Fin de semana en San Miguel de Allende
Visitamos San Miguel de Allende, pueblo mágico con una arquitectura que cualquiera querría conservar en su memoria.
La búsqueda de preservar memorias es parte de la naturaleza humana. Tomamos fotos para no olvidar, para atesorar paisajes y momentos únicos, para hacer de lo irrepetible algo revisitable. Con esa idea en mente visité San Miguel de Allende, pueblo mágico con una arquitectura que cualquiera querría conservar en su memoria por siempre.
San Miguel de Allende está ubicado a aproximadamente tres horas y media de la Ciudad de México, por lo que es un lugar al que es fácil escaparse por un par de días. Al llegar, inmediatamente se nota por qué es un destino tan querido por los mexicanos: la combinación de la tranquilidad que impera en sus calles y el eclecticismo que resalta en sus tiendas, restaurantes y demás establecimientos, con una oferta que va desde heladerías tradicionales hasta centros holísticos alternativos. Aquí, el México costumbrista y la excentricidad de una ola de migración estadounidense y europea se funden en una experiencia única.
Lo primero que hay que visitar es la parroquia de San Miguel Arcángel, que resalta por tener una imponente fachada inspirada en las construcciones eclesiásticas de Europa. Esta obra de arte fue realizada por el albañil Zeferino Gutiérrez, quien en 1880 se dio a esta tarea. Aunque no es una construcción que destaque a simple vista, vale la pena tomarse un tiempo para conocer y apreciar sus detalles.
Mi siguiente parada fue la plaza principal, donde las artesanías, las flores y la música proveniente del kiosko son el escenario perfecto para dar rienda suelta a la cámara y capturar los colores que dan vida a San Miguel de Allende. A pocos pasos de ahí, en las calles cercanas, es posible sumergirse en un ambiente colonial, gracias a las calles empedradas y construcciones de la época. Pude ver las tradicionales mojigangas, marionetas enormes, hechas con papel maché, Éstas se usan para hacer presentaciones en las distintas celebraciones de San Miguel de Allende, desde fiestas patrias hasta bodas. Pueden llegar a medir hasta 6 metros, por lo que nunca deja de ser fascinante mirarlas.
El deleite visual continúa en el Mercado de Artesanías. Aquí se exhibe –y se vende– el trabajo de los artesanos locales, quienes, por medio de materiales como cantera, madera, papel maché, orfebrería, cerámica y latón crean objetos decorativos a precios muy razonables. Al visitar este lugar, es importante llevar dinero en efectivo para poder hacer las compras.
Caminé hacia el Parque Benito Juárez, otro lugar donde la mezcla de culturas se hace latente. Su diseño afrancesado, repleto de fuentes, estanques y senderos, se adorna con fauna local, con plantas como morales y nogales. Es un lugar ideal para comer en compañía de la naturaleza y disfrutar de actividades recreativas, como basquetbol.
Continuando con la experiencia natural, visité el jardín botánico, El Charco del Ingenio, en el que se encuentra una enorme reserva natural de cactáceas, y distintas especies en peligro de extinción. En el lugar también se organizan ceremonias de temazcal y de luna llena, por lo que es una opción excelente no sólo para ver la flora local, sino para buscar la paz espiritual.
Recomendaciones Gatopardo
Más historias que podrían interesarte.