Esta es la historia de uno de los saxofonistas más grandes de la historia del jazz.
Dexter Gordon camina sin prisa por la noche en las calles húmedas de Holanda en 1964. Aún sin su saxofón y en la penumbra, es fácil reconocerlo por su altura de 1.98 metros, por portar un sombrero negro y una gabardina que estiliza su fornido cuerpo. Por ello le llaman “el gigante sofisticado”. Se desplaza con brío y determinación hacia uno de los tantos clubs de jazz que había en ese entonces en la capital de Holanda, como si caminara un sábado por la noche a una cita de café y no a una de las presentaciones musicales más importantes en su carrera.
Afuera hay neblina y frío, pero adentro del club ya lo espera su banda que está tocando para acompañar su entrada. El barullo en la audiencia se calma y los asistentes miran entrar a Dexter Gordon desde sus asientos, mientras él se deshace de su gabardina y sombrero para descubrir el traje elegante con el que tocará. Sube al escenario aún sin prisa, toma su saxofón y con su presencia ha hecho toda la diferencia entre los músicos. Todos callan ante su imponente voz al micrófono.
«Y ahora, vamos a la tierra del sol y de la arena, y de las sandungas, y del calor, y del silencio, y del sosiego, y del shhh, y es ‘A Night in Tunisia’», anuncia Dexter Gordon el nombre de una pieza que en realidad no necesitaba introducción.
La velada quedó registrada para televisora local. Gordon está en sus mejores años: es joven, fornido y de talento desmedido, admirado en el continente europeo donde sólo ha vivido dos años tras una carrera resplandeciente, pero llena de excesos en Estados Unidos. Es codiciado por las televisoras europeas, quienes piden más material audiovisual del virtuoso del saxofón.
«Cuando Dexter tocaba, todos escuchaban. Si tú estabas sobre el escenario con el, te apagaba», dijo el también saxofonista norteamericano, Jimmy Heath en una entrevista sobre Gordon.
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Nacido el 27 de febrero de 1923, Dexter Gordon era hijo de Frank Gordon, uno de los primeros doctores afroamericanos reconocidos en Los Ángeles.
Dexter creció en Los Ángeles donde comenzó sus estudios musicales con el clarinete y eventualmente cambió al saxofón. De adolescente había escuchado sobre Duke Ellington, un jazzista influyente, porque era un paciente del Doctor Gordon. En sus años escolares comenzó a tocar en bandas de alcance local, pero con músicos que también forjaron una carrera más grande en el jazz como Chico Hamilton y William “Buddy” Collette.
A los 17 años de edad dejó su hogar en Los Ángeles, luego de la muerte de su padre sin saber que su destino era ubicarse al centro de la revolución del jazz como uno de sus protagonistas.
Al cumplir los 25 años de edad, Dexter Gordon ya había pertenecido a varias bandas de jazz, entre ellas la del pianista Fletcher Hamilton y el trompetista, Louis Armstrong. Al final de la década de los 40 hizo sus primeras grabaciones como solista para el sello discográfico Savoy y ya entonces era un nombre reconocido en el jazz moderno.
“Sus primeras grabaciones (…) demostraron la energía desbocada de su bramante sonido, similar a la sirena de un barco (uno de los sonidos más personales y característicos del jazz moderno)”, escribió el historiador musical, Ted Gioia, en Historia del jazz.
Asombrar al burgués
A mediados de los cuarenta, Dexter Gordon hizo las grabaciones de sencillos como «Blow Mr. Dexter», «Dexter’s Deck», «Dexter’s Minor Mad», «Long Tall Dexter», «Dexter Rides Again” y más para Savoy, que concentran un sonido joven y vigoroso que lo posicionó en el estilo del bebop.
En 1946 decidió regresar a Los Ángeles, ciudad donde obtuvo reconocimiento por los duelos de saxofones con sus colegas. Uno de sus enfrentamientos con Wardell Gray en 1947 quedó grabado en The Hunt, un disco que prueba la capacidad de improvisación de ambos y la exaltación del público con el momento.
The Hunt se convertiría en un disco de culto, luego de que el escritor Jack Kerouac lo mencionara en su novela On The Road como un “salvaje disco bop”. Y es que las grabaciones amateur de los solos o de jams de Gordon o de otros jazzistas, como Charlie Parker, eran parte de este estilo que rompía con los formalismos.
Además de la improvisación, los boppers querían dejar atrás las big bands por un número más reducido de músicos en las presentaciones. Otro objetivo era la perfección de las técnicas y elevar el jazz a un género musical tan admirado como la mal llamada música clásica.
«No es de extrañar, pues, que el estilo bebop resultante fuera la versión afroamericana del siglo XX de la idea de épater le bourgeois”, dice Ted Gioia haciendo referencia al movimiento artístico francés de mediados del siglo XIX que buscaba «dejar al burgués atónito» y que los jazzistas repitieron sin pensar en el lema.
El resurgimiento de Dexter Gordon
La emoción se había ido. Después de formar parte de los boppers, la década de los cincuenta sería una complicada para Dexter Gordon.
«Durante años pareció ser el estereotipo del músico de jazz autodestructivo, hedonista, arrestado y encarcelado por cargos relacionados al uso de drogas», escribió David Hadju en The New York Times.
De acuerdo con el músico, él quería omitir en su biografía esta etapa de su vida en la que consumió heroína. La viuda de Dexter Gordon, Maxine Gordon, dijo que el saxofonista quiso aclarar algunas partes de su vida con una autobiografía, pero luego descubrió que lo dejó escrito en la década de los ochenta se había saltado del año 1948 a 1960.
«Cualquier cosa que él pensara como infeliz o negativa, la sacaba de su vida», escribe Maxine. Pero no todo en esa época fue un mal recuerdo. Al principio de esa década, Dexter Gordon se casó con su primera esposa, Josephin A. Notti, con quien tuvo dos hijas. Las tres terminaron viviendo con la mamá de Dexter en Los Angeles y él no las visitaba con frecuencia.
De 1953 a 1955 estuvo encarcelado en la Prisión Estatal de Chino, California y durante el resto de los cincuenta no tuvo tantas presentaciones en vivo como cuando era más joven.
Eso no diluye el hecho de que fueron años musicalmente prolíficos para “el Gigante Sofisticado” pues en 1955 grabó con su cuarteto el disco Daddy Plays The Horn, uno más tranquilo y con una interpretación más cuidada. Varios críticos dijeron que no se trataba de un disco demasiado original, pero del álbum destacan canciones como «Autumn in New York» y «Confirmation». Stephen King y Peter Straub mencionan este disco en sus novelas El Talismán y Casa Negra.
Para 1960, después de entrar y salir de la prisión Folsom, Dexter Gordon lanzó «The Resurgence of Dexter Gordon». Un álbum que resume su renacimiento como músico y como persona, pues tiempo después admitiría que estar en prisión lo salvó de su adicción con la heroína.
Nuestro hombre en París
La racha de producción musical de Dexter Gordon retomó ritmo en 1961 cuando firmó un contrato con Blue Note Records, una de las disqueras más importantes que para entonces, ya había grabado discos cruciales del jazz como «Blue Train» de John Coltrane y «Something Else» de Cannonball Adderley, ambos de 1958.
Gracias a este contrato, Gordon sacó en 1962 «Go», un disco que incluye su versión de «I Guess I’ll Hang My Tears Out To Dry», que hasta la fecha es uno de los estándares que lo caracteriza.
Sin embargo, tras una década de desaparición, una residencia en Nueva York y nuevos discos grabados, Dexter sintió que era ignorado en la escena y por el público, en parte por ser negro. Entonces partió hacia Europa, donde tuvo lugar la grabación del programa televisivo holandés de 1964 en el que se ve a un músico mucho más sereno.
Apenas le tomó un par de años acomodarse sin problema en el continente. Europa era visto como un destino hospitalario para muchos músicos afroamericanos que decidían asentarse ahí, de acuerdo con el libro Changing Times: Music and Politics in 1964 de Steve Millward.
«La paga era casi siempre mejor y sentían que eran tratados como artistas creativos y no como un objeto de insultos racistas», escribe Millward. Durante 1962 y 1964 hizo grabaciones para televisoras holandesas en las que se apreciaba la admiración del público europeo, pero también la comodidad de Gordon en ese territorio.
Fue durante estos años, que, con la perfección alcanzada en la canción «A Night In Tunisia», se decidió a grabar uno de los discos insuperables en la historia del jazz: Our man in Paris. El álbum de 1963 se hizo en una sesión para Blue Note desde la capital francesa, con Bud Powell en el piano. En él, destacan todas las interpretaciones en el orden que se grabaron, al igual que la portada del disco, que no dejaba de tener el sello característico de Blue Note.
Al principio de esta nueva vida, Dexter esperaba que su esposa e hijas en California se mudaran con él a Holanda, pero ocurrió lo contrario y su esposa le pidió el divorcio. A su paso por Europa tuvo tres hijos más durante su estancia en Copenhague, dos de los que no se hizo cargo, pues eran también hijos de mujeres que conoció durante sus giras europeas. Sin embargo, eventualmente se estableció con una mujer llamada Fenja Holberg en 1975 en el distrito Valby y tuvieron un hijo llamado Benjamin.
Aunque visitaba con frecuencia Estados Unidos, a Gordon le tomaría 14 años tener una razón suficiente para regresar a su país natal, considerando que había dejado Blue Note y había firmado con Prestige, sello con el que grabó otro disco importante, More Power!
Round Midnight
Durante sus últimos años en Europa, Dexter Gordon y Maxine se conocieron, porque ella se dedicaba a manejar giras de otros músicos de jazz en Estados Unidos y en Europa. Cuando el saxofonista le comentó a Maxine que estaba pensando en regresar a Estados Unidos, ella arregló todo para que lo hiciera con el debido reconocimiento.
En la prensa y en la escena, hablaban de varios músicos en Europa como expatriados, borrando así los años musicales y profesionales de Gordon en Europa. Como si sus notas no hubieran tenido impacto en la historia de la música, solamente por no haber salido de los Estados Unidos.
“Sólo a su regreso a los Estados Unidos en 1976, con más de cincuenta años, recibió este saxofonista tenor los honores y aclamaciones que merecía”, explica Gioia.
Sin perder más tiempo, ya tendría un disco esperándolo para grabar en Nueva York, producto de un concierto en vivo que daría en Village Vanguard. Despues Gordon regresó al Harlem esta vez firmado por Columbia Records, con quienes produjo Homecoming en 1976, un álbum que era también la celebración musical que le hacía falta en su país.
Era el comienzo de una nueva vida, pero con sus viejos amigos. Dexter Gordon se amanecía con Charles Mingus en los clubs de Harlem para retomar su amistad, lo cual provocó que su matrimonio con Fenja se debilitara. Ella no pudo llevar el ritmo de la vida musical de su esposo en Nueva York y regresó a Copenhague con su hijo Benji.
Durante los próximos 10 años, Dexter Gordon sería reconocido por diferentes instituciones como emérito del jazz y en 1980 entró en el Salón de la Fama del Jazz.
Durante esta etapa, Maxine y Dexter se habían vuelto más cercanos, aunque mantenían una relación laboral. Eventualmente cayeron en la cuenta de que ambos habían vivido una vida frenética por culpa del jazz y decidieron continuar juntos, pero con una estrategia lo más tranquila posible. En 1983, cuando Gordon enfermó de enfisema pulmonar, decidieron mudarse a Cuernavaca en México, en busca de un clima ideal para seguir los tratamientos que el saxofonista requería.
«Él decía que intentaba recuperarse de la carretera y de los años de subir y bajar de aviones o trenes», recuerda Maxine de la etapa en la que ambos criaban juntos a su hijo Woody Louis Armstrong Shaw Tercero.
En 1986 Gordon fue reconocido con una nominación a un Premio Oscar en la categoría de «Mejor Actor» por interpretar a un músico de jazz en París para la película Round Midnight. El filme estaba inspirado en aspectos de las vidas de los músicos Lester Young y Bud Powell. El último álbum que hizo este legendario saxofonista fue al cantante de estándares de jazz, Tony Benett, titulado «Berlín» y grabado en 1987.
Dexter Gordon hizo una última aparición en cine, en la película Despertares, junto Robin Williams y Robert De Niro y a la edad de 67 años, falleció. El 25 de abril de 1990, después de estar internado por más de un mes en el Hospital de la Universidad Thomas Jefferson en Filadelfia, el revolucionario del jazz perdió la batalla con el cáncer de laringe.
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Durante el festival artístico de jazz de Barcelona de 2018, alguien le preguntó a Maxine, historiadora de la música experta en jazz, si sentía que el legado de su esposo sería percibido por los músicos más jóvenes y ella dijo que sí.
«Dexter y muchos de sus contemporáneos se hicieron escuchar como ninguno fue escuchado antes. Trajeron felicidad, esperanza y satisfacción a través de sus voces -musicales, políticas, raciales, culturales-«, respondió sin dudar.
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