Tiempo de lectura: 5 minutosLa pandemia nos ha remitido a casa, desde donde vemos dibujarse una incertidumbre en el horizonte. Podemos decir que buena parte del funcionamiento de las cosas está en peligro o en profundo proceso de adaptación, ya sea que hablemos de entretenimiento, las prioridades de consumo, las formas de tomar clases o estudiar, y un larguísimo etcétera. Es imposible ser ajeno a las introspecciones que las últimas semanas nos provocan.
A nadie le resultará sorprendente pensar o imaginar en algún momento que esta difícil y compleja etapa de la humanidad es como una suerte de fin del mundo (al menos como lo conocemos) o una clase de Apocalipsis (término que recientemente se ha convertido en trending topic, y que viene del último libro del Nuevo Testamento de la Biblia que se asocia al fin del mundo. La palabra, como tal, proviene del latín apocalypsis, y esta a su vez del griego ἀποκάλυψις –apokálypsis–, y significa ‘revelación’), y que vive en el imaginario colectivo y sus conversaciones desde que la sociedad tiene registro. Durante décadas, el cine nos ha instruido. Directores de todo tipo de épocas han abordado el apocalipsis en el cine y nos han compartido sus reflexiones o lo que su imaginación es capaz de sugerir o crear sobre lo que podría llevar a un final a nuestra especie: cataclismos, guerras, peligros exteriores y espaciales, o pandemias.
The Sacrifice (1986), Andrei Tarkovsky.
Las películas sobre el apocalipsis son muchas, desde el humor negro y la paranoia de la Guerra Fría, Stanley Kubrick imaginó el fin del mundo en Dr. Strangelove (1964) como la consecuencia de una serie de eventos desafortunados que van de lo ridículo y absurdo a lo malvado y egoísta. El verdadero peligro para la humanidad son los hombres, sus decisiones, traumas y locuras, sus intereses personales, el poder acumulado, la competencia machista (casi primitiva y animal) y la obediencia ciega a las instrucciones.
En la historia, alguien da “accidentalmente” la orden de realizar un ataque nuclear a la Unión Soviética y es imposible frenarlo dado las frívolas y risibles discusiones que tienen diferentes personajes en la cadena de mando. Finalmente sale a la luz que los soviéticos, como medida de “seguridad”, han creado una Doomsday Machine, una red de bombas conectadas a un servidor que, en caso de ataque nuclear, activa automáticamente la ejecución de estos explosivos. El fin de todo es esta carta final para “vencer”.
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Entre lo poético, lo místico y lo realista de The Sacrifice (1986), Andrei Tarkovsky reflexiona sobre la posibilidad de imaginarnos un inminente fin del mundo y qué estaríamos nosotros dispuestos a hacer con tal de evitarlo. La trama nos presenta a Alexander, un periodista, quien en compañía de su esposa, sus dos hijos, un amigo médico y un peculiar cartero, se entera durante su cumpleaños que la Tercera Guerra Mundial ha comenzado y que es inminente un conflicto nuclear que acabará con la vida en este planeta.
Pero el susodicho cartero le asegura que una de sus empleadas es una bruja que conoce un sacrificio capaz de detenerlo todo. La necesaria o imperativa fe en algo sobrenatural para un hombre cuya vida está anclada a los hechos y a la realidad —por su profesión— sirve de terreno perfecto para una profunda introspección sobre la naturaleza humana en tiempos del fin del mundo, de la mano de uno de los grandes cineastas de la historia.
En otros casos como The Beach (1959), de Stanley Kramer, el apocalipsis nuclear ya sucedió, y los únicos que han logrado sobrevivir es un reducido grupo de personas en Australia. Gregory Peck interpreta al comandante de un submarino que deberá de intentar rescatar a estos últimos sobrevivientes, mientras una nube radioactiva comienza a acercarse al hemisferio sur. La introspección nos lleva hacia la conciencia de la futilidad de la misión en combinación con la tensa espera del impostergable desenlace, en una cinta intensa y angustiante.
The Beach (1959), de Stanley Kramer.
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El lado más independiente de Hollywood de los noventa nos entregó un delirio futurista con 12 Monkeys (1995) de Terry Gilliam. Aquí la misión de un viaje en el tiempo evitará el inicio de una pandemia provocada por un virus que llevará a la casi total desaparición de la vida en el planeta. La cinta ya aprovechaba el escenario de los virus y las enfermedades como el vehículo para nuestra extinción. En un tono muy distinto, unos años después, Armageddon de Michael Bay y Deep Impact de Mimi Leder mostraron la grandilocuencia de los presupuestos y los efectos y la limitada imaginación del blockbuster hollywoodense estrenándose el mismo año (1998), ambas con una premisa demasiado similar: un cometa (Deep Impact) o un asteroide (Armageddon) amenaza con chocar con la tierra y matarnos.
En la década siguiente, y retomando el clásico literario de H. G. Wells, The War of The Worlds (que también sirviera de inspiración para la soberbia adaptación radiofónica de Orson Wells en 1938), Steven Spielberg reclutó a Tom Cruise para protagonizar una nueva versión en cine de esta historia en 2005, donde la humanidad ve su final acercarse por culpa de una invasión extraterrestre.
12 Monkeys (1995) de Terry Gilliam.
El cine europeo de este siglo también ha colaborado con muy interesantes escenarios y reflexiones; aquí tres cintas se asoman desde perspectivas muy distintas a escenarios donde la humanidad debe enfrentar la incertidumbre del futuro. Está primero Danny Bolye con 28 Days Later (2002), con la que revisitó el cine de zombies mientras lograba filmar un desértico Londres que hoy podría parecer la imagen de fondo de alguna noticia del día de la BBC sobre el estado de las calles tras las órdenes oficiales de reclusión y distanciamiento social.
Alfonso Cuáron, en Children of Men (2006), entre el prodigio técnico y la narrativa documental, nos lleva a un futuro en el que la humanidad ha perdido su capacidad de ser fértil, y donde al aparecer una sorprendente historia de esperanza, hay espacio para metáforas en lo religioso, social, político y hasta ambientalista/ecológico.
Finalmente, Lars Von Trier, en Melancholia (2011), experimenta en lo formal con escenas estéticamente absorbentes, en cámara súper lenta, que funcionan como cautivantes y abstractas pinturas fílmicas con un mínimo de movimiento. Un ensayo filosófico en forma de película que nos conduce por una historia llena de angustia y de personajes profundamente solitarios, sin espacio alguno para la ilusión o la esperanza, a través de una boda, el reencuentro de dos hermanas muy distintas y la noticia de una inevitable colisión de un planeta (llamado Melancholia) contra la Tierra y el devenir y dinámicas de esos personajes frente a los últimos días de la humanidad.
Children of Men (2006) de Alfonso Cuarón.
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Sin duda, una de las referencias más recientes y más aterradoramente cercanas a la situación actual, es la pandemia y el semi apocalipsis de Contagio (2011), un porcentaje importante de la población mundial muere en esta ficción de Steven Soderbergh, cobijado por un elenco que incluye a Matt Damon, Jude Law, Kate Winslet, Laurence Fishburne, Marion Cotillard y Gwyneth Paltrow. La cinta hace un buen trabajo en desarrollar distintas historias y líneas narrativas que hablan de las diferentes perspectivas y áreas de acción y atención que un fenómeno global de este tipo requiere. Las dificultades y complejidades de la política internacional, la economía, el drama personal, la carrera médica y de especialistas por encontrar una cura o los esfuerzos de gobiernos por definir o coordinar una respuesta. Cualquier parecido con la actualidad quizás no es mera coincidencia.
No dudemos que la actual situación del mundo, con sociedades enteras en aislamiento, en cuarentena, provea de nuevas ideas e inspiraciones a los creadores del cine para crear nuevos escenarios de reinvención. Queda también por descubrir cómo se reinventará la industria de la exhibición y cómo llegarán estos futuros estrenos a nosotros.