Historia musical reducida a cenizas
Once años atrás un incendio en los almacenes de Universal destruyó invaluables grabaciones maestras
El 3 de febrero de 1959 murieron Ritchie Valens, Buddy Holly y The Big Bopper en un trágico accidente aéreo en Iowa. Aquella fecha pasó a la historia como el día que la música murió. Cincuenta años después, otra tragedia musical sacudió a la industria.
En junio de 2008, tres acres de bodegas y lotes se incendiaron en Los Ángeles, California sin reportar muertos. El fuego era incontenible y los bomberos tuvieron que derribar las instalaciones.
El incendio comenzó mientras se hacían labores de mantenimiento en las bodegas, de acuerdo con los peritajes oficiales. El primer saldo reportado fue la pérdida de un parque temático y varios almacenes de la disquera Universal. Pasaron más de diez años antes de que se conociera el tamaño real de la pérdida.
Fue hasta junio de 2019 cuando el periódico The New York Times publicó un reportaje que revelaba que los almacenes que se perdieron completamente estaban llenos de cintas maestras de audio analógico de por lo menos 100 artistas. Dos semanas después de ese primer cálculo, la cifra se actualizó con más de 700 nombres de músicos de diferentes épocas y géneros.
Cuando las pérdidas se comprendieron en su justa medida, el accidente fue catalogado como el más grande desastre en la historia de la música musical. Entre las grabaciones perdidas estaba Buddy Holly, Aretha Franklin, Joan Baez, Chet Baker, The Carpenters, Ray Charles, Chubby Checker, Cher, Eric Clapton, Neil Diamond, 50 Cent, Nirvana, Tom Petty, Louis Armstrong, Duke Ellington, Judy Garland, Etta James, Loretta Lynn, Yoko Ono, Elton John, Janet Jackson, No Doubt, Tupac Shakur, The Who, Hole.
También se perdió material de B.B. King, Jerry Lee Lewis, Ennio Morricone, Weezer, Blink-182, Olivia Newton-John, Al Green, Alice Coltrane, Big Mama Thornton, Billie Holiday, Iggy Pop, John Coltrane, The Eagles, Sun Ra, Sonic Youth, Snoop Dog y Sister Rosetta.
De acuerdo con el Instituto Smithsonian la importancia de las cintas maestras recae en que, aunque existen copias disponibles en servicios de streaming, la calidad del sonido nunca es la misma. “Eso significa que las versiones más ricas en sonido están irremediablemente perdidas. Sin mencionar las pistas inéditas o las grabaciones de instrumentos aislados, que podrían conformar en conjunto una canción”, explica el centro de educación e investigación en Estados Unidos. En los almacenes había además mucho material de música y video del que no se tiene registro.
Los artistas no se enteraron de nada de esto, hasta ahora. Además, Universal no ha explicado por qué mantuvo en secreto esta información relevante para el público y los músicos.
“Yo creo que (Universal) estaba particularmente preocupado por las reacciones de los artistas. Creo que muchos de ellos se habrían sentido traicionados o molestos de saber que su material tan preciado no obtuvo el cuidado adecuado”, especuló Jody Rosen, el autor del reportaje, en entrevista con NPR.
El periodista de The New York Times recalcó que la disquera, una de las más grandes del mundo guardó silencio desde 2008, a pesar de que sí hizo una especie de inventario con los bienes destruidos. Sin embargo, los datos eran bastante ambiguos y la cifra de material en cenizas variaba entre 118 mil grabaciones y 500 mil archivos.
El reportero del diario dijo que consiguió documentos confidenciales en los que estimaban estos daños, aunque según la prensa local, la relación de las pérdidas no estaba completa, ni detallaba qué obras eran. En el registro había términos como “cintas maestras con canciones extras que nadie ha oído de Nirvana”.
Otra razón que provocó la indignación de los artistas, fue que Universal cobró la póliza de seguros por 150 millones de dólares y no compartió ningún monto con los artistas afectados, quienes por contrato, merecían por lo menos el 50 por ciento de esta cifra.
Hasta ahora, los artistas que demandarán a la disquera son Courtney Love, Soundgarden, Tom Petty y los representantes de Tupac Shakur.
Esta tragedia musical puso varias cuestiones en evidencia que nunca se habían contemplado, o no lo suficiente, respecto al almacén físico de las obras. El día que la música se incendió puso en evidencia la falta de profesionalización para conservar estos repertorios y la falta de protocolos ante este tipo de desastres.
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