La Cueva, un hospital subterráneo en Siria
Una entrevista con el director Feras Fayyad sobre el documental en que retrata la forma en que opera un hospital atrapado entre los bombardeos cotidianos de la guerra en Siria.
Hacia la mitad de La Cueva, segundo documental del director sirio Feras Fayyad, aparece un grupo de doctores que atienden a un herido de la Guerra Civil Siria en un quirófano improvisado e iluminado por una luz que parpadea al ritmo de los bombardeos. La luz eventualmente se extingue y los doctores permanecen inmóviles, deseando que el quirófano no se derrumbe. Entre el bullicio, la tensión y el peligro este espacio se abre paso lo inesperado: música clásica, una versión orquestada de Debussy. El cirujano tararea la melodía proveniente de un celular, más envuelto por la rutina que por cualquier otra sensación. “No tenemos anestesia, pero escucha la música, te distrae”, le dice otro doctor a un paciente.
Este es un día más en el hospital subterráneo de Ghouta occidental, ciudad que durante la grabación del documental se encontraba sitiada por tropas y aviones rusos y grupos leales al dictar Bashar Al-Assad. La Cueva retrata el día a día en este lugar atrapado el guerra, un lugar donde los muertos y la desesperación no dejan en paz a una población ya de por sí devastada. El peso de la cinta recae en un personaje medular: la doctora Amani Ballour, jefa y líder de este centro médico único en su especie. Como los aviones rusos destruyen rápidamente los edificios importantes para la población, se construyó bajo tierra entre una serie de túneles y pasillos para mantener tanto a los pacientes como al personal a salvo de las bombas.
“La idea de moverse bajo la tierra era simple. Tan simple como saber que la muerte está acechando la superficie”, explica la Dra. Amani al principio de la cinta. Al hablar de su experiencia filmándola, Fayyad asegura que “la guerra saca lo peor de las personas, pero también lo mejor”. Estas dos frases son los ejes principales de La Cueva, un documental que se debate entre la desesperanza del pueblo sirio y los esfuerzos titánicos de un grupo de doctores por hacer una diferencia. “No estábamos interesados en filmar acción. Lo único que queríamos era grabar la parte humana», dice el director en entrevista para Gatopardo.
La Cueva es el segundo documental de Fayyad sobre este tema, después de Los Últimos Hombres de Aleppo. Ambos son sobre gente común y corriente encarando uno de los conflictos armados más cruentos del siglo XXI, con consecuencias especialmente severas para la población civil. Mientras el primero enfoca en los rescatistas de bombardeos, La Cueva es sobre personal médico que debe arreglárselas a como dé lugar. El objetivo de Fayyad era grabar cuanto pudiese para evitar que todas esas muertes hayan sido en vano: “Mi enfoque era mostrar la fortaleza humana, sí, pero también para usar ese material como evidencia de crímenes de lesa humanidad”.
Ghouta occidental, donde ocurre la mayor parte del largometraje, fue uno de los primeros objetivos de ataques con armas químicas en la guerra. Fayyad muestra las consecuencias de esto entre la población. En esa ciudad niños y adultos perdieron la vida rápidamente al haber sido expuestos a agentes nerviosos, cuya creación, acumulación y uso bélico están prohibidos por la Convención sobre Armas Químicas, acuerdo firmado y ratificado por Siria.
De este modo, La Cueva no sólo es un perfil sobre el trabajo de la Dra. Amani, es también un documento histórico. “Lo que está sucediendo frente a nosotros es historia, es una transformación política, pero también son crímenes de guerra”, enfatiza el director. En 2014, el gobierno de Assad accedió a destruir su arsenal de armas químicas. Sin embargo, en 2018 se registró un ataque de estas características en Douta, y la evidencia apunta su origen hacia el régimen del mandatario.
Ghouta es una ciudad sitiada, de la que es casi imposible entrar y salir. Fayyad dirigió la película de forma remota, grabando algunas escenas desde el exterior, en hospitales parecidos de otras ciudades, mientras que un equipo de cámaras reunía material en Ghouta. Poco a poco y con inmensas dificultadas, se construyó la narrativa de La Cueva. “No conocía el plan de grabación. Ni la doctora Amani o el Dr. Salim tenían claro que serían los protagonistas, porque no sabíamos qué forma iba a tomar ese material”, cuenta Fayyad. “Pero ni los fotógrafos ni yo pensábamos en ello. Tampoco pensábamos en los peligros, porque en nuestra mente sólo teníamos una meta: documentar la situación”.
En total Fayyad y su equipo grabaron alrededor de 1,200 horas de material que atravesaron un largo proceso de edición. Aunque el interés de Fayyad era retratar una crisis de derechos humanos, La Cueva es una película infinitamente más compleja. La Dra. Amani libra una guerra desde varios frentes, ya que por un lado atiende a los heridos del constante bombardeo, mientras que por otro, combate el machismo, profundamente arraigado la sociedad árabe.
Esto es evidente en una de las primeras escenas del documental, donde la doctora Amani discute con un hombre que cuestiona su capacidad para liderar un hospital, argumentando que ese no es su lugar como mujer. “Ella es la primera mujer en la historia de Siria en dirigir un hospital”, afirma Fayyad. “Es pura fuerza, representa tiempos modernos y a una nueva generación que rompe con lo establecido”. A lo largo de La Cueva, la doctora Amani debe defenderse de una sociedad que rechaza el lugar que su esfuerzo le ha otorgado.
A pesar de continuar en la desoladora vena de Los Últimos Hombres de Aleppo, La Cueva abre un espacio para la esperanza, y a la posibilidad de imaginar un nuevo país. Para Fayyad, la doctora Amani no es sólo un importante bastión de resistencia bélica, sino también la portavoz de un cambio generacional.
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