El difícil trabajo del ocio: Peter Fischli y David Weiss
Roberto García Hernández
Fotografía de Diego Berruecos
El Museo Jumex recibe la retrospectiva de Peter Fischli y David Weiss, con la que cuestionan las nociones de tiempo, labor y diversión.
Dos hombres disfrazados de rata y oso panda caminan por el bosque. Filosofan sobre aquello a su alrededor, recuerdan momentos de su pasado y se olvidan de sí mismos cantando. El oso pregunta, de pronto, a la rata: “¿Crees que se puede conseguir la felicidad con la producción y la distribución de la mercancía?” Sus observaciones parecen excéntricas, pero no dejan de ser enigmáticas, como si revelaran una verdad universal. Esta película (El Camino Correcto, 1983) es obra de los artistas suizos Peter Fischli y David Weiss, quienes han revisado los temas más mundanos por más de 33 años de trabajo en conjunto, ya sea caracterizados de sus álter egos, o en meticulosas instalaciones.
Para celebrar su alianza artística, el Museo Guggenheim de Nueva York organizó “Cómo Trabajar Mejor”, la retrospectiva más grande a la fecha del dúo suizo, cuya colaboración concluyó en 2012 con el fallecimiento de Weiss y que ahora llega al Museo Jumex con más de 200 obras. La muestra incluye sus series más representativas conformadas por esculturas, fotografías, películas y videos que cuestionan la aparente oposición entre el trabajo y el ocio.
Desde sus inicios, los artistas se empeñaron en formular preguntas profundas o burdas, impregnadas de un sentido del humor que —sin dar muchas pistas sobre qué tratan sus piezas— provocaba un desconcierto favorable para que el espectador sacara sus propias conclusiones. “El malentendido agrega muchísimo a las obras”, dice Peter Fischli en entrevista exclusiva para Gatopardo, mientras recorre la exposición. Ahí, mira Proyecciones de preguntas (2000-2003), que enlista preguntas en cientos de diapositivas que aparecen y desaparecen en un cuarto oscuro: “¿Mi fantasma maneja mi carro por las noches?” o “¿La libertad de las aves está sobrevalorada?” Para Fischli, las preguntas son ligeras y liberan al espectador de sus propias ideas: “No es necesario encontrar la respuesta porque las preguntas desaparecen. En el momento en que empiezas a pensar, se borran, son como fantasmas”.
No obstante, la obra que mejor ejemplifica este cuestionamiento es De pronto este panorama (1981-presente), una serie de esculturas de arcilla con las que los artistas se propusieron crear una compilación subjetiva del conocimiento universal. “Pensamos en hacer una enciclopedia, pero con las reglas equivocadas porque las enciclopedias dividen lo importante de lo no importante, y lo que hicimos fue ignorar esa discusión”, dice. Las esculturas recrean situaciones cotidianas, como un supermercado o momentos en la historia como un Jacques Lacan, a la edad de dos años, reconociendo su propia imagen en el espejo. “Al final se trata de todas las cosas que están en nuestra cabeza, las que aprendes en la escuela, cosas que has escuchado, todos estos sobrantes del conocimiento y el conocimiento al mismo tiempo, mezclándolos”, dice Fischli.
El segundo piso del museo es confuso: uno encuentra pedestales, herramientas, botes de pintura, pedazos de madera, muebles y empaques de comida abarrotando la sala, como si hubieran olvidado instalar la obra. Sólo al observar detenidamente (o leer la ficha técnica) el espectador pone atención a estos objetos que hasta hace unos segundos parecían insignificantes: son falsos, todas son esculturas de poliuretano tallado y pintado a mano con gran maestría.
Para los artistas es un recordatorio de la labor que toma producir las obras. “Queríamos que el trabajo mismo fuera la obra. Se trata de ver cómo las piezas son creadas, de los seres humanos que están detrás, porque son hechas por gente; son todas estas cosas que de cierto modo no pertenecen a la obra, pero se cuelan por la puerta de atrás”, dice Fischli.
Otra constante de Fischli y Weiss es la subversiva mezcla de labor e inutilidad, como en El curso de las cosas, el video de una kilométrica reacción en cadena: una bolsa de basura empuja una llanta, tira una vela, incendia una cuerda, deja caer una lata, en un largo etcétera. Parece ociosa, pero está repleta de reacciones químicas complejas y movimientos precisos, sin contar su media hora de duración. La puesta en escena es tan intrincada como inútil, exponiendo la dinámica en que opera la actividad artística, que usualmente no lleva a nada.
En Fischli y Weiss nunca hay transformaciones rebuscadas, sus instalaciones son amigables y humildes, desconocen el cinismo que acompaña a mucho del arte contemporáneo. Lo que sí conocen es un divertido forcejeo entre el trabajo duro y el ocio, filosofía y banalidad, seriedad y humor, territorios que quizás por encontrarse alejados entre sí abrieron espacios suficientemente grandes para mantener una dinámica que les permitió colaborar tanto tiempo con base en una sensibilidad común. “Yo más bien diría que compartíamos una mentalidad”, recuerda Peter, quien más tarde, entre risas, como sentenciando, agrega “esta vida de buenos para nada”.
Peter Fischli y David Weiss. Cómo trabajar mejor
Hasta el 4 de septiembre de 2016
Museo Jumex
fundacionjumex.org
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