Grace Kelly: casi un cuento de hadas
Hoy Grace Kelly cumpliría 89 años. Esta es la historia de la deslumbrante estrella y su trágico fin.
Durante el breve tiempo en que engalanó las pantallas de cine, Grace Kelly encarnó a la aristocracia norteamericana. Lo hizo con su rubia elegancia, sofisticados guantes hasta el codo, joyas deslumbrantes y vestidos que el mismísimo Christian Dior diseñó para ella. Todo ayudó a enmarcar a esta diosa del celuloide en revistas y varias películas que estelarizó durante la década de los 50.
Esa imagen, la que conquistó Hollywood, cobró una fuerza adicional al estar respaldada por la princesa que salvó al alguna vez decadente principado de Mónaco de desaparecer en el territorio francés. Tras lograrlo, Grace Kelly murió a los 52 años, víctima de una accidente automovilístico. Sus biógrafos y los paparazzis que siempre la persiguieron revelaron que tras los muros de cantera del palacio monegasco, la vida tan feliz que la actriz aparentaba en las fotografías, no lo era tanto.
Kelly nació un 12 de noviembre de 1929 en Filadelfia, en Estados Unidos, durante el mismo año que la bolsa norteamericana se derrumbó dejando a los magnates en la completa ruina, pero su familia salió intacta de la crisis, gracias a los hábitos de su padre. El tricampeón olímpico de remo no creía en invertir en la bolsa, le parecía un riesgo innecesario. Para él, tratándose de dinero, todo era mejor a la vieja usanza. Guardarlo, ahorrarlo y jamas dilapidarlo.
Por su parte, la madre de Kelly, Margaret Majer fue una mujer alemana de carácter rudo, que educó a sus hijos con ese estilo. Grace era pequeña y muy delgada a comparación de sus hermanos. «Débil», decían su padres, «aburrida», decía la madre; por eso Grace encontró en el teatro la oportunidad de escapar de las etiquetas que le habían puesto sus padres.
En las escuelas a las que asistió, sus ojos azules nunca llamaron tanto la atención, pero su forma de actuar y de apoderarse de un escenario en las pequeñas puestas en escena del colegio marcaron en ella un camino amarillo, que la llevó hasta la Academia de Arte Dramático de Nueva York.
Su padre, como ya era costumbre, apareció de nuevo en su vida como un antagonista. Le dijo a su hija que la profesión que anhelaba, esa que le apasionaba tanto, era para prostitutas, para mujeres indecentes. Condicionó su apoyo a que ella aceptara vivir en un hotel para «señoritas decentes. Sin embargo, en ese lugar de estrictas reglas, Grace Kelly encontró una filosofía distinta: “las reglas están hechas para romperse”. Así lo hizo.
Durante esos años, Kelly apareció en catálogos y anuncios de televisión de sartenes y de moldeadores de cuerpo. Sin embargo, escaló pronto a las obras de teatro que en ese entonces se televisaban. Era lo de moda. Era lo moderno. Ya en la televisión, su belleza le abrió las puertas de Hollywood de par en par y su nombre se convirtió en destino
Conquistó la gran pantalla después de hacer una película de suspenso nombrada 14 horas, dirigida por Henry Hathaway. Su cara llamaría la atención del director Fred Zinnemann, quien vio en ella una protagonista ideal para su película La hora señalada. Ahí encontró uno de sus primeros amores, el legendario actor Gary Cooper, 30 años mayor que ella. Tras el affair que llamó la atención de los medios, su nombre se volvió sinónimo de escándalo.
Enamorarse de su contraparte actoral —casi siempre hombres mayores que ella— fue una de las firmas de Kelly a lo largo de su carrera. En la película Mogambo, filmada un año más tarde, se enamoró del galán de Lo que el viento se llevó, Clark Gable, y más tarde de Cary Grant, en la película de 1955, Para atrapar a un ladrón. Los tabloides de entonces construían historias en torno a estos romances, que en aquellos años tardaban mucho en llegar al público.
Durante esos años, su belleza, gélida por ratos pero siempre elegante, la convirtió en una musa para Hitchcock, quien la convirtió en la protagonista o figura central de tres de sus películas: La ventana indiscreta, La llamada fatal y Para atrapar un ladrón. Pero su momento en la historia del cine llegó con la película La angustia de vivir, por la que ganó el Oscar a la Mejor Actriz.
Con sangre de villano, su padre le dijo esa noche en el RKO Pantages Theatre, aún con el vestido azul turquesa y el galardón en las manos, que jamás pensó que ella lo ganaría. Subrayó que sus apuestas estaban con Judy Garland por su papel en la segunda versión de Ha nacido una estrella.
Su padre, quien nunca estuvo de acuerdo con su vida amorosa, la presionó para encontrar una relación estable. Pero ella estaba feliz viviendo su vida, como lo llevaba haciendo desde que salió de casa de sus padres.
Visitando el aún glamouroso Festival de Cine de Cannes, Grace Kelly se encontró con un amigo fotógrafo que la llevó al Palacio de Mónaco para hacerle una sesión. Ella se encontró con un palacio de cantera color arena, rodeado de inmensos jardines y hasta un zoológico por el que paseó de la mano del príncipe Rainiero III.
Quienes vieron el encuentro y quienes aún tienen las fotos, dicen que hubo una chispa instantánea entre ellos dos. Pero Rainiero tenía un problema político. Necesitaba una mujer que pudiera darle un heredero, de lo contrario, su reino desaparecería, junto con su linaje.
Sobre lo que pasó después son muchos los rumores. Algunos dicen que antes de casarse Rainiero le pidió a Kelly hacerse exámenes de fertilidad, además de exigirle a su familia un millonario dote. Mientras se organizaba la boda, Grace Kelly participó en su última película, un musical llamado Alta Sociedad, a lado de Frank Sinatra y Bing Crosby.
El evento, que se celebró poco tiempo después, fue llamado la «Boda del Siglo». Al poco tiempo llegaron los herederos. Primero Carolina y después Alberto, actual rey de Mónaco. Con ellos volvieron sus ganas de actuar. Rainiero no tenía problemas con ello, pero su pueblo si. Tras una consulta, su súbditos la resignaron a permanecer en su casa. Alejada del cine nació su tercera hija, Estefania y entró en depresión.
Grace encontró entre un departamento en París y largas sesiones de compras, un pequeño alivio a las intrigas de palacio y sobretodo a las intrigas que se cocinaban en algunas revistas. Como ya lo decía otra diva, una del cine de oro mexicano,»el dinero no es la felicidad, pero siempre es mejor llorar en un Ferrari».
Se cuenta en las revistas rosas, las que ayudaron a popularizar su imagen de princesa, que esos años Grace vivió en depresión y frustración constante. Dicen también que tuvo que enfrentarse a las infidelidades de su esposo dentro del palacio, además de los problemas de sus hijos adolescentes, que la ponían constantemente en aprietos apareciendo en esas mismas revistas, entre fiestas y romances fugaces. Por otro lado, la prensa le exigía a Grace lucir siempre como una estrella y conservar su porte y su delgadez. Cualquier atisbo de descuido era criticado al máximo y hasta castigado apareciendo en portada. Para entonces el cuento de hadas ya había terminado y ella buscó refugio, no en un hada madrina, sino en el alcohol.
Logró saciar un poco las ganas de actuar, tras aparecer en pequeñas puestas en escena para la televisión, leyendo poesía en un pequeño teatro que llevaba su nombre y deleitando invitados recitando obras, vestida casi siempre en Christian Dior y portando la bolsa cuadrada que la casa Hermes nombró en su honor,
Eran las diez de la mañana del 14 de septiembre de 1982 cuando manejando rumbo al palacio, Grace Kelly sufrió un accidente. Su lujoso Rover P6 3500 se salió del camino en una pronunciada curva dando vuelcos en un acantilado. Las crónicas que salieron los cuatro días siguientes, hasta que se efectuó el funeral en la misma iglesia donde se casó con Rainiero, decían que el coche había girado diez veces.
Su hija Estefania, quien iba con ella en el auto, fue que su madre tuvo un repentino e intenso dolor de cabeza que la confundió mientras pisaba el acelerador en aquella escena trágica.Estefania no sufrió heridas graves y logró salir del auto al borde del incendio para pedir ayuda.
Con 52 años Grace Kelly esperaba viva pero inconsciente al interior del auto. Sin embargo, ya en el hospital, los doctores le dijeron al príncipe de Mónaco que su esposa, la estrella de cine, jamás volvería a abrir los ojos.
* Imagen de portada: Fotografía de estudio parte de la campaña publicitaria para el largometraje Rear Window (1954) / Wikimedia Commons.
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