El misterio detrás de Clarice Lispector
Ediciones Siruela publica la más profunda biografía que se ha escrito sobre una de las plumas más destacadas de las letras brasileñas.
“No la descifré. Pero tampoco ella me descifró a mi”, relató Clarice Lispector, escritora brasileña de origen judío, cuando le sostuvo la mirada a la Esfinge en un viaje a Egipto.
Lispector, nacida en 1920 en Chechelnik, una pequeña aldea de Ucrania, y fallecida en Río de Janeiro en 1977, como su obra, fue una mujer rodeada de misterio y develarlo ha sido una tarea apasionante, casi exclusiva para iniciados. Se trata de una de las escritoras más destacadas del siglo pasado, quien se empeñó en vida en ser un misterio y en un tiempo hasta se creyó que su nombre era pseudónimo de algún escritor varón.
Apenas el pasado diciembre se cumplió 40 años de su aniversario luctuoso y Ediciones Siruela lo celebró publicando Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector, escrito por Benjamin Moser, escritor estadounidense y colaborador del New York Review of Books y Harper’s Magazine. “El misterio de Clarice es una cosa llamativa. Hay varias maneras de acercarse a ella, la mía fue hacer esta investigación y después traducir su obra a mi idioma”, cuenta el autor en entrevista.
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A la autora de La manzana en la oscuridad la marcó, definitivamente, su condición de inmigrante pobre. Su madre, Mania Krimgold, fue violada por un grupo de soldados durante los infames pogromos (ataques dirigidos contra la población judía durante el Imperio ruso que acabaron con la vida de al menos 40 000 judíos en 1920) y contagiada de sífilis; su padre, Pinkhas (que adoptó el nombre de Pedro cuando emigró a Brasil) tuvo que conformarse con un destino de comerciante a pesar de que tenía un talento notable para las matemáticas y la física. Así, la pequeña Chaya, que se convirtió en Clarice al llegar a Brasil, nació de una madre sifilítica en plena huida de la guerra.
Para Moser, más que buscar las influencias de Hermann Hesse, Baruch Spinoza o Katherine Mansfield en la obra de Lispector, hay que escudriñar en sus orígenes. “Su condición personal fue mucho más importante que sus lecturas o influencias. Tuvo un origen muy distinto a lo ‘normal’ en Brasil. Era bastante pobre, pero su pobreza no era la pobreza brasileña, de los campesinos o de las favelas. Era la pobreza del refugiado, del inmigrante. Entonces en su obra siempre nos encontramos con la mirada ajena, de la persona que parece encajar en la sociedad pero que se sabe fuera”, dice.
Cuando era una niña en Recife, adonde la familia llegó después de una tortuosa travesía en barco, Lispector se aferró a la idea de que podría salvar a su madre de la muerte si se portaba bien. Ella ya estaba en silla de ruedas y su ánimo había decaído por completo. Finalmente, la sífilis acabó con ella, y Lispector cargó toda la vida con un sentimiento de culpa por no haberla podido salvar. Tanto así que, poco antes de morir, anotó: “Escribo como si salvara la vida de alguien. Probablemente mi propia vida”.
Estudió Derecho y empezó a trabajar en el periodismo en Río de Janeiro siendo una joven inquieta que ya escribía su primera novela, Cerca del corazón salvaje, publicada cuando tenía 22 años y que se convirtió en un éxito entre los lectores y la crítica. En 1944 ganó el Premio Graça Aranha a la mejor novela del año. Moser narra cómo en la época del dictador Getulio Vargas ella entró a los círculos literarios e intelectuales de Río y se enamoró locamente del escritor Lúcio Cardoso, que no podía corresponderle porque era homosexual, pero se convirtió en un amigo y confidente para toda la vida.
Casada con Maury Gurgel Valente, un joven abogado que se convertiría en diplomático, regresó a Europa, estuvieron en Milán y en Suiza, donde nació su primer hijo, Pedro, y luego Paulo en Washington, aunque el matrimonio no duraría mucho. “El fracaso de su pareja le dolió muchísimo, y aún más la enfermedad mental que padeció su hijo mayor, Pedro”, dice el biógrafo. Lispector se propuso darle toda la atención a sus hijos por encima de su trabajo literario, sobre el que alguna vez escribió: “La escritura puede volverle a una loca. Tienes que llevar una vida serena, bien pautada, de clase media. Si no, irrumpe la locura”.
Murió un 9 de diciembre, víctima de cáncer de ovario. Olga Bovelli, quien se convirtió en su asistente, única amiga y confidente, le sostuvo la mano hasta el final. “Paulo Francis escribió que ella ‘se convirtió en su propia ficción’. Es el mejor epitafio posible para Clarice Lispector”, concluye Moser.
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