Hablar de Don Julio 1942 es hablar de una celebración a la agroindustria del tequila que ha trascendido ochenta años. Es la cúspide de un destilado de lujo.
Cayó un rayo en una penca, dice la leyenda, y de ahí brotó un brebaje fermentado y espirituoso. Historias como esta trascendieron los años, como también lo hizo ese regalo de la naturaleza. Domesticado por la población indígena prehispánica, el agave ofreció sus bondades, primero, como pulque; después, con su evolución a “mezcal de tequila”, y finalmente, como tequila, un destilado con denominación de origen que ha dado identidad a todo un país.
Rendimos devoción y celebramos historias como esta, como lo hizo don Julio González desde su juventud hasta su fallecimiento en 2012, y como lo hace Don Julio 1942, joya de la corona de la firma. “El tequila tiene un peso cultural muy trascendente. Es la bebida que puso a México en el mapa mundial”, dice Karina Sánchez, embajadora global de la marca, “y ese peso cultural viene acompañado de esta leyenda que habla de un misticismo. De ahí también viene el amor por la tierra”.
El fundador de la tequilera encontró en el agave tres valores que dirigieron su vida, como la de la marca, que este 2022 celebra ochenta años. Nacido el 7 de enero de 1925 en Atotonilco el Alto, don Julio González encontró el amor por la tierra, la pasión por el trabajo arduo y la importancia de la comunidad cuando, con un préstamo de veinte mil pesos, elaboró en 1942 su primer tequila y, cinco años después, construyó la destilería La Primavera. Con los años, González produciría el primer tequila de lujo en el mundo, Don Julio Reposado; el primer añejo cristalino, Don Julio 70, y el máximo lujo de este destilado a nivel mundial, Don Julio 1942, que nació en 2002 para celebrar los sesenta años de trabajo en la industria. Hoy, veinte años después, sigue enalteciendo la historia.
“Lo que hacemos, lo hacemos por amor, porque así fue como don Julio González hizo las cosas. Esas devociones y el amor que le imprimió a la tierra, al proceso y a su gente fue lo que trascendió hacia nosotros”, explica Sánchez. “Seguimos siendo apasionados por nuestra tierra, seguimos esperando con paciencia a que los agaves crezcan a su punto de madurez óptimo para poderlos jimar, seguimos cultivando en las mejores tierras, procurando que la mayor parte esté en los Altos, que fue la tierra que don Julio escogió”.
Basta una botella de Don Julio 1942 para dar fe de la celebración que esta etiqueta representa, así como de la evolución que ha significado para la identidad cultural de México. En La Primavera, el tequila se transformó en un destilado de lujo. “Esta pasión la enriquecemos y la transformamos en un concepto que nace justo por el amor a la tierra y que es la sustentabilidad. Ahora buscamos espacios que no hayan sido deforestados previamente para plantar nuestros agaves. También creamos comunidades adonde vamos. Abrimos fuentes de trabajo en las comunidades a las que llegamos para sembrar los agaves y generamos estrategias que nos ayudan a buscar la mejor solución ante el estrés hídrico que se vive en algunas zonas. Tenemos orgullo, pero también compromiso y responsabilidad de preservar lo que debe ser preservado”.
Don Julio 1942 es modelo de perfección y de un proceso cuyos parámetros son sobresalientes: las pencas siempre se siembran a la misma distancia entre una y otra para garantizar su óptimo crecimiento; las piñas de agave siempre deben llegar a la destilería en los tres primeros días tras haber sido jimadas para garantizar su frescura. “Para que puedas tener una botella de 1942 en la mesa debieron pasar, por lo menos, ocho años y medio. Es un proceso que requiere de tiempo: la cocción de los agaves es lenta y la fermentación del tequila se hace con una levadura desarrollada por el mismo don Julio González. El añejamiento de Don Julio 1942 supera los estándares de la industria para un tequila de su tipo; si los estándares hablan de doce meses de añejamiento, nosotros estamos en veinticuatro”, dice Sánchez.
Así se consigue un destilado de cuerpo y perfil únicos en el que sobresalen notas de vainilla, plátano, caramelo y chocolate amargo en el retrogusto, algunas notas ligeramente especiadas, agave cocido, una sutil sensación cítrica y de frutos secos. Los taninos del espíritu se proveen por la madera del roble y sin ningún tipo de aditivo. Todo esto contenido en una botella que, sobria y elegante, representa la penca de agave, pero, sobre todo, la celebración, la devoción y la trascendencia.
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Hablar de Don Julio 1942 es hablar de una celebración a la agroindustria del tequila que ha trascendido ochenta años. Es la cúspide de un destilado de lujo.
Cayó un rayo en una penca, dice la leyenda, y de ahí brotó un brebaje fermentado y espirituoso. Historias como esta trascendieron los años, como también lo hizo ese regalo de la naturaleza. Domesticado por la población indígena prehispánica, el agave ofreció sus bondades, primero, como pulque; después, con su evolución a “mezcal de tequila”, y finalmente, como tequila, un destilado con denominación de origen que ha dado identidad a todo un país.
Rendimos devoción y celebramos historias como esta, como lo hizo don Julio González desde su juventud hasta su fallecimiento en 2012, y como lo hace Don Julio 1942, joya de la corona de la firma. “El tequila tiene un peso cultural muy trascendente. Es la bebida que puso a México en el mapa mundial”, dice Karina Sánchez, embajadora global de la marca, “y ese peso cultural viene acompañado de esta leyenda que habla de un misticismo. De ahí también viene el amor por la tierra”.
El fundador de la tequilera encontró en el agave tres valores que dirigieron su vida, como la de la marca, que este 2022 celebra ochenta años. Nacido el 7 de enero de 1925 en Atotonilco el Alto, don Julio González encontró el amor por la tierra, la pasión por el trabajo arduo y la importancia de la comunidad cuando, con un préstamo de veinte mil pesos, elaboró en 1942 su primer tequila y, cinco años después, construyó la destilería La Primavera. Con los años, González produciría el primer tequila de lujo en el mundo, Don Julio Reposado; el primer añejo cristalino, Don Julio 70, y el máximo lujo de este destilado a nivel mundial, Don Julio 1942, que nació en 2002 para celebrar los sesenta años de trabajo en la industria. Hoy, veinte años después, sigue enalteciendo la historia.
“Lo que hacemos, lo hacemos por amor, porque así fue como don Julio González hizo las cosas. Esas devociones y el amor que le imprimió a la tierra, al proceso y a su gente fue lo que trascendió hacia nosotros”, explica Sánchez. “Seguimos siendo apasionados por nuestra tierra, seguimos esperando con paciencia a que los agaves crezcan a su punto de madurez óptimo para poderlos jimar, seguimos cultivando en las mejores tierras, procurando que la mayor parte esté en los Altos, que fue la tierra que don Julio escogió”.
Basta una botella de Don Julio 1942 para dar fe de la celebración que esta etiqueta representa, así como de la evolución que ha significado para la identidad cultural de México. En La Primavera, el tequila se transformó en un destilado de lujo. “Esta pasión la enriquecemos y la transformamos en un concepto que nace justo por el amor a la tierra y que es la sustentabilidad. Ahora buscamos espacios que no hayan sido deforestados previamente para plantar nuestros agaves. También creamos comunidades adonde vamos. Abrimos fuentes de trabajo en las comunidades a las que llegamos para sembrar los agaves y generamos estrategias que nos ayudan a buscar la mejor solución ante el estrés hídrico que se vive en algunas zonas. Tenemos orgullo, pero también compromiso y responsabilidad de preservar lo que debe ser preservado”.
Don Julio 1942 es modelo de perfección y de un proceso cuyos parámetros son sobresalientes: las pencas siempre se siembran a la misma distancia entre una y otra para garantizar su óptimo crecimiento; las piñas de agave siempre deben llegar a la destilería en los tres primeros días tras haber sido jimadas para garantizar su frescura. “Para que puedas tener una botella de 1942 en la mesa debieron pasar, por lo menos, ocho años y medio. Es un proceso que requiere de tiempo: la cocción de los agaves es lenta y la fermentación del tequila se hace con una levadura desarrollada por el mismo don Julio González. El añejamiento de Don Julio 1942 supera los estándares de la industria para un tequila de su tipo; si los estándares hablan de doce meses de añejamiento, nosotros estamos en veinticuatro”, dice Sánchez.
Así se consigue un destilado de cuerpo y perfil únicos en el que sobresalen notas de vainilla, plátano, caramelo y chocolate amargo en el retrogusto, algunas notas ligeramente especiadas, agave cocido, una sutil sensación cítrica y de frutos secos. Los taninos del espíritu se proveen por la madera del roble y sin ningún tipo de aditivo. Todo esto contenido en una botella que, sobria y elegante, representa la penca de agave, pero, sobre todo, la celebración, la devoción y la trascendencia.
Hablar de Don Julio 1942 es hablar de una celebración a la agroindustria del tequila que ha trascendido ochenta años. Es la cúspide de un destilado de lujo.
Cayó un rayo en una penca, dice la leyenda, y de ahí brotó un brebaje fermentado y espirituoso. Historias como esta trascendieron los años, como también lo hizo ese regalo de la naturaleza. Domesticado por la población indígena prehispánica, el agave ofreció sus bondades, primero, como pulque; después, con su evolución a “mezcal de tequila”, y finalmente, como tequila, un destilado con denominación de origen que ha dado identidad a todo un país.
Rendimos devoción y celebramos historias como esta, como lo hizo don Julio González desde su juventud hasta su fallecimiento en 2012, y como lo hace Don Julio 1942, joya de la corona de la firma. “El tequila tiene un peso cultural muy trascendente. Es la bebida que puso a México en el mapa mundial”, dice Karina Sánchez, embajadora global de la marca, “y ese peso cultural viene acompañado de esta leyenda que habla de un misticismo. De ahí también viene el amor por la tierra”.
El fundador de la tequilera encontró en el agave tres valores que dirigieron su vida, como la de la marca, que este 2022 celebra ochenta años. Nacido el 7 de enero de 1925 en Atotonilco el Alto, don Julio González encontró el amor por la tierra, la pasión por el trabajo arduo y la importancia de la comunidad cuando, con un préstamo de veinte mil pesos, elaboró en 1942 su primer tequila y, cinco años después, construyó la destilería La Primavera. Con los años, González produciría el primer tequila de lujo en el mundo, Don Julio Reposado; el primer añejo cristalino, Don Julio 70, y el máximo lujo de este destilado a nivel mundial, Don Julio 1942, que nació en 2002 para celebrar los sesenta años de trabajo en la industria. Hoy, veinte años después, sigue enalteciendo la historia.
“Lo que hacemos, lo hacemos por amor, porque así fue como don Julio González hizo las cosas. Esas devociones y el amor que le imprimió a la tierra, al proceso y a su gente fue lo que trascendió hacia nosotros”, explica Sánchez. “Seguimos siendo apasionados por nuestra tierra, seguimos esperando con paciencia a que los agaves crezcan a su punto de madurez óptimo para poderlos jimar, seguimos cultivando en las mejores tierras, procurando que la mayor parte esté en los Altos, que fue la tierra que don Julio escogió”.
Basta una botella de Don Julio 1942 para dar fe de la celebración que esta etiqueta representa, así como de la evolución que ha significado para la identidad cultural de México. En La Primavera, el tequila se transformó en un destilado de lujo. “Esta pasión la enriquecemos y la transformamos en un concepto que nace justo por el amor a la tierra y que es la sustentabilidad. Ahora buscamos espacios que no hayan sido deforestados previamente para plantar nuestros agaves. También creamos comunidades adonde vamos. Abrimos fuentes de trabajo en las comunidades a las que llegamos para sembrar los agaves y generamos estrategias que nos ayudan a buscar la mejor solución ante el estrés hídrico que se vive en algunas zonas. Tenemos orgullo, pero también compromiso y responsabilidad de preservar lo que debe ser preservado”.
Don Julio 1942 es modelo de perfección y de un proceso cuyos parámetros son sobresalientes: las pencas siempre se siembran a la misma distancia entre una y otra para garantizar su óptimo crecimiento; las piñas de agave siempre deben llegar a la destilería en los tres primeros días tras haber sido jimadas para garantizar su frescura. “Para que puedas tener una botella de 1942 en la mesa debieron pasar, por lo menos, ocho años y medio. Es un proceso que requiere de tiempo: la cocción de los agaves es lenta y la fermentación del tequila se hace con una levadura desarrollada por el mismo don Julio González. El añejamiento de Don Julio 1942 supera los estándares de la industria para un tequila de su tipo; si los estándares hablan de doce meses de añejamiento, nosotros estamos en veinticuatro”, dice Sánchez.
Así se consigue un destilado de cuerpo y perfil únicos en el que sobresalen notas de vainilla, plátano, caramelo y chocolate amargo en el retrogusto, algunas notas ligeramente especiadas, agave cocido, una sutil sensación cítrica y de frutos secos. Los taninos del espíritu se proveen por la madera del roble y sin ningún tipo de aditivo. Todo esto contenido en una botella que, sobria y elegante, representa la penca de agave, pero, sobre todo, la celebración, la devoción y la trascendencia.
Hablar de Don Julio 1942 es hablar de una celebración a la agroindustria del tequila que ha trascendido ochenta años. Es la cúspide de un destilado de lujo.
Cayó un rayo en una penca, dice la leyenda, y de ahí brotó un brebaje fermentado y espirituoso. Historias como esta trascendieron los años, como también lo hizo ese regalo de la naturaleza. Domesticado por la población indígena prehispánica, el agave ofreció sus bondades, primero, como pulque; después, con su evolución a “mezcal de tequila”, y finalmente, como tequila, un destilado con denominación de origen que ha dado identidad a todo un país.
Rendimos devoción y celebramos historias como esta, como lo hizo don Julio González desde su juventud hasta su fallecimiento en 2012, y como lo hace Don Julio 1942, joya de la corona de la firma. “El tequila tiene un peso cultural muy trascendente. Es la bebida que puso a México en el mapa mundial”, dice Karina Sánchez, embajadora global de la marca, “y ese peso cultural viene acompañado de esta leyenda que habla de un misticismo. De ahí también viene el amor por la tierra”.
El fundador de la tequilera encontró en el agave tres valores que dirigieron su vida, como la de la marca, que este 2022 celebra ochenta años. Nacido el 7 de enero de 1925 en Atotonilco el Alto, don Julio González encontró el amor por la tierra, la pasión por el trabajo arduo y la importancia de la comunidad cuando, con un préstamo de veinte mil pesos, elaboró en 1942 su primer tequila y, cinco años después, construyó la destilería La Primavera. Con los años, González produciría el primer tequila de lujo en el mundo, Don Julio Reposado; el primer añejo cristalino, Don Julio 70, y el máximo lujo de este destilado a nivel mundial, Don Julio 1942, que nació en 2002 para celebrar los sesenta años de trabajo en la industria. Hoy, veinte años después, sigue enalteciendo la historia.
“Lo que hacemos, lo hacemos por amor, porque así fue como don Julio González hizo las cosas. Esas devociones y el amor que le imprimió a la tierra, al proceso y a su gente fue lo que trascendió hacia nosotros”, explica Sánchez. “Seguimos siendo apasionados por nuestra tierra, seguimos esperando con paciencia a que los agaves crezcan a su punto de madurez óptimo para poderlos jimar, seguimos cultivando en las mejores tierras, procurando que la mayor parte esté en los Altos, que fue la tierra que don Julio escogió”.
Basta una botella de Don Julio 1942 para dar fe de la celebración que esta etiqueta representa, así como de la evolución que ha significado para la identidad cultural de México. En La Primavera, el tequila se transformó en un destilado de lujo. “Esta pasión la enriquecemos y la transformamos en un concepto que nace justo por el amor a la tierra y que es la sustentabilidad. Ahora buscamos espacios que no hayan sido deforestados previamente para plantar nuestros agaves. También creamos comunidades adonde vamos. Abrimos fuentes de trabajo en las comunidades a las que llegamos para sembrar los agaves y generamos estrategias que nos ayudan a buscar la mejor solución ante el estrés hídrico que se vive en algunas zonas. Tenemos orgullo, pero también compromiso y responsabilidad de preservar lo que debe ser preservado”.
Don Julio 1942 es modelo de perfección y de un proceso cuyos parámetros son sobresalientes: las pencas siempre se siembran a la misma distancia entre una y otra para garantizar su óptimo crecimiento; las piñas de agave siempre deben llegar a la destilería en los tres primeros días tras haber sido jimadas para garantizar su frescura. “Para que puedas tener una botella de 1942 en la mesa debieron pasar, por lo menos, ocho años y medio. Es un proceso que requiere de tiempo: la cocción de los agaves es lenta y la fermentación del tequila se hace con una levadura desarrollada por el mismo don Julio González. El añejamiento de Don Julio 1942 supera los estándares de la industria para un tequila de su tipo; si los estándares hablan de doce meses de añejamiento, nosotros estamos en veinticuatro”, dice Sánchez.
Así se consigue un destilado de cuerpo y perfil únicos en el que sobresalen notas de vainilla, plátano, caramelo y chocolate amargo en el retrogusto, algunas notas ligeramente especiadas, agave cocido, una sutil sensación cítrica y de frutos secos. Los taninos del espíritu se proveen por la madera del roble y sin ningún tipo de aditivo. Todo esto contenido en una botella que, sobria y elegante, representa la penca de agave, pero, sobre todo, la celebración, la devoción y la trascendencia.
Hablar de Don Julio 1942 es hablar de una celebración a la agroindustria del tequila que ha trascendido ochenta años. Es la cúspide de un destilado de lujo.
Cayó un rayo en una penca, dice la leyenda, y de ahí brotó un brebaje fermentado y espirituoso. Historias como esta trascendieron los años, como también lo hizo ese regalo de la naturaleza. Domesticado por la población indígena prehispánica, el agave ofreció sus bondades, primero, como pulque; después, con su evolución a “mezcal de tequila”, y finalmente, como tequila, un destilado con denominación de origen que ha dado identidad a todo un país.
Rendimos devoción y celebramos historias como esta, como lo hizo don Julio González desde su juventud hasta su fallecimiento en 2012, y como lo hace Don Julio 1942, joya de la corona de la firma. “El tequila tiene un peso cultural muy trascendente. Es la bebida que puso a México en el mapa mundial”, dice Karina Sánchez, embajadora global de la marca, “y ese peso cultural viene acompañado de esta leyenda que habla de un misticismo. De ahí también viene el amor por la tierra”.
El fundador de la tequilera encontró en el agave tres valores que dirigieron su vida, como la de la marca, que este 2022 celebra ochenta años. Nacido el 7 de enero de 1925 en Atotonilco el Alto, don Julio González encontró el amor por la tierra, la pasión por el trabajo arduo y la importancia de la comunidad cuando, con un préstamo de veinte mil pesos, elaboró en 1942 su primer tequila y, cinco años después, construyó la destilería La Primavera. Con los años, González produciría el primer tequila de lujo en el mundo, Don Julio Reposado; el primer añejo cristalino, Don Julio 70, y el máximo lujo de este destilado a nivel mundial, Don Julio 1942, que nació en 2002 para celebrar los sesenta años de trabajo en la industria. Hoy, veinte años después, sigue enalteciendo la historia.
“Lo que hacemos, lo hacemos por amor, porque así fue como don Julio González hizo las cosas. Esas devociones y el amor que le imprimió a la tierra, al proceso y a su gente fue lo que trascendió hacia nosotros”, explica Sánchez. “Seguimos siendo apasionados por nuestra tierra, seguimos esperando con paciencia a que los agaves crezcan a su punto de madurez óptimo para poderlos jimar, seguimos cultivando en las mejores tierras, procurando que la mayor parte esté en los Altos, que fue la tierra que don Julio escogió”.
Basta una botella de Don Julio 1942 para dar fe de la celebración que esta etiqueta representa, así como de la evolución que ha significado para la identidad cultural de México. En La Primavera, el tequila se transformó en un destilado de lujo. “Esta pasión la enriquecemos y la transformamos en un concepto que nace justo por el amor a la tierra y que es la sustentabilidad. Ahora buscamos espacios que no hayan sido deforestados previamente para plantar nuestros agaves. También creamos comunidades adonde vamos. Abrimos fuentes de trabajo en las comunidades a las que llegamos para sembrar los agaves y generamos estrategias que nos ayudan a buscar la mejor solución ante el estrés hídrico que se vive en algunas zonas. Tenemos orgullo, pero también compromiso y responsabilidad de preservar lo que debe ser preservado”.
Don Julio 1942 es modelo de perfección y de un proceso cuyos parámetros son sobresalientes: las pencas siempre se siembran a la misma distancia entre una y otra para garantizar su óptimo crecimiento; las piñas de agave siempre deben llegar a la destilería en los tres primeros días tras haber sido jimadas para garantizar su frescura. “Para que puedas tener una botella de 1942 en la mesa debieron pasar, por lo menos, ocho años y medio. Es un proceso que requiere de tiempo: la cocción de los agaves es lenta y la fermentación del tequila se hace con una levadura desarrollada por el mismo don Julio González. El añejamiento de Don Julio 1942 supera los estándares de la industria para un tequila de su tipo; si los estándares hablan de doce meses de añejamiento, nosotros estamos en veinticuatro”, dice Sánchez.
Así se consigue un destilado de cuerpo y perfil únicos en el que sobresalen notas de vainilla, plátano, caramelo y chocolate amargo en el retrogusto, algunas notas ligeramente especiadas, agave cocido, una sutil sensación cítrica y de frutos secos. Los taninos del espíritu se proveen por la madera del roble y sin ningún tipo de aditivo. Todo esto contenido en una botella que, sobria y elegante, representa la penca de agave, pero, sobre todo, la celebración, la devoción y la trascendencia.
Cayó un rayo en una penca, dice la leyenda, y de ahí brotó un brebaje fermentado y espirituoso. Historias como esta trascendieron los años, como también lo hizo ese regalo de la naturaleza. Domesticado por la población indígena prehispánica, el agave ofreció sus bondades, primero, como pulque; después, con su evolución a “mezcal de tequila”, y finalmente, como tequila, un destilado con denominación de origen que ha dado identidad a todo un país.
Rendimos devoción y celebramos historias como esta, como lo hizo don Julio González desde su juventud hasta su fallecimiento en 2012, y como lo hace Don Julio 1942, joya de la corona de la firma. “El tequila tiene un peso cultural muy trascendente. Es la bebida que puso a México en el mapa mundial”, dice Karina Sánchez, embajadora global de la marca, “y ese peso cultural viene acompañado de esta leyenda que habla de un misticismo. De ahí también viene el amor por la tierra”.
El fundador de la tequilera encontró en el agave tres valores que dirigieron su vida, como la de la marca, que este 2022 celebra ochenta años. Nacido el 7 de enero de 1925 en Atotonilco el Alto, don Julio González encontró el amor por la tierra, la pasión por el trabajo arduo y la importancia de la comunidad cuando, con un préstamo de veinte mil pesos, elaboró en 1942 su primer tequila y, cinco años después, construyó la destilería La Primavera. Con los años, González produciría el primer tequila de lujo en el mundo, Don Julio Reposado; el primer añejo cristalino, Don Julio 70, y el máximo lujo de este destilado a nivel mundial, Don Julio 1942, que nació en 2002 para celebrar los sesenta años de trabajo en la industria. Hoy, veinte años después, sigue enalteciendo la historia.
“Lo que hacemos, lo hacemos por amor, porque así fue como don Julio González hizo las cosas. Esas devociones y el amor que le imprimió a la tierra, al proceso y a su gente fue lo que trascendió hacia nosotros”, explica Sánchez. “Seguimos siendo apasionados por nuestra tierra, seguimos esperando con paciencia a que los agaves crezcan a su punto de madurez óptimo para poderlos jimar, seguimos cultivando en las mejores tierras, procurando que la mayor parte esté en los Altos, que fue la tierra que don Julio escogió”.
Basta una botella de Don Julio 1942 para dar fe de la celebración que esta etiqueta representa, así como de la evolución que ha significado para la identidad cultural de México. En La Primavera, el tequila se transformó en un destilado de lujo. “Esta pasión la enriquecemos y la transformamos en un concepto que nace justo por el amor a la tierra y que es la sustentabilidad. Ahora buscamos espacios que no hayan sido deforestados previamente para plantar nuestros agaves. También creamos comunidades adonde vamos. Abrimos fuentes de trabajo en las comunidades a las que llegamos para sembrar los agaves y generamos estrategias que nos ayudan a buscar la mejor solución ante el estrés hídrico que se vive en algunas zonas. Tenemos orgullo, pero también compromiso y responsabilidad de preservar lo que debe ser preservado”.
Don Julio 1942 es modelo de perfección y de un proceso cuyos parámetros son sobresalientes: las pencas siempre se siembran a la misma distancia entre una y otra para garantizar su óptimo crecimiento; las piñas de agave siempre deben llegar a la destilería en los tres primeros días tras haber sido jimadas para garantizar su frescura. “Para que puedas tener una botella de 1942 en la mesa debieron pasar, por lo menos, ocho años y medio. Es un proceso que requiere de tiempo: la cocción de los agaves es lenta y la fermentación del tequila se hace con una levadura desarrollada por el mismo don Julio González. El añejamiento de Don Julio 1942 supera los estándares de la industria para un tequila de su tipo; si los estándares hablan de doce meses de añejamiento, nosotros estamos en veinticuatro”, dice Sánchez.
Así se consigue un destilado de cuerpo y perfil únicos en el que sobresalen notas de vainilla, plátano, caramelo y chocolate amargo en el retrogusto, algunas notas ligeramente especiadas, agave cocido, una sutil sensación cítrica y de frutos secos. Los taninos del espíritu se proveen por la madera del roble y sin ningún tipo de aditivo. Todo esto contenido en una botella que, sobria y elegante, representa la penca de agave, pero, sobre todo, la celebración, la devoción y la trascendencia.
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