Preludio: La explosión más reciente
Hay un álbum que retumbó y reinó en el año 2021: El Madrileño de C-Tangana, en el que converge un festín de tesituras y ritmos españoles y latinoamericanos: son cubano, flamenco, bolero, bachata, bossa, regional mexicano y trap (además, recién salió la versión extendida: La sobremesa). Dentro de los invitados del álbum está Niño de Elche quien, junto a Antón Álvarez (C-Tangana), toca la guitarra y remata con un cante jondo: “Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba, cuando más te quería se te fueron las ganas”.
Capítulo 1: Niño de Elche, insaciable
Niño de Elche, el ecléctico, se llama Francisco Contreras y es de Elche, Alicante, y su familia proviene de Granada, Andalucía, donde resuena el flamenco desde las cuevas del barrio gitano Sacromonte, impregnado del paisaje de la Alhambra. Como escritor, recién publicó Llamadme Amparo, un poemario en el que se lee: “Las perdices en las jaulas. Mi madre en la cocina. Yo cantando flamenco”. El libro incluye generosas viñetas personales que retratan su infancia en Elche, de la mano de sus padres andaluces: la comida servida, la vida rural entre ovejas, el dulce amparo: “A mi madre le gustan los fogones donde se vea la llama. A más posibilidad de lumbre, más cocinado a fuego lento. Me gusta comer en su casa no sólo por lo barato, sino por saborear recuerdos de su mano”. Ha publicado también In memoriam, posesiones de un exflamenco.
Comenzó su carrera como cantaor y virtuoso del flamenco clásico, pero ha desdoblado su identidad de múltiples talentos gracias a su urgencia de experimentación. Así como Björk, la aventurera de géneros, Niño de Elche exploró sin tregua la electrónica, el jazz, el trip-hop y la música clásica. Este músico se lleva a sí mismo al límite de sus propias curiosidades.
También habita territorios multidisciplinarios, como el performance. En 2017 le dio vida a la pintura Guernica, de Pablo Picasso, en el Museo Reina Sofía en Madrid con su puesta en escena: “Suena Guernica”, una intervención para celebrar los ochenta años de la obra maestra que suena a mil lugares, alzándose en un lamento fantasmal bajo la única voz del Niño.
Francisco Contreras: el humano con infinitos animales dentro que rugen en distintos tonos. Niño de Elche recorre los mares del rap, la cumbia, el rock y vuelve al flamenco. La lista no termina. Escandaliza a los ortodoxos porque no teme ir y regresar entre artes puristas y experimentales. Exflamenco es su biografía en su cuenta de Instagram: ser flamenco fue su título nobiliario, pero él ya no se ve como un exclusivo representante de este género, no cabe ahí. A continuación, tres ejemplos de su constante metamorfosis:
- “Animal-Humano” es el primer track de su último álbum, La Exclusión (2021). Es una propuesta de cuatro piezas, de veinte minutos cada una: son viajes inmersivos, con sonidos abstractos que musicalizan escenas oníricas. ¿Será una especie de analogía? Recuerdan al Amnesiac, de Radiohead, y el Long Ambients 1, de Moby.
- Sobre Memorial de cante en mis bodas de plata con el flamenco (2021), Niño de Elche dice: “Este álbum tiene como objetivo saldar mi relación con el flamenco. Le rindo homenaje, me dejo encarnar”. Las canciones tienen en común una palabra: “Posesión por tangos”, “Posesión por fandangos”, “Posesión por bulerías”. Aquí emerge un cantaor que nos hace sentir en el barrio de Triana, en Sevilla.
—¿Qué te posee, Niño? —le pregunto en entrevista para Gatopardo.
—Recuerdos que arden, en otras palabras: mi formación. Cuando yo canto flamenco, me dejo tomar profundamente por su alma. Rescato todos los residuos que el género ha ido dejando en mí. Me llenan los espíritus a los que yo alimenté. El recuerdo no sabe por qué llega pero me habita. Puro flamenco puro (abandónense a “Posesión por alegrías”).
- Mientras tanto en su álbum Colombiana (2019), Niño de Elche es abismal, teje ritmos latinoamericanos y los agita: mexicanos, venezolanos, cubanos y colombianos, que coquetean con el flamenco. Juntos: aúllan. “Colombiana nace de la idea de ir y volver, trata de la mezcla que ocurre entre España y Latinoamérica: esa frontera. Yo quería mostrar a la gente trabajando, me preguntaba: ¿qué tipo de sexo se tiene aquí?, ¿qué comidas nutren?, ¿qué drogas se viven? Cocaína, ayahuasca, cacao, azúcar”. En este álbum, los tambores son reyes, la chicha peruana eclipsa a los demás sin tregua, la cumbia seduce esqueletos y una auténtica salsa se desborda por las bocinas. Es una salsa de atrevida mezcolanza: palmas gitanas, himnos de guerra, psicodelia, cante jondo (caigan en el trance de “Tangos a la ayahuasca”).
—¿Hacia dónde vas, Niño? —continúo la entrevista.
—A mezclar límites. La frontera es una zona, no es una línea, toda zona de transición es la más mestiza, la más rica. Ahí es donde hierve, es ahí donde yo habito. El cantaor clásico que yo he sido ha muerto, porque ya no creo en la institucionalización de un arte como el flamenco que nació en la calle. Sin embargo, su espíritu, que es el alma del exiliado, vive en mí; del raro, del loco, de la bruja. A mí me interesan las formas extrañas de escuchar el mundo. La locura me provoca.
Capítulo 2: Un veneno, el reflector
Niño de Elche fue cómplice musical dos veces en El Madrileño, una colaboración que le puso los reflectores mundiales encima. “Para mí, trabajar con C-Tangana fue un cambio de paradigma. Di un salto de la escena independiente: de pronto la gente me reconocía por la calle”.
La primera canción que creó junto con C-Tangana fue el bolero “Un veneno” en 2018 para una presentación en vivo de Operación Triunfo en España. Ambos escribieron la letra y la compusieron. Esta canción reaparece en El Madrileño como uno de sus tracks insignia y José Feliciano se suma a la triada para hacer una versión voluptuosa.
La esperadísima gira actual de C-Tangana se llama: Sin cantar ni afinar, como el fragmento de la letra de “Un veneno”, antes del carraspeo que da pie al contoneo de la canción, como diciendo: “esta melodía es bandera de lo que brota así, con el alma caliente”.
—¿De qué se trata la canción “Un veneno”, que hiciste con C-Tangana?
—Comienza con la frase: “Una ambición desmedida, por las mujeres, la pasta y los focos”. Aquí hablamos de las ganas, a toda costa, de la admiración y las soledades que conlleva la fama. Hicimos un bolero.
El mestizaje, transgredir fronteras, habitar España pero ser peregrino, no ser músico: ser todo, esa ambición desmedida unió a C-Tangana y el Niño de Elche en su primera colaboración. “Un veneno” no es rumba, no es tango, no es danzón, no es cha cha chá. Es un bolero. Los dos artistas tienen en común el deseo de jugar con ritmos populares alejados entre sí y, al mismo tiempo, de reconectar con las raíces melódicas de sus tierras. ¿Qué tienen en común el fado portugués, el son cubano, el tango, el flamenco, el soul, el bolero? Nacen desde un sufrimiento compartido y sublimado, del infortunio transformado en placer: son cantos de las entrañas. “Un veneno” es adictiva y la fama sobreviene irremediablemente cuando a la gente le resuena en el cuerpo una canción que se repite sin decoro y que les hierve. ¿Qué hacían dos españoles, un rapero y un cantaor flamenco, inventando un bolero, género que es identitario de Cuba?: se unieron al movimiento de zarandear fronteras.
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Un acercamiento al cocreador de “Un veneno”, el bolero voluptuoso del álbum El Madrileño, de C-Tangana. Niño de Elche, artista que nace en el flamenco puro, se expande en la experimentación multidisciplinaria.
Preludio: La explosión más reciente
Hay un álbum que retumbó y reinó en el año 2021: El Madrileño de C-Tangana, en el que converge un festín de tesituras y ritmos españoles y latinoamericanos: son cubano, flamenco, bolero, bachata, bossa, regional mexicano y trap (además, recién salió la versión extendida: La sobremesa). Dentro de los invitados del álbum está Niño de Elche quien, junto a Antón Álvarez (C-Tangana), toca la guitarra y remata con un cante jondo: “Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba, cuando más te quería se te fueron las ganas”.
Capítulo 1: Niño de Elche, insaciable
Niño de Elche, el ecléctico, se llama Francisco Contreras y es de Elche, Alicante, y su familia proviene de Granada, Andalucía, donde resuena el flamenco desde las cuevas del barrio gitano Sacromonte, impregnado del paisaje de la Alhambra. Como escritor, recién publicó Llamadme Amparo, un poemario en el que se lee: “Las perdices en las jaulas. Mi madre en la cocina. Yo cantando flamenco”. El libro incluye generosas viñetas personales que retratan su infancia en Elche, de la mano de sus padres andaluces: la comida servida, la vida rural entre ovejas, el dulce amparo: “A mi madre le gustan los fogones donde se vea la llama. A más posibilidad de lumbre, más cocinado a fuego lento. Me gusta comer en su casa no sólo por lo barato, sino por saborear recuerdos de su mano”. Ha publicado también In memoriam, posesiones de un exflamenco.
Comenzó su carrera como cantaor y virtuoso del flamenco clásico, pero ha desdoblado su identidad de múltiples talentos gracias a su urgencia de experimentación. Así como Björk, la aventurera de géneros, Niño de Elche exploró sin tregua la electrónica, el jazz, el trip-hop y la música clásica. Este músico se lleva a sí mismo al límite de sus propias curiosidades.
También habita territorios multidisciplinarios, como el performance. En 2017 le dio vida a la pintura Guernica, de Pablo Picasso, en el Museo Reina Sofía en Madrid con su puesta en escena: “Suena Guernica”, una intervención para celebrar los ochenta años de la obra maestra que suena a mil lugares, alzándose en un lamento fantasmal bajo la única voz del Niño.
Francisco Contreras: el humano con infinitos animales dentro que rugen en distintos tonos. Niño de Elche recorre los mares del rap, la cumbia, el rock y vuelve al flamenco. La lista no termina. Escandaliza a los ortodoxos porque no teme ir y regresar entre artes puristas y experimentales. Exflamenco es su biografía en su cuenta de Instagram: ser flamenco fue su título nobiliario, pero él ya no se ve como un exclusivo representante de este género, no cabe ahí. A continuación, tres ejemplos de su constante metamorfosis:
- “Animal-Humano” es el primer track de su último álbum, La Exclusión (2021). Es una propuesta de cuatro piezas, de veinte minutos cada una: son viajes inmersivos, con sonidos abstractos que musicalizan escenas oníricas. ¿Será una especie de analogía? Recuerdan al Amnesiac, de Radiohead, y el Long Ambients 1, de Moby.
- Sobre Memorial de cante en mis bodas de plata con el flamenco (2021), Niño de Elche dice: “Este álbum tiene como objetivo saldar mi relación con el flamenco. Le rindo homenaje, me dejo encarnar”. Las canciones tienen en común una palabra: “Posesión por tangos”, “Posesión por fandangos”, “Posesión por bulerías”. Aquí emerge un cantaor que nos hace sentir en el barrio de Triana, en Sevilla.
—¿Qué te posee, Niño? —le pregunto en entrevista para Gatopardo.
—Recuerdos que arden, en otras palabras: mi formación. Cuando yo canto flamenco, me dejo tomar profundamente por su alma. Rescato todos los residuos que el género ha ido dejando en mí. Me llenan los espíritus a los que yo alimenté. El recuerdo no sabe por qué llega pero me habita. Puro flamenco puro (abandónense a “Posesión por alegrías”).
- Mientras tanto en su álbum Colombiana (2019), Niño de Elche es abismal, teje ritmos latinoamericanos y los agita: mexicanos, venezolanos, cubanos y colombianos, que coquetean con el flamenco. Juntos: aúllan. “Colombiana nace de la idea de ir y volver, trata de la mezcla que ocurre entre España y Latinoamérica: esa frontera. Yo quería mostrar a la gente trabajando, me preguntaba: ¿qué tipo de sexo se tiene aquí?, ¿qué comidas nutren?, ¿qué drogas se viven? Cocaína, ayahuasca, cacao, azúcar”. En este álbum, los tambores son reyes, la chicha peruana eclipsa a los demás sin tregua, la cumbia seduce esqueletos y una auténtica salsa se desborda por las bocinas. Es una salsa de atrevida mezcolanza: palmas gitanas, himnos de guerra, psicodelia, cante jondo (caigan en el trance de “Tangos a la ayahuasca”).
—¿Hacia dónde vas, Niño? —continúo la entrevista.
—A mezclar límites. La frontera es una zona, no es una línea, toda zona de transición es la más mestiza, la más rica. Ahí es donde hierve, es ahí donde yo habito. El cantaor clásico que yo he sido ha muerto, porque ya no creo en la institucionalización de un arte como el flamenco que nació en la calle. Sin embargo, su espíritu, que es el alma del exiliado, vive en mí; del raro, del loco, de la bruja. A mí me interesan las formas extrañas de escuchar el mundo. La locura me provoca.
Capítulo 2: Un veneno, el reflector
Niño de Elche fue cómplice musical dos veces en El Madrileño, una colaboración que le puso los reflectores mundiales encima. “Para mí, trabajar con C-Tangana fue un cambio de paradigma. Di un salto de la escena independiente: de pronto la gente me reconocía por la calle”.
La primera canción que creó junto con C-Tangana fue el bolero “Un veneno” en 2018 para una presentación en vivo de Operación Triunfo en España. Ambos escribieron la letra y la compusieron. Esta canción reaparece en El Madrileño como uno de sus tracks insignia y José Feliciano se suma a la triada para hacer una versión voluptuosa.
La esperadísima gira actual de C-Tangana se llama: Sin cantar ni afinar, como el fragmento de la letra de “Un veneno”, antes del carraspeo que da pie al contoneo de la canción, como diciendo: “esta melodía es bandera de lo que brota así, con el alma caliente”.
—¿De qué se trata la canción “Un veneno”, que hiciste con C-Tangana?
—Comienza con la frase: “Una ambición desmedida, por las mujeres, la pasta y los focos”. Aquí hablamos de las ganas, a toda costa, de la admiración y las soledades que conlleva la fama. Hicimos un bolero.
El mestizaje, transgredir fronteras, habitar España pero ser peregrino, no ser músico: ser todo, esa ambición desmedida unió a C-Tangana y el Niño de Elche en su primera colaboración. “Un veneno” no es rumba, no es tango, no es danzón, no es cha cha chá. Es un bolero. Los dos artistas tienen en común el deseo de jugar con ritmos populares alejados entre sí y, al mismo tiempo, de reconectar con las raíces melódicas de sus tierras. ¿Qué tienen en común el fado portugués, el son cubano, el tango, el flamenco, el soul, el bolero? Nacen desde un sufrimiento compartido y sublimado, del infortunio transformado en placer: son cantos de las entrañas. “Un veneno” es adictiva y la fama sobreviene irremediablemente cuando a la gente le resuena en el cuerpo una canción que se repite sin decoro y que les hierve. ¿Qué hacían dos españoles, un rapero y un cantaor flamenco, inventando un bolero, género que es identitario de Cuba?: se unieron al movimiento de zarandear fronteras.
Un acercamiento al cocreador de “Un veneno”, el bolero voluptuoso del álbum El Madrileño, de C-Tangana. Niño de Elche, artista que nace en el flamenco puro, se expande en la experimentación multidisciplinaria.
Preludio: La explosión más reciente
Hay un álbum que retumbó y reinó en el año 2021: El Madrileño de C-Tangana, en el que converge un festín de tesituras y ritmos españoles y latinoamericanos: son cubano, flamenco, bolero, bachata, bossa, regional mexicano y trap (además, recién salió la versión extendida: La sobremesa). Dentro de los invitados del álbum está Niño de Elche quien, junto a Antón Álvarez (C-Tangana), toca la guitarra y remata con un cante jondo: “Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba, cuando más te quería se te fueron las ganas”.
Capítulo 1: Niño de Elche, insaciable
Niño de Elche, el ecléctico, se llama Francisco Contreras y es de Elche, Alicante, y su familia proviene de Granada, Andalucía, donde resuena el flamenco desde las cuevas del barrio gitano Sacromonte, impregnado del paisaje de la Alhambra. Como escritor, recién publicó Llamadme Amparo, un poemario en el que se lee: “Las perdices en las jaulas. Mi madre en la cocina. Yo cantando flamenco”. El libro incluye generosas viñetas personales que retratan su infancia en Elche, de la mano de sus padres andaluces: la comida servida, la vida rural entre ovejas, el dulce amparo: “A mi madre le gustan los fogones donde se vea la llama. A más posibilidad de lumbre, más cocinado a fuego lento. Me gusta comer en su casa no sólo por lo barato, sino por saborear recuerdos de su mano”. Ha publicado también In memoriam, posesiones de un exflamenco.
Comenzó su carrera como cantaor y virtuoso del flamenco clásico, pero ha desdoblado su identidad de múltiples talentos gracias a su urgencia de experimentación. Así como Björk, la aventurera de géneros, Niño de Elche exploró sin tregua la electrónica, el jazz, el trip-hop y la música clásica. Este músico se lleva a sí mismo al límite de sus propias curiosidades.
También habita territorios multidisciplinarios, como el performance. En 2017 le dio vida a la pintura Guernica, de Pablo Picasso, en el Museo Reina Sofía en Madrid con su puesta en escena: “Suena Guernica”, una intervención para celebrar los ochenta años de la obra maestra que suena a mil lugares, alzándose en un lamento fantasmal bajo la única voz del Niño.
Francisco Contreras: el humano con infinitos animales dentro que rugen en distintos tonos. Niño de Elche recorre los mares del rap, la cumbia, el rock y vuelve al flamenco. La lista no termina. Escandaliza a los ortodoxos porque no teme ir y regresar entre artes puristas y experimentales. Exflamenco es su biografía en su cuenta de Instagram: ser flamenco fue su título nobiliario, pero él ya no se ve como un exclusivo representante de este género, no cabe ahí. A continuación, tres ejemplos de su constante metamorfosis:
- “Animal-Humano” es el primer track de su último álbum, La Exclusión (2021). Es una propuesta de cuatro piezas, de veinte minutos cada una: son viajes inmersivos, con sonidos abstractos que musicalizan escenas oníricas. ¿Será una especie de analogía? Recuerdan al Amnesiac, de Radiohead, y el Long Ambients 1, de Moby.
- Sobre Memorial de cante en mis bodas de plata con el flamenco (2021), Niño de Elche dice: “Este álbum tiene como objetivo saldar mi relación con el flamenco. Le rindo homenaje, me dejo encarnar”. Las canciones tienen en común una palabra: “Posesión por tangos”, “Posesión por fandangos”, “Posesión por bulerías”. Aquí emerge un cantaor que nos hace sentir en el barrio de Triana, en Sevilla.
—¿Qué te posee, Niño? —le pregunto en entrevista para Gatopardo.
—Recuerdos que arden, en otras palabras: mi formación. Cuando yo canto flamenco, me dejo tomar profundamente por su alma. Rescato todos los residuos que el género ha ido dejando en mí. Me llenan los espíritus a los que yo alimenté. El recuerdo no sabe por qué llega pero me habita. Puro flamenco puro (abandónense a “Posesión por alegrías”).
- Mientras tanto en su álbum Colombiana (2019), Niño de Elche es abismal, teje ritmos latinoamericanos y los agita: mexicanos, venezolanos, cubanos y colombianos, que coquetean con el flamenco. Juntos: aúllan. “Colombiana nace de la idea de ir y volver, trata de la mezcla que ocurre entre España y Latinoamérica: esa frontera. Yo quería mostrar a la gente trabajando, me preguntaba: ¿qué tipo de sexo se tiene aquí?, ¿qué comidas nutren?, ¿qué drogas se viven? Cocaína, ayahuasca, cacao, azúcar”. En este álbum, los tambores son reyes, la chicha peruana eclipsa a los demás sin tregua, la cumbia seduce esqueletos y una auténtica salsa se desborda por las bocinas. Es una salsa de atrevida mezcolanza: palmas gitanas, himnos de guerra, psicodelia, cante jondo (caigan en el trance de “Tangos a la ayahuasca”).
—¿Hacia dónde vas, Niño? —continúo la entrevista.
—A mezclar límites. La frontera es una zona, no es una línea, toda zona de transición es la más mestiza, la más rica. Ahí es donde hierve, es ahí donde yo habito. El cantaor clásico que yo he sido ha muerto, porque ya no creo en la institucionalización de un arte como el flamenco que nació en la calle. Sin embargo, su espíritu, que es el alma del exiliado, vive en mí; del raro, del loco, de la bruja. A mí me interesan las formas extrañas de escuchar el mundo. La locura me provoca.
Capítulo 2: Un veneno, el reflector
Niño de Elche fue cómplice musical dos veces en El Madrileño, una colaboración que le puso los reflectores mundiales encima. “Para mí, trabajar con C-Tangana fue un cambio de paradigma. Di un salto de la escena independiente: de pronto la gente me reconocía por la calle”.
La primera canción que creó junto con C-Tangana fue el bolero “Un veneno” en 2018 para una presentación en vivo de Operación Triunfo en España. Ambos escribieron la letra y la compusieron. Esta canción reaparece en El Madrileño como uno de sus tracks insignia y José Feliciano se suma a la triada para hacer una versión voluptuosa.
La esperadísima gira actual de C-Tangana se llama: Sin cantar ni afinar, como el fragmento de la letra de “Un veneno”, antes del carraspeo que da pie al contoneo de la canción, como diciendo: “esta melodía es bandera de lo que brota así, con el alma caliente”.
—¿De qué se trata la canción “Un veneno”, que hiciste con C-Tangana?
—Comienza con la frase: “Una ambición desmedida, por las mujeres, la pasta y los focos”. Aquí hablamos de las ganas, a toda costa, de la admiración y las soledades que conlleva la fama. Hicimos un bolero.
El mestizaje, transgredir fronteras, habitar España pero ser peregrino, no ser músico: ser todo, esa ambición desmedida unió a C-Tangana y el Niño de Elche en su primera colaboración. “Un veneno” no es rumba, no es tango, no es danzón, no es cha cha chá. Es un bolero. Los dos artistas tienen en común el deseo de jugar con ritmos populares alejados entre sí y, al mismo tiempo, de reconectar con las raíces melódicas de sus tierras. ¿Qué tienen en común el fado portugués, el son cubano, el tango, el flamenco, el soul, el bolero? Nacen desde un sufrimiento compartido y sublimado, del infortunio transformado en placer: son cantos de las entrañas. “Un veneno” es adictiva y la fama sobreviene irremediablemente cuando a la gente le resuena en el cuerpo una canción que se repite sin decoro y que les hierve. ¿Qué hacían dos españoles, un rapero y un cantaor flamenco, inventando un bolero, género que es identitario de Cuba?: se unieron al movimiento de zarandear fronteras.
Un acercamiento al cocreador de “Un veneno”, el bolero voluptuoso del álbum El Madrileño, de C-Tangana. Niño de Elche, artista que nace en el flamenco puro, se expande en la experimentación multidisciplinaria.
Preludio: La explosión más reciente
Hay un álbum que retumbó y reinó en el año 2021: El Madrileño de C-Tangana, en el que converge un festín de tesituras y ritmos españoles y latinoamericanos: son cubano, flamenco, bolero, bachata, bossa, regional mexicano y trap (además, recién salió la versión extendida: La sobremesa). Dentro de los invitados del álbum está Niño de Elche quien, junto a Antón Álvarez (C-Tangana), toca la guitarra y remata con un cante jondo: “Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba, cuando más te quería se te fueron las ganas”.
Capítulo 1: Niño de Elche, insaciable
Niño de Elche, el ecléctico, se llama Francisco Contreras y es de Elche, Alicante, y su familia proviene de Granada, Andalucía, donde resuena el flamenco desde las cuevas del barrio gitano Sacromonte, impregnado del paisaje de la Alhambra. Como escritor, recién publicó Llamadme Amparo, un poemario en el que se lee: “Las perdices en las jaulas. Mi madre en la cocina. Yo cantando flamenco”. El libro incluye generosas viñetas personales que retratan su infancia en Elche, de la mano de sus padres andaluces: la comida servida, la vida rural entre ovejas, el dulce amparo: “A mi madre le gustan los fogones donde se vea la llama. A más posibilidad de lumbre, más cocinado a fuego lento. Me gusta comer en su casa no sólo por lo barato, sino por saborear recuerdos de su mano”. Ha publicado también In memoriam, posesiones de un exflamenco.
Comenzó su carrera como cantaor y virtuoso del flamenco clásico, pero ha desdoblado su identidad de múltiples talentos gracias a su urgencia de experimentación. Así como Björk, la aventurera de géneros, Niño de Elche exploró sin tregua la electrónica, el jazz, el trip-hop y la música clásica. Este músico se lleva a sí mismo al límite de sus propias curiosidades.
También habita territorios multidisciplinarios, como el performance. En 2017 le dio vida a la pintura Guernica, de Pablo Picasso, en el Museo Reina Sofía en Madrid con su puesta en escena: “Suena Guernica”, una intervención para celebrar los ochenta años de la obra maestra que suena a mil lugares, alzándose en un lamento fantasmal bajo la única voz del Niño.
Francisco Contreras: el humano con infinitos animales dentro que rugen en distintos tonos. Niño de Elche recorre los mares del rap, la cumbia, el rock y vuelve al flamenco. La lista no termina. Escandaliza a los ortodoxos porque no teme ir y regresar entre artes puristas y experimentales. Exflamenco es su biografía en su cuenta de Instagram: ser flamenco fue su título nobiliario, pero él ya no se ve como un exclusivo representante de este género, no cabe ahí. A continuación, tres ejemplos de su constante metamorfosis:
- “Animal-Humano” es el primer track de su último álbum, La Exclusión (2021). Es una propuesta de cuatro piezas, de veinte minutos cada una: son viajes inmersivos, con sonidos abstractos que musicalizan escenas oníricas. ¿Será una especie de analogía? Recuerdan al Amnesiac, de Radiohead, y el Long Ambients 1, de Moby.
- Sobre Memorial de cante en mis bodas de plata con el flamenco (2021), Niño de Elche dice: “Este álbum tiene como objetivo saldar mi relación con el flamenco. Le rindo homenaje, me dejo encarnar”. Las canciones tienen en común una palabra: “Posesión por tangos”, “Posesión por fandangos”, “Posesión por bulerías”. Aquí emerge un cantaor que nos hace sentir en el barrio de Triana, en Sevilla.
—¿Qué te posee, Niño? —le pregunto en entrevista para Gatopardo.
—Recuerdos que arden, en otras palabras: mi formación. Cuando yo canto flamenco, me dejo tomar profundamente por su alma. Rescato todos los residuos que el género ha ido dejando en mí. Me llenan los espíritus a los que yo alimenté. El recuerdo no sabe por qué llega pero me habita. Puro flamenco puro (abandónense a “Posesión por alegrías”).
- Mientras tanto en su álbum Colombiana (2019), Niño de Elche es abismal, teje ritmos latinoamericanos y los agita: mexicanos, venezolanos, cubanos y colombianos, que coquetean con el flamenco. Juntos: aúllan. “Colombiana nace de la idea de ir y volver, trata de la mezcla que ocurre entre España y Latinoamérica: esa frontera. Yo quería mostrar a la gente trabajando, me preguntaba: ¿qué tipo de sexo se tiene aquí?, ¿qué comidas nutren?, ¿qué drogas se viven? Cocaína, ayahuasca, cacao, azúcar”. En este álbum, los tambores son reyes, la chicha peruana eclipsa a los demás sin tregua, la cumbia seduce esqueletos y una auténtica salsa se desborda por las bocinas. Es una salsa de atrevida mezcolanza: palmas gitanas, himnos de guerra, psicodelia, cante jondo (caigan en el trance de “Tangos a la ayahuasca”).
—¿Hacia dónde vas, Niño? —continúo la entrevista.
—A mezclar límites. La frontera es una zona, no es una línea, toda zona de transición es la más mestiza, la más rica. Ahí es donde hierve, es ahí donde yo habito. El cantaor clásico que yo he sido ha muerto, porque ya no creo en la institucionalización de un arte como el flamenco que nació en la calle. Sin embargo, su espíritu, que es el alma del exiliado, vive en mí; del raro, del loco, de la bruja. A mí me interesan las formas extrañas de escuchar el mundo. La locura me provoca.
Capítulo 2: Un veneno, el reflector
Niño de Elche fue cómplice musical dos veces en El Madrileño, una colaboración que le puso los reflectores mundiales encima. “Para mí, trabajar con C-Tangana fue un cambio de paradigma. Di un salto de la escena independiente: de pronto la gente me reconocía por la calle”.
La primera canción que creó junto con C-Tangana fue el bolero “Un veneno” en 2018 para una presentación en vivo de Operación Triunfo en España. Ambos escribieron la letra y la compusieron. Esta canción reaparece en El Madrileño como uno de sus tracks insignia y José Feliciano se suma a la triada para hacer una versión voluptuosa.
La esperadísima gira actual de C-Tangana se llama: Sin cantar ni afinar, como el fragmento de la letra de “Un veneno”, antes del carraspeo que da pie al contoneo de la canción, como diciendo: “esta melodía es bandera de lo que brota así, con el alma caliente”.
—¿De qué se trata la canción “Un veneno”, que hiciste con C-Tangana?
—Comienza con la frase: “Una ambición desmedida, por las mujeres, la pasta y los focos”. Aquí hablamos de las ganas, a toda costa, de la admiración y las soledades que conlleva la fama. Hicimos un bolero.
El mestizaje, transgredir fronteras, habitar España pero ser peregrino, no ser músico: ser todo, esa ambición desmedida unió a C-Tangana y el Niño de Elche en su primera colaboración. “Un veneno” no es rumba, no es tango, no es danzón, no es cha cha chá. Es un bolero. Los dos artistas tienen en común el deseo de jugar con ritmos populares alejados entre sí y, al mismo tiempo, de reconectar con las raíces melódicas de sus tierras. ¿Qué tienen en común el fado portugués, el son cubano, el tango, el flamenco, el soul, el bolero? Nacen desde un sufrimiento compartido y sublimado, del infortunio transformado en placer: son cantos de las entrañas. “Un veneno” es adictiva y la fama sobreviene irremediablemente cuando a la gente le resuena en el cuerpo una canción que se repite sin decoro y que les hierve. ¿Qué hacían dos españoles, un rapero y un cantaor flamenco, inventando un bolero, género que es identitario de Cuba?: se unieron al movimiento de zarandear fronteras.
Un acercamiento al cocreador de “Un veneno”, el bolero voluptuoso del álbum El Madrileño, de C-Tangana. Niño de Elche, artista que nace en el flamenco puro, se expande en la experimentación multidisciplinaria.
Preludio: La explosión más reciente
Hay un álbum que retumbó y reinó en el año 2021: El Madrileño de C-Tangana, en el que converge un festín de tesituras y ritmos españoles y latinoamericanos: son cubano, flamenco, bolero, bachata, bossa, regional mexicano y trap (además, recién salió la versión extendida: La sobremesa). Dentro de los invitados del álbum está Niño de Elche quien, junto a Antón Álvarez (C-Tangana), toca la guitarra y remata con un cante jondo: “Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba, cuando más te quería se te fueron las ganas”.
Capítulo 1: Niño de Elche, insaciable
Niño de Elche, el ecléctico, se llama Francisco Contreras y es de Elche, Alicante, y su familia proviene de Granada, Andalucía, donde resuena el flamenco desde las cuevas del barrio gitano Sacromonte, impregnado del paisaje de la Alhambra. Como escritor, recién publicó Llamadme Amparo, un poemario en el que se lee: “Las perdices en las jaulas. Mi madre en la cocina. Yo cantando flamenco”. El libro incluye generosas viñetas personales que retratan su infancia en Elche, de la mano de sus padres andaluces: la comida servida, la vida rural entre ovejas, el dulce amparo: “A mi madre le gustan los fogones donde se vea la llama. A más posibilidad de lumbre, más cocinado a fuego lento. Me gusta comer en su casa no sólo por lo barato, sino por saborear recuerdos de su mano”. Ha publicado también In memoriam, posesiones de un exflamenco.
Comenzó su carrera como cantaor y virtuoso del flamenco clásico, pero ha desdoblado su identidad de múltiples talentos gracias a su urgencia de experimentación. Así como Björk, la aventurera de géneros, Niño de Elche exploró sin tregua la electrónica, el jazz, el trip-hop y la música clásica. Este músico se lleva a sí mismo al límite de sus propias curiosidades.
También habita territorios multidisciplinarios, como el performance. En 2017 le dio vida a la pintura Guernica, de Pablo Picasso, en el Museo Reina Sofía en Madrid con su puesta en escena: “Suena Guernica”, una intervención para celebrar los ochenta años de la obra maestra que suena a mil lugares, alzándose en un lamento fantasmal bajo la única voz del Niño.
Francisco Contreras: el humano con infinitos animales dentro que rugen en distintos tonos. Niño de Elche recorre los mares del rap, la cumbia, el rock y vuelve al flamenco. La lista no termina. Escandaliza a los ortodoxos porque no teme ir y regresar entre artes puristas y experimentales. Exflamenco es su biografía en su cuenta de Instagram: ser flamenco fue su título nobiliario, pero él ya no se ve como un exclusivo representante de este género, no cabe ahí. A continuación, tres ejemplos de su constante metamorfosis:
- “Animal-Humano” es el primer track de su último álbum, La Exclusión (2021). Es una propuesta de cuatro piezas, de veinte minutos cada una: son viajes inmersivos, con sonidos abstractos que musicalizan escenas oníricas. ¿Será una especie de analogía? Recuerdan al Amnesiac, de Radiohead, y el Long Ambients 1, de Moby.
- Sobre Memorial de cante en mis bodas de plata con el flamenco (2021), Niño de Elche dice: “Este álbum tiene como objetivo saldar mi relación con el flamenco. Le rindo homenaje, me dejo encarnar”. Las canciones tienen en común una palabra: “Posesión por tangos”, “Posesión por fandangos”, “Posesión por bulerías”. Aquí emerge un cantaor que nos hace sentir en el barrio de Triana, en Sevilla.
—¿Qué te posee, Niño? —le pregunto en entrevista para Gatopardo.
—Recuerdos que arden, en otras palabras: mi formación. Cuando yo canto flamenco, me dejo tomar profundamente por su alma. Rescato todos los residuos que el género ha ido dejando en mí. Me llenan los espíritus a los que yo alimenté. El recuerdo no sabe por qué llega pero me habita. Puro flamenco puro (abandónense a “Posesión por alegrías”).
- Mientras tanto en su álbum Colombiana (2019), Niño de Elche es abismal, teje ritmos latinoamericanos y los agita: mexicanos, venezolanos, cubanos y colombianos, que coquetean con el flamenco. Juntos: aúllan. “Colombiana nace de la idea de ir y volver, trata de la mezcla que ocurre entre España y Latinoamérica: esa frontera. Yo quería mostrar a la gente trabajando, me preguntaba: ¿qué tipo de sexo se tiene aquí?, ¿qué comidas nutren?, ¿qué drogas se viven? Cocaína, ayahuasca, cacao, azúcar”. En este álbum, los tambores son reyes, la chicha peruana eclipsa a los demás sin tregua, la cumbia seduce esqueletos y una auténtica salsa se desborda por las bocinas. Es una salsa de atrevida mezcolanza: palmas gitanas, himnos de guerra, psicodelia, cante jondo (caigan en el trance de “Tangos a la ayahuasca”).
—¿Hacia dónde vas, Niño? —continúo la entrevista.
—A mezclar límites. La frontera es una zona, no es una línea, toda zona de transición es la más mestiza, la más rica. Ahí es donde hierve, es ahí donde yo habito. El cantaor clásico que yo he sido ha muerto, porque ya no creo en la institucionalización de un arte como el flamenco que nació en la calle. Sin embargo, su espíritu, que es el alma del exiliado, vive en mí; del raro, del loco, de la bruja. A mí me interesan las formas extrañas de escuchar el mundo. La locura me provoca.
Capítulo 2: Un veneno, el reflector
Niño de Elche fue cómplice musical dos veces en El Madrileño, una colaboración que le puso los reflectores mundiales encima. “Para mí, trabajar con C-Tangana fue un cambio de paradigma. Di un salto de la escena independiente: de pronto la gente me reconocía por la calle”.
La primera canción que creó junto con C-Tangana fue el bolero “Un veneno” en 2018 para una presentación en vivo de Operación Triunfo en España. Ambos escribieron la letra y la compusieron. Esta canción reaparece en El Madrileño como uno de sus tracks insignia y José Feliciano se suma a la triada para hacer una versión voluptuosa.
La esperadísima gira actual de C-Tangana se llama: Sin cantar ni afinar, como el fragmento de la letra de “Un veneno”, antes del carraspeo que da pie al contoneo de la canción, como diciendo: “esta melodía es bandera de lo que brota así, con el alma caliente”.
—¿De qué se trata la canción “Un veneno”, que hiciste con C-Tangana?
—Comienza con la frase: “Una ambición desmedida, por las mujeres, la pasta y los focos”. Aquí hablamos de las ganas, a toda costa, de la admiración y las soledades que conlleva la fama. Hicimos un bolero.
El mestizaje, transgredir fronteras, habitar España pero ser peregrino, no ser músico: ser todo, esa ambición desmedida unió a C-Tangana y el Niño de Elche en su primera colaboración. “Un veneno” no es rumba, no es tango, no es danzón, no es cha cha chá. Es un bolero. Los dos artistas tienen en común el deseo de jugar con ritmos populares alejados entre sí y, al mismo tiempo, de reconectar con las raíces melódicas de sus tierras. ¿Qué tienen en común el fado portugués, el son cubano, el tango, el flamenco, el soul, el bolero? Nacen desde un sufrimiento compartido y sublimado, del infortunio transformado en placer: son cantos de las entrañas. “Un veneno” es adictiva y la fama sobreviene irremediablemente cuando a la gente le resuena en el cuerpo una canción que se repite sin decoro y que les hierve. ¿Qué hacían dos españoles, un rapero y un cantaor flamenco, inventando un bolero, género que es identitario de Cuba?: se unieron al movimiento de zarandear fronteras.
Preludio: La explosión más reciente
Hay un álbum que retumbó y reinó en el año 2021: El Madrileño de C-Tangana, en el que converge un festín de tesituras y ritmos españoles y latinoamericanos: son cubano, flamenco, bolero, bachata, bossa, regional mexicano y trap (además, recién salió la versión extendida: La sobremesa). Dentro de los invitados del álbum está Niño de Elche quien, junto a Antón Álvarez (C-Tangana), toca la guitarra y remata con un cante jondo: “Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba, cuando más te quería se te fueron las ganas”.
Capítulo 1: Niño de Elche, insaciable
Niño de Elche, el ecléctico, se llama Francisco Contreras y es de Elche, Alicante, y su familia proviene de Granada, Andalucía, donde resuena el flamenco desde las cuevas del barrio gitano Sacromonte, impregnado del paisaje de la Alhambra. Como escritor, recién publicó Llamadme Amparo, un poemario en el que se lee: “Las perdices en las jaulas. Mi madre en la cocina. Yo cantando flamenco”. El libro incluye generosas viñetas personales que retratan su infancia en Elche, de la mano de sus padres andaluces: la comida servida, la vida rural entre ovejas, el dulce amparo: “A mi madre le gustan los fogones donde se vea la llama. A más posibilidad de lumbre, más cocinado a fuego lento. Me gusta comer en su casa no sólo por lo barato, sino por saborear recuerdos de su mano”. Ha publicado también In memoriam, posesiones de un exflamenco.
Comenzó su carrera como cantaor y virtuoso del flamenco clásico, pero ha desdoblado su identidad de múltiples talentos gracias a su urgencia de experimentación. Así como Björk, la aventurera de géneros, Niño de Elche exploró sin tregua la electrónica, el jazz, el trip-hop y la música clásica. Este músico se lleva a sí mismo al límite de sus propias curiosidades.
También habita territorios multidisciplinarios, como el performance. En 2017 le dio vida a la pintura Guernica, de Pablo Picasso, en el Museo Reina Sofía en Madrid con su puesta en escena: “Suena Guernica”, una intervención para celebrar los ochenta años de la obra maestra que suena a mil lugares, alzándose en un lamento fantasmal bajo la única voz del Niño.
Francisco Contreras: el humano con infinitos animales dentro que rugen en distintos tonos. Niño de Elche recorre los mares del rap, la cumbia, el rock y vuelve al flamenco. La lista no termina. Escandaliza a los ortodoxos porque no teme ir y regresar entre artes puristas y experimentales. Exflamenco es su biografía en su cuenta de Instagram: ser flamenco fue su título nobiliario, pero él ya no se ve como un exclusivo representante de este género, no cabe ahí. A continuación, tres ejemplos de su constante metamorfosis:
- “Animal-Humano” es el primer track de su último álbum, La Exclusión (2021). Es una propuesta de cuatro piezas, de veinte minutos cada una: son viajes inmersivos, con sonidos abstractos que musicalizan escenas oníricas. ¿Será una especie de analogía? Recuerdan al Amnesiac, de Radiohead, y el Long Ambients 1, de Moby.
- Sobre Memorial de cante en mis bodas de plata con el flamenco (2021), Niño de Elche dice: “Este álbum tiene como objetivo saldar mi relación con el flamenco. Le rindo homenaje, me dejo encarnar”. Las canciones tienen en común una palabra: “Posesión por tangos”, “Posesión por fandangos”, “Posesión por bulerías”. Aquí emerge un cantaor que nos hace sentir en el barrio de Triana, en Sevilla.
—¿Qué te posee, Niño? —le pregunto en entrevista para Gatopardo.
—Recuerdos que arden, en otras palabras: mi formación. Cuando yo canto flamenco, me dejo tomar profundamente por su alma. Rescato todos los residuos que el género ha ido dejando en mí. Me llenan los espíritus a los que yo alimenté. El recuerdo no sabe por qué llega pero me habita. Puro flamenco puro (abandónense a “Posesión por alegrías”).
- Mientras tanto en su álbum Colombiana (2019), Niño de Elche es abismal, teje ritmos latinoamericanos y los agita: mexicanos, venezolanos, cubanos y colombianos, que coquetean con el flamenco. Juntos: aúllan. “Colombiana nace de la idea de ir y volver, trata de la mezcla que ocurre entre España y Latinoamérica: esa frontera. Yo quería mostrar a la gente trabajando, me preguntaba: ¿qué tipo de sexo se tiene aquí?, ¿qué comidas nutren?, ¿qué drogas se viven? Cocaína, ayahuasca, cacao, azúcar”. En este álbum, los tambores son reyes, la chicha peruana eclipsa a los demás sin tregua, la cumbia seduce esqueletos y una auténtica salsa se desborda por las bocinas. Es una salsa de atrevida mezcolanza: palmas gitanas, himnos de guerra, psicodelia, cante jondo (caigan en el trance de “Tangos a la ayahuasca”).
—¿Hacia dónde vas, Niño? —continúo la entrevista.
—A mezclar límites. La frontera es una zona, no es una línea, toda zona de transición es la más mestiza, la más rica. Ahí es donde hierve, es ahí donde yo habito. El cantaor clásico que yo he sido ha muerto, porque ya no creo en la institucionalización de un arte como el flamenco que nació en la calle. Sin embargo, su espíritu, que es el alma del exiliado, vive en mí; del raro, del loco, de la bruja. A mí me interesan las formas extrañas de escuchar el mundo. La locura me provoca.
Capítulo 2: Un veneno, el reflector
Niño de Elche fue cómplice musical dos veces en El Madrileño, una colaboración que le puso los reflectores mundiales encima. “Para mí, trabajar con C-Tangana fue un cambio de paradigma. Di un salto de la escena independiente: de pronto la gente me reconocía por la calle”.
La primera canción que creó junto con C-Tangana fue el bolero “Un veneno” en 2018 para una presentación en vivo de Operación Triunfo en España. Ambos escribieron la letra y la compusieron. Esta canción reaparece en El Madrileño como uno de sus tracks insignia y José Feliciano se suma a la triada para hacer una versión voluptuosa.
La esperadísima gira actual de C-Tangana se llama: Sin cantar ni afinar, como el fragmento de la letra de “Un veneno”, antes del carraspeo que da pie al contoneo de la canción, como diciendo: “esta melodía es bandera de lo que brota así, con el alma caliente”.
—¿De qué se trata la canción “Un veneno”, que hiciste con C-Tangana?
—Comienza con la frase: “Una ambición desmedida, por las mujeres, la pasta y los focos”. Aquí hablamos de las ganas, a toda costa, de la admiración y las soledades que conlleva la fama. Hicimos un bolero.
El mestizaje, transgredir fronteras, habitar España pero ser peregrino, no ser músico: ser todo, esa ambición desmedida unió a C-Tangana y el Niño de Elche en su primera colaboración. “Un veneno” no es rumba, no es tango, no es danzón, no es cha cha chá. Es un bolero. Los dos artistas tienen en común el deseo de jugar con ritmos populares alejados entre sí y, al mismo tiempo, de reconectar con las raíces melódicas de sus tierras. ¿Qué tienen en común el fado portugués, el son cubano, el tango, el flamenco, el soul, el bolero? Nacen desde un sufrimiento compartido y sublimado, del infortunio transformado en placer: son cantos de las entrañas. “Un veneno” es adictiva y la fama sobreviene irremediablemente cuando a la gente le resuena en el cuerpo una canción que se repite sin decoro y que les hierve. ¿Qué hacían dos españoles, un rapero y un cantaor flamenco, inventando un bolero, género que es identitario de Cuba?: se unieron al movimiento de zarandear fronteras.
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