Marius de Zayas, el enigma plástico

Marius de Zayas, el enigma plástico

En los turbulentos inicios del siglo XX, Marius de Zayas fue un galerista, artista y marchante mexicano, vital en la gestación del arte moderno en Nueva York.

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Ningún personaje en la historia del arte mexicano ha sido tan elusivo, enigmático y que cambió la historia como Marius de Zayas. Redescubrir su labor es una manera de releer la historia con otros ojos. El artista gráfico, escritor y galerista mexicano, nacido en Veracruz en 1880, comenzó su obra en México, pero en Estados Unidos consolidó su carrera. De Zayas fue uno de los principales responsables de traer de Europa las más recientes vanguardias artísticas al continente americano, en especial a Nueva York, cuando se convertía en una importante ciudad para el mundo del arte.

Proveniente de una acaudalada familia, los de Zayas poseían dos periódicos en Veracruz, donde él comenzó su carrera artística con ilustraciones y caricaturas. Una labor que se vería abruptamente detenida en 1907 cuando, debido a las críticas al gobierno de Porfirio Díaz hechas en los periódicos de la familia, tuvieron que cerrarlos y exiliarse a Estados Unidos. Allí produjo casi la totalidad de su obra y jamás volvió a pisar suelo mexicano, razón por la cual ha sido difícil rastrear su legado desde su país natal.

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Marius de Zayas fue uno de los responsables de traer de Europa las corrientes de vanguardia a Nueva York.

“No había nada de de Zayas en México. Absolutamente nada. Salvo un dibujito que hizo en el álbum de la hija de Enrique de Olavarría y Ferrari, a finales del siglo XIX, y que un día Carlos Monsiváis compró en las chácharas. Actualmente está en el Museo del Estanquillo”, dice Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología.

Sin embargo, lo que más ha llamado la atención es su colección en 291, publicación editada por él en 1915 y pieza predecesora del dadaísmo. En sus páginas, se publicaron obras de Picasso, Francis Picabia o Georges Braque; se introdujo la poesía visual en Estados Unidos y se publicaron ensayos que buscaban explicar un arte nuevo, incomprendido y duramente criticado. Más que una revista de arte, 291 es un objeto artístico en sí mismo y el germen de un nuevo pensamiento plástico.

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Marius de Zayas se dedicó a retratar al mundo teatral de Nueva York.

Caracterizado por una línea refinada y elegante que por momentos acusa un estilo noveau, de Zayas se dedicó a retratar al mundo teatral de Nueva York en caricaturas publicadas en el diario The World y que pronto le conseguirían el reconocimiento del fotógrafo Alfred Stieglitz, quien lo invitó a exponer en su galería The Little Galleries of Photo-Secession. Posteriormente, trabajaría ahí buscando nuevos artistas en París. Tras dichos viajes, su estilo, que inició en un realismo romántico y sofisticado, rozó el límite de la representación, abstrayendo cuerpos y rostros apenas con líneas, círculos e incluso ecuaciones matemáticas. Sólo 15 años dedicó de Zayas a estos dibujos que oscilan entre la caricatura y el arte de vanguardia.

También fundó su propia galería, la Modern Gallery, en Nueva York, y aunque cerró en 1921, dedicó veinte años de su vida en Europa y Estados Unidos a organizar exposiciones itinerantes y a vender la obra de artistas como Cézanne, Van Gogh, André Derain, Diego Rivera, Juan Gris o Henri Matisse, entre muchos otros. Aquí es donde su historia comienza a desdibujarse: conforme avanzó el siglo XX, sus protagonistas fueron desapareciendo dificultando el rastro de sus obras y escritos, además de que se había retirado de la escena internacional.

Casa Luis Barragán albergó la exposición "Marius de Zayas"

Casa Luis Barragán albergó la exposición “Marius de Zayas” el año pasado como parte de la Estancia FEMSA. Fotografía: Paulina Figueroa.

Durante el año pasado y hasta el pasado mes de enero, se exhibió “Marius de Zayas” en la Casa Luis Barragán, organizada por la Estancia femsa. La exposición contó con 35 dibujos del propio artista, fotografías, libros y esculturas que revisaron sus aportaciones como caricaturista y marchante. Al final, su fugaz figura continúa resistiéndose a integrarse a la historia del arte, para el cual sigue siendo un enigma plástico.

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