El sonido de las piedras
Roberto García Hernández
Fotografía de Adrián Duchateau
En la galería Labor, Pedro Reyes presenta la culminación de dos prácticas: la escultura en piedra y la construcción de instrumentos musicales.
Si algo caracteriza a Pedro Reyes es que su trabajo rebasa la mera experiencia del museo o la galería. Por ejemplo, sobre la superficie de sus esculturas descansa otro carácter que va más allá de la contemplación: éstas se convierten en vínculos con otras actividades de las que él se vuelve un mediador.
Ya en su proyecto Palas por pistolas (2008) Reyes fundió armas con el objetivo de crear palas para sembrar árboles, con lo que cerraba un ciclo de violencia para abrir uno de restauración; y en La Revolución Permanente (2014) sus abstracciones escultóricas representaban a personajes históricos como Karl Marx o Diego Rivera, marionetas de una obra de teatro que buscaba difundir conceptos que explicaran la realidad contemporánea. Las obras del artista funcionan también como una extensión de sus conflictos y negociaciones, buscan convertirse en una herramienta de procesos sociales, políticos, económicos o pedagógicos.
Las esculturas que se presentan desde el pasado mes de febrero en la galería Labor, en la Ciudad de México, no son la excepción y representan quizás su proyecto más ambicioso. En esta ocasión los resultados finales han quedado completamente fuera de su control para ser confiados a los músicos Alfredo Bringas, Raúl Tudón y Miguel González, de Tambuco, el ensamble de percusiones más importante de México. Bajo el título de “Música para litófonos”, Pedro Reyes presentó nueve esculturas de piedra tallada que son a la vez imponentes instrumentos musicales; es decir, litófonos. Seis de ellas, de mármol negro, parten de un bloque sólido (como las lengüetas de una caja de música) mientras que otras tres, de recinto, simulan los teponaxtles, tambores mexicas hechos con un tronco hueco.
Una vez construidos estos bloques de piedra, Ricardo Gallardo, director artístico de Tambuco, desarrolló una serie de composiciones tituladas Audiolitos, que fueron interpretadas en la galería. “El principal reto es explorar el instrumento para ver qué sonoridades tiene”, comenta Bringas. “Hicimos cinco composiciones y cada una, de alguna manera, intenta explorar diferentes velocidades, intensidades y tipos de texturas y timbres, porque estas esculturas tienen en sí mismas muchas posibilidades sonoras.” El tratamiento que los músicos dieron a las esculturas fue el mismo que le dan
a cualquier instrumento convencional.
Para esta exposición, Reyes explica cómo fue construir objetos de manera escultórica y musical: “El principio generador fue visual, aunque resultó en algo acústico. Lo que es interesante es cuando alguien los usa. Me interesa pensar en la construcción de objetos como generadores de actividades. Es decir, el objeto no como un fin en sí mismo sino un vehículo para un evento, y en el caso de la música lo que ocurre es que ese evento se vuelve algo social”.
Estos litófonos presentan una curiosa yuxtaposición. A diferencia de muchos instrumentos de percusión asociados con un tono festivo, el sonido de éstos es más lúgubre, como el de un ritual celebrado en una caverna hace miles de años. Al mismo tiempo las proporciones de estos prismas pétreos recuerdan las progresiones matemáticas empleadas por la escultura minimalista. El espectador se pregunta entonces cómo entender estas piezas, si como una ceremonia de lo milenario o de lo moderno.
Así como Reyes echa mano de elementos pasados y presentes, Tambuco no sólo toca estas grandes piedras como tambores, también las frotan, las aporrean con platillos, utilizan papel aluminio para multiplicar sus vibraciones, abordan palmo a palmo y modifican la materia como si fueran escultores encargados de desbastar el sonido escondido. Esa es la gran activación social de la que habla gran parte de la obra de Pedro Reyes.
“Yo veo a Pedro como un compositor musical”, agrega Tudón, “porque lo que hace un compositor es escribir una obra, darla y que los demás la hagan de nuevo, que la interpreten y la rehagan”. Lejos de restarle fuerza como arte, este proceso enriquece los litófonos, los vuelve una entidad autónoma con una vida más allá del pedestal que no necesita justificarse ni como arte ni como música.
“La escultura y la música tienen en común que las formas son conceptos. No necesitan verbalizarse para transmitir ideas. Me gusta que el arte llegue a un nivel de experiencia donde tengas una dimensión estética sin necesidad de apuntalarla con muchas explicaciones”, concluye Reyes sobre la experiencia de sus esculturas sonoras.
Música para litófonos
Hasta el 31 de marzo
Galería Labor
labor.org.mx
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