Los bebés de la pandemia. Una mirada al hospital de Perinatología

Los bebés de la pandemia: el futuro de los recién nacidos con SARS-CoV-2

Más de un millón de mujeres mexicanas ha dado a luz durante la crisis sanitaria. Los especialistas del Instituto Nacional de Perinatología, en la Ciudad de México, han hecho grandes esfuerzos para conocer mejor a su enemigo y descubrir cuáles podrán ser las consecuencias en los fetos y en los recién nacidos que se infectaron. Hoy se sabe que la enfermedad que provoca el SARS-CoV-2 es la primera causa de muerte materna en México. En el cuarto país con más muertes por Covid-19, éste es otro hospital trastocado por la pandemia.

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Rolando Jiménez suele utilizar unas lupas que cuadruplican su visión para operar el sistema nervioso central de los humanos más pequeños: los bebés que pesan tan poco como 500 gramos y que nacieron con alguna malformación. Pero en tiempos de pandemia, con los casos de neonatos infectados de SARS-CoV-2, el neurocirujano pediatra no puede recurrir a esta herramienta ni a otras que le son habituales. Las lupas le estorban cuando lleva gafas plásticas y una careta sobre los anteojos, mientras que los endoscopios nasales pueden contaminarse e infectar todo el quirófano.

Cuando opera a un “bebé Covid”, Jiménez, de 40 años, debe inter­poner varias capas entre él y su diminuto paciente, lo que magnifica las dificultades: la visibilidad disminuye cuando se empañan las gafas; y la destreza manual —sello de su profesión— y la claridad mental no son las mismas con hasta tres pares de guantes y un par de cubrebocas que todo su equipo utiliza, acatando los protocolos.

El sudor fluye bajo el traje Tyvek, un mono impermeable que cubre al personal médico casi de pies a cabeza. Con vista nublada y dedos de látex, la enfermera instrumentista tiene que distinguir con el tacto las herramientas que antes reconocía de inmediato a la vista, como las pinzas Allis o Kelly, o las tijeras Mayo de puntas curvas o rectas. Jiménez respira hondo y se obliga a mantener la calma. Si se desespera, genera más calor, respira más rápido y empaña más sus lentes. Así que baja el ritmo para terminar de corregir con éxito la operación que le realiza al bebé prematuro que tiene delante.

Después de un par de horas de presión en los quirófanos del Instituto Nacional de Perinatología Isidro Espinosa de los Reyes (INPer), cada miembro del equipo debe esperar su turno para quitarse con extremo cuidado sus prendas de protección personal: un médico, dos enfermeras, un neonatólogo y dos anestesiólogos. Lo hacen uno a uno para disminuir los riesgos, mientras otra enfermera les dicta los pasos a seguir. El primero es Jiménez, quien reconoce la importancia de que exista personal capacitado para guiar este proceso, tras el agotamiento físico y mental que representa una cirugía en las circunstancias actuales: “Llega un momento en que, si no tenías la preparación física o no la has adquirido en estos meses, ya no puedes pensar bien. Te empiezas a quitar todo como puedes y ése es el momento donde hay mayor riesgo de contagio. Aquí nos recuerdan todo, paso a paso”.

Primero hay que tomar gel antibacterial y distribuirlo por toda el área de las manos antes de quitarse los guantes externos, con movimientos lentos para no salpicar el virus. La acción de limpieza de manos se repite una y otra vez, antes de retirar y desechar cada elemento: gel antibacterial para quitarse la bata, más gel para los cubrezapatos, para los dos gorros, la careta y las gafas. Otra vez gel para quitar con cuidado el traje Tyvek y, de nuevo, para desechar el primero de los cubrebocas. Se mantiene sólo la mascarilla KN95 y se aplica gel para retirar poco a poco el último par de guantes, lavarse las manos con agua y jabón, y abandonar el área restringida.

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