Vicentico: la historia más alucinante. Retrato de una estrella del rock

Vicentico: la historia más alucinante

Gabriel Fernández Capello, más conocido como Vicentico, es una de las grandes figuras del rock en español. Fue durante varios años, el desaforado cantante de Los Fabulosos Cadillacs, una banda argentina con la que grabó trece discos que vendieron millones de copias.

Tiempo de lectura: 14 minutos

Oculto en una calle del barrio de Parque Chacabuco de Buenos Aires hay un paredón alto, grafiteado, con una puertita de chapa y un portero eléctrico. Al otro lado, florece un edén secreto. Gramilla, árboles, palmeras, jazmines, enredaderas que cubren como un paño de terciopelo vivo la casa que su dueño prefiere llamar “castillo”. Al fondo hay una piscina de donde ahora emerge Gabriel y me anuncia:
—Voy a comprar cigarrillos.

Es enero del presente año. Hace un calor asfixiante. Gabriel anda por el barrio con el torso desnudo, el short chorreando agua y unas zapatillas muy estropeadas. Me dice que el vecino de al lado es retrasado mental, un hombre de unos cincuenta años que vive con su madre, que tiene como ochenta. Hace unos días se lo cruzó y el vecino le preguntó:
—¿Vos quién sos?
—Gabriel.
—No, decime tu apellido.
—Fernández.
—No —volvió a negar—, yo sé quién sos, vos te llamás Gabriel Fernandeztico.

***

Compositor e intérprete, con cincuenta años recién cumplidos y con treinta de carrera a cuestas. Casado con la actriz Valeria Bertuccelli. Padre de dos varones: Florián, que anda en los diecinueve años, y Vicente, que va por los siete. Dueño de una voz personalísima que barrena al filo del quiebre, una voz madura que se jacta de su inmadurez. Alguien que grabó trece discos junto a Los Fabulosos Cadillacs y cinco como solista y, en ambos casos, vendió millones. Que grabó canciones con Debbie Harry, con Celia Cruz, con Mick Jones, con Tony Bennett. Que logró apropiarse de temas de Rubén Blades, Palito Ortega, Franco Simone, Roberto Carlos, ABBA, Rod Stewart y su amigo Andrés Calamaro, pero también de los Beatles, los Clash, los Rolling Stones. Alguien que compartió escenarios con los Red Hot Chili Peppers, Sex Pistols o Santana. Que ganó Grammys antes que ningún otro artista latino los ganara. Ése es Gabriel Fernández Capello: “Vicentico”.

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Es el atardecer del 9 de febrero de este año. La casa de Gabriel, en un pueblito de la costa uruguaya, es moderna, luminosa, pero, por sobre todo, blanca. Está frente al mar y tiene algo de etéreo, entre lo impersonal y lo íntimo. Gabi me conduce a la cocina.
—¿Qué tomás? —me pregunta.

Prepara unos tés con sabor a frutos del bosque. Subimos a la planta alta, atravesamos un pasillo y el dormitorio principal. Salimos al balcón, dejamos los tés sobre una mesita plegable y nos sentamos en unas sillas de aluminio.  Le pido que me hable de sus primeros años de vida. Es un hombre parco, huidizo —dice él—, lleno de silencios, que termina contando la historia más alucinante de todas.

***

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