Los cárteles de la droga también han aprovechado el fenómeno del nearshoring en México y han aumentado su producción y distribución de fentanilo, una sustancia que mató a 71 mil personas en 2021 en EE.UU
En los últimos cuatro años la crisis de seguridad y salud pública en Estados Unidos, derivada del consumo de fentanilo, ha aumentado las tensiones políticas con México, debido a que un porcentaje considerable de la droga que llega a nuestro vecino del norte proviene de laboratorios instalados en nuestro país. El problema es grave y avanza rápidamente. En 2015, cuando el consumo de este opiáceo apenas comenzaba a popularizarse, 10 mil personas murieron a causa de ello, y para 2021 esta cifra se disparó hasta alcanzar las 71 mil muertes.
La creciente demanda de fentanilo ha generado que México produzca y exporte cada vez más producto y al ser un negocio manejado principalmente por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa, la violencia ha tomado un nuevo rostro; hace apenas un par de semanas un grupo de cuatro estadounidenses que viajaban al Estado de Tamaulipas fueron interceptados, secuestrados y dos de ellos asesinados por lo que pudo ser una confusión o supuestos vínculos con el CJNG, lo que aumentó las tensiones entre ambos países.
Pero esto no es algo nuevo, la tensión viene de tiempo atrás, especialmente a partir de 2019, cuando el expresidente Donald Trump dijo que buscaría tipificar a los carteles de droga mexicanos como organizaciones terroristas, propuesta que ofreció de manera directa al presidente López Obrador, quien la rechazó abiertamente. Pero la iniciativa no se quedó ahí, en septiembre de 2022, el gobernador de Texas, Greg Abbott, emitió una orden ejecutiva para continuar con esta propuesta y hacer que el actual presidente, Joe Biden, designara a los carteles de la droga bajo la categoría de terroristas. Para febrero de 2023, 21 fiscales de estados Republicanos de la Unión Americana, volvieron a ejercer presión sobre el presidente Biden para llevar a cabo esta petición, aunque aún no ha prosperado.
Sin embargo, estas iniciativas alcanzaron un nuevo nivel a inicios de marzo, cuando se planteó una resolución para autorizar operaciones militares en nuestro territorio contra varios cárteles mexicanos. Se trata de una justificación para ingresar tropas estadounidenses al país, aun sin autorización del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ya se ha posicionado fuertemente en contra.
¿Cómo llegó el fentanilo a convertirse en un problema de esa dimensión?, ¿cómo es que México enfrentará esta crisis sin vulnerar su soberanía?, y lo más importante, ¿son viables las propuestas hechas por los republicanos estadounidenses?
Es importante saber que el fentanilo es un producto legal que lleva muchos años usándose en el gremio médico, ya que pertenece a la familia de los opioides. Fue creado con fines anestésicos en 1959 por el farmacobiólogo belga Paul Janssen y fue usado por primera vez en humanos en 1963 en Europa. En la actualidad se usa legalmente para disminuir el dolor en pacientes de cáncer, artritis reumatoide o después de cirugías complejas. Sin embargo, su uso ha tomado un camino ilegal en años recientes. Carlos Matienzo, maestro en Seguridad y Resolución de Conflictos por la Universidad de Columbia, lo explica. “Ha comenzado a usarse como droga, de la misma manera en que se utiliza la heroína, pero el gran problema del fentanilo es que es mucho más fuerte y más fácil transportar de manera ilegal a los Estados Unidos, porque con menos haces más, así que es muy buen negocio para el crimen organizado y mucho más peligroso para los consumidores”.
Para entender su impacto en la salud, hay que mencionar que al fentanilo se le suelen añadir químicos para volverlo más fuerte y adictivo, por ejemplo, una molécula llamada 4-anilino-N-fenetil-4-piperidina, la cual se importa desde Asia y se mezcla con otras drogas fuertes, como la cocaína, para aumentar aún más su efecto.
Tal como lo explica Carlos, no solo es una droga altamente adictiva, sino que es un negocio sumamente redituable, por ejemplo, con tan solo 10 gramos se pueden producir más de 300 dosis de fentanilo y cada dosis puede costar entre 10 y 60 dólares, dependiendo del sector económico en el que se venda. Además, al ser un producto creado en laboratorio, las dosis son de tamaños tan pequeños que pueden ser transportadas incluso a pie, en una mochila, y obtener miles de dólares de ello, a comparación de la cocaína o la marihuana, que necesitan de camiones y múltiples negociaciones para movilizar las toneladas necesarias para hacerlas rentables. Es por esta razón que México se ha convertido en uno de sus principales exportadores.
“El fentanilo es una droga relativamente nueva y hasta 2019 el principal productor era China, pero cuando vino la pandemia se frenaron las exportaciones de ese país y del mundo entero, entonces ya no se podían usar, ni empresas fantasmas, ni cargamentos, ni servicios postales a para enviar estas pequeñas dosis”, explica Carlos Matienzo. “Es ahí donde entró el nearshoring del crimen organizado en México. Los cárteles entendieron muy bien que ellos podían sustituir a China y comenzaron, ya no solo a jugar un rol secundario, sino a ser los principales productores y exportadores, obteniendo los precursores químicos desde China, que en su disputa con Estados Unidos, bajó la guardia y dejó de hacer mucho para evitar que se exportaran estos precursores”.
En pocas palabras, lo que hicieron los carteles mexicanos fue dejar de comprar el fentanilo de manera directa y empezar a producirlo ellos mismos en laboratorios montados en varias zonas de la frontera del país, importando únicamente los precursores necesarios y adicionando componentes que lo hacen más fuerte. Esto, sin duda, mejora sus rendimientos económicos y al producirse tan cerca de Estados Unidos facilita su transportación, lo que disminuye costos. Tan solo de 2020 a 2022 las incautaciones en la frontera se triplicaron.
Es claro que este es un problema enorme que no solo está provocando una crisis de salud y seguridad, sino también política, así como sucedió con la heroína y la marihuana en su momento, pero ¿cómo interpretar las agresivas iniciativas republicanas de interferir en nuestro territorio?
Enrique Perret, director ejecutivo de la US-Mexico Foundation y presidente-fundador del North Capital Forum, hace un análisis del panorama internacional: “De entrada el fentanilo es muchísimo más adictivo que otras drogas, se habla de que es decenas de veces más potente que la heroína o la cocaína, y al final del día, cuando hablas de 100.000 muertes en Estados Unidos no estás hablando de una afectación individual, sino de algo que impacta a muchísimas familias”. Sin embargo, esto va mucho más allá de la preocupación por el problema de salud. “Cuando un congresista o alguien en Estados Unidos dice ‘es que hay que intervenir militarmente’, pues resuena muchísimo y hay una afectación en la narrativa muy fuerte; pero hay que tomarlo de quien viene: todo esto ha escalado porque se viene un proceso electoral, tanto en Estados Unidos como en México, que alienta respuestas más fuertes. Es un momento de polarización”, añade Enrique.
Por todo esto es importante entender que no es el gobierno de Estados Unidos quien está impulsando todo esto, sino los liderazgos de oposición dentro de un contexto electoral importante. Sin embargo, hay que tomar estas declaraciones e iniciativas con mucha cautela y no minimizar los reclamos, pues existe una exigencia real de Estados Unidos para detener la producción de fentanilo en el país, y se trata de una demanda a la que México no ha sabido responder.
Los cárteles de la droga también han aprovechado el fenómeno del nearshoring en México y han aumentado su producción y distribución de fentanilo, una sustancia que mató a 71 mil personas en 2021 en EE.UU
En los últimos cuatro años la crisis de seguridad y salud pública en Estados Unidos, derivada del consumo de fentanilo, ha aumentado las tensiones políticas con México, debido a que un porcentaje considerable de la droga que llega a nuestro vecino del norte proviene de laboratorios instalados en nuestro país. El problema es grave y avanza rápidamente. En 2015, cuando el consumo de este opiáceo apenas comenzaba a popularizarse, 10 mil personas murieron a causa de ello, y para 2021 esta cifra se disparó hasta alcanzar las 71 mil muertes.
La creciente demanda de fentanilo ha generado que México produzca y exporte cada vez más producto y al ser un negocio manejado principalmente por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa, la violencia ha tomado un nuevo rostro; hace apenas un par de semanas un grupo de cuatro estadounidenses que viajaban al Estado de Tamaulipas fueron interceptados, secuestrados y dos de ellos asesinados por lo que pudo ser una confusión o supuestos vínculos con el CJNG, lo que aumentó las tensiones entre ambos países.
Pero esto no es algo nuevo, la tensión viene de tiempo atrás, especialmente a partir de 2019, cuando el expresidente Donald Trump dijo que buscaría tipificar a los carteles de droga mexicanos como organizaciones terroristas, propuesta que ofreció de manera directa al presidente López Obrador, quien la rechazó abiertamente. Pero la iniciativa no se quedó ahí, en septiembre de 2022, el gobernador de Texas, Greg Abbott, emitió una orden ejecutiva para continuar con esta propuesta y hacer que el actual presidente, Joe Biden, designara a los carteles de la droga bajo la categoría de terroristas. Para febrero de 2023, 21 fiscales de estados Republicanos de la Unión Americana, volvieron a ejercer presión sobre el presidente Biden para llevar a cabo esta petición, aunque aún no ha prosperado.
Sin embargo, estas iniciativas alcanzaron un nuevo nivel a inicios de marzo, cuando se planteó una resolución para autorizar operaciones militares en nuestro territorio contra varios cárteles mexicanos. Se trata de una justificación para ingresar tropas estadounidenses al país, aun sin autorización del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ya se ha posicionado fuertemente en contra.
¿Cómo llegó el fentanilo a convertirse en un problema de esa dimensión?, ¿cómo es que México enfrentará esta crisis sin vulnerar su soberanía?, y lo más importante, ¿son viables las propuestas hechas por los republicanos estadounidenses?
Es importante saber que el fentanilo es un producto legal que lleva muchos años usándose en el gremio médico, ya que pertenece a la familia de los opioides. Fue creado con fines anestésicos en 1959 por el farmacobiólogo belga Paul Janssen y fue usado por primera vez en humanos en 1963 en Europa. En la actualidad se usa legalmente para disminuir el dolor en pacientes de cáncer, artritis reumatoide o después de cirugías complejas. Sin embargo, su uso ha tomado un camino ilegal en años recientes. Carlos Matienzo, maestro en Seguridad y Resolución de Conflictos por la Universidad de Columbia, lo explica. “Ha comenzado a usarse como droga, de la misma manera en que se utiliza la heroína, pero el gran problema del fentanilo es que es mucho más fuerte y más fácil transportar de manera ilegal a los Estados Unidos, porque con menos haces más, así que es muy buen negocio para el crimen organizado y mucho más peligroso para los consumidores”.
Para entender su impacto en la salud, hay que mencionar que al fentanilo se le suelen añadir químicos para volverlo más fuerte y adictivo, por ejemplo, una molécula llamada 4-anilino-N-fenetil-4-piperidina, la cual se importa desde Asia y se mezcla con otras drogas fuertes, como la cocaína, para aumentar aún más su efecto.
Tal como lo explica Carlos, no solo es una droga altamente adictiva, sino que es un negocio sumamente redituable, por ejemplo, con tan solo 10 gramos se pueden producir más de 300 dosis de fentanilo y cada dosis puede costar entre 10 y 60 dólares, dependiendo del sector económico en el que se venda. Además, al ser un producto creado en laboratorio, las dosis son de tamaños tan pequeños que pueden ser transportadas incluso a pie, en una mochila, y obtener miles de dólares de ello, a comparación de la cocaína o la marihuana, que necesitan de camiones y múltiples negociaciones para movilizar las toneladas necesarias para hacerlas rentables. Es por esta razón que México se ha convertido en uno de sus principales exportadores.
“El fentanilo es una droga relativamente nueva y hasta 2019 el principal productor era China, pero cuando vino la pandemia se frenaron las exportaciones de ese país y del mundo entero, entonces ya no se podían usar, ni empresas fantasmas, ni cargamentos, ni servicios postales a para enviar estas pequeñas dosis”, explica Carlos Matienzo. “Es ahí donde entró el nearshoring del crimen organizado en México. Los cárteles entendieron muy bien que ellos podían sustituir a China y comenzaron, ya no solo a jugar un rol secundario, sino a ser los principales productores y exportadores, obteniendo los precursores químicos desde China, que en su disputa con Estados Unidos, bajó la guardia y dejó de hacer mucho para evitar que se exportaran estos precursores”.
En pocas palabras, lo que hicieron los carteles mexicanos fue dejar de comprar el fentanilo de manera directa y empezar a producirlo ellos mismos en laboratorios montados en varias zonas de la frontera del país, importando únicamente los precursores necesarios y adicionando componentes que lo hacen más fuerte. Esto, sin duda, mejora sus rendimientos económicos y al producirse tan cerca de Estados Unidos facilita su transportación, lo que disminuye costos. Tan solo de 2020 a 2022 las incautaciones en la frontera se triplicaron.
Es claro que este es un problema enorme que no solo está provocando una crisis de salud y seguridad, sino también política, así como sucedió con la heroína y la marihuana en su momento, pero ¿cómo interpretar las agresivas iniciativas republicanas de interferir en nuestro territorio?
Enrique Perret, director ejecutivo de la US-Mexico Foundation y presidente-fundador del North Capital Forum, hace un análisis del panorama internacional: “De entrada el fentanilo es muchísimo más adictivo que otras drogas, se habla de que es decenas de veces más potente que la heroína o la cocaína, y al final del día, cuando hablas de 100.000 muertes en Estados Unidos no estás hablando de una afectación individual, sino de algo que impacta a muchísimas familias”. Sin embargo, esto va mucho más allá de la preocupación por el problema de salud. “Cuando un congresista o alguien en Estados Unidos dice ‘es que hay que intervenir militarmente’, pues resuena muchísimo y hay una afectación en la narrativa muy fuerte; pero hay que tomarlo de quien viene: todo esto ha escalado porque se viene un proceso electoral, tanto en Estados Unidos como en México, que alienta respuestas más fuertes. Es un momento de polarización”, añade Enrique.
Por todo esto es importante entender que no es el gobierno de Estados Unidos quien está impulsando todo esto, sino los liderazgos de oposición dentro de un contexto electoral importante. Sin embargo, hay que tomar estas declaraciones e iniciativas con mucha cautela y no minimizar los reclamos, pues existe una exigencia real de Estados Unidos para detener la producción de fentanilo en el país, y se trata de una demanda a la que México no ha sabido responder.
Los cárteles de la droga también han aprovechado el fenómeno del nearshoring en México y han aumentado su producción y distribución de fentanilo, una sustancia que mató a 71 mil personas en 2021 en EE.UU
En los últimos cuatro años la crisis de seguridad y salud pública en Estados Unidos, derivada del consumo de fentanilo, ha aumentado las tensiones políticas con México, debido a que un porcentaje considerable de la droga que llega a nuestro vecino del norte proviene de laboratorios instalados en nuestro país. El problema es grave y avanza rápidamente. En 2015, cuando el consumo de este opiáceo apenas comenzaba a popularizarse, 10 mil personas murieron a causa de ello, y para 2021 esta cifra se disparó hasta alcanzar las 71 mil muertes.
La creciente demanda de fentanilo ha generado que México produzca y exporte cada vez más producto y al ser un negocio manejado principalmente por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa, la violencia ha tomado un nuevo rostro; hace apenas un par de semanas un grupo de cuatro estadounidenses que viajaban al Estado de Tamaulipas fueron interceptados, secuestrados y dos de ellos asesinados por lo que pudo ser una confusión o supuestos vínculos con el CJNG, lo que aumentó las tensiones entre ambos países.
Pero esto no es algo nuevo, la tensión viene de tiempo atrás, especialmente a partir de 2019, cuando el expresidente Donald Trump dijo que buscaría tipificar a los carteles de droga mexicanos como organizaciones terroristas, propuesta que ofreció de manera directa al presidente López Obrador, quien la rechazó abiertamente. Pero la iniciativa no se quedó ahí, en septiembre de 2022, el gobernador de Texas, Greg Abbott, emitió una orden ejecutiva para continuar con esta propuesta y hacer que el actual presidente, Joe Biden, designara a los carteles de la droga bajo la categoría de terroristas. Para febrero de 2023, 21 fiscales de estados Republicanos de la Unión Americana, volvieron a ejercer presión sobre el presidente Biden para llevar a cabo esta petición, aunque aún no ha prosperado.
Sin embargo, estas iniciativas alcanzaron un nuevo nivel a inicios de marzo, cuando se planteó una resolución para autorizar operaciones militares en nuestro territorio contra varios cárteles mexicanos. Se trata de una justificación para ingresar tropas estadounidenses al país, aun sin autorización del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ya se ha posicionado fuertemente en contra.
¿Cómo llegó el fentanilo a convertirse en un problema de esa dimensión?, ¿cómo es que México enfrentará esta crisis sin vulnerar su soberanía?, y lo más importante, ¿son viables las propuestas hechas por los republicanos estadounidenses?
Es importante saber que el fentanilo es un producto legal que lleva muchos años usándose en el gremio médico, ya que pertenece a la familia de los opioides. Fue creado con fines anestésicos en 1959 por el farmacobiólogo belga Paul Janssen y fue usado por primera vez en humanos en 1963 en Europa. En la actualidad se usa legalmente para disminuir el dolor en pacientes de cáncer, artritis reumatoide o después de cirugías complejas. Sin embargo, su uso ha tomado un camino ilegal en años recientes. Carlos Matienzo, maestro en Seguridad y Resolución de Conflictos por la Universidad de Columbia, lo explica. “Ha comenzado a usarse como droga, de la misma manera en que se utiliza la heroína, pero el gran problema del fentanilo es que es mucho más fuerte y más fácil transportar de manera ilegal a los Estados Unidos, porque con menos haces más, así que es muy buen negocio para el crimen organizado y mucho más peligroso para los consumidores”.
Para entender su impacto en la salud, hay que mencionar que al fentanilo se le suelen añadir químicos para volverlo más fuerte y adictivo, por ejemplo, una molécula llamada 4-anilino-N-fenetil-4-piperidina, la cual se importa desde Asia y se mezcla con otras drogas fuertes, como la cocaína, para aumentar aún más su efecto.
Tal como lo explica Carlos, no solo es una droga altamente adictiva, sino que es un negocio sumamente redituable, por ejemplo, con tan solo 10 gramos se pueden producir más de 300 dosis de fentanilo y cada dosis puede costar entre 10 y 60 dólares, dependiendo del sector económico en el que se venda. Además, al ser un producto creado en laboratorio, las dosis son de tamaños tan pequeños que pueden ser transportadas incluso a pie, en una mochila, y obtener miles de dólares de ello, a comparación de la cocaína o la marihuana, que necesitan de camiones y múltiples negociaciones para movilizar las toneladas necesarias para hacerlas rentables. Es por esta razón que México se ha convertido en uno de sus principales exportadores.
“El fentanilo es una droga relativamente nueva y hasta 2019 el principal productor era China, pero cuando vino la pandemia se frenaron las exportaciones de ese país y del mundo entero, entonces ya no se podían usar, ni empresas fantasmas, ni cargamentos, ni servicios postales a para enviar estas pequeñas dosis”, explica Carlos Matienzo. “Es ahí donde entró el nearshoring del crimen organizado en México. Los cárteles entendieron muy bien que ellos podían sustituir a China y comenzaron, ya no solo a jugar un rol secundario, sino a ser los principales productores y exportadores, obteniendo los precursores químicos desde China, que en su disputa con Estados Unidos, bajó la guardia y dejó de hacer mucho para evitar que se exportaran estos precursores”.
En pocas palabras, lo que hicieron los carteles mexicanos fue dejar de comprar el fentanilo de manera directa y empezar a producirlo ellos mismos en laboratorios montados en varias zonas de la frontera del país, importando únicamente los precursores necesarios y adicionando componentes que lo hacen más fuerte. Esto, sin duda, mejora sus rendimientos económicos y al producirse tan cerca de Estados Unidos facilita su transportación, lo que disminuye costos. Tan solo de 2020 a 2022 las incautaciones en la frontera se triplicaron.
Es claro que este es un problema enorme que no solo está provocando una crisis de salud y seguridad, sino también política, así como sucedió con la heroína y la marihuana en su momento, pero ¿cómo interpretar las agresivas iniciativas republicanas de interferir en nuestro territorio?
Enrique Perret, director ejecutivo de la US-Mexico Foundation y presidente-fundador del North Capital Forum, hace un análisis del panorama internacional: “De entrada el fentanilo es muchísimo más adictivo que otras drogas, se habla de que es decenas de veces más potente que la heroína o la cocaína, y al final del día, cuando hablas de 100.000 muertes en Estados Unidos no estás hablando de una afectación individual, sino de algo que impacta a muchísimas familias”. Sin embargo, esto va mucho más allá de la preocupación por el problema de salud. “Cuando un congresista o alguien en Estados Unidos dice ‘es que hay que intervenir militarmente’, pues resuena muchísimo y hay una afectación en la narrativa muy fuerte; pero hay que tomarlo de quien viene: todo esto ha escalado porque se viene un proceso electoral, tanto en Estados Unidos como en México, que alienta respuestas más fuertes. Es un momento de polarización”, añade Enrique.
Por todo esto es importante entender que no es el gobierno de Estados Unidos quien está impulsando todo esto, sino los liderazgos de oposición dentro de un contexto electoral importante. Sin embargo, hay que tomar estas declaraciones e iniciativas con mucha cautela y no minimizar los reclamos, pues existe una exigencia real de Estados Unidos para detener la producción de fentanilo en el país, y se trata de una demanda a la que México no ha sabido responder.
Los cárteles de la droga también han aprovechado el fenómeno del nearshoring en México y han aumentado su producción y distribución de fentanilo, una sustancia que mató a 71 mil personas en 2021 en EE.UU
En los últimos cuatro años la crisis de seguridad y salud pública en Estados Unidos, derivada del consumo de fentanilo, ha aumentado las tensiones políticas con México, debido a que un porcentaje considerable de la droga que llega a nuestro vecino del norte proviene de laboratorios instalados en nuestro país. El problema es grave y avanza rápidamente. En 2015, cuando el consumo de este opiáceo apenas comenzaba a popularizarse, 10 mil personas murieron a causa de ello, y para 2021 esta cifra se disparó hasta alcanzar las 71 mil muertes.
La creciente demanda de fentanilo ha generado que México produzca y exporte cada vez más producto y al ser un negocio manejado principalmente por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa, la violencia ha tomado un nuevo rostro; hace apenas un par de semanas un grupo de cuatro estadounidenses que viajaban al Estado de Tamaulipas fueron interceptados, secuestrados y dos de ellos asesinados por lo que pudo ser una confusión o supuestos vínculos con el CJNG, lo que aumentó las tensiones entre ambos países.
Pero esto no es algo nuevo, la tensión viene de tiempo atrás, especialmente a partir de 2019, cuando el expresidente Donald Trump dijo que buscaría tipificar a los carteles de droga mexicanos como organizaciones terroristas, propuesta que ofreció de manera directa al presidente López Obrador, quien la rechazó abiertamente. Pero la iniciativa no se quedó ahí, en septiembre de 2022, el gobernador de Texas, Greg Abbott, emitió una orden ejecutiva para continuar con esta propuesta y hacer que el actual presidente, Joe Biden, designara a los carteles de la droga bajo la categoría de terroristas. Para febrero de 2023, 21 fiscales de estados Republicanos de la Unión Americana, volvieron a ejercer presión sobre el presidente Biden para llevar a cabo esta petición, aunque aún no ha prosperado.
Sin embargo, estas iniciativas alcanzaron un nuevo nivel a inicios de marzo, cuando se planteó una resolución para autorizar operaciones militares en nuestro territorio contra varios cárteles mexicanos. Se trata de una justificación para ingresar tropas estadounidenses al país, aun sin autorización del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ya se ha posicionado fuertemente en contra.
¿Cómo llegó el fentanilo a convertirse en un problema de esa dimensión?, ¿cómo es que México enfrentará esta crisis sin vulnerar su soberanía?, y lo más importante, ¿son viables las propuestas hechas por los republicanos estadounidenses?
Es importante saber que el fentanilo es un producto legal que lleva muchos años usándose en el gremio médico, ya que pertenece a la familia de los opioides. Fue creado con fines anestésicos en 1959 por el farmacobiólogo belga Paul Janssen y fue usado por primera vez en humanos en 1963 en Europa. En la actualidad se usa legalmente para disminuir el dolor en pacientes de cáncer, artritis reumatoide o después de cirugías complejas. Sin embargo, su uso ha tomado un camino ilegal en años recientes. Carlos Matienzo, maestro en Seguridad y Resolución de Conflictos por la Universidad de Columbia, lo explica. “Ha comenzado a usarse como droga, de la misma manera en que se utiliza la heroína, pero el gran problema del fentanilo es que es mucho más fuerte y más fácil transportar de manera ilegal a los Estados Unidos, porque con menos haces más, así que es muy buen negocio para el crimen organizado y mucho más peligroso para los consumidores”.
Para entender su impacto en la salud, hay que mencionar que al fentanilo se le suelen añadir químicos para volverlo más fuerte y adictivo, por ejemplo, una molécula llamada 4-anilino-N-fenetil-4-piperidina, la cual se importa desde Asia y se mezcla con otras drogas fuertes, como la cocaína, para aumentar aún más su efecto.
Tal como lo explica Carlos, no solo es una droga altamente adictiva, sino que es un negocio sumamente redituable, por ejemplo, con tan solo 10 gramos se pueden producir más de 300 dosis de fentanilo y cada dosis puede costar entre 10 y 60 dólares, dependiendo del sector económico en el que se venda. Además, al ser un producto creado en laboratorio, las dosis son de tamaños tan pequeños que pueden ser transportadas incluso a pie, en una mochila, y obtener miles de dólares de ello, a comparación de la cocaína o la marihuana, que necesitan de camiones y múltiples negociaciones para movilizar las toneladas necesarias para hacerlas rentables. Es por esta razón que México se ha convertido en uno de sus principales exportadores.
“El fentanilo es una droga relativamente nueva y hasta 2019 el principal productor era China, pero cuando vino la pandemia se frenaron las exportaciones de ese país y del mundo entero, entonces ya no se podían usar, ni empresas fantasmas, ni cargamentos, ni servicios postales a para enviar estas pequeñas dosis”, explica Carlos Matienzo. “Es ahí donde entró el nearshoring del crimen organizado en México. Los cárteles entendieron muy bien que ellos podían sustituir a China y comenzaron, ya no solo a jugar un rol secundario, sino a ser los principales productores y exportadores, obteniendo los precursores químicos desde China, que en su disputa con Estados Unidos, bajó la guardia y dejó de hacer mucho para evitar que se exportaran estos precursores”.
En pocas palabras, lo que hicieron los carteles mexicanos fue dejar de comprar el fentanilo de manera directa y empezar a producirlo ellos mismos en laboratorios montados en varias zonas de la frontera del país, importando únicamente los precursores necesarios y adicionando componentes que lo hacen más fuerte. Esto, sin duda, mejora sus rendimientos económicos y al producirse tan cerca de Estados Unidos facilita su transportación, lo que disminuye costos. Tan solo de 2020 a 2022 las incautaciones en la frontera se triplicaron.
Es claro que este es un problema enorme que no solo está provocando una crisis de salud y seguridad, sino también política, así como sucedió con la heroína y la marihuana en su momento, pero ¿cómo interpretar las agresivas iniciativas republicanas de interferir en nuestro territorio?
Enrique Perret, director ejecutivo de la US-Mexico Foundation y presidente-fundador del North Capital Forum, hace un análisis del panorama internacional: “De entrada el fentanilo es muchísimo más adictivo que otras drogas, se habla de que es decenas de veces más potente que la heroína o la cocaína, y al final del día, cuando hablas de 100.000 muertes en Estados Unidos no estás hablando de una afectación individual, sino de algo que impacta a muchísimas familias”. Sin embargo, esto va mucho más allá de la preocupación por el problema de salud. “Cuando un congresista o alguien en Estados Unidos dice ‘es que hay que intervenir militarmente’, pues resuena muchísimo y hay una afectación en la narrativa muy fuerte; pero hay que tomarlo de quien viene: todo esto ha escalado porque se viene un proceso electoral, tanto en Estados Unidos como en México, que alienta respuestas más fuertes. Es un momento de polarización”, añade Enrique.
Por todo esto es importante entender que no es el gobierno de Estados Unidos quien está impulsando todo esto, sino los liderazgos de oposición dentro de un contexto electoral importante. Sin embargo, hay que tomar estas declaraciones e iniciativas con mucha cautela y no minimizar los reclamos, pues existe una exigencia real de Estados Unidos para detener la producción de fentanilo en el país, y se trata de una demanda a la que México no ha sabido responder.
Los cárteles de la droga también han aprovechado el fenómeno del nearshoring en México y han aumentado su producción y distribución de fentanilo, una sustancia que mató a 71 mil personas en 2021 en EE.UU
En los últimos cuatro años la crisis de seguridad y salud pública en Estados Unidos, derivada del consumo de fentanilo, ha aumentado las tensiones políticas con México, debido a que un porcentaje considerable de la droga que llega a nuestro vecino del norte proviene de laboratorios instalados en nuestro país. El problema es grave y avanza rápidamente. En 2015, cuando el consumo de este opiáceo apenas comenzaba a popularizarse, 10 mil personas murieron a causa de ello, y para 2021 esta cifra se disparó hasta alcanzar las 71 mil muertes.
La creciente demanda de fentanilo ha generado que México produzca y exporte cada vez más producto y al ser un negocio manejado principalmente por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa, la violencia ha tomado un nuevo rostro; hace apenas un par de semanas un grupo de cuatro estadounidenses que viajaban al Estado de Tamaulipas fueron interceptados, secuestrados y dos de ellos asesinados por lo que pudo ser una confusión o supuestos vínculos con el CJNG, lo que aumentó las tensiones entre ambos países.
Pero esto no es algo nuevo, la tensión viene de tiempo atrás, especialmente a partir de 2019, cuando el expresidente Donald Trump dijo que buscaría tipificar a los carteles de droga mexicanos como organizaciones terroristas, propuesta que ofreció de manera directa al presidente López Obrador, quien la rechazó abiertamente. Pero la iniciativa no se quedó ahí, en septiembre de 2022, el gobernador de Texas, Greg Abbott, emitió una orden ejecutiva para continuar con esta propuesta y hacer que el actual presidente, Joe Biden, designara a los carteles de la droga bajo la categoría de terroristas. Para febrero de 2023, 21 fiscales de estados Republicanos de la Unión Americana, volvieron a ejercer presión sobre el presidente Biden para llevar a cabo esta petición, aunque aún no ha prosperado.
Sin embargo, estas iniciativas alcanzaron un nuevo nivel a inicios de marzo, cuando se planteó una resolución para autorizar operaciones militares en nuestro territorio contra varios cárteles mexicanos. Se trata de una justificación para ingresar tropas estadounidenses al país, aun sin autorización del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ya se ha posicionado fuertemente en contra.
¿Cómo llegó el fentanilo a convertirse en un problema de esa dimensión?, ¿cómo es que México enfrentará esta crisis sin vulnerar su soberanía?, y lo más importante, ¿son viables las propuestas hechas por los republicanos estadounidenses?
Es importante saber que el fentanilo es un producto legal que lleva muchos años usándose en el gremio médico, ya que pertenece a la familia de los opioides. Fue creado con fines anestésicos en 1959 por el farmacobiólogo belga Paul Janssen y fue usado por primera vez en humanos en 1963 en Europa. En la actualidad se usa legalmente para disminuir el dolor en pacientes de cáncer, artritis reumatoide o después de cirugías complejas. Sin embargo, su uso ha tomado un camino ilegal en años recientes. Carlos Matienzo, maestro en Seguridad y Resolución de Conflictos por la Universidad de Columbia, lo explica. “Ha comenzado a usarse como droga, de la misma manera en que se utiliza la heroína, pero el gran problema del fentanilo es que es mucho más fuerte y más fácil transportar de manera ilegal a los Estados Unidos, porque con menos haces más, así que es muy buen negocio para el crimen organizado y mucho más peligroso para los consumidores”.
Para entender su impacto en la salud, hay que mencionar que al fentanilo se le suelen añadir químicos para volverlo más fuerte y adictivo, por ejemplo, una molécula llamada 4-anilino-N-fenetil-4-piperidina, la cual se importa desde Asia y se mezcla con otras drogas fuertes, como la cocaína, para aumentar aún más su efecto.
Tal como lo explica Carlos, no solo es una droga altamente adictiva, sino que es un negocio sumamente redituable, por ejemplo, con tan solo 10 gramos se pueden producir más de 300 dosis de fentanilo y cada dosis puede costar entre 10 y 60 dólares, dependiendo del sector económico en el que se venda. Además, al ser un producto creado en laboratorio, las dosis son de tamaños tan pequeños que pueden ser transportadas incluso a pie, en una mochila, y obtener miles de dólares de ello, a comparación de la cocaína o la marihuana, que necesitan de camiones y múltiples negociaciones para movilizar las toneladas necesarias para hacerlas rentables. Es por esta razón que México se ha convertido en uno de sus principales exportadores.
“El fentanilo es una droga relativamente nueva y hasta 2019 el principal productor era China, pero cuando vino la pandemia se frenaron las exportaciones de ese país y del mundo entero, entonces ya no se podían usar, ni empresas fantasmas, ni cargamentos, ni servicios postales a para enviar estas pequeñas dosis”, explica Carlos Matienzo. “Es ahí donde entró el nearshoring del crimen organizado en México. Los cárteles entendieron muy bien que ellos podían sustituir a China y comenzaron, ya no solo a jugar un rol secundario, sino a ser los principales productores y exportadores, obteniendo los precursores químicos desde China, que en su disputa con Estados Unidos, bajó la guardia y dejó de hacer mucho para evitar que se exportaran estos precursores”.
En pocas palabras, lo que hicieron los carteles mexicanos fue dejar de comprar el fentanilo de manera directa y empezar a producirlo ellos mismos en laboratorios montados en varias zonas de la frontera del país, importando únicamente los precursores necesarios y adicionando componentes que lo hacen más fuerte. Esto, sin duda, mejora sus rendimientos económicos y al producirse tan cerca de Estados Unidos facilita su transportación, lo que disminuye costos. Tan solo de 2020 a 2022 las incautaciones en la frontera se triplicaron.
Es claro que este es un problema enorme que no solo está provocando una crisis de salud y seguridad, sino también política, así como sucedió con la heroína y la marihuana en su momento, pero ¿cómo interpretar las agresivas iniciativas republicanas de interferir en nuestro territorio?
Enrique Perret, director ejecutivo de la US-Mexico Foundation y presidente-fundador del North Capital Forum, hace un análisis del panorama internacional: “De entrada el fentanilo es muchísimo más adictivo que otras drogas, se habla de que es decenas de veces más potente que la heroína o la cocaína, y al final del día, cuando hablas de 100.000 muertes en Estados Unidos no estás hablando de una afectación individual, sino de algo que impacta a muchísimas familias”. Sin embargo, esto va mucho más allá de la preocupación por el problema de salud. “Cuando un congresista o alguien en Estados Unidos dice ‘es que hay que intervenir militarmente’, pues resuena muchísimo y hay una afectación en la narrativa muy fuerte; pero hay que tomarlo de quien viene: todo esto ha escalado porque se viene un proceso electoral, tanto en Estados Unidos como en México, que alienta respuestas más fuertes. Es un momento de polarización”, añade Enrique.
Por todo esto es importante entender que no es el gobierno de Estados Unidos quien está impulsando todo esto, sino los liderazgos de oposición dentro de un contexto electoral importante. Sin embargo, hay que tomar estas declaraciones e iniciativas con mucha cautela y no minimizar los reclamos, pues existe una exigencia real de Estados Unidos para detener la producción de fentanilo en el país, y se trata de una demanda a la que México no ha sabido responder.