de la original— de “Cucurrucucú Paloma”, compuesta originalmente por el mexicano Tomás Méndez. Eventualmente, la cámara se aleja del grupo y se enfoca en el protagonista de la película, Tomás, quien está profundamente conmovido por lo que ve. La interpretación de Veloso lo hizo añicos.
Esta reacción no es exagerada, Caetano Veloso no necesariamente evoca lágrimas por tristeza, pero este artista brasileño es experto en avivar sentimientos, en cimbrar personalidades, generar sonrisas y mover uno que otro pie directo hacia el baile. Es un artista descrito perfectamente por la periodista y escritora italiana Igiaba Scego: “Es un sabio, un santo hombre musical, el amigo que nos consuela cuando el amor cae o cuando tomamos el camino incorrecto. Tiene un movimiento detrás de él, pero está fuera de cualquier falsa ideología. Es simple, transparente, honesto y rebelde.”
Caetano Veloso es una figura medular para la cultura popular brasileña y un referente mundial del país sudamericano. Nativo del estado de Bahia, Veloso nació el 7 de agosto en una familia de medios modestos, pero unida rodeada de arte. En un bar local de Santo Amaro, ciudad donde nació y creció, escuchó por primera vez a João Gilberto, quien sería una influencia en su carrera. Durante su juventud, Veloso se mudó a Salvador, capital de Bahia, para estudiar. Fue ahí donde estudió a filósofos y escritores de los que aprendió que el arte era políticamente útil.
A mediados de los 60, Veloso se mudó a Río de Janeiro en una época turbulenta para Brasil. Las esperanzas de un país más justo para la población fueron aplastadas con un golpe de estado, que en cuestión de meses se convirtió en un régimen represor, en el cual los disidentes eran secuestrados, torturados, exiliados o asesinados. Artistas como el director de cine Glauber Rocha crearon obras que retrataron la desigualdad en un país problemático. Veloso no se quedó atrás y formuló una respuesta musical a este momento caótico: Tropicália.
Su rol como fundador del movimiento Tropicália (también llamado Tropicalismo) se convertiría en una fractura para la posterior creación artística en Brasil, desde casi cualquier plataforma. El Tropicália es difícil de describir, pero Veloso mantiene que su importancia recae en el sincretismo. Brasil es uno de los pocos países en el mundo que vive musicalmente de su consumo local, y en realidad su industria no necesita importaciones de esta índole. La inmensa calidad y originalidad de los artistas locales es parte de la razón. No obstante, esta originalidad suele venir a costa de una fusión entre lo que es popular alrededor del mundo y la música local; después de todo, el bossa nova es tan solo la combinación entre samba y jazz. El Tropicália era algo parecido, una provocadora mezcla de psicodelia, vanguardia artística, bossa y un toque de chovinismo brasileño (así como una parodia kitsch de éste) que dieron como resultado una reinterpretación identitaria que se ha dado pocas veces en el mundo.
Para Veloso el discurso político tenía un problema que no sólo era su carácter represor, también era aburrido. Esta tendencia le permitió a él, junto con una serie de artistas como Gilberto Gil y Os Mutantes ser críticos al régimen a través de métodos vagos o poco directos, como tocar covers en inglés. El historiador y crítico Scott Saul lo describe así: “Tropicalismo no era una sensata respuesta al régimen militar o la izquierda estudiantil, sino que trató de esclarecer un espacio de posibilidad que era al mismo tiempo alegre y disonante, y a veces enmascarado con una sensación de terror”. Veloso era odiado por la derecha y por la izquierda: los primeros detestaban la crítica hacia el gobierno militar, mientras que los otros repudiaban la convivencia entre la preciada cultura autóctona de Brasil, junto con íconos imperialistas estadounidenses como Elvis Presley o el rock n roll inglés. Veloso salía a los escenarios con guitarras eléctricas (decisión impensable y controvertida) e imitando los movimientos de Carmen Miranda, cuya imagen motivó en parte la caricaturización de la cultura brasileña.
El Tropicália también provocó un cambio en Veloso y la cultura brasileña en general, a través de la destrucción de divisiones artísticas. En aras de una identidad que incluyera a todos, el músico buscaba romper las barreras entre el buen y mal gusto, él pensaba que la música y el arte estaban hechos para que toda la gente los entendiera. Caetano Veloso siempre operó con conciencia de público, ya sea concursando en el programa de televisión Esta Noite se Improvisa (en el que solía competir con Chico Buarque, otro poeta emblemático de la música brasileña) o ganando un concurso por la letra de “Um dia”, canción a dueto con Gal Costa. Veloso quería que sus canciones fuesen satisfactorias más allá de la protesta, la canción «Um Dia» habla de la costa brasileña, y bellos despertares sin preocupación alguna.
Pero su lado político le costó cara al cantautor. En 1968, Veloso y Gilberto Gil fueron arrestados por cargos fabricados: lo acusaron de cantar en un festival el himno nacional brasileño con obscenidades, evento que no sucedió pero fueron arrestados de todos modos. Tras un encierro de tres meses, en los que Veloso recuerda escuchar los gritos de amigos suyos siendo torturados, ambos fueron obligados a salir del país, y pasaron dos años viviendo en Londres. En su autobiografía, el cantante recuerda estos años de exilio como “oscuros”, y el álbum que grabó en Europa (el tercero titulado Caetano Veloso) está completamente en inglés y lleva un tono más bien triste. No fue sino hasta 1972 que el cantante logró volver a su tierra natal, y no dejó de grabar discos desde entonces.
Pero antes y después de su exilio, Caetano Veloso ha sido siempre un experto en deshacer expectativas y hacer combinaciones sin precedentes. Transa, segundo y último disco que grabó desde el exilio, es considerado uno de los mejores álbumes de música brasileña, marcado entre otras cosas por su capacidad de mezclar suavemente inglés y portugués. Araçá Azul es un disco que combina música brasileña con poesía y música concreta, en un proyecto experimental y desafiante. Después vino Bicho, una producción hecha con Gilberto Gil en un viaje a Nigeria, por lo que la influencia afrobeat está muy presente en su sonido. En Cores, Nomes (1983) Veloso vuelve al afrobeat y lo combina con samba y algo de new wave. Hoy Caetano Veloso colabora con artistas pop brasileños e internacionales en géneros que pueden ser reggae, hip hop y shoegaze, entre varios otros. Su más reciente colaboración es con Aniitta, ídolo contemporáneo de Brasil en una suave balada romántica llamada “Você Mentiu”.
Pero casi tan importante como su versatilidad, es la influencia que Veloso ha tenido alrededor del mundo. Un híbrido al estilo David Bowie y Bob Dylan, artistas como David Byrne, Beck, Arto Lindsay y Devendra Banhart han declarado admiración por su música. Este impacto resulta sorprendente para un músico tan concentrado en hablar de su país. Esta fama, sin embargo, quizá tiene sentido por lo que dice en su balada “Peter Gast”: “Soy un hombre común / Como cualquier otro hombre / Entre el dolor y la felicidad / y debo vivir y morir / como un hombre ordinario”.
Caetano Veloso escribe sobre su hogar porque —aunque parece trillado— le gusta recalcar que todos tienen uno.
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