La universalidad de la crónica

La universalidad de la crónica

El cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos presenta en México su antología «Los ángeles de Lupe Pintor», publicada por Editorial Almadía.

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A veces, en el periodismo, hay quien distingue despectivamente entre temas, como si, por ejemplo, escribir sobre deportes hiciera a alguien “menos periodista” que quien escribe sobre política. Se olvidan de que el periodismo puede ser un envase donde caben todas las historias, si el periodista las cuenta bien. Muestra de ello es Los ángeles de Lupe Pintor (Almadía, 2016), antología del cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, quien salta entre temas tan dispares como el boxeo y las tragedias personales de los paramilitares en Colombia.

Para Salcedo Ramos, quien ha recibido premios como el Ortega y Gasset, el Nacional de Periodismo Simón Bolívar, y el Internacional de Periodismo Rey de España, no existe tal distinción temática. “No suelo fijarme en eso porque podría alejarme de lo que me gusta, que es hacer crónicas. Lo que importa, para mí, es que la historia excite mi voluntad de dejar un testimonio”, cuenta en entrevista para Gatopardo, vía correo electrónico, mientras viaja hacia la Ciudad de México para las actividades de promoción del libro.

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Un rasgo común entre los textos publicados en Los ángeles de Lupe Pintor es que cuentan historias de sobrevivientes, de personajes que se enfrentaron a la adversidad desde sus respectivas trincheras, ya sea en aulas rurales o en poblados donde la violencia reciente dejó enterradas decenas de minas antipersona. “Al ser habitante de un país donde ha habido diferentes conflictos, no se justificaría que yo omitiera eso en mis crónicas”, explica. “Nunca me planteo el trabajo en términos mesiánicos, pero creo que uno debe contribuir a que las víctimas de nuestras guerras sean visibles en una sociedad que suele excluirlas”.

Los ángeles de Lupe Pintor es una muestra sintética del extenso trabajo de Salcedo Ramos, quien además dicta talleres de periodismo para pulir las prácticas de este oficio en América Latina. “Creo en la pedagogía. Creo en la posibilidad de tener maestros que aclaren e inspiren. A Borges le preguntaron una vez qué era para él un maestro, y dijo que un maestro es alguien capaz de ‘contagiar un entusiasmo’”, afirma el cronista, uno de los maestros recurrentes de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), fundada hace 21 años por el premio Nobel de Literatura con el fin de mejorar el periodismo en la región y contribuir así a sus procesos democráticos y sociales.

El contexto latinoamericano de las últimas tres décadas involucra circunstancias históricas y políticas compartidas que facilitan internarse en los conflictos de cada país, sin perder de vista las particularidades que distinguen entre dictadores, narcotraficantes, guerrillas y pobrezas. “Creo que ciertos conflictos inherentes a la condición humana están presentes en todas partes. Por ejemplo, el desamor, el hambre, las enfermedades, las guerras. Hay que saber plantear esos conflictos para que vayan más allá del villorrio y se mantengan vigentes”, dice Salcedo Ramos.

El periodista colombiano dice que escribe crónica para ampliar el panorama de estas mismas realidades. “Esa es una de [sus] funciones: ponerle rostro a la noticia y convertirla en historia perdurable, una historia que conmueva y permita entender ciertos hechos que hasta entonces se habían registrado de manera atropellada”. Prefiere trabajar al margen de las coyunturas efímeras que envejecerán al día siguiente —y, en tiempos de la inmediatez de las redes sociales, que envejecerán en unas horas—.

Finalmente, Alberto Salcedo Ramos se mantiene optimista respecto al ejercicio del que García Márquez llamara “el mejor oficio del mundo”. “Creo en [él] y seguiré creyendo. Tengo el Síndrome de la Orquesta del Titanic. Seguiré tocando mi música mientras el barco no se haya hundido”, agrega. “Hay un manual para escritores que recomiendo, escrito por el húngaro Stephen Vizinczey. Uno de sus mandamientos es: ‘no tendrás costumbres caras’. Parece una tontería pero ayuda a que uno escriba lo que debe, cuando debe. Yo defiendo de muchas maneras la opción de seguir contando historias, que es lo que me interesa”, concluye.

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