Me sobra barrio, un detonante de comunidad
Un tratamiento curatorial dedicado a presentar el arte como posibilidad de transformación social.
La Plaza de la Ciudadela y sus alrededores conforman uno de los barrios más representativos de la Ciudad de México. El sitio, por naturaleza camaleónico, ha sido testigo de acontecimientos disímiles: de la guerra de Independencia y la Decena Trágica, del comercio de tabaco, armas y artesanías, de la educación pública y difusión del arte y la cultura. Y ha sido espectador de la historia de generaciones de mexicanos que han tejido su existir en torno él y lo han convertido en un ícono representativo para la comunidad. A partir del interés por explorar esa peculiaridad, el Centro de la Imagen lanzó la residencia artística Me sobra barrio, la cual este año cumple su segunda edición.
La idea se gestó desde el momento en que la propia institución del museo fue cuestionada. El edificio que ahora alberga el Centro de la Imagen es una de las construcciones que atavia ese cuadro de la capital desde hace décadas, y que actualmente comparte espacio con la Biblioteca de México. Sin embargo, la esencia de Me sobra barrio requería de algo que fuera más allá de esas paredes, necesitaba encontrar la manera de desarrollar una lógica distinta de exposición que permitiera lograr con éxito un programa público. Para lograrlo fue necesario “repensar el papel del arte en esta idea de ciencia de la libertad y de imaginar cuáles son los caminos posibles para dialogar con el contexto social, político”, explica a Gatopardo el curador Ignacio Pla.
A cargo del trabajo curatorial de Me sobra barrio, Pla fue uno de los encargados del acompañamiento de los proyectos seleccionados hace unos meses para ser parte de la residencia. Éstos, a través de práctica artística, debían consolidar una dinámica de vinculación comunitaria dialógica con las distintas comunidades y grupos sociales que habitan y circulan por La Ciudadela y el cuadrante suroeste del Centro Histórico. El proceso se logró y fue a partir de seis proyectos que desde el pasado 7 de septiembre, la producción artística ha logrado procesos creativos de incidencia social.
“Vengo de un largo camino de repensar la práctica artística como renovación de discursos y para mí, lo fundamental está en lo que durante el proceso se cuestione y se transforme y se busque imaginar de otra manera”, asegura Pla. En el caso de Me sobra barrio se logra a través del proyecto fotográfico-documental de Iran Dima “Perdóname por mi vida loca”, las conversaciones recogidas de Enero y Abril en “Voces vecinas: museo experimental de pequeñas historias”, las fotografías instantáneas de Fershow Escárcega en “Experiencias instantáneas”, la reflexión audiovisual del Colectivo OVNI con “Barrio Alameda”, el mapeo del Colectivo Demasiado Corazón en “Trazos de vida y Resistencia del barrio”, y el proyecto documental de Cecilia Rangel con el Comité de Mujeres Retornadas y Deportadas.
Cada uno de los trabajos tuvo como propósito crear arte a partir de la concepción de que éste es una herramienta que se logra espacios a través de la libertad, la imaginación y la discusión social. Para llevarlo a cabo, Me sobra barrio salió a las calles de la Ciudadela, desde donde se concibió. Es ahí donde a través de jornadas artísticas se fue vinculando al espectador con el trabajo de los artistas. Con este proyecto logramos “un espacio en donde se reflexiona sobre la ciudad que tenemos y la ciudad que queremos, la ciudad que estamos construyendo desde la cotidianidad, por eso le apuesta a los procesos cara a cara”.
Después de cuatro meses de intenso trabajo con las distintas comunidades (jóvenes, mujeres retornadas y deportadas, trabajadores, comerciantes, comunidad LGBTTTI+, artesanos, comerciantes, personas en situación de calle, trabajadores en la vía pública, entre otros), los resultados se presentan en el espacio público donde se realizaron las residencias. La reinterpretación y la re-visión comienzan, enfatiza Ignacio Pla en el texto curatorial con el que presenta Me sobra barrio.
“Me uní al proyecto inspirada en tejer historias” narra Enero y Abril, quien está al frente de “Voces vecinas: museo experimental de pequeñas historias”. Cuenta que las entrevistas han sido siempre una constante en su trabajo y este no fue la excepción. Para consolidar su propuesta tuvo que recurrir a largas charlas con los vecinos cercanos a La Ciudadela, uno de ellos fue don Jesús del edificio Balderas 130, en donde estaba el Taller Vizcaya, sobre las historias del territorio. “Don Jesús, que hicimos muy buen clic, me comentó que sería difícil encontrar a los verdaderos moradores de la zona, pero fue entonces que me habló de los sobrevivientes, que es gente que ha tenido sus talleres ahí toda la vida y que han ido construyendo su vida entorno a la zona”, explica.
El proyecto concluyó en una serie de narraciones que dan cuenta de la historia urbana y los cambios que ha traído consigo los cambios en la zona. Cómo es que “nuevos dueños” se han hecho de manera turbia de los edificios que datan del Porfiriato y cómo es que los sobrevivientes intentan preservar su lugar. Todas éstas se plasmaron en una serie de publicaciones que apoyados por fotografías, recortes de periódicos y bocetos, dan voz a la historia de las personas que por generaciones han habitado en La Ciudadela. “Hablan de cómo es que esa comunidad se ha ido deteriorando por procesos orgánicos como la muerte de los padres o abuelos que eran los que tenían más forma de hacer comunidad”, explica.
El proceso al que refirió don Jesús, es una constante en ciertas zonas de la capital del país, principalmente el centro, que ha comenzado a desplazar a la gente de su lugar de vivienda. Lo denominan gentrificación y es un proceso doloroso, pues queda en manos de empresas y bancos la posibilidad de que sigas habitando el lugar en el que has estado por años. Dicha situación se replica en el proyecto de Colectivo OVNI en donde participan Yolanda Benalba y Rodrigo Cué. La problemática que ellos retratan en “Barrio Alameda” es el complicado proceso por el que ha pasado uno de los edificios más representativos de la zona: El edificio Trevi. “La mayoría de las personas que vivían en ese lugar era artísticas y parte principal de haber metido el proyecto a Me sobra barrio fue generar una postura crítica de manera interna en el gremio cultural y artístico”, explica Rodrigo. “Se trata de comprender cómo es que nosotros también somos parte de esto”, agrega.
A través de una recopilación audiovisual, el colectivo ha acompañado durante lo que va del 2019 a las seis familias, recientemente cinco, luego de que echaran al periodista Carlos Acuña, una de las principales voces de resistencia, de su departamento. “Nos hemos concentrado en trabajar con los vecinos del edificio y los encargados del Trevi un poco el trabajo ha sido documentar, rescatar el archivo que tienen de documentos legales o las fotografías, y por otro lado, entrevistarnos con ellos para tomar el registro de lo que está ocurriendo y más bien llevarlo hacia la crítica de los que hacemos arte”, puntualizó Yolanda.
El recurso de fotográfico también puede apreciarse en el proyecto con el Comité de Mujeres Retornadas y Deportadas. Cecilia Rangel llevaba poco más de un año siendo voluntaria en la organización Otros Dreams en Acción. Ahí pudo tener un acercamiento de primera mano con aquellas personas que por algún motivo, ya sea voluntario, de seguridad o legal, se han visto obligadas a regresar a México luego de pasar años o toda una vida en Estados Unidos. “Luego de dar dos talleres de fotografía a ODA fue que me lancé a hacer un seguimiento documental a partir del cual percibí que la mayoría de quienes trabajan ahí son mujeres. No obstante los casos de mujeres que atendieron en 2017 fueron mínimos, dos de aproximadamente 1800”, explica.
“Decidieron hacer el Comité de Mujeres Retornadas y Deportadas en febrero de 2019 pero la asociación comenzó a funcionar al 100% en 2017”, dice Cecilia. A partir de eso, las integrantes se propusieron buscar a estas mujeres que regresan a México, “saber cuáles son sus necesidad, sentires y ver qué sucede con su retorno”. Durante los últimos dos años, ella ha sido testigo de cada uno de los esfuerzos de ODA, por lo que dedicó su proyecto a dar voz a su lucha. Además, Cecilia está muy consciente de todo lo que implica el proceso de la migración y más ahora, cuando éste se ha convertido en uno de los principales temas de fricción entre ambas naciones.
“Tengo familiares que viven en EU sin documentos, que han vivido en EU sin documentos, amigos y amigos que son ciudadanos estadounidenses pero con padres y familiares sin documentos. Creo que muchos mexicanos y mexicanas estamos conscientes de que hay migración hacia EU y que se está dando en condiciones muy rechazadas”, señala.
*Fotografía de portada cortesía de Cecilia Rangel
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