Un nuevo Siglo de Oro para Pita Amor

Un nuevo Siglo de Oro para Pita Amor

Un homenaje a la gran poeta mexicana y a su tremenda personalidad.

Tiempo de lectura: 5 minutos

Como en muchos otros, el día de la entrevista Michael K. Schuessler llevaba una guayabera rosa. Es un hombre güero, que en México se nota extranjero, y aunque domina el español más que muchos que lo tienen por lengua materna, aún no ha perdido el acento estadounidense. Ese día Michael K. Schuessler habló de Guadalupe, su querida Pita Amor.

Él escribió –junto con Elena Poniatowska, sobrina de Pita, que hizo el prólogo– la biografía de una de las más grandes poetas mexicanas. La nombró Pita Amor: La Undécima Musa, un libro en el que convergen la mitología griega y la historia de la poesía en México. En él se hace alusión a la poeta Safo, y a Sor Juana Inés de la Cruz, quienes en algún momento fueron nombradas “la décima musa”. En conmemoración al centenario del nacimiento de Pita Amor, se ha publicado una edición especial del libro.

Schuessler llegó a la Ciudad de México en tren, en 1986, después de haber aprendido a declamar poesía latinoamericana con Ángel de la Cruz en Guadalajara. Se hospedaba en el ahora inexistente hotel Moneda, en la calle con el mismo nombre en el Centro Histórico, y para encontrar a Pita Amor se fue a preguntar por ella en la Zona Rosa. “Empecé a preguntar en joyerías, cafés, lugares que ya no existen: el Perro Andaluz, el Salón Lauseba, la joyería Kimberly, y fíjate que en todos sabían de ella, en todos, y muy bien”, dice el escritor. “Era muy variada la reacción, algunos me decían ‘la corrimos hace dos meses porque nunca pagó la cuenta y porque inundó el cuarto de abajo, porque dejaba siempre abierta la llave de la tina’, y cosas así. Otros ‘Ay sí, la pobre señora, a veces viene y compra un dije o un anillito'”. Al final, las chicas que atendían la joyería le dijeron que la señora vivía ahora en el hotel General Prim. Por supuesto el joven de 25 años, recientemente llegado de Estados Unidos, no tenía ni idea de que éste también se encontraba en una calle homónima.

centenario pita amor, Michael K. Shuessler

Cortesía de Penguin Random House

“Busqué en un mapa y encontré el hotel. Está aquí –muy cerca del Café Santo Domingo y el Colegio de Saberes, donde fue la entrevista–, ahora es un Starbucks, como todo. Llegó a ser un hotel tan decadente que metían a las víctimas de secuestro y ahí las tenían, pero cuando yo fui era muy joven, entonces pensé que era elegante”, recuerda.

Desde el teléfono de la recepción lo comunicaron con la señora Guadalupe Amor, quien le dijo que qué bueno que hablaba castellano y que lo vería “a las ocho, a las ocho y media, a las nueve”. “Yo llegué a las ocho porque no me quedó muy claro cuándo iba a aparecer, y yo no quería llegar tarde. Me estaba empezando a dar cuenta de cómo era la señora”, dice. “Entonces yo ahí sentado, después de haber tomado dos drinks, me acuerdo, veo llegar a una mujer que tenía que ser Pita Amor porque era ya muy anciana, tenía un bastón de madera, estaba encorvada y tenía unos lentes enormes como de fondo de botella de Cocacola. Estaba cargada de tantos collares, pulseras y anillos que la hacían doblarse un poquito, y daba unos pasos menuditos. Luego se paraba, y miraba con esos lentes alrededor. Así fue que yo la descubrí o que ella me descubrió a mi”.

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Pita Amor nació el 30 de mayo de 1918. Los primeros años de su vida vivió en una enorme hacienda, la famosa San Gabriel de las Palmas, cerca de Cuernavaca, que ahora es un hotel. Se cuenta que en algún momento, antes de que llegara la revolución, medía el equivalente a la mitad del estado de Morelos.

Fue la última de siete hermanos, sólo un hombre y las demás mujeres. Su personalidad, probablemente forjada al rojo vivo en esos años en los que, después de que Zapata expropiara la hacienda de sus padres, Pita Amor quedó como la última de las hijas de una familia que fue rica y ya no lo era. Vanidosa y en constante e implacable búsqueda de atención, se hizo amiga de los grandes intelectuales y artistas del México de mediados de siglo: Frida Kahlo, María Félix, Gabriela Mistral, Salvador Novo, Pablo Picasso, Juan Rulfo, Alfonso Reyes (quien fuera uno de sus grandes maestros) y Elena Garro. Su rebeldía y deseo de reflectores la motivaban a desvestirse en público, o también en privado, como lo hizo con Diego Rivera, que hizo una pintura de su impávido desnudo que escandalizó a toda la familia Amor.

También actuó para teatro y para cine. Entre telones representó obras de Xavier Villaurrutia y para la gran pantalla actuó junto y para Fernando Soler. Pero la realidad es que su carrera como actriz nunca tuvo una gran relevancia.

centenario pita amor, foto 1

A los 27 años escribió su primer poema y con él, en ese pedazo de papel estraza con letras de lápiz de cejas, encontró la fama que había estado buscando desde niña.

 

 Yo soy mi propia casa

Casa redonda tenía

de redonda soledad:

el aire que la invadía

era redonda armonía

de irrespirable ansiedad.

 

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Tras descubrir su potencial como poeta, Pita Amor se volcó dentro de ella misma. Escribió y escribió, declamó en radio, en televisión y en recitales también. Era una celebridad y gozaba de ese título a sus anchas. “Entonces era una persona reconocida públicamente, que yo creo que es lo que ella más quería en ese momento. Después pediría que quemaran sus memorias, ya no le interesaban, quemó su pasaporte. No le importaban sino los versos que escribía. Tenía el afán de ser la gran poeta mexicana y lo logró”.

“Después de esa obra salieron más y más, hasta llegar a Décimas a Dios, que fue realmente un éxito que brincos dieran los poetas de hoy en día haber tenido alguna vez en su vida. Yo creo que se puede afirmar, y me gustaría que me señalaran lo contrario, que Pita Amor fue la poeta mexicana más famosa después de Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Quién más?”, pregunta.

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Cuando Schuessler llegó a Pita ya no era esa mujer despampanante y aclamada. Sus versos siempre fueron de la escuela de Góngora y Lope de Vega, en décimas, liras y sobre todo sonetos. La vanguardia que empezaba a tomar fuerza en México ya no tenía cabida para las estructuras tradicionales, sino que se dejaba ir en el verso libre, que para ella siempre fue prosa cortada, “porque honestamente ella no veía que hubiera la posibilidad de escribir poesía sin que tuviera ritmo, sin que tuviera rima, porque ella fue producto precisamente de ese Siglo de Oro español”, cuenta Mike, como le decía la poeta de cariño. “Ese fue su alimento poético”. Y la gran poeta mexicana se fue quedando en su mitad del siglo.

Llegó a conocer a una mujer decaída, un poco trastocada por la vida, con un eterno duelo por el hijo que perdió al año de haber nacido. Con aires de grandeza jamás perdidos y un profundo enojo por lo que la vida le había quitado. Pero Mike no veía eso, sino a la gran poeta que lo enamoró del verso en español. “Yo había estudiado poesía castellana latinoamericana en la universidad y después de haberme topado con este gran personaje, Ángel de la Cruz, pude conocer la obra lírica de Guadalupe Amor sin tener estas visiones de la loca, de la abuelita de batman, de la que se requetepintaba como apache en guerra, la que daba de bastonazos. Eso no formaba parte de mi visión de Guadalupe Amor, sólo sus versos”, afirma.

La llevaba a comer a Sanborns y otros lugares por el estilo en la Zona Rosa, le declamaba sus propios poemas, hasta los más largos, los que toman casi ocho minutos y sin equivocarse, la acompañó. Michael K. Schuessler le dio a Pita Amor un nuevo Siglo de Oro, uno privado, en el que ella se pudiera regodear y disfrutar una vez más. Lo continúa haciendo en el centenario de su nacimiento.

centenario pita amor, foto 2

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