Dicen que no es una lucha contra las vacunas, sino contra todo el sistema. Negacionistas, disidentes y antivacunas emergieron como una respuesta social, política y hasta espontánea a la primera pandemia de la era digital. Están indignados por la obediencia absoluta y la falta de cuestionamientos. Porque el covid-19, aseguran, fue orquestado para beneficiar a las grandes farmacéuticas. Una conspiración. En un país como Uruguay, el movimiento ha buscado generar un discurso desinstitucionalizante basado en la desconfianza.
A la fecha, la Secretaría de Salud no ha publicado una base de datos sobre la vacunación que permita dar seguimiento a la aplicación de dosis; la información, a nivel estatal y no municipal, no sirve para saber si se está vacunando primero a los más pobres. Las variaciones entre un estado y otro tampoco encuentran explicaciones suficientes.