Memorias de amores pasados
“Carol”, de Todd Haynes, es una joya cinematográfica.
Basada en la aclamada novela The Price of Salt (1952), de Patricia Highsmith, Carol es un drama sutil acerca de la relación romántica entre dos mujeres de distintas posiciones sociales en la conservadora Costa Este de Estados Unidos de los años cincuenta. Este romance, mal visto en ese entonces, es una historia de amor poco convencional que va más allá de los estereotipos y propone una forma diferente de mirar la diversidad sexual en el cine estadounidense.
Todd Haynes (Far From Heaven) dirige a Cate Blanchett y Rooney Mara como Carol Aird y Therese Belivet, respectivamente, protagonistas que llevan en sus hombros el peso dramático de la cinta. Gracias a las interpretaciones sinceras y profundas de ambas, el espectador navega las tensiones de este amor prohibido entre miradas, silencios y pequeños gestos que resultan más eficaces que grandes aspavientos o demostraciones de afecto. En Carol no hace falta una bofetada para expresar la dificultad de encarar las situaciones por las que pasan ambas.
Carol y Therese se conocen en vísperas de Navidad y durante ese invierno desarrollan un tímido romance con duras consecuencias para ambas. El matrimonio de la primera se desmorona ante sus ojos, poniendo en riesgo la custodia de su pequeña hija. Por otro lado, Therese se esfuerza por elegir un camino de vida mientras intenta salir de una relación amorosa que no la satisface. La realidad social de su época es un muro casi infranqueable con el que ambas deberán enfrentarse si desean luchar por el romance más real que han vivido. Destacan también las actuaciones de Kyle Chandler (Friday Night Lights) como Harge Aird, el esposo resentido, y Sarah Paulson (American Crime Story) como Abby, la mejor amiga y antigua amante de Carol.
Edward Lachman, cinefotógrafo nominado al Oscar por su trabajo en esta cinta, imprime una belleza cálida y emotiva a la historia de Carol y Therese. Al filmar en 16 milímetros, Lachman resucita el estilo propio de la época, dando a Carol una autenticidad clásica que hace al espectador olvidar que se produjo hace menos de un par de años. Destaca su uso de reflejos, ventanas y lentes para enfatizar tanto la duplicidad en las vidas de sus protagonistas, como la claridad de los sentimientos que se profesan — no sorprende que Therese, en su calidad de fotógrafa amateur, sea quien mejor puede ver a través de las apariencias de su amada.
A la paleta de colores cálidos que evoca la melancolía del romance se agregan secuencias de carretera que reflejan el camino lleno de obstáculos de estas mujeres. Sin transformarse en una road movie, algunos de los momentos más emocionalmente cargados suceden dentro y alrededor de automóviles, como si el prospecto del viaje en sí mismo fuese necesario para la supervivencia de esta relación. La música de Carter Burwell (True Grit) recuerda a bandas sonoras del cine clásico de Hollywood, integrándose a las escenas como apoyo emocional, pero sin estorbar a la historia. El guión de Phyllis Nagy es un soporte preciso y agridulce que hace honor al material de origen.
Aclamada en Cannes y parcialmente ignorada por la Academia rumbo a los premios Oscar 2016 —a pesar del reconocimiento para Blanchet y Mara, no fue nominada a Mejor Película ni a Mejor Director—, Carol es una de las mejores películas del 2015. Todd Haynes orquesta con maestría cada pieza de esta cinta, logrando una joya atemporal que será recordada con la misma reverencia que provocó durante medio siglo la novela en la que está basada.
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