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En el centro de esta película hay una formulación radicalmente distinta de la maternidad. Su directora, Michelle Garza Cervera, logró aprovechar el género del horror para mostrar otros aspectos de ser madre. Algunos han dicho que Huesera es antinatalista; la directora de la película responde a estas inquietudes y explica su objetivo, sus inspiraciones y las decisiones formales que tomó al crear la cinta.
Huesera cuenta la historia de Valeria (Natalia Solián), una mujer joven, nacida en la periferia de la Ciudad de México, que vive con su novio Raúl (Alfonso Dosal) en una colonia céntrica de la capital. Viven felices y plenos. El departamento no es exactamente suyo, es de la madre de Raúl. Crearon un hogar ahí, en un espacio que les regaló la suegra, con todo lo que eso implica. Ambos tienen talleres en donde hacen lo que les apasiona: ella, ebanistería; él, música. Él viene de un medio privilegiado y se nota, pero parece no ser un problema. Tienen sexo y se divierten. También desean intensamente tener un bebé. Ella visita a una Virgen monumental para pedirle el favor. Él espera el milagro. La felicidad chilanga millennial de postal de la Narvarte se despliega entre sus risas.
Cuando, finalmente, Valeria se embaraza, algo cambia en ella. Se van sumando las ansiedades, la persiguen sombras. Se despierta a gritos, la atormenta el ruido de sus huesos. Junto a su bebé, crece el miedo. Esta tortura psicológica se convierte, con el paso de los días, en una crisis de identidad. Nueve meses de cambios en el cuerpo de Valeria comienzan a afectar también su mente. Algo que no parece natural se está apoderando de ella, entrando a su casa, observándola y desgarrándola desde adentro.
En Huesera la figura de la araña se proyecta en todas partes. El personaje de Valeria ve estos insectos desde que está embarazada y todo parece convertirse en una telaraña: la mecedora en la que descansa entrelaza el bejuco como trampa de seda, la cuna que fabrica para su hija está construida como una telaraña y se multiplican los planos donde la vemos detrás de una reja, de algún tejido que la envuelve. Al respecto, la artista Louise Bourgeois asociaba a su madre, a la que admiraba y amaba profundamente, con las arañas. Pero la asociación iba mucho más allá de los telares que su madre trabajaba en el negocio familiar. Bourgeois escribió que su madre era “decidida, inteligente, paciente, consoladora, razonable, modosa, sutil, indispensable y útil como una araña”. Al mismo tiempo, su escultura monumental llamada Maman tiene algo de amenazante; es una figura más grande que la vida, indescriptiblemente hostil.
La imagen es poderosa y pertinente porque un hogar puede ser una telaraña: a la vez, refugio y prisión, un lugar estable y endeble, en donde uno puede sentirse como depredador o como presa. Valeria, justamente, empieza a vivir su hogar como una cárcel y el embarazo como una prisión somática. Entonces las certezas comienzan a quebrarse: ¿es víctima o victimaria?, ¿está segura en esa casa?, ¿por qué está ahí?, ¿esto es lo que siempre quiso?, ¿quién le construyó esta jaula de oro?
Las preguntas de la película sobre la maternidad y la identidad encuentran un cauce interesante en la leyenda popular de la Huesera (originaria del norte de México): una mujer que vaga por el desierto buscando huesos para reanimar algo muerto. El horror atmosférico y corporal exploran, mediante esta imagen, la fina línea entre lo sobrenatural y la somatización. Al final, metafórica o realmente, Huesera es una película sobre la terrorífica sensación de encontrarse en contradicción, de seguir una vida que no te corresponde y que no quieres. Lo que se representa, lejos de ser algo que pueda comprenderse, nombrarse y destruirse (como en el más panfletario cine de horror hollywoodense), es una batalla cotidiana. En Huesera lo que aterra es un miedo compartido: el de perdernos, perder el sentido, perder el asidero de la identidad con la que nos construimos… o con la que nos construyen.
Después de ganar importantes premios en Sitges y Tribeca, además de dar la vuelta al mundo en festivales, Huesera por fin se estrena en salas mexicanas. La respuesta ha sido abrumadoramente positiva por parte de los críticos y la audiencia. Fernanda Solórzano escribió el año pasado en Letras Libres: “Pongo sobre la mesa que soy devota del cine de horror, por si este entusiasmo me llevara a tener una opinión sesgada. De cualquier forma, diría lo siguiente: Huesera es la película mexicana más propositiva del 2022”. También fue votada como la mejor película mexicana del año por 107 especialistas iberoamericanos. Sin embargo, la cinta ha encontrado una sonada oposición en redes sociales (algo que se refleja, por ejemplo, en la calificación de 67% que le dio el público frente al 99% que le dieron los críticos en Rotten Tomatoes).
Michelle Garza Cervera, su directora y coguionista, tocó fibras sensibles con temas tabú en México, como la maternidad y la familia. Pero ¿qué dice ella sobre Huesera?, ¿qué piensa de esta reacción abrumadora?
Nicolás Ruiz (NR): Se está haciendo mucho ruido alrededor de Huesera...
Michelle Garza Cervera: Sí, la verdad está siendo una locura.
NR: La leyenda de la Huesera, o la Loba, plantea una imagen interesante, la de recolectar partes de cuerpos para crear otro. Pero la suma de esos miembros dispersos no construye necesariamente una identidad que los integra. Igual nosotros nos armamos a cachos, como suma de nuestras propias historias. Y nuestra identidad no siempre resulta en lo que quieren los demás o en lo que nosotros queremos. ¿De dónde nace esta idea de tratar de una forma tan corporal un fenómeno psicológico profundo?
Michelle Garza Cervera: Me encanta el concepto detrás de la leyenda. La idea de recolectar partes de ti a través de un proceso tortuoso, de vagar en el desierto durante tanto tiempo. Por otra parte, me llama la atención el horror corporal que implica la leyenda porque es visceral. Es algo que ves, que sientes, que se puede escuchar. Todo esto me pareció interesante de la leyenda porque lo podía realizar de manera tangible, cinematográfica. Poco a poco fuimos encontrando este aspecto ansioso de la protagonista, que se truena los dedos, que muestra ciertas incomodidades a través del cuerpo. Son las ansiedades que afloran cuando estamos escondiendo algo, y se refleja en un aspecto físico. A partir de ahí fuimos construyendo una entidad que se despliega de estas ansiedades de Valeria hasta convertirse en un ser que la parte en pedazos.
De hecho, la película es tan barroca porque me interesaba mostrar cómo los seres humanos somos elásticos, nos transformamos todo el tiempo, no tenemos una sola identidad, somos parte de mil personas. Además, quería mostrar, justamente, que esto que agarra y somete a Valeria es una construcción social que nos afecta a todas las mujeres, que nos parte a todas. Quería que se sintiera como algo colectivo, algo coral. No solo se trata de ella. Es como la Virgen de Guadalupe, es algo social, enorme, sin rostro, intangible.
Huesera también parte de unas ganas de convertir la realidad de una ansiedad con la que todas nos podemos identificar en algo profundamente sobrenatural. Era a lo que queríamos llegar, a una entidad siniestra que te quiebra el cuerpo, que te va fracturando y que compartimos.
NR: Llegué a una edad en que las personas con las que siempre me relacioné, mis amigas, mis amigos, empezaron a tener hijos. Y la maternidad no es la experiencia que me contaron mis tías, mis abuelas y mi madre. Una amiga me dijo que nadie le había contado del dolor, el trauma, el miedo, la tristeza, el asco, los fluidos y todo lo que implica dar a luz. Este extraño tabú higiénico junto a esa santificación de la maternidad que parecen ir desde la obstetricia hasta la imagen de la Virgen. ¿Cómo pensaste tú este tema?, ¿por qué crees que sigue siendo un asunto tan difícil de abordar, incluso ahora, en México?
Michelle Garza Cervera: Todos salimos de un útero, pero ¿cuántos de nosotros hemos visto un parto? Es algo que está demasiado santificado porque tiene que ver con nuestra existencia, con que sigamos existiendo: es un discurso que parece estar ahí para que no se detenga la reproducción humana.
NR: Como la voluntad de la especie...
Michelle Garza Cervera: Sí, casi, casi. En realidad, parece que es un secreto a voces. Las mismas mujeres no quieren hablar de eso, no quieren aceptarlo, porque las someten a un juicio. Si tu mamá empezara a decir lo horrible que fue tenerte, parecería un ataque hacia ti, cuando tiene todo el derecho de decir que la pasó fatal. Pero no está normalizado. Es parte de lo que quiere hacer Huesera.
Hay gente que está diciendo que esta película es antinatalista y antirreproducción. Me parece una tontería. ¿Cómo creen que una película haría ese argumento? Yo quiero abrir estas discusiones, darle espacios a este tipo de personajes que no me parecen poco comunes: habitan en todas las cabezas y en todas las familias... Esto existe, aceptémoslo.
NR: En una entrevista mencionaste a Lynne Ramsay. Ella también se enfrentó a comentarios del estilo cuando adaptó We Need to Talk About Kevin (2011). Críticos y público decían que era muy irreal, que no podía existir ese odio uterino, que no podía pasar esto sin que fuera culpa de la madre…
Michelle Garza Cervera: Sí, todo está construido para culparla a ella. Hay un discurso muy instalado en el que las madres son culpables de todos los males de la humanidad. Las culpamos de todo. El máximo insulto es el insulto a la madre. Es algo muy arraigado. No quiero retar algo tan grande, solo me lo cuestiono. Porque atraviesa mi vida, la de mi madre, la de mi abuela. Vidas que siento que, al menos en parte, están borradas: quedaron ocultas en el silencio. No se les permitió nunca mostrar gran parte de sus identidades.
NR: En la construcción formal de tu película, a veces Valeria aparece muy cerca, en tomas cerradísimas, y a veces está muy lejos, en el fondo de un plano profundo. Otras veces las tomas están mediadas por una telaraña, por algún enrejado dentro de la casa que muestra que la protagonista habita un hogar que también es una prisión. Eso está ahí desde el diseño de producción, por ejemplo, en la cuna que está hecha con el tipo de enrejado de una silla Acapulco o en la mecedora tejida de bejuco, que es la misma con la que se vuelve loco Mark en Possession (1981), de Andrzej Zulawski.
Michelle Garza Cervera: ¡Qué fuerte!, fue una de las películas que analizamos para Huesera. Qué loco. Lo voy a platicar con la diseñadora de producción porque ella añadió ese detalle de la mecedora y me encanta.
Fueron muchas discusiones a lo largo de tanto tiempo, vimos tantas cosas para inspirarnos... Luego la pandemia nos dio un año más de filmación. Entonces, sí juntamos muchas referencias. Pero en estos años me preocupé porque no fuera solamente una película de referencias y tuviera su propia identidad.
También nos inspiramos en nuestras propias vidas. Retratamos cómo crecimos, cómo nos transportamos en esta ciudad. Quisimos ser fieles a eso. Quisimos representar algo muy complicado que pocas veces vemos en el cine. Es algo que me importaba mucho. Me preocupé por dar una representación que no tendiera a la exotización ni a cómo nos ven en Estados Unidos o en Europa. Quería sentir a una mujer que podía ser mi amiga o mi prima. Fue así. El departamento era el departamento de mi productora. La casa de los papás de Valeria era la casa de los abuelos de otro productor.
Huesera es una película de poco presupuesto que se ajustó a lo que teníamos a la mano y cerca de nosotros. La escena punk son todos mis amigos. Vinieron todos, nos hicimos una prueba de covid y se hizo una tocada como no se había hecho en un rato. Nos la pasamos muy bien. Todo fue jalar de partes de mi vida. El agua, por ejemplo. En el lugar en donde yo crecí, cada fin de semana nos cortaban el agua. También teníamos el llaverito para llamar a la policía comunal si pasaba algo. Me fui inspirando en cosas de mi vida y en cosas de la vida de mi coguionista. Íbamos encontrando esos detalles para construir la historia.
NR: Hablando específicamente de planos y sonido y la atmósfera que crean, me parece que hay un juego interesante entre la cercanía y la lejanía. A veces filmas muy de cerca a Valeria, casi a ras de piel, a veces la vemos a través de una reja o de algo que parece convertir la casa en una tela de araña. ¿Cómo creaste esta atmósfera?, ¿cómo pensaste estos planos entre lo cercano del cuerpo, el punto de vista de los recuerdos y la distancia hostil de la casa?
Michelle Garza Cervera: En la cuestión visual, toda la película está construida desde el guion. Es el estudio de un personaje que está atravesando un quiebre psicológico. Todo se vive desde la perspectiva de Valeria. Además, hay un leitmotiv, fuera del de los huesos, que es una constante en la película: la presencia de una red, de una telaraña, que tiene que ver con uno de los aspectos estéticos de la Huesera, es decir, lo arácnido.
Fuimos construyendo esta presencia a través de todos los departamentos de la película. Fue definiendo nuestra selección de puesta en cámara, de locaciones, de iluminación. Incluso en el sonido. Tanto la música como el diseño sonoro se construyeron a través de entramados. Todo esto para dar una sensación de encierro que va incrementando a lo largo de la historia. Es como si Valeria estuviera construyendo la misma red que la va atrapando. Al final tendrá que encontrar la forma de salir de ahí.
Quisimos crear una narrativa desde la puesta en cámara y todas las elecciones en el diseño de producción, en el vestuario, en los muebles que hace Valeria, en los objetos elegidos en el espacio. Había una construcción y una deliberada elección de objetos y de posiciones de cámara, de encuadres, que abonaban a esta propuesta estética, que tenía que ver con la sensación progresiva de una persona que se siente cada vez más enclaustrada, encerrada, a través de un red que remite a lo arácnido, a la telaraña. Va por ahí.
Hay una cosa que mencionas con la distancia que, sin duda, también pensamos. La Huesera es una entidad que fuimos construyendo, es algo que se va acercando poco a poco. La primera vez que Valeria la ve es en el coche, a la distancia, luego enfrente de su casa, luego se va arrastrando y se mete a su departamento, luego está debajo de su cama, luego le agarra el cuerpo. Finalmente, está completamente dentro de la psique de Valeria, hasta llevarla al punto de quiebre.
NR: ¿Cómo pensaste que se complementaría esta construcción con el sonido?, un sonido que es bastante interesante y opresivo: ese tronar de huesos, esa sensación de algo reptando, ese afuera y adentro…
Michelle Garza Cervera: En la cuestión sonora, también pensamos mucho la película desde el guion. Yo tenía muy claro que no quería traer a esta historia elementos que se usan mucho en el cine del género, como los drones o los efectos de otros mundos. En verdad quería que todo se construyera a través del entorno de Valeria. Un entorno que aparenta ser armonioso y luminoso, esta idea del ideal doméstico color pastel. El sonido que la rodea, tanto en su casa como en su edificio, su calle, su ciudad, es todo lo que utilizamos para construir el diseño sonoro. Obviamente, distorsionamos esos sonidos y en vez de agregar más y más capas, nos centramos en un solo elemento. Porque nos parecía que el universo que la rodeaba bastaba para construir una atmósfera sonora opresiva que acompañaba el discurso de retar lo doméstico como ideal, como la armonía o la paz que llega a la vida de una mujer, para decir, claro, que puede ser todo lo contrario.
Obviamente fuimos eligiendo también sonidos para que fueran un leitmotiv y representaran estas emociones de quiebre que está sintiendo Valeria y que acompañan las escenas de horror y de acecho de la Huesera. Fue un proceso largo para entender la identidad de la fuerza antagónica de la película. Y eso fue, realmente, un proceso de guion. Llegar a la imagen, al sonido, de un hueso fracturado tomó tiempo porque antes teníamos que entender al personaje y entender cómo queríamos construir una sensación de quiebre. Algo que se está rompiendo por dentro, pero que en el exterior no se ve. Así llegamos a esa reflexión que le dio identidad, estructura y una espina dorsal a la película. En el cine de horror, me gusta cómo se genera una reacción física en el espectador, algo instintivo, algo que te hace voltear la cara. Así fue como elegimos los huesos como un leitmotiv sonoro que también va in crescendo, como las redes y las telarañas que te mencionaba en la pregunta anterior.
NR: Últimamente, se están produciendo muchas películas de realismo social mexicano. En varias hay una idea de maternidad protectora que en un momento complicado se vuelca a la búsqueda o a la protección de sus hijas e hijos. Películas como Noche de fuego (2021), Sin señas particulares (2020), La civil (2021), Manto de gemas (2022), etcétera. Muchas de estas películas se centran en una figura materna que busca a sus seres queridos desaparecidos o amenazados. Sin hablar de la calidad de estas cintas, creo que en todas ellas parece seguir existiendo una idea de maternidad abnegada. Parece que cuesta tanto el final de tu película porque, incluso en los momentos más desesperados de nuestra realidad, seguimos creyendo en cierta representación de la maternidad...
Michelle Garza Cervera: Me parece muy interesante este tema. Deliberadamente quise evitar todos estos asuntos: el narco, las desapariciones, etcétera. La cuestión de la reproducción y la maternidad parecen ser algo sagrado, como de supervivencia del humano en la Tierra.
Por primera vez estoy empezando a recibir comentarios de odio sobre la película... gente que está molesta con la película. Se me olvida luego el tema. Yo empecé haciendo una película incómoda, pero te clavas tanto en el proyecto, en cada escena, en cada área y en lo que implica hacerla, que se te olvida de qué trata. También, todos mis amigos están a favor del aborto y, en general, no tienen ningún problema con lo que dice la película. Nos rodeamos de gente que ve el mundo parecido a nosotros. Pero mi idea original era ser incómoda en otros círculos que también me son cercanos: tías, tíos, familia... Tomé la decisión de retar un concepto que, por más que se haya discutido desde Medea, sigue siendo tabú. Digo, no es algo nuevo. Casa de muñecas… ¿por qué hay tanto problema todavía?
Sí me di cuenta de que metí el dedo en la llaga con algo que a muchas personas les resulta incómodo. Además, hay una tendencia fascista en la mente humana, la de hacerlo todo blanco o negro. Decir que la película está en contra de la reproducción o que es antinatalista, no puedo creer que eso se crea. Pero veo que hay mucha gente que asume eso del proyecto. Y me tengo que recordar que nos enfrentamos a algo sistemático y que siempre nos planteamos enfrentarnos a eso. Es algo muy difícil de desarticular y me alegra que Huesera cree esta discusión.
También me gusta pensar que el cine mexicano puede ser otras historias. Entiendo que hay un conflicto brutal en nuestro país. Pero no puedo creer que solo tengamos dos opciones: hablar de esos temas o hacer comedias románticas por encargo. Creo que Noche de fuego y Sin señas particulares son grandes películas. Pero queríamos demostrar que podemos hacer un drama familiar de horror que nos representa en otro sentido, al menos a un grupo de gente de esta ciudad.
NR: No todas las películas que tratan un tema real o que nos concierne tiene que ser la apología de algo o su crítica. También es muy interesante ver la construcción de un personaje en sí mismo. Cuando empieza a sonar “Tan lejos”, de Décima Víctima, hay algo nostálgico e intenso, muy vivido. El personaje tiene una textura más allá de la crítica social que pueda representar.
Michelle Garza Cervera: Justo. Últimamente he estado pensando en eso. Digo, empecé a hacer Huesera hace cinco años. En ese momento andaba muy clavada con el horror metafórico y con lo que se podía decir. Apenas habían salido Get Out (2017), Hereditary (2018) y demás cintas. Tenía en mente un tema metafórico, pero ahora también veo la importancia de entretener. Siempre tuvimos muy en mente que teníamos que esconder los vegetales. No me gusta cuando alguien da una lección en el cine, por más que tenga razón. Me gusta sentir cosas en el cine. No quería caer en comentarios blanco y negro. Para mí el feminismo es mucho más complejo. Es un proceso, más que un argumento construido y rígido. Lo importante para mí es que podamos seguir dialogando.
NR: Justo pensaba en Relic (2020), una película de Natalie Erika James, porque habla de la maternidad, de la herencia, de la complejidad de heredar una enfermedad, una situación familiar difícil. Un horror metafórico que, encerrado en casa, es muy potente por su intimidad...
Michelle Garza Cervera: Sí, el tema de la maternidad no es algo nuevo y, claro, está en muchísimas más películas que en las que se denominan como “horror corporal”. Nos atraviesa a todos. Nos atraviesa de mil formas. Nuestra conexión es distinta, pero todos estamos atravesados por una idea de la maternidad. Sobre todo, en lo inconsciente.
Me gustó mucho esa película, sobre todo el final. Creo que mucho del terror maternal que ha habido en el cine siempre ha sido dirigido por hombres. La perspectiva era muy masculina y me da gusto que ahora se esté dando una diversidad y que haya directoras que abordan el tema. Eso cambia todo. Se vuelve una discusión. Estamos discutiendo y no juzgando. El cine es plástico y permite discusiones. Eso es lo más emocionante.
NR: ¿Crees que el cine puede cambiar el mundo?
Michelle Garza Cervera: Honestamente, no. No el cine en particular. Tengo amigos activistas y su vida es muy distinta a la mía. Mi mejor amiga es activista y hace treinta abortos al día. Ella sí está cambiando el mundo. Yo no. Yo no me embarro las manos de sangre. Lo que yo hago es conversar. Y eso cambia el mundo, pero de otra forma. Es algo que está en el arte en general. Algo que vive en las discusiones en otro ámbito, poético o emocional. Es algo importante y a mí me ha cambiado. Tal vez eso pueda inspirar a alguien para volverse activista y cambiar el mundo o hacer algo radical. Pero yo, como cineasta, tengo una vida totalmente distinta a la de un activista. Así lo pienso.
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Huesera, Michelle Garza Cervera (2023).
En el centro de esta película hay una formulación radicalmente distinta de la maternidad. Su directora, Michelle Garza Cervera, logró aprovechar el género del horror para mostrar otros aspectos de ser madre. Algunos han dicho que Huesera es antinatalista; la directora de la película responde a estas inquietudes y explica su objetivo, sus inspiraciones y las decisiones formales que tomó al crear la cinta.
Huesera cuenta la historia de Valeria (Natalia Solián), una mujer joven, nacida en la periferia de la Ciudad de México, que vive con su novio Raúl (Alfonso Dosal) en una colonia céntrica de la capital. Viven felices y plenos. El departamento no es exactamente suyo, es de la madre de Raúl. Crearon un hogar ahí, en un espacio que les regaló la suegra, con todo lo que eso implica. Ambos tienen talleres en donde hacen lo que les apasiona: ella, ebanistería; él, música. Él viene de un medio privilegiado y se nota, pero parece no ser un problema. Tienen sexo y se divierten. También desean intensamente tener un bebé. Ella visita a una Virgen monumental para pedirle el favor. Él espera el milagro. La felicidad chilanga millennial de postal de la Narvarte se despliega entre sus risas.
Cuando, finalmente, Valeria se embaraza, algo cambia en ella. Se van sumando las ansiedades, la persiguen sombras. Se despierta a gritos, la atormenta el ruido de sus huesos. Junto a su bebé, crece el miedo. Esta tortura psicológica se convierte, con el paso de los días, en una crisis de identidad. Nueve meses de cambios en el cuerpo de Valeria comienzan a afectar también su mente. Algo que no parece natural se está apoderando de ella, entrando a su casa, observándola y desgarrándola desde adentro.
En Huesera la figura de la araña se proyecta en todas partes. El personaje de Valeria ve estos insectos desde que está embarazada y todo parece convertirse en una telaraña: la mecedora en la que descansa entrelaza el bejuco como trampa de seda, la cuna que fabrica para su hija está construida como una telaraña y se multiplican los planos donde la vemos detrás de una reja, de algún tejido que la envuelve. Al respecto, la artista Louise Bourgeois asociaba a su madre, a la que admiraba y amaba profundamente, con las arañas. Pero la asociación iba mucho más allá de los telares que su madre trabajaba en el negocio familiar. Bourgeois escribió que su madre era “decidida, inteligente, paciente, consoladora, razonable, modosa, sutil, indispensable y útil como una araña”. Al mismo tiempo, su escultura monumental llamada Maman tiene algo de amenazante; es una figura más grande que la vida, indescriptiblemente hostil.
La imagen es poderosa y pertinente porque un hogar puede ser una telaraña: a la vez, refugio y prisión, un lugar estable y endeble, en donde uno puede sentirse como depredador o como presa. Valeria, justamente, empieza a vivir su hogar como una cárcel y el embarazo como una prisión somática. Entonces las certezas comienzan a quebrarse: ¿es víctima o victimaria?, ¿está segura en esa casa?, ¿por qué está ahí?, ¿esto es lo que siempre quiso?, ¿quién le construyó esta jaula de oro?
Las preguntas de la película sobre la maternidad y la identidad encuentran un cauce interesante en la leyenda popular de la Huesera (originaria del norte de México): una mujer que vaga por el desierto buscando huesos para reanimar algo muerto. El horror atmosférico y corporal exploran, mediante esta imagen, la fina línea entre lo sobrenatural y la somatización. Al final, metafórica o realmente, Huesera es una película sobre la terrorífica sensación de encontrarse en contradicción, de seguir una vida que no te corresponde y que no quieres. Lo que se representa, lejos de ser algo que pueda comprenderse, nombrarse y destruirse (como en el más panfletario cine de horror hollywoodense), es una batalla cotidiana. En Huesera lo que aterra es un miedo compartido: el de perdernos, perder el sentido, perder el asidero de la identidad con la que nos construimos… o con la que nos construyen.
Después de ganar importantes premios en Sitges y Tribeca, además de dar la vuelta al mundo en festivales, Huesera por fin se estrena en salas mexicanas. La respuesta ha sido abrumadoramente positiva por parte de los críticos y la audiencia. Fernanda Solórzano escribió el año pasado en Letras Libres: “Pongo sobre la mesa que soy devota del cine de horror, por si este entusiasmo me llevara a tener una opinión sesgada. De cualquier forma, diría lo siguiente: Huesera es la película mexicana más propositiva del 2022”. También fue votada como la mejor película mexicana del año por 107 especialistas iberoamericanos. Sin embargo, la cinta ha encontrado una sonada oposición en redes sociales (algo que se refleja, por ejemplo, en la calificación de 67% que le dio el público frente al 99% que le dieron los críticos en Rotten Tomatoes).
Michelle Garza Cervera, su directora y coguionista, tocó fibras sensibles con temas tabú en México, como la maternidad y la familia. Pero ¿qué dice ella sobre Huesera?, ¿qué piensa de esta reacción abrumadora?
Nicolás Ruiz (NR): Se está haciendo mucho ruido alrededor de Huesera...
Michelle Garza Cervera: Sí, la verdad está siendo una locura.
NR: La leyenda de la Huesera, o la Loba, plantea una imagen interesante, la de recolectar partes de cuerpos para crear otro. Pero la suma de esos miembros dispersos no construye necesariamente una identidad que los integra. Igual nosotros nos armamos a cachos, como suma de nuestras propias historias. Y nuestra identidad no siempre resulta en lo que quieren los demás o en lo que nosotros queremos. ¿De dónde nace esta idea de tratar de una forma tan corporal un fenómeno psicológico profundo?
Michelle Garza Cervera: Me encanta el concepto detrás de la leyenda. La idea de recolectar partes de ti a través de un proceso tortuoso, de vagar en el desierto durante tanto tiempo. Por otra parte, me llama la atención el horror corporal que implica la leyenda porque es visceral. Es algo que ves, que sientes, que se puede escuchar. Todo esto me pareció interesante de la leyenda porque lo podía realizar de manera tangible, cinematográfica. Poco a poco fuimos encontrando este aspecto ansioso de la protagonista, que se truena los dedos, que muestra ciertas incomodidades a través del cuerpo. Son las ansiedades que afloran cuando estamos escondiendo algo, y se refleja en un aspecto físico. A partir de ahí fuimos construyendo una entidad que se despliega de estas ansiedades de Valeria hasta convertirse en un ser que la parte en pedazos.
De hecho, la película es tan barroca porque me interesaba mostrar cómo los seres humanos somos elásticos, nos transformamos todo el tiempo, no tenemos una sola identidad, somos parte de mil personas. Además, quería mostrar, justamente, que esto que agarra y somete a Valeria es una construcción social que nos afecta a todas las mujeres, que nos parte a todas. Quería que se sintiera como algo colectivo, algo coral. No solo se trata de ella. Es como la Virgen de Guadalupe, es algo social, enorme, sin rostro, intangible.
Huesera también parte de unas ganas de convertir la realidad de una ansiedad con la que todas nos podemos identificar en algo profundamente sobrenatural. Era a lo que queríamos llegar, a una entidad siniestra que te quiebra el cuerpo, que te va fracturando y que compartimos.
NR: Llegué a una edad en que las personas con las que siempre me relacioné, mis amigas, mis amigos, empezaron a tener hijos. Y la maternidad no es la experiencia que me contaron mis tías, mis abuelas y mi madre. Una amiga me dijo que nadie le había contado del dolor, el trauma, el miedo, la tristeza, el asco, los fluidos y todo lo que implica dar a luz. Este extraño tabú higiénico junto a esa santificación de la maternidad que parecen ir desde la obstetricia hasta la imagen de la Virgen. ¿Cómo pensaste tú este tema?, ¿por qué crees que sigue siendo un asunto tan difícil de abordar, incluso ahora, en México?
Michelle Garza Cervera: Todos salimos de un útero, pero ¿cuántos de nosotros hemos visto un parto? Es algo que está demasiado santificado porque tiene que ver con nuestra existencia, con que sigamos existiendo: es un discurso que parece estar ahí para que no se detenga la reproducción humana.
NR: Como la voluntad de la especie...
Michelle Garza Cervera: Sí, casi, casi. En realidad, parece que es un secreto a voces. Las mismas mujeres no quieren hablar de eso, no quieren aceptarlo, porque las someten a un juicio. Si tu mamá empezara a decir lo horrible que fue tenerte, parecería un ataque hacia ti, cuando tiene todo el derecho de decir que la pasó fatal. Pero no está normalizado. Es parte de lo que quiere hacer Huesera.
Hay gente que está diciendo que esta película es antinatalista y antirreproducción. Me parece una tontería. ¿Cómo creen que una película haría ese argumento? Yo quiero abrir estas discusiones, darle espacios a este tipo de personajes que no me parecen poco comunes: habitan en todas las cabezas y en todas las familias... Esto existe, aceptémoslo.
NR: En una entrevista mencionaste a Lynne Ramsay. Ella también se enfrentó a comentarios del estilo cuando adaptó We Need to Talk About Kevin (2011). Críticos y público decían que era muy irreal, que no podía existir ese odio uterino, que no podía pasar esto sin que fuera culpa de la madre…
Michelle Garza Cervera: Sí, todo está construido para culparla a ella. Hay un discurso muy instalado en el que las madres son culpables de todos los males de la humanidad. Las culpamos de todo. El máximo insulto es el insulto a la madre. Es algo muy arraigado. No quiero retar algo tan grande, solo me lo cuestiono. Porque atraviesa mi vida, la de mi madre, la de mi abuela. Vidas que siento que, al menos en parte, están borradas: quedaron ocultas en el silencio. No se les permitió nunca mostrar gran parte de sus identidades.
NR: En la construcción formal de tu película, a veces Valeria aparece muy cerca, en tomas cerradísimas, y a veces está muy lejos, en el fondo de un plano profundo. Otras veces las tomas están mediadas por una telaraña, por algún enrejado dentro de la casa que muestra que la protagonista habita un hogar que también es una prisión. Eso está ahí desde el diseño de producción, por ejemplo, en la cuna que está hecha con el tipo de enrejado de una silla Acapulco o en la mecedora tejida de bejuco, que es la misma con la que se vuelve loco Mark en Possession (1981), de Andrzej Zulawski.
Michelle Garza Cervera: ¡Qué fuerte!, fue una de las películas que analizamos para Huesera. Qué loco. Lo voy a platicar con la diseñadora de producción porque ella añadió ese detalle de la mecedora y me encanta.
Fueron muchas discusiones a lo largo de tanto tiempo, vimos tantas cosas para inspirarnos... Luego la pandemia nos dio un año más de filmación. Entonces, sí juntamos muchas referencias. Pero en estos años me preocupé porque no fuera solamente una película de referencias y tuviera su propia identidad.
También nos inspiramos en nuestras propias vidas. Retratamos cómo crecimos, cómo nos transportamos en esta ciudad. Quisimos ser fieles a eso. Quisimos representar algo muy complicado que pocas veces vemos en el cine. Es algo que me importaba mucho. Me preocupé por dar una representación que no tendiera a la exotización ni a cómo nos ven en Estados Unidos o en Europa. Quería sentir a una mujer que podía ser mi amiga o mi prima. Fue así. El departamento era el departamento de mi productora. La casa de los papás de Valeria era la casa de los abuelos de otro productor.
Huesera es una película de poco presupuesto que se ajustó a lo que teníamos a la mano y cerca de nosotros. La escena punk son todos mis amigos. Vinieron todos, nos hicimos una prueba de covid y se hizo una tocada como no se había hecho en un rato. Nos la pasamos muy bien. Todo fue jalar de partes de mi vida. El agua, por ejemplo. En el lugar en donde yo crecí, cada fin de semana nos cortaban el agua. También teníamos el llaverito para llamar a la policía comunal si pasaba algo. Me fui inspirando en cosas de mi vida y en cosas de la vida de mi coguionista. Íbamos encontrando esos detalles para construir la historia.
NR: Hablando específicamente de planos y sonido y la atmósfera que crean, me parece que hay un juego interesante entre la cercanía y la lejanía. A veces filmas muy de cerca a Valeria, casi a ras de piel, a veces la vemos a través de una reja o de algo que parece convertir la casa en una tela de araña. ¿Cómo creaste esta atmósfera?, ¿cómo pensaste estos planos entre lo cercano del cuerpo, el punto de vista de los recuerdos y la distancia hostil de la casa?
Michelle Garza Cervera: En la cuestión visual, toda la película está construida desde el guion. Es el estudio de un personaje que está atravesando un quiebre psicológico. Todo se vive desde la perspectiva de Valeria. Además, hay un leitmotiv, fuera del de los huesos, que es una constante en la película: la presencia de una red, de una telaraña, que tiene que ver con uno de los aspectos estéticos de la Huesera, es decir, lo arácnido.
Fuimos construyendo esta presencia a través de todos los departamentos de la película. Fue definiendo nuestra selección de puesta en cámara, de locaciones, de iluminación. Incluso en el sonido. Tanto la música como el diseño sonoro se construyeron a través de entramados. Todo esto para dar una sensación de encierro que va incrementando a lo largo de la historia. Es como si Valeria estuviera construyendo la misma red que la va atrapando. Al final tendrá que encontrar la forma de salir de ahí.
Quisimos crear una narrativa desde la puesta en cámara y todas las elecciones en el diseño de producción, en el vestuario, en los muebles que hace Valeria, en los objetos elegidos en el espacio. Había una construcción y una deliberada elección de objetos y de posiciones de cámara, de encuadres, que abonaban a esta propuesta estética, que tenía que ver con la sensación progresiva de una persona que se siente cada vez más enclaustrada, encerrada, a través de un red que remite a lo arácnido, a la telaraña. Va por ahí.
Hay una cosa que mencionas con la distancia que, sin duda, también pensamos. La Huesera es una entidad que fuimos construyendo, es algo que se va acercando poco a poco. La primera vez que Valeria la ve es en el coche, a la distancia, luego enfrente de su casa, luego se va arrastrando y se mete a su departamento, luego está debajo de su cama, luego le agarra el cuerpo. Finalmente, está completamente dentro de la psique de Valeria, hasta llevarla al punto de quiebre.
NR: ¿Cómo pensaste que se complementaría esta construcción con el sonido?, un sonido que es bastante interesante y opresivo: ese tronar de huesos, esa sensación de algo reptando, ese afuera y adentro…
Michelle Garza Cervera: En la cuestión sonora, también pensamos mucho la película desde el guion. Yo tenía muy claro que no quería traer a esta historia elementos que se usan mucho en el cine del género, como los drones o los efectos de otros mundos. En verdad quería que todo se construyera a través del entorno de Valeria. Un entorno que aparenta ser armonioso y luminoso, esta idea del ideal doméstico color pastel. El sonido que la rodea, tanto en su casa como en su edificio, su calle, su ciudad, es todo lo que utilizamos para construir el diseño sonoro. Obviamente, distorsionamos esos sonidos y en vez de agregar más y más capas, nos centramos en un solo elemento. Porque nos parecía que el universo que la rodeaba bastaba para construir una atmósfera sonora opresiva que acompañaba el discurso de retar lo doméstico como ideal, como la armonía o la paz que llega a la vida de una mujer, para decir, claro, que puede ser todo lo contrario.
Obviamente fuimos eligiendo también sonidos para que fueran un leitmotiv y representaran estas emociones de quiebre que está sintiendo Valeria y que acompañan las escenas de horror y de acecho de la Huesera. Fue un proceso largo para entender la identidad de la fuerza antagónica de la película. Y eso fue, realmente, un proceso de guion. Llegar a la imagen, al sonido, de un hueso fracturado tomó tiempo porque antes teníamos que entender al personaje y entender cómo queríamos construir una sensación de quiebre. Algo que se está rompiendo por dentro, pero que en el exterior no se ve. Así llegamos a esa reflexión que le dio identidad, estructura y una espina dorsal a la película. En el cine de horror, me gusta cómo se genera una reacción física en el espectador, algo instintivo, algo que te hace voltear la cara. Así fue como elegimos los huesos como un leitmotiv sonoro que también va in crescendo, como las redes y las telarañas que te mencionaba en la pregunta anterior.
NR: Últimamente, se están produciendo muchas películas de realismo social mexicano. En varias hay una idea de maternidad protectora que en un momento complicado se vuelca a la búsqueda o a la protección de sus hijas e hijos. Películas como Noche de fuego (2021), Sin señas particulares (2020), La civil (2021), Manto de gemas (2022), etcétera. Muchas de estas películas se centran en una figura materna que busca a sus seres queridos desaparecidos o amenazados. Sin hablar de la calidad de estas cintas, creo que en todas ellas parece seguir existiendo una idea de maternidad abnegada. Parece que cuesta tanto el final de tu película porque, incluso en los momentos más desesperados de nuestra realidad, seguimos creyendo en cierta representación de la maternidad...
Michelle Garza Cervera: Me parece muy interesante este tema. Deliberadamente quise evitar todos estos asuntos: el narco, las desapariciones, etcétera. La cuestión de la reproducción y la maternidad parecen ser algo sagrado, como de supervivencia del humano en la Tierra.
Por primera vez estoy empezando a recibir comentarios de odio sobre la película... gente que está molesta con la película. Se me olvida luego el tema. Yo empecé haciendo una película incómoda, pero te clavas tanto en el proyecto, en cada escena, en cada área y en lo que implica hacerla, que se te olvida de qué trata. También, todos mis amigos están a favor del aborto y, en general, no tienen ningún problema con lo que dice la película. Nos rodeamos de gente que ve el mundo parecido a nosotros. Pero mi idea original era ser incómoda en otros círculos que también me son cercanos: tías, tíos, familia... Tomé la decisión de retar un concepto que, por más que se haya discutido desde Medea, sigue siendo tabú. Digo, no es algo nuevo. Casa de muñecas… ¿por qué hay tanto problema todavía?
Sí me di cuenta de que metí el dedo en la llaga con algo que a muchas personas les resulta incómodo. Además, hay una tendencia fascista en la mente humana, la de hacerlo todo blanco o negro. Decir que la película está en contra de la reproducción o que es antinatalista, no puedo creer que eso se crea. Pero veo que hay mucha gente que asume eso del proyecto. Y me tengo que recordar que nos enfrentamos a algo sistemático y que siempre nos planteamos enfrentarnos a eso. Es algo muy difícil de desarticular y me alegra que Huesera cree esta discusión.
También me gusta pensar que el cine mexicano puede ser otras historias. Entiendo que hay un conflicto brutal en nuestro país. Pero no puedo creer que solo tengamos dos opciones: hablar de esos temas o hacer comedias románticas por encargo. Creo que Noche de fuego y Sin señas particulares son grandes películas. Pero queríamos demostrar que podemos hacer un drama familiar de horror que nos representa en otro sentido, al menos a un grupo de gente de esta ciudad.
NR: No todas las películas que tratan un tema real o que nos concierne tiene que ser la apología de algo o su crítica. También es muy interesante ver la construcción de un personaje en sí mismo. Cuando empieza a sonar “Tan lejos”, de Décima Víctima, hay algo nostálgico e intenso, muy vivido. El personaje tiene una textura más allá de la crítica social que pueda representar.
Michelle Garza Cervera: Justo. Últimamente he estado pensando en eso. Digo, empecé a hacer Huesera hace cinco años. En ese momento andaba muy clavada con el horror metafórico y con lo que se podía decir. Apenas habían salido Get Out (2017), Hereditary (2018) y demás cintas. Tenía en mente un tema metafórico, pero ahora también veo la importancia de entretener. Siempre tuvimos muy en mente que teníamos que esconder los vegetales. No me gusta cuando alguien da una lección en el cine, por más que tenga razón. Me gusta sentir cosas en el cine. No quería caer en comentarios blanco y negro. Para mí el feminismo es mucho más complejo. Es un proceso, más que un argumento construido y rígido. Lo importante para mí es que podamos seguir dialogando.
NR: Justo pensaba en Relic (2020), una película de Natalie Erika James, porque habla de la maternidad, de la herencia, de la complejidad de heredar una enfermedad, una situación familiar difícil. Un horror metafórico que, encerrado en casa, es muy potente por su intimidad...
Michelle Garza Cervera: Sí, el tema de la maternidad no es algo nuevo y, claro, está en muchísimas más películas que en las que se denominan como “horror corporal”. Nos atraviesa a todos. Nos atraviesa de mil formas. Nuestra conexión es distinta, pero todos estamos atravesados por una idea de la maternidad. Sobre todo, en lo inconsciente.
Me gustó mucho esa película, sobre todo el final. Creo que mucho del terror maternal que ha habido en el cine siempre ha sido dirigido por hombres. La perspectiva era muy masculina y me da gusto que ahora se esté dando una diversidad y que haya directoras que abordan el tema. Eso cambia todo. Se vuelve una discusión. Estamos discutiendo y no juzgando. El cine es plástico y permite discusiones. Eso es lo más emocionante.
NR: ¿Crees que el cine puede cambiar el mundo?
Michelle Garza Cervera: Honestamente, no. No el cine en particular. Tengo amigos activistas y su vida es muy distinta a la mía. Mi mejor amiga es activista y hace treinta abortos al día. Ella sí está cambiando el mundo. Yo no. Yo no me embarro las manos de sangre. Lo que yo hago es conversar. Y eso cambia el mundo, pero de otra forma. Es algo que está en el arte en general. Algo que vive en las discusiones en otro ámbito, poético o emocional. Es algo importante y a mí me ha cambiado. Tal vez eso pueda inspirar a alguien para volverse activista y cambiar el mundo o hacer algo radical. Pero yo, como cineasta, tengo una vida totalmente distinta a la de un activista. Así lo pienso.
En el centro de esta película hay una formulación radicalmente distinta de la maternidad. Su directora, Michelle Garza Cervera, logró aprovechar el género del horror para mostrar otros aspectos de ser madre. Algunos han dicho que Huesera es antinatalista; la directora de la película responde a estas inquietudes y explica su objetivo, sus inspiraciones y las decisiones formales que tomó al crear la cinta.
Huesera cuenta la historia de Valeria (Natalia Solián), una mujer joven, nacida en la periferia de la Ciudad de México, que vive con su novio Raúl (Alfonso Dosal) en una colonia céntrica de la capital. Viven felices y plenos. El departamento no es exactamente suyo, es de la madre de Raúl. Crearon un hogar ahí, en un espacio que les regaló la suegra, con todo lo que eso implica. Ambos tienen talleres en donde hacen lo que les apasiona: ella, ebanistería; él, música. Él viene de un medio privilegiado y se nota, pero parece no ser un problema. Tienen sexo y se divierten. También desean intensamente tener un bebé. Ella visita a una Virgen monumental para pedirle el favor. Él espera el milagro. La felicidad chilanga millennial de postal de la Narvarte se despliega entre sus risas.
Cuando, finalmente, Valeria se embaraza, algo cambia en ella. Se van sumando las ansiedades, la persiguen sombras. Se despierta a gritos, la atormenta el ruido de sus huesos. Junto a su bebé, crece el miedo. Esta tortura psicológica se convierte, con el paso de los días, en una crisis de identidad. Nueve meses de cambios en el cuerpo de Valeria comienzan a afectar también su mente. Algo que no parece natural se está apoderando de ella, entrando a su casa, observándola y desgarrándola desde adentro.
En Huesera la figura de la araña se proyecta en todas partes. El personaje de Valeria ve estos insectos desde que está embarazada y todo parece convertirse en una telaraña: la mecedora en la que descansa entrelaza el bejuco como trampa de seda, la cuna que fabrica para su hija está construida como una telaraña y se multiplican los planos donde la vemos detrás de una reja, de algún tejido que la envuelve. Al respecto, la artista Louise Bourgeois asociaba a su madre, a la que admiraba y amaba profundamente, con las arañas. Pero la asociación iba mucho más allá de los telares que su madre trabajaba en el negocio familiar. Bourgeois escribió que su madre era “decidida, inteligente, paciente, consoladora, razonable, modosa, sutil, indispensable y útil como una araña”. Al mismo tiempo, su escultura monumental llamada Maman tiene algo de amenazante; es una figura más grande que la vida, indescriptiblemente hostil.
La imagen es poderosa y pertinente porque un hogar puede ser una telaraña: a la vez, refugio y prisión, un lugar estable y endeble, en donde uno puede sentirse como depredador o como presa. Valeria, justamente, empieza a vivir su hogar como una cárcel y el embarazo como una prisión somática. Entonces las certezas comienzan a quebrarse: ¿es víctima o victimaria?, ¿está segura en esa casa?, ¿por qué está ahí?, ¿esto es lo que siempre quiso?, ¿quién le construyó esta jaula de oro?
Las preguntas de la película sobre la maternidad y la identidad encuentran un cauce interesante en la leyenda popular de la Huesera (originaria del norte de México): una mujer que vaga por el desierto buscando huesos para reanimar algo muerto. El horror atmosférico y corporal exploran, mediante esta imagen, la fina línea entre lo sobrenatural y la somatización. Al final, metafórica o realmente, Huesera es una película sobre la terrorífica sensación de encontrarse en contradicción, de seguir una vida que no te corresponde y que no quieres. Lo que se representa, lejos de ser algo que pueda comprenderse, nombrarse y destruirse (como en el más panfletario cine de horror hollywoodense), es una batalla cotidiana. En Huesera lo que aterra es un miedo compartido: el de perdernos, perder el sentido, perder el asidero de la identidad con la que nos construimos… o con la que nos construyen.
Después de ganar importantes premios en Sitges y Tribeca, además de dar la vuelta al mundo en festivales, Huesera por fin se estrena en salas mexicanas. La respuesta ha sido abrumadoramente positiva por parte de los críticos y la audiencia. Fernanda Solórzano escribió el año pasado en Letras Libres: “Pongo sobre la mesa que soy devota del cine de horror, por si este entusiasmo me llevara a tener una opinión sesgada. De cualquier forma, diría lo siguiente: Huesera es la película mexicana más propositiva del 2022”. También fue votada como la mejor película mexicana del año por 107 especialistas iberoamericanos. Sin embargo, la cinta ha encontrado una sonada oposición en redes sociales (algo que se refleja, por ejemplo, en la calificación de 67% que le dio el público frente al 99% que le dieron los críticos en Rotten Tomatoes).
Michelle Garza Cervera, su directora y coguionista, tocó fibras sensibles con temas tabú en México, como la maternidad y la familia. Pero ¿qué dice ella sobre Huesera?, ¿qué piensa de esta reacción abrumadora?
Nicolás Ruiz (NR): Se está haciendo mucho ruido alrededor de Huesera...
Michelle Garza Cervera: Sí, la verdad está siendo una locura.
NR: La leyenda de la Huesera, o la Loba, plantea una imagen interesante, la de recolectar partes de cuerpos para crear otro. Pero la suma de esos miembros dispersos no construye necesariamente una identidad que los integra. Igual nosotros nos armamos a cachos, como suma de nuestras propias historias. Y nuestra identidad no siempre resulta en lo que quieren los demás o en lo que nosotros queremos. ¿De dónde nace esta idea de tratar de una forma tan corporal un fenómeno psicológico profundo?
Michelle Garza Cervera: Me encanta el concepto detrás de la leyenda. La idea de recolectar partes de ti a través de un proceso tortuoso, de vagar en el desierto durante tanto tiempo. Por otra parte, me llama la atención el horror corporal que implica la leyenda porque es visceral. Es algo que ves, que sientes, que se puede escuchar. Todo esto me pareció interesante de la leyenda porque lo podía realizar de manera tangible, cinematográfica. Poco a poco fuimos encontrando este aspecto ansioso de la protagonista, que se truena los dedos, que muestra ciertas incomodidades a través del cuerpo. Son las ansiedades que afloran cuando estamos escondiendo algo, y se refleja en un aspecto físico. A partir de ahí fuimos construyendo una entidad que se despliega de estas ansiedades de Valeria hasta convertirse en un ser que la parte en pedazos.
De hecho, la película es tan barroca porque me interesaba mostrar cómo los seres humanos somos elásticos, nos transformamos todo el tiempo, no tenemos una sola identidad, somos parte de mil personas. Además, quería mostrar, justamente, que esto que agarra y somete a Valeria es una construcción social que nos afecta a todas las mujeres, que nos parte a todas. Quería que se sintiera como algo colectivo, algo coral. No solo se trata de ella. Es como la Virgen de Guadalupe, es algo social, enorme, sin rostro, intangible.
Huesera también parte de unas ganas de convertir la realidad de una ansiedad con la que todas nos podemos identificar en algo profundamente sobrenatural. Era a lo que queríamos llegar, a una entidad siniestra que te quiebra el cuerpo, que te va fracturando y que compartimos.
NR: Llegué a una edad en que las personas con las que siempre me relacioné, mis amigas, mis amigos, empezaron a tener hijos. Y la maternidad no es la experiencia que me contaron mis tías, mis abuelas y mi madre. Una amiga me dijo que nadie le había contado del dolor, el trauma, el miedo, la tristeza, el asco, los fluidos y todo lo que implica dar a luz. Este extraño tabú higiénico junto a esa santificación de la maternidad que parecen ir desde la obstetricia hasta la imagen de la Virgen. ¿Cómo pensaste tú este tema?, ¿por qué crees que sigue siendo un asunto tan difícil de abordar, incluso ahora, en México?
Michelle Garza Cervera: Todos salimos de un útero, pero ¿cuántos de nosotros hemos visto un parto? Es algo que está demasiado santificado porque tiene que ver con nuestra existencia, con que sigamos existiendo: es un discurso que parece estar ahí para que no se detenga la reproducción humana.
NR: Como la voluntad de la especie...
Michelle Garza Cervera: Sí, casi, casi. En realidad, parece que es un secreto a voces. Las mismas mujeres no quieren hablar de eso, no quieren aceptarlo, porque las someten a un juicio. Si tu mamá empezara a decir lo horrible que fue tenerte, parecería un ataque hacia ti, cuando tiene todo el derecho de decir que la pasó fatal. Pero no está normalizado. Es parte de lo que quiere hacer Huesera.
Hay gente que está diciendo que esta película es antinatalista y antirreproducción. Me parece una tontería. ¿Cómo creen que una película haría ese argumento? Yo quiero abrir estas discusiones, darle espacios a este tipo de personajes que no me parecen poco comunes: habitan en todas las cabezas y en todas las familias... Esto existe, aceptémoslo.
NR: En una entrevista mencionaste a Lynne Ramsay. Ella también se enfrentó a comentarios del estilo cuando adaptó We Need to Talk About Kevin (2011). Críticos y público decían que era muy irreal, que no podía existir ese odio uterino, que no podía pasar esto sin que fuera culpa de la madre…
Michelle Garza Cervera: Sí, todo está construido para culparla a ella. Hay un discurso muy instalado en el que las madres son culpables de todos los males de la humanidad. Las culpamos de todo. El máximo insulto es el insulto a la madre. Es algo muy arraigado. No quiero retar algo tan grande, solo me lo cuestiono. Porque atraviesa mi vida, la de mi madre, la de mi abuela. Vidas que siento que, al menos en parte, están borradas: quedaron ocultas en el silencio. No se les permitió nunca mostrar gran parte de sus identidades.
NR: En la construcción formal de tu película, a veces Valeria aparece muy cerca, en tomas cerradísimas, y a veces está muy lejos, en el fondo de un plano profundo. Otras veces las tomas están mediadas por una telaraña, por algún enrejado dentro de la casa que muestra que la protagonista habita un hogar que también es una prisión. Eso está ahí desde el diseño de producción, por ejemplo, en la cuna que está hecha con el tipo de enrejado de una silla Acapulco o en la mecedora tejida de bejuco, que es la misma con la que se vuelve loco Mark en Possession (1981), de Andrzej Zulawski.
Michelle Garza Cervera: ¡Qué fuerte!, fue una de las películas que analizamos para Huesera. Qué loco. Lo voy a platicar con la diseñadora de producción porque ella añadió ese detalle de la mecedora y me encanta.
Fueron muchas discusiones a lo largo de tanto tiempo, vimos tantas cosas para inspirarnos... Luego la pandemia nos dio un año más de filmación. Entonces, sí juntamos muchas referencias. Pero en estos años me preocupé porque no fuera solamente una película de referencias y tuviera su propia identidad.
También nos inspiramos en nuestras propias vidas. Retratamos cómo crecimos, cómo nos transportamos en esta ciudad. Quisimos ser fieles a eso. Quisimos representar algo muy complicado que pocas veces vemos en el cine. Es algo que me importaba mucho. Me preocupé por dar una representación que no tendiera a la exotización ni a cómo nos ven en Estados Unidos o en Europa. Quería sentir a una mujer que podía ser mi amiga o mi prima. Fue así. El departamento era el departamento de mi productora. La casa de los papás de Valeria era la casa de los abuelos de otro productor.
Huesera es una película de poco presupuesto que se ajustó a lo que teníamos a la mano y cerca de nosotros. La escena punk son todos mis amigos. Vinieron todos, nos hicimos una prueba de covid y se hizo una tocada como no se había hecho en un rato. Nos la pasamos muy bien. Todo fue jalar de partes de mi vida. El agua, por ejemplo. En el lugar en donde yo crecí, cada fin de semana nos cortaban el agua. También teníamos el llaverito para llamar a la policía comunal si pasaba algo. Me fui inspirando en cosas de mi vida y en cosas de la vida de mi coguionista. Íbamos encontrando esos detalles para construir la historia.
NR: Hablando específicamente de planos y sonido y la atmósfera que crean, me parece que hay un juego interesante entre la cercanía y la lejanía. A veces filmas muy de cerca a Valeria, casi a ras de piel, a veces la vemos a través de una reja o de algo que parece convertir la casa en una tela de araña. ¿Cómo creaste esta atmósfera?, ¿cómo pensaste estos planos entre lo cercano del cuerpo, el punto de vista de los recuerdos y la distancia hostil de la casa?
Michelle Garza Cervera: En la cuestión visual, toda la película está construida desde el guion. Es el estudio de un personaje que está atravesando un quiebre psicológico. Todo se vive desde la perspectiva de Valeria. Además, hay un leitmotiv, fuera del de los huesos, que es una constante en la película: la presencia de una red, de una telaraña, que tiene que ver con uno de los aspectos estéticos de la Huesera, es decir, lo arácnido.
Fuimos construyendo esta presencia a través de todos los departamentos de la película. Fue definiendo nuestra selección de puesta en cámara, de locaciones, de iluminación. Incluso en el sonido. Tanto la música como el diseño sonoro se construyeron a través de entramados. Todo esto para dar una sensación de encierro que va incrementando a lo largo de la historia. Es como si Valeria estuviera construyendo la misma red que la va atrapando. Al final tendrá que encontrar la forma de salir de ahí.
Quisimos crear una narrativa desde la puesta en cámara y todas las elecciones en el diseño de producción, en el vestuario, en los muebles que hace Valeria, en los objetos elegidos en el espacio. Había una construcción y una deliberada elección de objetos y de posiciones de cámara, de encuadres, que abonaban a esta propuesta estética, que tenía que ver con la sensación progresiva de una persona que se siente cada vez más enclaustrada, encerrada, a través de un red que remite a lo arácnido, a la telaraña. Va por ahí.
Hay una cosa que mencionas con la distancia que, sin duda, también pensamos. La Huesera es una entidad que fuimos construyendo, es algo que se va acercando poco a poco. La primera vez que Valeria la ve es en el coche, a la distancia, luego enfrente de su casa, luego se va arrastrando y se mete a su departamento, luego está debajo de su cama, luego le agarra el cuerpo. Finalmente, está completamente dentro de la psique de Valeria, hasta llevarla al punto de quiebre.
NR: ¿Cómo pensaste que se complementaría esta construcción con el sonido?, un sonido que es bastante interesante y opresivo: ese tronar de huesos, esa sensación de algo reptando, ese afuera y adentro…
Michelle Garza Cervera: En la cuestión sonora, también pensamos mucho la película desde el guion. Yo tenía muy claro que no quería traer a esta historia elementos que se usan mucho en el cine del género, como los drones o los efectos de otros mundos. En verdad quería que todo se construyera a través del entorno de Valeria. Un entorno que aparenta ser armonioso y luminoso, esta idea del ideal doméstico color pastel. El sonido que la rodea, tanto en su casa como en su edificio, su calle, su ciudad, es todo lo que utilizamos para construir el diseño sonoro. Obviamente, distorsionamos esos sonidos y en vez de agregar más y más capas, nos centramos en un solo elemento. Porque nos parecía que el universo que la rodeaba bastaba para construir una atmósfera sonora opresiva que acompañaba el discurso de retar lo doméstico como ideal, como la armonía o la paz que llega a la vida de una mujer, para decir, claro, que puede ser todo lo contrario.
Obviamente fuimos eligiendo también sonidos para que fueran un leitmotiv y representaran estas emociones de quiebre que está sintiendo Valeria y que acompañan las escenas de horror y de acecho de la Huesera. Fue un proceso largo para entender la identidad de la fuerza antagónica de la película. Y eso fue, realmente, un proceso de guion. Llegar a la imagen, al sonido, de un hueso fracturado tomó tiempo porque antes teníamos que entender al personaje y entender cómo queríamos construir una sensación de quiebre. Algo que se está rompiendo por dentro, pero que en el exterior no se ve. Así llegamos a esa reflexión que le dio identidad, estructura y una espina dorsal a la película. En el cine de horror, me gusta cómo se genera una reacción física en el espectador, algo instintivo, algo que te hace voltear la cara. Así fue como elegimos los huesos como un leitmotiv sonoro que también va in crescendo, como las redes y las telarañas que te mencionaba en la pregunta anterior.
NR: Últimamente, se están produciendo muchas películas de realismo social mexicano. En varias hay una idea de maternidad protectora que en un momento complicado se vuelca a la búsqueda o a la protección de sus hijas e hijos. Películas como Noche de fuego (2021), Sin señas particulares (2020), La civil (2021), Manto de gemas (2022), etcétera. Muchas de estas películas se centran en una figura materna que busca a sus seres queridos desaparecidos o amenazados. Sin hablar de la calidad de estas cintas, creo que en todas ellas parece seguir existiendo una idea de maternidad abnegada. Parece que cuesta tanto el final de tu película porque, incluso en los momentos más desesperados de nuestra realidad, seguimos creyendo en cierta representación de la maternidad...
Michelle Garza Cervera: Me parece muy interesante este tema. Deliberadamente quise evitar todos estos asuntos: el narco, las desapariciones, etcétera. La cuestión de la reproducción y la maternidad parecen ser algo sagrado, como de supervivencia del humano en la Tierra.
Por primera vez estoy empezando a recibir comentarios de odio sobre la película... gente que está molesta con la película. Se me olvida luego el tema. Yo empecé haciendo una película incómoda, pero te clavas tanto en el proyecto, en cada escena, en cada área y en lo que implica hacerla, que se te olvida de qué trata. También, todos mis amigos están a favor del aborto y, en general, no tienen ningún problema con lo que dice la película. Nos rodeamos de gente que ve el mundo parecido a nosotros. Pero mi idea original era ser incómoda en otros círculos que también me son cercanos: tías, tíos, familia... Tomé la decisión de retar un concepto que, por más que se haya discutido desde Medea, sigue siendo tabú. Digo, no es algo nuevo. Casa de muñecas… ¿por qué hay tanto problema todavía?
Sí me di cuenta de que metí el dedo en la llaga con algo que a muchas personas les resulta incómodo. Además, hay una tendencia fascista en la mente humana, la de hacerlo todo blanco o negro. Decir que la película está en contra de la reproducción o que es antinatalista, no puedo creer que eso se crea. Pero veo que hay mucha gente que asume eso del proyecto. Y me tengo que recordar que nos enfrentamos a algo sistemático y que siempre nos planteamos enfrentarnos a eso. Es algo muy difícil de desarticular y me alegra que Huesera cree esta discusión.
También me gusta pensar que el cine mexicano puede ser otras historias. Entiendo que hay un conflicto brutal en nuestro país. Pero no puedo creer que solo tengamos dos opciones: hablar de esos temas o hacer comedias románticas por encargo. Creo que Noche de fuego y Sin señas particulares son grandes películas. Pero queríamos demostrar que podemos hacer un drama familiar de horror que nos representa en otro sentido, al menos a un grupo de gente de esta ciudad.
NR: No todas las películas que tratan un tema real o que nos concierne tiene que ser la apología de algo o su crítica. También es muy interesante ver la construcción de un personaje en sí mismo. Cuando empieza a sonar “Tan lejos”, de Décima Víctima, hay algo nostálgico e intenso, muy vivido. El personaje tiene una textura más allá de la crítica social que pueda representar.
Michelle Garza Cervera: Justo. Últimamente he estado pensando en eso. Digo, empecé a hacer Huesera hace cinco años. En ese momento andaba muy clavada con el horror metafórico y con lo que se podía decir. Apenas habían salido Get Out (2017), Hereditary (2018) y demás cintas. Tenía en mente un tema metafórico, pero ahora también veo la importancia de entretener. Siempre tuvimos muy en mente que teníamos que esconder los vegetales. No me gusta cuando alguien da una lección en el cine, por más que tenga razón. Me gusta sentir cosas en el cine. No quería caer en comentarios blanco y negro. Para mí el feminismo es mucho más complejo. Es un proceso, más que un argumento construido y rígido. Lo importante para mí es que podamos seguir dialogando.
NR: Justo pensaba en Relic (2020), una película de Natalie Erika James, porque habla de la maternidad, de la herencia, de la complejidad de heredar una enfermedad, una situación familiar difícil. Un horror metafórico que, encerrado en casa, es muy potente por su intimidad...
Michelle Garza Cervera: Sí, el tema de la maternidad no es algo nuevo y, claro, está en muchísimas más películas que en las que se denominan como “horror corporal”. Nos atraviesa a todos. Nos atraviesa de mil formas. Nuestra conexión es distinta, pero todos estamos atravesados por una idea de la maternidad. Sobre todo, en lo inconsciente.
Me gustó mucho esa película, sobre todo el final. Creo que mucho del terror maternal que ha habido en el cine siempre ha sido dirigido por hombres. La perspectiva era muy masculina y me da gusto que ahora se esté dando una diversidad y que haya directoras que abordan el tema. Eso cambia todo. Se vuelve una discusión. Estamos discutiendo y no juzgando. El cine es plástico y permite discusiones. Eso es lo más emocionante.
NR: ¿Crees que el cine puede cambiar el mundo?
Michelle Garza Cervera: Honestamente, no. No el cine en particular. Tengo amigos activistas y su vida es muy distinta a la mía. Mi mejor amiga es activista y hace treinta abortos al día. Ella sí está cambiando el mundo. Yo no. Yo no me embarro las manos de sangre. Lo que yo hago es conversar. Y eso cambia el mundo, pero de otra forma. Es algo que está en el arte en general. Algo que vive en las discusiones en otro ámbito, poético o emocional. Es algo importante y a mí me ha cambiado. Tal vez eso pueda inspirar a alguien para volverse activista y cambiar el mundo o hacer algo radical. Pero yo, como cineasta, tengo una vida totalmente distinta a la de un activista. Así lo pienso.
Huesera, Michelle Garza Cervera (2023).
En el centro de esta película hay una formulación radicalmente distinta de la maternidad. Su directora, Michelle Garza Cervera, logró aprovechar el género del horror para mostrar otros aspectos de ser madre. Algunos han dicho que Huesera es antinatalista; la directora de la película responde a estas inquietudes y explica su objetivo, sus inspiraciones y las decisiones formales que tomó al crear la cinta.
Huesera cuenta la historia de Valeria (Natalia Solián), una mujer joven, nacida en la periferia de la Ciudad de México, que vive con su novio Raúl (Alfonso Dosal) en una colonia céntrica de la capital. Viven felices y plenos. El departamento no es exactamente suyo, es de la madre de Raúl. Crearon un hogar ahí, en un espacio que les regaló la suegra, con todo lo que eso implica. Ambos tienen talleres en donde hacen lo que les apasiona: ella, ebanistería; él, música. Él viene de un medio privilegiado y se nota, pero parece no ser un problema. Tienen sexo y se divierten. También desean intensamente tener un bebé. Ella visita a una Virgen monumental para pedirle el favor. Él espera el milagro. La felicidad chilanga millennial de postal de la Narvarte se despliega entre sus risas.
Cuando, finalmente, Valeria se embaraza, algo cambia en ella. Se van sumando las ansiedades, la persiguen sombras. Se despierta a gritos, la atormenta el ruido de sus huesos. Junto a su bebé, crece el miedo. Esta tortura psicológica se convierte, con el paso de los días, en una crisis de identidad. Nueve meses de cambios en el cuerpo de Valeria comienzan a afectar también su mente. Algo que no parece natural se está apoderando de ella, entrando a su casa, observándola y desgarrándola desde adentro.
En Huesera la figura de la araña se proyecta en todas partes. El personaje de Valeria ve estos insectos desde que está embarazada y todo parece convertirse en una telaraña: la mecedora en la que descansa entrelaza el bejuco como trampa de seda, la cuna que fabrica para su hija está construida como una telaraña y se multiplican los planos donde la vemos detrás de una reja, de algún tejido que la envuelve. Al respecto, la artista Louise Bourgeois asociaba a su madre, a la que admiraba y amaba profundamente, con las arañas. Pero la asociación iba mucho más allá de los telares que su madre trabajaba en el negocio familiar. Bourgeois escribió que su madre era “decidida, inteligente, paciente, consoladora, razonable, modosa, sutil, indispensable y útil como una araña”. Al mismo tiempo, su escultura monumental llamada Maman tiene algo de amenazante; es una figura más grande que la vida, indescriptiblemente hostil.
La imagen es poderosa y pertinente porque un hogar puede ser una telaraña: a la vez, refugio y prisión, un lugar estable y endeble, en donde uno puede sentirse como depredador o como presa. Valeria, justamente, empieza a vivir su hogar como una cárcel y el embarazo como una prisión somática. Entonces las certezas comienzan a quebrarse: ¿es víctima o victimaria?, ¿está segura en esa casa?, ¿por qué está ahí?, ¿esto es lo que siempre quiso?, ¿quién le construyó esta jaula de oro?
Las preguntas de la película sobre la maternidad y la identidad encuentran un cauce interesante en la leyenda popular de la Huesera (originaria del norte de México): una mujer que vaga por el desierto buscando huesos para reanimar algo muerto. El horror atmosférico y corporal exploran, mediante esta imagen, la fina línea entre lo sobrenatural y la somatización. Al final, metafórica o realmente, Huesera es una película sobre la terrorífica sensación de encontrarse en contradicción, de seguir una vida que no te corresponde y que no quieres. Lo que se representa, lejos de ser algo que pueda comprenderse, nombrarse y destruirse (como en el más panfletario cine de horror hollywoodense), es una batalla cotidiana. En Huesera lo que aterra es un miedo compartido: el de perdernos, perder el sentido, perder el asidero de la identidad con la que nos construimos… o con la que nos construyen.
Después de ganar importantes premios en Sitges y Tribeca, además de dar la vuelta al mundo en festivales, Huesera por fin se estrena en salas mexicanas. La respuesta ha sido abrumadoramente positiva por parte de los críticos y la audiencia. Fernanda Solórzano escribió el año pasado en Letras Libres: “Pongo sobre la mesa que soy devota del cine de horror, por si este entusiasmo me llevara a tener una opinión sesgada. De cualquier forma, diría lo siguiente: Huesera es la película mexicana más propositiva del 2022”. También fue votada como la mejor película mexicana del año por 107 especialistas iberoamericanos. Sin embargo, la cinta ha encontrado una sonada oposición en redes sociales (algo que se refleja, por ejemplo, en la calificación de 67% que le dio el público frente al 99% que le dieron los críticos en Rotten Tomatoes).
Michelle Garza Cervera, su directora y coguionista, tocó fibras sensibles con temas tabú en México, como la maternidad y la familia. Pero ¿qué dice ella sobre Huesera?, ¿qué piensa de esta reacción abrumadora?
Nicolás Ruiz (NR): Se está haciendo mucho ruido alrededor de Huesera...
Michelle Garza Cervera: Sí, la verdad está siendo una locura.
NR: La leyenda de la Huesera, o la Loba, plantea una imagen interesante, la de recolectar partes de cuerpos para crear otro. Pero la suma de esos miembros dispersos no construye necesariamente una identidad que los integra. Igual nosotros nos armamos a cachos, como suma de nuestras propias historias. Y nuestra identidad no siempre resulta en lo que quieren los demás o en lo que nosotros queremos. ¿De dónde nace esta idea de tratar de una forma tan corporal un fenómeno psicológico profundo?
Michelle Garza Cervera: Me encanta el concepto detrás de la leyenda. La idea de recolectar partes de ti a través de un proceso tortuoso, de vagar en el desierto durante tanto tiempo. Por otra parte, me llama la atención el horror corporal que implica la leyenda porque es visceral. Es algo que ves, que sientes, que se puede escuchar. Todo esto me pareció interesante de la leyenda porque lo podía realizar de manera tangible, cinematográfica. Poco a poco fuimos encontrando este aspecto ansioso de la protagonista, que se truena los dedos, que muestra ciertas incomodidades a través del cuerpo. Son las ansiedades que afloran cuando estamos escondiendo algo, y se refleja en un aspecto físico. A partir de ahí fuimos construyendo una entidad que se despliega de estas ansiedades de Valeria hasta convertirse en un ser que la parte en pedazos.
De hecho, la película es tan barroca porque me interesaba mostrar cómo los seres humanos somos elásticos, nos transformamos todo el tiempo, no tenemos una sola identidad, somos parte de mil personas. Además, quería mostrar, justamente, que esto que agarra y somete a Valeria es una construcción social que nos afecta a todas las mujeres, que nos parte a todas. Quería que se sintiera como algo colectivo, algo coral. No solo se trata de ella. Es como la Virgen de Guadalupe, es algo social, enorme, sin rostro, intangible.
Huesera también parte de unas ganas de convertir la realidad de una ansiedad con la que todas nos podemos identificar en algo profundamente sobrenatural. Era a lo que queríamos llegar, a una entidad siniestra que te quiebra el cuerpo, que te va fracturando y que compartimos.
NR: Llegué a una edad en que las personas con las que siempre me relacioné, mis amigas, mis amigos, empezaron a tener hijos. Y la maternidad no es la experiencia que me contaron mis tías, mis abuelas y mi madre. Una amiga me dijo que nadie le había contado del dolor, el trauma, el miedo, la tristeza, el asco, los fluidos y todo lo que implica dar a luz. Este extraño tabú higiénico junto a esa santificación de la maternidad que parecen ir desde la obstetricia hasta la imagen de la Virgen. ¿Cómo pensaste tú este tema?, ¿por qué crees que sigue siendo un asunto tan difícil de abordar, incluso ahora, en México?
Michelle Garza Cervera: Todos salimos de un útero, pero ¿cuántos de nosotros hemos visto un parto? Es algo que está demasiado santificado porque tiene que ver con nuestra existencia, con que sigamos existiendo: es un discurso que parece estar ahí para que no se detenga la reproducción humana.
NR: Como la voluntad de la especie...
Michelle Garza Cervera: Sí, casi, casi. En realidad, parece que es un secreto a voces. Las mismas mujeres no quieren hablar de eso, no quieren aceptarlo, porque las someten a un juicio. Si tu mamá empezara a decir lo horrible que fue tenerte, parecería un ataque hacia ti, cuando tiene todo el derecho de decir que la pasó fatal. Pero no está normalizado. Es parte de lo que quiere hacer Huesera.
Hay gente que está diciendo que esta película es antinatalista y antirreproducción. Me parece una tontería. ¿Cómo creen que una película haría ese argumento? Yo quiero abrir estas discusiones, darle espacios a este tipo de personajes que no me parecen poco comunes: habitan en todas las cabezas y en todas las familias... Esto existe, aceptémoslo.
NR: En una entrevista mencionaste a Lynne Ramsay. Ella también se enfrentó a comentarios del estilo cuando adaptó We Need to Talk About Kevin (2011). Críticos y público decían que era muy irreal, que no podía existir ese odio uterino, que no podía pasar esto sin que fuera culpa de la madre…
Michelle Garza Cervera: Sí, todo está construido para culparla a ella. Hay un discurso muy instalado en el que las madres son culpables de todos los males de la humanidad. Las culpamos de todo. El máximo insulto es el insulto a la madre. Es algo muy arraigado. No quiero retar algo tan grande, solo me lo cuestiono. Porque atraviesa mi vida, la de mi madre, la de mi abuela. Vidas que siento que, al menos en parte, están borradas: quedaron ocultas en el silencio. No se les permitió nunca mostrar gran parte de sus identidades.
NR: En la construcción formal de tu película, a veces Valeria aparece muy cerca, en tomas cerradísimas, y a veces está muy lejos, en el fondo de un plano profundo. Otras veces las tomas están mediadas por una telaraña, por algún enrejado dentro de la casa que muestra que la protagonista habita un hogar que también es una prisión. Eso está ahí desde el diseño de producción, por ejemplo, en la cuna que está hecha con el tipo de enrejado de una silla Acapulco o en la mecedora tejida de bejuco, que es la misma con la que se vuelve loco Mark en Possession (1981), de Andrzej Zulawski.
Michelle Garza Cervera: ¡Qué fuerte!, fue una de las películas que analizamos para Huesera. Qué loco. Lo voy a platicar con la diseñadora de producción porque ella añadió ese detalle de la mecedora y me encanta.
Fueron muchas discusiones a lo largo de tanto tiempo, vimos tantas cosas para inspirarnos... Luego la pandemia nos dio un año más de filmación. Entonces, sí juntamos muchas referencias. Pero en estos años me preocupé porque no fuera solamente una película de referencias y tuviera su propia identidad.
También nos inspiramos en nuestras propias vidas. Retratamos cómo crecimos, cómo nos transportamos en esta ciudad. Quisimos ser fieles a eso. Quisimos representar algo muy complicado que pocas veces vemos en el cine. Es algo que me importaba mucho. Me preocupé por dar una representación que no tendiera a la exotización ni a cómo nos ven en Estados Unidos o en Europa. Quería sentir a una mujer que podía ser mi amiga o mi prima. Fue así. El departamento era el departamento de mi productora. La casa de los papás de Valeria era la casa de los abuelos de otro productor.
Huesera es una película de poco presupuesto que se ajustó a lo que teníamos a la mano y cerca de nosotros. La escena punk son todos mis amigos. Vinieron todos, nos hicimos una prueba de covid y se hizo una tocada como no se había hecho en un rato. Nos la pasamos muy bien. Todo fue jalar de partes de mi vida. El agua, por ejemplo. En el lugar en donde yo crecí, cada fin de semana nos cortaban el agua. También teníamos el llaverito para llamar a la policía comunal si pasaba algo. Me fui inspirando en cosas de mi vida y en cosas de la vida de mi coguionista. Íbamos encontrando esos detalles para construir la historia.
NR: Hablando específicamente de planos y sonido y la atmósfera que crean, me parece que hay un juego interesante entre la cercanía y la lejanía. A veces filmas muy de cerca a Valeria, casi a ras de piel, a veces la vemos a través de una reja o de algo que parece convertir la casa en una tela de araña. ¿Cómo creaste esta atmósfera?, ¿cómo pensaste estos planos entre lo cercano del cuerpo, el punto de vista de los recuerdos y la distancia hostil de la casa?
Michelle Garza Cervera: En la cuestión visual, toda la película está construida desde el guion. Es el estudio de un personaje que está atravesando un quiebre psicológico. Todo se vive desde la perspectiva de Valeria. Además, hay un leitmotiv, fuera del de los huesos, que es una constante en la película: la presencia de una red, de una telaraña, que tiene que ver con uno de los aspectos estéticos de la Huesera, es decir, lo arácnido.
Fuimos construyendo esta presencia a través de todos los departamentos de la película. Fue definiendo nuestra selección de puesta en cámara, de locaciones, de iluminación. Incluso en el sonido. Tanto la música como el diseño sonoro se construyeron a través de entramados. Todo esto para dar una sensación de encierro que va incrementando a lo largo de la historia. Es como si Valeria estuviera construyendo la misma red que la va atrapando. Al final tendrá que encontrar la forma de salir de ahí.
Quisimos crear una narrativa desde la puesta en cámara y todas las elecciones en el diseño de producción, en el vestuario, en los muebles que hace Valeria, en los objetos elegidos en el espacio. Había una construcción y una deliberada elección de objetos y de posiciones de cámara, de encuadres, que abonaban a esta propuesta estética, que tenía que ver con la sensación progresiva de una persona que se siente cada vez más enclaustrada, encerrada, a través de un red que remite a lo arácnido, a la telaraña. Va por ahí.
Hay una cosa que mencionas con la distancia que, sin duda, también pensamos. La Huesera es una entidad que fuimos construyendo, es algo que se va acercando poco a poco. La primera vez que Valeria la ve es en el coche, a la distancia, luego enfrente de su casa, luego se va arrastrando y se mete a su departamento, luego está debajo de su cama, luego le agarra el cuerpo. Finalmente, está completamente dentro de la psique de Valeria, hasta llevarla al punto de quiebre.
NR: ¿Cómo pensaste que se complementaría esta construcción con el sonido?, un sonido que es bastante interesante y opresivo: ese tronar de huesos, esa sensación de algo reptando, ese afuera y adentro…
Michelle Garza Cervera: En la cuestión sonora, también pensamos mucho la película desde el guion. Yo tenía muy claro que no quería traer a esta historia elementos que se usan mucho en el cine del género, como los drones o los efectos de otros mundos. En verdad quería que todo se construyera a través del entorno de Valeria. Un entorno que aparenta ser armonioso y luminoso, esta idea del ideal doméstico color pastel. El sonido que la rodea, tanto en su casa como en su edificio, su calle, su ciudad, es todo lo que utilizamos para construir el diseño sonoro. Obviamente, distorsionamos esos sonidos y en vez de agregar más y más capas, nos centramos en un solo elemento. Porque nos parecía que el universo que la rodeaba bastaba para construir una atmósfera sonora opresiva que acompañaba el discurso de retar lo doméstico como ideal, como la armonía o la paz que llega a la vida de una mujer, para decir, claro, que puede ser todo lo contrario.
Obviamente fuimos eligiendo también sonidos para que fueran un leitmotiv y representaran estas emociones de quiebre que está sintiendo Valeria y que acompañan las escenas de horror y de acecho de la Huesera. Fue un proceso largo para entender la identidad de la fuerza antagónica de la película. Y eso fue, realmente, un proceso de guion. Llegar a la imagen, al sonido, de un hueso fracturado tomó tiempo porque antes teníamos que entender al personaje y entender cómo queríamos construir una sensación de quiebre. Algo que se está rompiendo por dentro, pero que en el exterior no se ve. Así llegamos a esa reflexión que le dio identidad, estructura y una espina dorsal a la película. En el cine de horror, me gusta cómo se genera una reacción física en el espectador, algo instintivo, algo que te hace voltear la cara. Así fue como elegimos los huesos como un leitmotiv sonoro que también va in crescendo, como las redes y las telarañas que te mencionaba en la pregunta anterior.
NR: Últimamente, se están produciendo muchas películas de realismo social mexicano. En varias hay una idea de maternidad protectora que en un momento complicado se vuelca a la búsqueda o a la protección de sus hijas e hijos. Películas como Noche de fuego (2021), Sin señas particulares (2020), La civil (2021), Manto de gemas (2022), etcétera. Muchas de estas películas se centran en una figura materna que busca a sus seres queridos desaparecidos o amenazados. Sin hablar de la calidad de estas cintas, creo que en todas ellas parece seguir existiendo una idea de maternidad abnegada. Parece que cuesta tanto el final de tu película porque, incluso en los momentos más desesperados de nuestra realidad, seguimos creyendo en cierta representación de la maternidad...
Michelle Garza Cervera: Me parece muy interesante este tema. Deliberadamente quise evitar todos estos asuntos: el narco, las desapariciones, etcétera. La cuestión de la reproducción y la maternidad parecen ser algo sagrado, como de supervivencia del humano en la Tierra.
Por primera vez estoy empezando a recibir comentarios de odio sobre la película... gente que está molesta con la película. Se me olvida luego el tema. Yo empecé haciendo una película incómoda, pero te clavas tanto en el proyecto, en cada escena, en cada área y en lo que implica hacerla, que se te olvida de qué trata. También, todos mis amigos están a favor del aborto y, en general, no tienen ningún problema con lo que dice la película. Nos rodeamos de gente que ve el mundo parecido a nosotros. Pero mi idea original era ser incómoda en otros círculos que también me son cercanos: tías, tíos, familia... Tomé la decisión de retar un concepto que, por más que se haya discutido desde Medea, sigue siendo tabú. Digo, no es algo nuevo. Casa de muñecas… ¿por qué hay tanto problema todavía?
Sí me di cuenta de que metí el dedo en la llaga con algo que a muchas personas les resulta incómodo. Además, hay una tendencia fascista en la mente humana, la de hacerlo todo blanco o negro. Decir que la película está en contra de la reproducción o que es antinatalista, no puedo creer que eso se crea. Pero veo que hay mucha gente que asume eso del proyecto. Y me tengo que recordar que nos enfrentamos a algo sistemático y que siempre nos planteamos enfrentarnos a eso. Es algo muy difícil de desarticular y me alegra que Huesera cree esta discusión.
También me gusta pensar que el cine mexicano puede ser otras historias. Entiendo que hay un conflicto brutal en nuestro país. Pero no puedo creer que solo tengamos dos opciones: hablar de esos temas o hacer comedias románticas por encargo. Creo que Noche de fuego y Sin señas particulares son grandes películas. Pero queríamos demostrar que podemos hacer un drama familiar de horror que nos representa en otro sentido, al menos a un grupo de gente de esta ciudad.
NR: No todas las películas que tratan un tema real o que nos concierne tiene que ser la apología de algo o su crítica. También es muy interesante ver la construcción de un personaje en sí mismo. Cuando empieza a sonar “Tan lejos”, de Décima Víctima, hay algo nostálgico e intenso, muy vivido. El personaje tiene una textura más allá de la crítica social que pueda representar.
Michelle Garza Cervera: Justo. Últimamente he estado pensando en eso. Digo, empecé a hacer Huesera hace cinco años. En ese momento andaba muy clavada con el horror metafórico y con lo que se podía decir. Apenas habían salido Get Out (2017), Hereditary (2018) y demás cintas. Tenía en mente un tema metafórico, pero ahora también veo la importancia de entretener. Siempre tuvimos muy en mente que teníamos que esconder los vegetales. No me gusta cuando alguien da una lección en el cine, por más que tenga razón. Me gusta sentir cosas en el cine. No quería caer en comentarios blanco y negro. Para mí el feminismo es mucho más complejo. Es un proceso, más que un argumento construido y rígido. Lo importante para mí es que podamos seguir dialogando.
NR: Justo pensaba en Relic (2020), una película de Natalie Erika James, porque habla de la maternidad, de la herencia, de la complejidad de heredar una enfermedad, una situación familiar difícil. Un horror metafórico que, encerrado en casa, es muy potente por su intimidad...
Michelle Garza Cervera: Sí, el tema de la maternidad no es algo nuevo y, claro, está en muchísimas más películas que en las que se denominan como “horror corporal”. Nos atraviesa a todos. Nos atraviesa de mil formas. Nuestra conexión es distinta, pero todos estamos atravesados por una idea de la maternidad. Sobre todo, en lo inconsciente.
Me gustó mucho esa película, sobre todo el final. Creo que mucho del terror maternal que ha habido en el cine siempre ha sido dirigido por hombres. La perspectiva era muy masculina y me da gusto que ahora se esté dando una diversidad y que haya directoras que abordan el tema. Eso cambia todo. Se vuelve una discusión. Estamos discutiendo y no juzgando. El cine es plástico y permite discusiones. Eso es lo más emocionante.
NR: ¿Crees que el cine puede cambiar el mundo?
Michelle Garza Cervera: Honestamente, no. No el cine en particular. Tengo amigos activistas y su vida es muy distinta a la mía. Mi mejor amiga es activista y hace treinta abortos al día. Ella sí está cambiando el mundo. Yo no. Yo no me embarro las manos de sangre. Lo que yo hago es conversar. Y eso cambia el mundo, pero de otra forma. Es algo que está en el arte en general. Algo que vive en las discusiones en otro ámbito, poético o emocional. Es algo importante y a mí me ha cambiado. Tal vez eso pueda inspirar a alguien para volverse activista y cambiar el mundo o hacer algo radical. Pero yo, como cineasta, tengo una vida totalmente distinta a la de un activista. Así lo pienso.
En el centro de esta película hay una formulación radicalmente distinta de la maternidad. Su directora, Michelle Garza Cervera, logró aprovechar el género del horror para mostrar otros aspectos de ser madre. Algunos han dicho que Huesera es antinatalista; la directora de la película responde a estas inquietudes y explica su objetivo, sus inspiraciones y las decisiones formales que tomó al crear la cinta.
Huesera cuenta la historia de Valeria (Natalia Solián), una mujer joven, nacida en la periferia de la Ciudad de México, que vive con su novio Raúl (Alfonso Dosal) en una colonia céntrica de la capital. Viven felices y plenos. El departamento no es exactamente suyo, es de la madre de Raúl. Crearon un hogar ahí, en un espacio que les regaló la suegra, con todo lo que eso implica. Ambos tienen talleres en donde hacen lo que les apasiona: ella, ebanistería; él, música. Él viene de un medio privilegiado y se nota, pero parece no ser un problema. Tienen sexo y se divierten. También desean intensamente tener un bebé. Ella visita a una Virgen monumental para pedirle el favor. Él espera el milagro. La felicidad chilanga millennial de postal de la Narvarte se despliega entre sus risas.
Cuando, finalmente, Valeria se embaraza, algo cambia en ella. Se van sumando las ansiedades, la persiguen sombras. Se despierta a gritos, la atormenta el ruido de sus huesos. Junto a su bebé, crece el miedo. Esta tortura psicológica se convierte, con el paso de los días, en una crisis de identidad. Nueve meses de cambios en el cuerpo de Valeria comienzan a afectar también su mente. Algo que no parece natural se está apoderando de ella, entrando a su casa, observándola y desgarrándola desde adentro.
En Huesera la figura de la araña se proyecta en todas partes. El personaje de Valeria ve estos insectos desde que está embarazada y todo parece convertirse en una telaraña: la mecedora en la que descansa entrelaza el bejuco como trampa de seda, la cuna que fabrica para su hija está construida como una telaraña y se multiplican los planos donde la vemos detrás de una reja, de algún tejido que la envuelve. Al respecto, la artista Louise Bourgeois asociaba a su madre, a la que admiraba y amaba profundamente, con las arañas. Pero la asociación iba mucho más allá de los telares que su madre trabajaba en el negocio familiar. Bourgeois escribió que su madre era “decidida, inteligente, paciente, consoladora, razonable, modosa, sutil, indispensable y útil como una araña”. Al mismo tiempo, su escultura monumental llamada Maman tiene algo de amenazante; es una figura más grande que la vida, indescriptiblemente hostil.
La imagen es poderosa y pertinente porque un hogar puede ser una telaraña: a la vez, refugio y prisión, un lugar estable y endeble, en donde uno puede sentirse como depredador o como presa. Valeria, justamente, empieza a vivir su hogar como una cárcel y el embarazo como una prisión somática. Entonces las certezas comienzan a quebrarse: ¿es víctima o victimaria?, ¿está segura en esa casa?, ¿por qué está ahí?, ¿esto es lo que siempre quiso?, ¿quién le construyó esta jaula de oro?
Las preguntas de la película sobre la maternidad y la identidad encuentran un cauce interesante en la leyenda popular de la Huesera (originaria del norte de México): una mujer que vaga por el desierto buscando huesos para reanimar algo muerto. El horror atmosférico y corporal exploran, mediante esta imagen, la fina línea entre lo sobrenatural y la somatización. Al final, metafórica o realmente, Huesera es una película sobre la terrorífica sensación de encontrarse en contradicción, de seguir una vida que no te corresponde y que no quieres. Lo que se representa, lejos de ser algo que pueda comprenderse, nombrarse y destruirse (como en el más panfletario cine de horror hollywoodense), es una batalla cotidiana. En Huesera lo que aterra es un miedo compartido: el de perdernos, perder el sentido, perder el asidero de la identidad con la que nos construimos… o con la que nos construyen.
Después de ganar importantes premios en Sitges y Tribeca, además de dar la vuelta al mundo en festivales, Huesera por fin se estrena en salas mexicanas. La respuesta ha sido abrumadoramente positiva por parte de los críticos y la audiencia. Fernanda Solórzano escribió el año pasado en Letras Libres: “Pongo sobre la mesa que soy devota del cine de horror, por si este entusiasmo me llevara a tener una opinión sesgada. De cualquier forma, diría lo siguiente: Huesera es la película mexicana más propositiva del 2022”. También fue votada como la mejor película mexicana del año por 107 especialistas iberoamericanos. Sin embargo, la cinta ha encontrado una sonada oposición en redes sociales (algo que se refleja, por ejemplo, en la calificación de 67% que le dio el público frente al 99% que le dieron los críticos en Rotten Tomatoes).
Michelle Garza Cervera, su directora y coguionista, tocó fibras sensibles con temas tabú en México, como la maternidad y la familia. Pero ¿qué dice ella sobre Huesera?, ¿qué piensa de esta reacción abrumadora?
Nicolás Ruiz (NR): Se está haciendo mucho ruido alrededor de Huesera...
Michelle Garza Cervera: Sí, la verdad está siendo una locura.
NR: La leyenda de la Huesera, o la Loba, plantea una imagen interesante, la de recolectar partes de cuerpos para crear otro. Pero la suma de esos miembros dispersos no construye necesariamente una identidad que los integra. Igual nosotros nos armamos a cachos, como suma de nuestras propias historias. Y nuestra identidad no siempre resulta en lo que quieren los demás o en lo que nosotros queremos. ¿De dónde nace esta idea de tratar de una forma tan corporal un fenómeno psicológico profundo?
Michelle Garza Cervera: Me encanta el concepto detrás de la leyenda. La idea de recolectar partes de ti a través de un proceso tortuoso, de vagar en el desierto durante tanto tiempo. Por otra parte, me llama la atención el horror corporal que implica la leyenda porque es visceral. Es algo que ves, que sientes, que se puede escuchar. Todo esto me pareció interesante de la leyenda porque lo podía realizar de manera tangible, cinematográfica. Poco a poco fuimos encontrando este aspecto ansioso de la protagonista, que se truena los dedos, que muestra ciertas incomodidades a través del cuerpo. Son las ansiedades que afloran cuando estamos escondiendo algo, y se refleja en un aspecto físico. A partir de ahí fuimos construyendo una entidad que se despliega de estas ansiedades de Valeria hasta convertirse en un ser que la parte en pedazos.
De hecho, la película es tan barroca porque me interesaba mostrar cómo los seres humanos somos elásticos, nos transformamos todo el tiempo, no tenemos una sola identidad, somos parte de mil personas. Además, quería mostrar, justamente, que esto que agarra y somete a Valeria es una construcción social que nos afecta a todas las mujeres, que nos parte a todas. Quería que se sintiera como algo colectivo, algo coral. No solo se trata de ella. Es como la Virgen de Guadalupe, es algo social, enorme, sin rostro, intangible.
Huesera también parte de unas ganas de convertir la realidad de una ansiedad con la que todas nos podemos identificar en algo profundamente sobrenatural. Era a lo que queríamos llegar, a una entidad siniestra que te quiebra el cuerpo, que te va fracturando y que compartimos.
NR: Llegué a una edad en que las personas con las que siempre me relacioné, mis amigas, mis amigos, empezaron a tener hijos. Y la maternidad no es la experiencia que me contaron mis tías, mis abuelas y mi madre. Una amiga me dijo que nadie le había contado del dolor, el trauma, el miedo, la tristeza, el asco, los fluidos y todo lo que implica dar a luz. Este extraño tabú higiénico junto a esa santificación de la maternidad que parecen ir desde la obstetricia hasta la imagen de la Virgen. ¿Cómo pensaste tú este tema?, ¿por qué crees que sigue siendo un asunto tan difícil de abordar, incluso ahora, en México?
Michelle Garza Cervera: Todos salimos de un útero, pero ¿cuántos de nosotros hemos visto un parto? Es algo que está demasiado santificado porque tiene que ver con nuestra existencia, con que sigamos existiendo: es un discurso que parece estar ahí para que no se detenga la reproducción humana.
NR: Como la voluntad de la especie...
Michelle Garza Cervera: Sí, casi, casi. En realidad, parece que es un secreto a voces. Las mismas mujeres no quieren hablar de eso, no quieren aceptarlo, porque las someten a un juicio. Si tu mamá empezara a decir lo horrible que fue tenerte, parecería un ataque hacia ti, cuando tiene todo el derecho de decir que la pasó fatal. Pero no está normalizado. Es parte de lo que quiere hacer Huesera.
Hay gente que está diciendo que esta película es antinatalista y antirreproducción. Me parece una tontería. ¿Cómo creen que una película haría ese argumento? Yo quiero abrir estas discusiones, darle espacios a este tipo de personajes que no me parecen poco comunes: habitan en todas las cabezas y en todas las familias... Esto existe, aceptémoslo.
NR: En una entrevista mencionaste a Lynne Ramsay. Ella también se enfrentó a comentarios del estilo cuando adaptó We Need to Talk About Kevin (2011). Críticos y público decían que era muy irreal, que no podía existir ese odio uterino, que no podía pasar esto sin que fuera culpa de la madre…
Michelle Garza Cervera: Sí, todo está construido para culparla a ella. Hay un discurso muy instalado en el que las madres son culpables de todos los males de la humanidad. Las culpamos de todo. El máximo insulto es el insulto a la madre. Es algo muy arraigado. No quiero retar algo tan grande, solo me lo cuestiono. Porque atraviesa mi vida, la de mi madre, la de mi abuela. Vidas que siento que, al menos en parte, están borradas: quedaron ocultas en el silencio. No se les permitió nunca mostrar gran parte de sus identidades.
NR: En la construcción formal de tu película, a veces Valeria aparece muy cerca, en tomas cerradísimas, y a veces está muy lejos, en el fondo de un plano profundo. Otras veces las tomas están mediadas por una telaraña, por algún enrejado dentro de la casa que muestra que la protagonista habita un hogar que también es una prisión. Eso está ahí desde el diseño de producción, por ejemplo, en la cuna que está hecha con el tipo de enrejado de una silla Acapulco o en la mecedora tejida de bejuco, que es la misma con la que se vuelve loco Mark en Possession (1981), de Andrzej Zulawski.
Michelle Garza Cervera: ¡Qué fuerte!, fue una de las películas que analizamos para Huesera. Qué loco. Lo voy a platicar con la diseñadora de producción porque ella añadió ese detalle de la mecedora y me encanta.
Fueron muchas discusiones a lo largo de tanto tiempo, vimos tantas cosas para inspirarnos... Luego la pandemia nos dio un año más de filmación. Entonces, sí juntamos muchas referencias. Pero en estos años me preocupé porque no fuera solamente una película de referencias y tuviera su propia identidad.
También nos inspiramos en nuestras propias vidas. Retratamos cómo crecimos, cómo nos transportamos en esta ciudad. Quisimos ser fieles a eso. Quisimos representar algo muy complicado que pocas veces vemos en el cine. Es algo que me importaba mucho. Me preocupé por dar una representación que no tendiera a la exotización ni a cómo nos ven en Estados Unidos o en Europa. Quería sentir a una mujer que podía ser mi amiga o mi prima. Fue así. El departamento era el departamento de mi productora. La casa de los papás de Valeria era la casa de los abuelos de otro productor.
Huesera es una película de poco presupuesto que se ajustó a lo que teníamos a la mano y cerca de nosotros. La escena punk son todos mis amigos. Vinieron todos, nos hicimos una prueba de covid y se hizo una tocada como no se había hecho en un rato. Nos la pasamos muy bien. Todo fue jalar de partes de mi vida. El agua, por ejemplo. En el lugar en donde yo crecí, cada fin de semana nos cortaban el agua. También teníamos el llaverito para llamar a la policía comunal si pasaba algo. Me fui inspirando en cosas de mi vida y en cosas de la vida de mi coguionista. Íbamos encontrando esos detalles para construir la historia.
NR: Hablando específicamente de planos y sonido y la atmósfera que crean, me parece que hay un juego interesante entre la cercanía y la lejanía. A veces filmas muy de cerca a Valeria, casi a ras de piel, a veces la vemos a través de una reja o de algo que parece convertir la casa en una tela de araña. ¿Cómo creaste esta atmósfera?, ¿cómo pensaste estos planos entre lo cercano del cuerpo, el punto de vista de los recuerdos y la distancia hostil de la casa?
Michelle Garza Cervera: En la cuestión visual, toda la película está construida desde el guion. Es el estudio de un personaje que está atravesando un quiebre psicológico. Todo se vive desde la perspectiva de Valeria. Además, hay un leitmotiv, fuera del de los huesos, que es una constante en la película: la presencia de una red, de una telaraña, que tiene que ver con uno de los aspectos estéticos de la Huesera, es decir, lo arácnido.
Fuimos construyendo esta presencia a través de todos los departamentos de la película. Fue definiendo nuestra selección de puesta en cámara, de locaciones, de iluminación. Incluso en el sonido. Tanto la música como el diseño sonoro se construyeron a través de entramados. Todo esto para dar una sensación de encierro que va incrementando a lo largo de la historia. Es como si Valeria estuviera construyendo la misma red que la va atrapando. Al final tendrá que encontrar la forma de salir de ahí.
Quisimos crear una narrativa desde la puesta en cámara y todas las elecciones en el diseño de producción, en el vestuario, en los muebles que hace Valeria, en los objetos elegidos en el espacio. Había una construcción y una deliberada elección de objetos y de posiciones de cámara, de encuadres, que abonaban a esta propuesta estética, que tenía que ver con la sensación progresiva de una persona que se siente cada vez más enclaustrada, encerrada, a través de un red que remite a lo arácnido, a la telaraña. Va por ahí.
Hay una cosa que mencionas con la distancia que, sin duda, también pensamos. La Huesera es una entidad que fuimos construyendo, es algo que se va acercando poco a poco. La primera vez que Valeria la ve es en el coche, a la distancia, luego enfrente de su casa, luego se va arrastrando y se mete a su departamento, luego está debajo de su cama, luego le agarra el cuerpo. Finalmente, está completamente dentro de la psique de Valeria, hasta llevarla al punto de quiebre.
NR: ¿Cómo pensaste que se complementaría esta construcción con el sonido?, un sonido que es bastante interesante y opresivo: ese tronar de huesos, esa sensación de algo reptando, ese afuera y adentro…
Michelle Garza Cervera: En la cuestión sonora, también pensamos mucho la película desde el guion. Yo tenía muy claro que no quería traer a esta historia elementos que se usan mucho en el cine del género, como los drones o los efectos de otros mundos. En verdad quería que todo se construyera a través del entorno de Valeria. Un entorno que aparenta ser armonioso y luminoso, esta idea del ideal doméstico color pastel. El sonido que la rodea, tanto en su casa como en su edificio, su calle, su ciudad, es todo lo que utilizamos para construir el diseño sonoro. Obviamente, distorsionamos esos sonidos y en vez de agregar más y más capas, nos centramos en un solo elemento. Porque nos parecía que el universo que la rodeaba bastaba para construir una atmósfera sonora opresiva que acompañaba el discurso de retar lo doméstico como ideal, como la armonía o la paz que llega a la vida de una mujer, para decir, claro, que puede ser todo lo contrario.
Obviamente fuimos eligiendo también sonidos para que fueran un leitmotiv y representaran estas emociones de quiebre que está sintiendo Valeria y que acompañan las escenas de horror y de acecho de la Huesera. Fue un proceso largo para entender la identidad de la fuerza antagónica de la película. Y eso fue, realmente, un proceso de guion. Llegar a la imagen, al sonido, de un hueso fracturado tomó tiempo porque antes teníamos que entender al personaje y entender cómo queríamos construir una sensación de quiebre. Algo que se está rompiendo por dentro, pero que en el exterior no se ve. Así llegamos a esa reflexión que le dio identidad, estructura y una espina dorsal a la película. En el cine de horror, me gusta cómo se genera una reacción física en el espectador, algo instintivo, algo que te hace voltear la cara. Así fue como elegimos los huesos como un leitmotiv sonoro que también va in crescendo, como las redes y las telarañas que te mencionaba en la pregunta anterior.
NR: Últimamente, se están produciendo muchas películas de realismo social mexicano. En varias hay una idea de maternidad protectora que en un momento complicado se vuelca a la búsqueda o a la protección de sus hijas e hijos. Películas como Noche de fuego (2021), Sin señas particulares (2020), La civil (2021), Manto de gemas (2022), etcétera. Muchas de estas películas se centran en una figura materna que busca a sus seres queridos desaparecidos o amenazados. Sin hablar de la calidad de estas cintas, creo que en todas ellas parece seguir existiendo una idea de maternidad abnegada. Parece que cuesta tanto el final de tu película porque, incluso en los momentos más desesperados de nuestra realidad, seguimos creyendo en cierta representación de la maternidad...
Michelle Garza Cervera: Me parece muy interesante este tema. Deliberadamente quise evitar todos estos asuntos: el narco, las desapariciones, etcétera. La cuestión de la reproducción y la maternidad parecen ser algo sagrado, como de supervivencia del humano en la Tierra.
Por primera vez estoy empezando a recibir comentarios de odio sobre la película... gente que está molesta con la película. Se me olvida luego el tema. Yo empecé haciendo una película incómoda, pero te clavas tanto en el proyecto, en cada escena, en cada área y en lo que implica hacerla, que se te olvida de qué trata. También, todos mis amigos están a favor del aborto y, en general, no tienen ningún problema con lo que dice la película. Nos rodeamos de gente que ve el mundo parecido a nosotros. Pero mi idea original era ser incómoda en otros círculos que también me son cercanos: tías, tíos, familia... Tomé la decisión de retar un concepto que, por más que se haya discutido desde Medea, sigue siendo tabú. Digo, no es algo nuevo. Casa de muñecas… ¿por qué hay tanto problema todavía?
Sí me di cuenta de que metí el dedo en la llaga con algo que a muchas personas les resulta incómodo. Además, hay una tendencia fascista en la mente humana, la de hacerlo todo blanco o negro. Decir que la película está en contra de la reproducción o que es antinatalista, no puedo creer que eso se crea. Pero veo que hay mucha gente que asume eso del proyecto. Y me tengo que recordar que nos enfrentamos a algo sistemático y que siempre nos planteamos enfrentarnos a eso. Es algo muy difícil de desarticular y me alegra que Huesera cree esta discusión.
También me gusta pensar que el cine mexicano puede ser otras historias. Entiendo que hay un conflicto brutal en nuestro país. Pero no puedo creer que solo tengamos dos opciones: hablar de esos temas o hacer comedias románticas por encargo. Creo que Noche de fuego y Sin señas particulares son grandes películas. Pero queríamos demostrar que podemos hacer un drama familiar de horror que nos representa en otro sentido, al menos a un grupo de gente de esta ciudad.
NR: No todas las películas que tratan un tema real o que nos concierne tiene que ser la apología de algo o su crítica. También es muy interesante ver la construcción de un personaje en sí mismo. Cuando empieza a sonar “Tan lejos”, de Décima Víctima, hay algo nostálgico e intenso, muy vivido. El personaje tiene una textura más allá de la crítica social que pueda representar.
Michelle Garza Cervera: Justo. Últimamente he estado pensando en eso. Digo, empecé a hacer Huesera hace cinco años. En ese momento andaba muy clavada con el horror metafórico y con lo que se podía decir. Apenas habían salido Get Out (2017), Hereditary (2018) y demás cintas. Tenía en mente un tema metafórico, pero ahora también veo la importancia de entretener. Siempre tuvimos muy en mente que teníamos que esconder los vegetales. No me gusta cuando alguien da una lección en el cine, por más que tenga razón. Me gusta sentir cosas en el cine. No quería caer en comentarios blanco y negro. Para mí el feminismo es mucho más complejo. Es un proceso, más que un argumento construido y rígido. Lo importante para mí es que podamos seguir dialogando.
NR: Justo pensaba en Relic (2020), una película de Natalie Erika James, porque habla de la maternidad, de la herencia, de la complejidad de heredar una enfermedad, una situación familiar difícil. Un horror metafórico que, encerrado en casa, es muy potente por su intimidad...
Michelle Garza Cervera: Sí, el tema de la maternidad no es algo nuevo y, claro, está en muchísimas más películas que en las que se denominan como “horror corporal”. Nos atraviesa a todos. Nos atraviesa de mil formas. Nuestra conexión es distinta, pero todos estamos atravesados por una idea de la maternidad. Sobre todo, en lo inconsciente.
Me gustó mucho esa película, sobre todo el final. Creo que mucho del terror maternal que ha habido en el cine siempre ha sido dirigido por hombres. La perspectiva era muy masculina y me da gusto que ahora se esté dando una diversidad y que haya directoras que abordan el tema. Eso cambia todo. Se vuelve una discusión. Estamos discutiendo y no juzgando. El cine es plástico y permite discusiones. Eso es lo más emocionante.
NR: ¿Crees que el cine puede cambiar el mundo?
Michelle Garza Cervera: Honestamente, no. No el cine en particular. Tengo amigos activistas y su vida es muy distinta a la mía. Mi mejor amiga es activista y hace treinta abortos al día. Ella sí está cambiando el mundo. Yo no. Yo no me embarro las manos de sangre. Lo que yo hago es conversar. Y eso cambia el mundo, pero de otra forma. Es algo que está en el arte en general. Algo que vive en las discusiones en otro ámbito, poético o emocional. Es algo importante y a mí me ha cambiado. Tal vez eso pueda inspirar a alguien para volverse activista y cambiar el mundo o hacer algo radical. Pero yo, como cineasta, tengo una vida totalmente distinta a la de un activista. Así lo pienso.
Huesera, Michelle Garza Cervera (2023).
En el centro de esta película hay una formulación radicalmente distinta de la maternidad. Su directora, Michelle Garza Cervera, logró aprovechar el género del horror para mostrar otros aspectos de ser madre. Algunos han dicho que Huesera es antinatalista; la directora de la película responde a estas inquietudes y explica su objetivo, sus inspiraciones y las decisiones formales que tomó al crear la cinta.
Huesera cuenta la historia de Valeria (Natalia Solián), una mujer joven, nacida en la periferia de la Ciudad de México, que vive con su novio Raúl (Alfonso Dosal) en una colonia céntrica de la capital. Viven felices y plenos. El departamento no es exactamente suyo, es de la madre de Raúl. Crearon un hogar ahí, en un espacio que les regaló la suegra, con todo lo que eso implica. Ambos tienen talleres en donde hacen lo que les apasiona: ella, ebanistería; él, música. Él viene de un medio privilegiado y se nota, pero parece no ser un problema. Tienen sexo y se divierten. También desean intensamente tener un bebé. Ella visita a una Virgen monumental para pedirle el favor. Él espera el milagro. La felicidad chilanga millennial de postal de la Narvarte se despliega entre sus risas.
Cuando, finalmente, Valeria se embaraza, algo cambia en ella. Se van sumando las ansiedades, la persiguen sombras. Se despierta a gritos, la atormenta el ruido de sus huesos. Junto a su bebé, crece el miedo. Esta tortura psicológica se convierte, con el paso de los días, en una crisis de identidad. Nueve meses de cambios en el cuerpo de Valeria comienzan a afectar también su mente. Algo que no parece natural se está apoderando de ella, entrando a su casa, observándola y desgarrándola desde adentro.
En Huesera la figura de la araña se proyecta en todas partes. El personaje de Valeria ve estos insectos desde que está embarazada y todo parece convertirse en una telaraña: la mecedora en la que descansa entrelaza el bejuco como trampa de seda, la cuna que fabrica para su hija está construida como una telaraña y se multiplican los planos donde la vemos detrás de una reja, de algún tejido que la envuelve. Al respecto, la artista Louise Bourgeois asociaba a su madre, a la que admiraba y amaba profundamente, con las arañas. Pero la asociación iba mucho más allá de los telares que su madre trabajaba en el negocio familiar. Bourgeois escribió que su madre era “decidida, inteligente, paciente, consoladora, razonable, modosa, sutil, indispensable y útil como una araña”. Al mismo tiempo, su escultura monumental llamada Maman tiene algo de amenazante; es una figura más grande que la vida, indescriptiblemente hostil.
La imagen es poderosa y pertinente porque un hogar puede ser una telaraña: a la vez, refugio y prisión, un lugar estable y endeble, en donde uno puede sentirse como depredador o como presa. Valeria, justamente, empieza a vivir su hogar como una cárcel y el embarazo como una prisión somática. Entonces las certezas comienzan a quebrarse: ¿es víctima o victimaria?, ¿está segura en esa casa?, ¿por qué está ahí?, ¿esto es lo que siempre quiso?, ¿quién le construyó esta jaula de oro?
Las preguntas de la película sobre la maternidad y la identidad encuentran un cauce interesante en la leyenda popular de la Huesera (originaria del norte de México): una mujer que vaga por el desierto buscando huesos para reanimar algo muerto. El horror atmosférico y corporal exploran, mediante esta imagen, la fina línea entre lo sobrenatural y la somatización. Al final, metafórica o realmente, Huesera es una película sobre la terrorífica sensación de encontrarse en contradicción, de seguir una vida que no te corresponde y que no quieres. Lo que se representa, lejos de ser algo que pueda comprenderse, nombrarse y destruirse (como en el más panfletario cine de horror hollywoodense), es una batalla cotidiana. En Huesera lo que aterra es un miedo compartido: el de perdernos, perder el sentido, perder el asidero de la identidad con la que nos construimos… o con la que nos construyen.
Después de ganar importantes premios en Sitges y Tribeca, además de dar la vuelta al mundo en festivales, Huesera por fin se estrena en salas mexicanas. La respuesta ha sido abrumadoramente positiva por parte de los críticos y la audiencia. Fernanda Solórzano escribió el año pasado en Letras Libres: “Pongo sobre la mesa que soy devota del cine de horror, por si este entusiasmo me llevara a tener una opinión sesgada. De cualquier forma, diría lo siguiente: Huesera es la película mexicana más propositiva del 2022”. También fue votada como la mejor película mexicana del año por 107 especialistas iberoamericanos. Sin embargo, la cinta ha encontrado una sonada oposición en redes sociales (algo que se refleja, por ejemplo, en la calificación de 67% que le dio el público frente al 99% que le dieron los críticos en Rotten Tomatoes).
Michelle Garza Cervera, su directora y coguionista, tocó fibras sensibles con temas tabú en México, como la maternidad y la familia. Pero ¿qué dice ella sobre Huesera?, ¿qué piensa de esta reacción abrumadora?
Nicolás Ruiz (NR): Se está haciendo mucho ruido alrededor de Huesera...
Michelle Garza Cervera: Sí, la verdad está siendo una locura.
NR: La leyenda de la Huesera, o la Loba, plantea una imagen interesante, la de recolectar partes de cuerpos para crear otro. Pero la suma de esos miembros dispersos no construye necesariamente una identidad que los integra. Igual nosotros nos armamos a cachos, como suma de nuestras propias historias. Y nuestra identidad no siempre resulta en lo que quieren los demás o en lo que nosotros queremos. ¿De dónde nace esta idea de tratar de una forma tan corporal un fenómeno psicológico profundo?
Michelle Garza Cervera: Me encanta el concepto detrás de la leyenda. La idea de recolectar partes de ti a través de un proceso tortuoso, de vagar en el desierto durante tanto tiempo. Por otra parte, me llama la atención el horror corporal que implica la leyenda porque es visceral. Es algo que ves, que sientes, que se puede escuchar. Todo esto me pareció interesante de la leyenda porque lo podía realizar de manera tangible, cinematográfica. Poco a poco fuimos encontrando este aspecto ansioso de la protagonista, que se truena los dedos, que muestra ciertas incomodidades a través del cuerpo. Son las ansiedades que afloran cuando estamos escondiendo algo, y se refleja en un aspecto físico. A partir de ahí fuimos construyendo una entidad que se despliega de estas ansiedades de Valeria hasta convertirse en un ser que la parte en pedazos.
De hecho, la película es tan barroca porque me interesaba mostrar cómo los seres humanos somos elásticos, nos transformamos todo el tiempo, no tenemos una sola identidad, somos parte de mil personas. Además, quería mostrar, justamente, que esto que agarra y somete a Valeria es una construcción social que nos afecta a todas las mujeres, que nos parte a todas. Quería que se sintiera como algo colectivo, algo coral. No solo se trata de ella. Es como la Virgen de Guadalupe, es algo social, enorme, sin rostro, intangible.
Huesera también parte de unas ganas de convertir la realidad de una ansiedad con la que todas nos podemos identificar en algo profundamente sobrenatural. Era a lo que queríamos llegar, a una entidad siniestra que te quiebra el cuerpo, que te va fracturando y que compartimos.
NR: Llegué a una edad en que las personas con las que siempre me relacioné, mis amigas, mis amigos, empezaron a tener hijos. Y la maternidad no es la experiencia que me contaron mis tías, mis abuelas y mi madre. Una amiga me dijo que nadie le había contado del dolor, el trauma, el miedo, la tristeza, el asco, los fluidos y todo lo que implica dar a luz. Este extraño tabú higiénico junto a esa santificación de la maternidad que parecen ir desde la obstetricia hasta la imagen de la Virgen. ¿Cómo pensaste tú este tema?, ¿por qué crees que sigue siendo un asunto tan difícil de abordar, incluso ahora, en México?
Michelle Garza Cervera: Todos salimos de un útero, pero ¿cuántos de nosotros hemos visto un parto? Es algo que está demasiado santificado porque tiene que ver con nuestra existencia, con que sigamos existiendo: es un discurso que parece estar ahí para que no se detenga la reproducción humana.
NR: Como la voluntad de la especie...
Michelle Garza Cervera: Sí, casi, casi. En realidad, parece que es un secreto a voces. Las mismas mujeres no quieren hablar de eso, no quieren aceptarlo, porque las someten a un juicio. Si tu mamá empezara a decir lo horrible que fue tenerte, parecería un ataque hacia ti, cuando tiene todo el derecho de decir que la pasó fatal. Pero no está normalizado. Es parte de lo que quiere hacer Huesera.
Hay gente que está diciendo que esta película es antinatalista y antirreproducción. Me parece una tontería. ¿Cómo creen que una película haría ese argumento? Yo quiero abrir estas discusiones, darle espacios a este tipo de personajes que no me parecen poco comunes: habitan en todas las cabezas y en todas las familias... Esto existe, aceptémoslo.
NR: En una entrevista mencionaste a Lynne Ramsay. Ella también se enfrentó a comentarios del estilo cuando adaptó We Need to Talk About Kevin (2011). Críticos y público decían que era muy irreal, que no podía existir ese odio uterino, que no podía pasar esto sin que fuera culpa de la madre…
Michelle Garza Cervera: Sí, todo está construido para culparla a ella. Hay un discurso muy instalado en el que las madres son culpables de todos los males de la humanidad. Las culpamos de todo. El máximo insulto es el insulto a la madre. Es algo muy arraigado. No quiero retar algo tan grande, solo me lo cuestiono. Porque atraviesa mi vida, la de mi madre, la de mi abuela. Vidas que siento que, al menos en parte, están borradas: quedaron ocultas en el silencio. No se les permitió nunca mostrar gran parte de sus identidades.
NR: En la construcción formal de tu película, a veces Valeria aparece muy cerca, en tomas cerradísimas, y a veces está muy lejos, en el fondo de un plano profundo. Otras veces las tomas están mediadas por una telaraña, por algún enrejado dentro de la casa que muestra que la protagonista habita un hogar que también es una prisión. Eso está ahí desde el diseño de producción, por ejemplo, en la cuna que está hecha con el tipo de enrejado de una silla Acapulco o en la mecedora tejida de bejuco, que es la misma con la que se vuelve loco Mark en Possession (1981), de Andrzej Zulawski.
Michelle Garza Cervera: ¡Qué fuerte!, fue una de las películas que analizamos para Huesera. Qué loco. Lo voy a platicar con la diseñadora de producción porque ella añadió ese detalle de la mecedora y me encanta.
Fueron muchas discusiones a lo largo de tanto tiempo, vimos tantas cosas para inspirarnos... Luego la pandemia nos dio un año más de filmación. Entonces, sí juntamos muchas referencias. Pero en estos años me preocupé porque no fuera solamente una película de referencias y tuviera su propia identidad.
También nos inspiramos en nuestras propias vidas. Retratamos cómo crecimos, cómo nos transportamos en esta ciudad. Quisimos ser fieles a eso. Quisimos representar algo muy complicado que pocas veces vemos en el cine. Es algo que me importaba mucho. Me preocupé por dar una representación que no tendiera a la exotización ni a cómo nos ven en Estados Unidos o en Europa. Quería sentir a una mujer que podía ser mi amiga o mi prima. Fue así. El departamento era el departamento de mi productora. La casa de los papás de Valeria era la casa de los abuelos de otro productor.
Huesera es una película de poco presupuesto que se ajustó a lo que teníamos a la mano y cerca de nosotros. La escena punk son todos mis amigos. Vinieron todos, nos hicimos una prueba de covid y se hizo una tocada como no se había hecho en un rato. Nos la pasamos muy bien. Todo fue jalar de partes de mi vida. El agua, por ejemplo. En el lugar en donde yo crecí, cada fin de semana nos cortaban el agua. También teníamos el llaverito para llamar a la policía comunal si pasaba algo. Me fui inspirando en cosas de mi vida y en cosas de la vida de mi coguionista. Íbamos encontrando esos detalles para construir la historia.
NR: Hablando específicamente de planos y sonido y la atmósfera que crean, me parece que hay un juego interesante entre la cercanía y la lejanía. A veces filmas muy de cerca a Valeria, casi a ras de piel, a veces la vemos a través de una reja o de algo que parece convertir la casa en una tela de araña. ¿Cómo creaste esta atmósfera?, ¿cómo pensaste estos planos entre lo cercano del cuerpo, el punto de vista de los recuerdos y la distancia hostil de la casa?
Michelle Garza Cervera: En la cuestión visual, toda la película está construida desde el guion. Es el estudio de un personaje que está atravesando un quiebre psicológico. Todo se vive desde la perspectiva de Valeria. Además, hay un leitmotiv, fuera del de los huesos, que es una constante en la película: la presencia de una red, de una telaraña, que tiene que ver con uno de los aspectos estéticos de la Huesera, es decir, lo arácnido.
Fuimos construyendo esta presencia a través de todos los departamentos de la película. Fue definiendo nuestra selección de puesta en cámara, de locaciones, de iluminación. Incluso en el sonido. Tanto la música como el diseño sonoro se construyeron a través de entramados. Todo esto para dar una sensación de encierro que va incrementando a lo largo de la historia. Es como si Valeria estuviera construyendo la misma red que la va atrapando. Al final tendrá que encontrar la forma de salir de ahí.
Quisimos crear una narrativa desde la puesta en cámara y todas las elecciones en el diseño de producción, en el vestuario, en los muebles que hace Valeria, en los objetos elegidos en el espacio. Había una construcción y una deliberada elección de objetos y de posiciones de cámara, de encuadres, que abonaban a esta propuesta estética, que tenía que ver con la sensación progresiva de una persona que se siente cada vez más enclaustrada, encerrada, a través de un red que remite a lo arácnido, a la telaraña. Va por ahí.
Hay una cosa que mencionas con la distancia que, sin duda, también pensamos. La Huesera es una entidad que fuimos construyendo, es algo que se va acercando poco a poco. La primera vez que Valeria la ve es en el coche, a la distancia, luego enfrente de su casa, luego se va arrastrando y se mete a su departamento, luego está debajo de su cama, luego le agarra el cuerpo. Finalmente, está completamente dentro de la psique de Valeria, hasta llevarla al punto de quiebre.
NR: ¿Cómo pensaste que se complementaría esta construcción con el sonido?, un sonido que es bastante interesante y opresivo: ese tronar de huesos, esa sensación de algo reptando, ese afuera y adentro…
Michelle Garza Cervera: En la cuestión sonora, también pensamos mucho la película desde el guion. Yo tenía muy claro que no quería traer a esta historia elementos que se usan mucho en el cine del género, como los drones o los efectos de otros mundos. En verdad quería que todo se construyera a través del entorno de Valeria. Un entorno que aparenta ser armonioso y luminoso, esta idea del ideal doméstico color pastel. El sonido que la rodea, tanto en su casa como en su edificio, su calle, su ciudad, es todo lo que utilizamos para construir el diseño sonoro. Obviamente, distorsionamos esos sonidos y en vez de agregar más y más capas, nos centramos en un solo elemento. Porque nos parecía que el universo que la rodeaba bastaba para construir una atmósfera sonora opresiva que acompañaba el discurso de retar lo doméstico como ideal, como la armonía o la paz que llega a la vida de una mujer, para decir, claro, que puede ser todo lo contrario.
Obviamente fuimos eligiendo también sonidos para que fueran un leitmotiv y representaran estas emociones de quiebre que está sintiendo Valeria y que acompañan las escenas de horror y de acecho de la Huesera. Fue un proceso largo para entender la identidad de la fuerza antagónica de la película. Y eso fue, realmente, un proceso de guion. Llegar a la imagen, al sonido, de un hueso fracturado tomó tiempo porque antes teníamos que entender al personaje y entender cómo queríamos construir una sensación de quiebre. Algo que se está rompiendo por dentro, pero que en el exterior no se ve. Así llegamos a esa reflexión que le dio identidad, estructura y una espina dorsal a la película. En el cine de horror, me gusta cómo se genera una reacción física en el espectador, algo instintivo, algo que te hace voltear la cara. Así fue como elegimos los huesos como un leitmotiv sonoro que también va in crescendo, como las redes y las telarañas que te mencionaba en la pregunta anterior.
NR: Últimamente, se están produciendo muchas películas de realismo social mexicano. En varias hay una idea de maternidad protectora que en un momento complicado se vuelca a la búsqueda o a la protección de sus hijas e hijos. Películas como Noche de fuego (2021), Sin señas particulares (2020), La civil (2021), Manto de gemas (2022), etcétera. Muchas de estas películas se centran en una figura materna que busca a sus seres queridos desaparecidos o amenazados. Sin hablar de la calidad de estas cintas, creo que en todas ellas parece seguir existiendo una idea de maternidad abnegada. Parece que cuesta tanto el final de tu película porque, incluso en los momentos más desesperados de nuestra realidad, seguimos creyendo en cierta representación de la maternidad...
Michelle Garza Cervera: Me parece muy interesante este tema. Deliberadamente quise evitar todos estos asuntos: el narco, las desapariciones, etcétera. La cuestión de la reproducción y la maternidad parecen ser algo sagrado, como de supervivencia del humano en la Tierra.
Por primera vez estoy empezando a recibir comentarios de odio sobre la película... gente que está molesta con la película. Se me olvida luego el tema. Yo empecé haciendo una película incómoda, pero te clavas tanto en el proyecto, en cada escena, en cada área y en lo que implica hacerla, que se te olvida de qué trata. También, todos mis amigos están a favor del aborto y, en general, no tienen ningún problema con lo que dice la película. Nos rodeamos de gente que ve el mundo parecido a nosotros. Pero mi idea original era ser incómoda en otros círculos que también me son cercanos: tías, tíos, familia... Tomé la decisión de retar un concepto que, por más que se haya discutido desde Medea, sigue siendo tabú. Digo, no es algo nuevo. Casa de muñecas… ¿por qué hay tanto problema todavía?
Sí me di cuenta de que metí el dedo en la llaga con algo que a muchas personas les resulta incómodo. Además, hay una tendencia fascista en la mente humana, la de hacerlo todo blanco o negro. Decir que la película está en contra de la reproducción o que es antinatalista, no puedo creer que eso se crea. Pero veo que hay mucha gente que asume eso del proyecto. Y me tengo que recordar que nos enfrentamos a algo sistemático y que siempre nos planteamos enfrentarnos a eso. Es algo muy difícil de desarticular y me alegra que Huesera cree esta discusión.
También me gusta pensar que el cine mexicano puede ser otras historias. Entiendo que hay un conflicto brutal en nuestro país. Pero no puedo creer que solo tengamos dos opciones: hablar de esos temas o hacer comedias románticas por encargo. Creo que Noche de fuego y Sin señas particulares son grandes películas. Pero queríamos demostrar que podemos hacer un drama familiar de horror que nos representa en otro sentido, al menos a un grupo de gente de esta ciudad.
NR: No todas las películas que tratan un tema real o que nos concierne tiene que ser la apología de algo o su crítica. También es muy interesante ver la construcción de un personaje en sí mismo. Cuando empieza a sonar “Tan lejos”, de Décima Víctima, hay algo nostálgico e intenso, muy vivido. El personaje tiene una textura más allá de la crítica social que pueda representar.
Michelle Garza Cervera: Justo. Últimamente he estado pensando en eso. Digo, empecé a hacer Huesera hace cinco años. En ese momento andaba muy clavada con el horror metafórico y con lo que se podía decir. Apenas habían salido Get Out (2017), Hereditary (2018) y demás cintas. Tenía en mente un tema metafórico, pero ahora también veo la importancia de entretener. Siempre tuvimos muy en mente que teníamos que esconder los vegetales. No me gusta cuando alguien da una lección en el cine, por más que tenga razón. Me gusta sentir cosas en el cine. No quería caer en comentarios blanco y negro. Para mí el feminismo es mucho más complejo. Es un proceso, más que un argumento construido y rígido. Lo importante para mí es que podamos seguir dialogando.
NR: Justo pensaba en Relic (2020), una película de Natalie Erika James, porque habla de la maternidad, de la herencia, de la complejidad de heredar una enfermedad, una situación familiar difícil. Un horror metafórico que, encerrado en casa, es muy potente por su intimidad...
Michelle Garza Cervera: Sí, el tema de la maternidad no es algo nuevo y, claro, está en muchísimas más películas que en las que se denominan como “horror corporal”. Nos atraviesa a todos. Nos atraviesa de mil formas. Nuestra conexión es distinta, pero todos estamos atravesados por una idea de la maternidad. Sobre todo, en lo inconsciente.
Me gustó mucho esa película, sobre todo el final. Creo que mucho del terror maternal que ha habido en el cine siempre ha sido dirigido por hombres. La perspectiva era muy masculina y me da gusto que ahora se esté dando una diversidad y que haya directoras que abordan el tema. Eso cambia todo. Se vuelve una discusión. Estamos discutiendo y no juzgando. El cine es plástico y permite discusiones. Eso es lo más emocionante.
NR: ¿Crees que el cine puede cambiar el mundo?
Michelle Garza Cervera: Honestamente, no. No el cine en particular. Tengo amigos activistas y su vida es muy distinta a la mía. Mi mejor amiga es activista y hace treinta abortos al día. Ella sí está cambiando el mundo. Yo no. Yo no me embarro las manos de sangre. Lo que yo hago es conversar. Y eso cambia el mundo, pero de otra forma. Es algo que está en el arte en general. Algo que vive en las discusiones en otro ámbito, poético o emocional. Es algo importante y a mí me ha cambiado. Tal vez eso pueda inspirar a alguien para volverse activista y cambiar el mundo o hacer algo radical. Pero yo, como cineasta, tengo una vida totalmente distinta a la de un activista. Así lo pienso.
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