En el parlamento abierto sobre la reforma energética, los promotores de la iniciativa han desdeñado la evidencia. Prefieren construir a un enemigo de México y, por supuesto, a una heroína que nos salvará de él: la CFE.
Todo es posible si volteamos a ver al futuro y no al pasado, por lo tanto, hay que rechazar la nueva ley energética y apoyar el desarrollo tecnológico, científico, y la inventiva mexicana, antes que nos alcance un futuro donde Mérida esté bajo el agua.
Las consecuencias de la reforma eléctrica son numerosas y negativas. Una comparación precisa entre la situación previa a la reforma y la nueva versión de la ley basta para constatar los efectos perniciosos en el medio ambiente, en la salud de los mexicanos y en el presupuesto del gobierno.