Poeta, artista visual y uno de los músicos más influyentes del siglo XX, Lee «Scratch» Perry es un productor fuera de serie, tan conocido por su talento musical como por su personalidad mística y estrafalaria.
Su nombre cristiano es Rainford Hugh Perry, pero él eligió ser Lee “Scratch” Perry. También adoptó otros apodos, como «El Profeta», «King Koba» o «King Scratch». En Jamaica, su tierra natal, tiene uno más: The Upsetter, que significa el raro, el que alborota, el agitador, y posiblemente sea el apelativo más adecuado para este especialista en tender puentes creativos, cósmicos y musicales para luego destruir todo eso y empezar desde cero.
Lee “Scratch” Perry fue uno de los arquitectos de la música dub, un género nacido de la edición análoga del reggae, y uno de los productores musicales más importantes del siglo XX. Además, es un estrafalario emblema del espectáculo y el performance sobre el escenario.
Lee “Scratch” Perry nació al noroeste de Jamaica, en una zona conocida como Kendal, en la provincia de Hanover. Su infancia estuvo marcada por pobreza extrema, separaciones familiares y bajos prospectos profesionales y económicos. La incertidumbre y la falta de un trabajo fijo eran la norma en su vida, un día trabajaba en plantaciones y al otro conducía un camión de construcción. Paradójicamente, este último trabajo, en la creciente economía cincuentera de Jamaica, fue clave para su desarrollo musical: “Si no hubiera ayudado a construir la carretera a Negril [otra ciudad de Jamaica] jamás me hubiera convertido en productor. Cuando trabajaba con esas rocas sentía sus vibraciones sónicas, escuchaba a la piedra. Estoy seguro que de ahí viene todo”.
Lee Perry se dio cuenta que había música en todos lados, y pronto se mudó a Kingston para hacerla, entre instrumentos, mezcladoras y micrófonos.
A mediados de los años 60, el animado sonido ska dominaba los estudios y la radio. Inspirado en las composiciones de Prince Buster y Coxsone Dodd, Lee “Scratch”, Perry consiguió trabajo en todos los estudios de grabación, incluso el más renombrado de Dodd: Studio 51, el equivalente en Kingston a Motown en Detroit.
Escalo paso a paso, haciendo trabajos de limpieza y mantenimiento del estudio, eventualmente llegó a ser productor durante las grabaciones, donde también solía escribir música y hacer arreglos e instrumentación. Sin embargo, no recibía por esto ningún reconocimiento, pues su nombre era borrado en favor de otros productores y dueños de estudios. Años de frustración con este sistema llevaron a Scratch a darle la espalda a Joe Gibbs, su entonces jefe y dueño de Amalgamated Records, para grabar —a sus espaldas— una canción seminal de la música caribeña: “People Funny Boy”, un compilado de insultos a Gibbs.
“People Funny Boy” fue una grabación importante por varias razones. Fue una de las primeras canciones cuyo pegajoso bajo, de ritmo lento y meloso, predijo el género reggae, antes de que éste se llamara así, pero también implementó una técnica rara vez usada en la música popular: el sampleo, que consiste en incorporar sonidos ajenos a la canción. Lee Perry decidió samplear el llanto de un bebé en su debut. La canción le otorgó cierto grado de independencia musical, estabilidad económica, y lo convirtió en un productor estrella de la isla caribeña. A partir de entonces tuvo su propio estudio, sin dejar atrás su excéntrica y ruidosa personalidad. Su estilo único llamó la atención de una figura clave: Bob Marley y su banda The Wailers. Con Lee Perry detrás de la consola, The Wailers estableció un temprano catálogo de finos éxitos, como “Mr. Brown” o “Soul Rebel”.
Lee Perry se convirtió en un mito que gira alrededor de su figura mística, y mucho de eso está ligado a su estudio de grabación: The Black Ark Studio, también llamada el Arca Negra o el Arca de la Alianza. Uriel Waizel, periodista musical, dijo en entrevista para Gatopardo que este lugar, “era más un estudio rastafari o laboratorio de médico brujo. Gran parte del reggae y dub que conocimos pasó por ahí, entre ellos varios tracks que fueron hits. El estudio se cargó de vibras, viajes y tanta ganja fumada por Lee Perry, que se convirtió en un ícono, un estado de ánimo proveniente de otras dimensiones”.
Su estrafalaria personalidad no tardó en convertir a Lee “Scratch” Perry en una figura internacional. Sin embargo, su relación con Bob Marley se tornó ácida, gracias a una disputa sobre venta de derechos a Island Records, una disquera internacional. Esta movida, no obstante, llevó a ambos a niveles estratosféricos de fama, y artistas de todo el mundo empezaron a buscar colaborar con Perry. Pero él tenía algo aún más importante bajo la manga, algo que cambió la cara de la música popular y electrónica para siempre: el dub.
Mientras el reggae es música alegre y amable, el dub es una experiencia completamente diferente. Este sonido manipuló todos los elementos musicales a través de efectos, sampleos, ecos, reverberación y efectos tanto en voces como en instrumentos generando una sensación pausada de psicodelia. “Es música pop desprovista de las partes más protagónicas como voz y coro. Si el reggae es ganja, el dub es hashish, la esencia pura”, recalca Waizel. Con este género, artistas como King Tubby o Lee Perry hicieron de la consola de grabación un instrumento en sí mismo, y la manipulación de sonidos se convirtió en un emblema inamovible de la música popular.
Este sonido alcanzó un cenit con discos como Super Ape, de su banda The Upsetters, un pilar fundacional de la música electrónica y quizá uno de los discos más influyentes de todos los tiempos. Canciones como “Chase the Devil” o “Police and Thieves”, producidas por Scratch, hoy son himnos que aún encuentran eco en el pop contemporáneo, con artistas como Manu Chao o hasta J Balvin.
Otra técnica que Lee Perry popularizó fue el burning, que consistía en hacer rimas y cantar sobre ellas con cadencia y estilo. Eventualmente esta música llegó a los barrios neoyorkinos, y de cierta forma impactó otro género que eventualmente se apoderó del mundo: el hip hop. Hacia finales de los 70, Scratch se convirtió en una superestrella de la producción. Paul McCartney lo llamó para producir el disco de Linda McCartney, y artistas tan variados como Simply Red, Robert Palmer o The Clash quisieron contar con su talento en la producción.
Luego vino un momento crítico en el que Lee “Scratch” Perry entró en una suerte de locura. El productor quemó The Black Ark hasta las cenizas, destruyó casi todas las relaciones personales o profesionales que tenía y se dedicó a hacer grabaciones excéntricas y artes visuales. No sería sino hasta mediados de los 80, con productores como Mad Professor o Adrian Sherwood —quienes incluyeron el dub en la incipiente música electrónica de Inglaterra— que Perry volvería a una consistente forma de trabajo, dando conciertos alrededor del mundo y lanzando producciones audaces de música electrónica, mientras su forma de vestir y ceremonias casi religiosas sobre el escenario, le dieron un color especial a su carrera durante tres décadas.
Hoy, Lee «Scratch» Perry vive tanto de su legado cultural como de su personalidad bulliciosa. Keith Richards dijo sobre él “no lo puedes señalar en una cosa, es el Salvador Dalí de la música”. Lee Perry es una estrella en sus propios y caprichosos términos, ligado a una personalidad maníaca, una psicodelia tan africana como caribeña y un indiscutido talento detrás de la consola. Él es una figura clave para la música del siglo XX.
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