The Lighthouse
Una entrevista a su director, Robert Eggers.
En la completa oscuridad de una sala de cine, el ronco alarido de una abrasiva alarma de niebla retumba en los tímpanos. Así, con un ruido que sacude las vísceras y el pecho, es como Robert Eggers decidió arrancar su segunda película The Lighthouse (El Faro, en México). Tiempo atrás, cuando los faros no eran automáticos, su regulación y mantenimiento dependía de dos personas (hombres), encargados de su cuidado. Estas personas (conocidas en inglés como wickies) también debían activar la —hoy obsoleta— alarma de niebla, una herramienta cuyo grave rugido de baja frecuencia advertía a barcos sobre la presencia de aguas poco profundas, costas rocosas u otros peligros cuando la visibilidad fuese nula.
La presencia de esta alerta al inicio no es casualidad. Desde los primeros segundos de su más reciente película, Eggers establece un par de bases. La primera es delatar que se trata de una película de época, y la segunda, que en esa impenetrable oscuridad hay una advertencia de peligro, de que algo ominoso está cerca.
Protagonizada por Robert Pattinson y Willem Dafoe en un iracundo duelo de actuación, The Lighthouse es una película que revela a través del sonido, ambientes cuidadosamente escondidos al espectador, que la mayor parte del tiempo puede ver solamente un reducido espacio con el potencial de exasperar a aquellos con propensión a la claustrofobia. The Lighthouse es una película que no dice tanto, más bien decide mostrarlo. Es una delirante y muy realista pesadilla donde la historia se vuelve secundaria para cederle protagonismo a su tétrica atmósfera.
“La trama es reducida, y llegué a ella en mi segundo día de investigación”, dice Robert Eggers a Gatopardo. El director, obsesionado con lo sobrenatural y lo oculto, cuenta que The Lighthouse está inspirada en un incidente de 1801 en el faro Smalls en Gales, en el que dos cuidadores, ambos llamados Thomas, son víctimas del aislamiento y de su mutua hostilidad.
Este es su segundo esfuerzo en dirección tras The Witch (2016), otra película de época, donde una familia de puritana del siglo XVII en Nueva Inglaterra, sucumbe ante el aislamiento, así como a una fuerza invisible que acecha el bosque cercano. Para The Lighthouse, Eggers colaboró con su hermano Max, con quien desarrolló el guión, espacio e historia. “Revisamos instructivos para cuidadores de faros —que Robert Pattinson lee en un momento de sermón—, fotografías de barriles con queroseno, cobertizos de barcos y otras referencias visuales”, explica Eggers. “Toma más tiempo inventar un mundo así que recrearlo, pero cada botón de ropa, clavo o cuchillo oxidado construye este mundo tanto como el formato 35 mm o la proporción visual”.
Claro que la investigación no se limitó a la construcción de espacios o ambientación. La manera en la que los personajes hablan también fue exhaustivamente revisada, con bibliografía de la época (1890) y jerga de ese contexto. “Hablan, principalmente, en dialectos olvidados”, aclara Eggers. “Willem habla en slang de marineros y Robert en dialecto de leñador. Trabajamos con asesores en estos temas durante la filmación para que todo fuese auténtico y consistente”. Además, en los créditos finales de la película se puntualiza que el diálogo (especialmente los monólogos y discursos de Willem Dafoe) están inspirados en textos de Shakespeare y John Milton, pasados por el sarroso filtro de Herman Melleville y el Capitán Ahab.
En su presentación durante el Festival Internacional de Cine de Morelia, Dafoe compartió que fueron sesiones agotadoras de ensayo entre los actores, hasta que eventualmente encontraron ritmo y música en la conversación. “Ni Robert Pattinson ni yo hablamos una palabra que no estuviese en el guión”, dijo.
Como un experiencia profundamente inmersiva, Eggers hizo de The Lighthouse un triunfo alucinante. Todos sus elementos formales tienen una personalidad que se funde en una potente experiencia entre lo grotesco, lo surreal y la catártico.
A través de su diseño sonoro, Eggers manifiesta su intención de “irritar al público”, pero no lo suficiente como para que abandonen el cine. En el plano visual, el director de fotografía Jarin Blaschke combinó una cámara con lentes antiguos y película en 35 mm para lograr un tenebroso blanco y negro de alto contraste, similar a una película vieja, pero con la manufactura del siglo XXI.
Robert Eggers admite que sus referencias para The Lighthouse son demasiadas para enumerar, pero hay una particularmente llamativa: Bèla Tarr, especialmente El Caballo de Turín. La influencia es evidente. Hay un enfoque en los ambientes húmedos, en la suciedad y en la podredumbre humana. Y a pesar de este pesimismo, The Lighthouse (como El Caballo de Turín) es una película que exige una atención absoluta hacia la pantalla, pues es imposible distraer los ojos de su explosivo estilo. The Lighthouse es el resultado de un esfuerzo único, donde investigación, proeza cinematográfica y una espectacular dirección de actores consolidaron un mundo imposible de ver en otro lado, salvo en la pantalla grande.
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