Un cocodrilo sobre la arcilla
Gatopardo estuvo en París durante el pasado Roland Garros para conocer más de cerca la relación entre Lacoste y el tenis.
Hay pocas experiencias más impresionantes para un fanático del tenis que visitar Roland Garros. En el complejo deportivo ubicado cerca al Bois de Boulogne, en París, se disputa uno de los cuatro Grand Slams del año: Les internationaux de France de Roland Garros (su nombre en francés). La vista del lugar es deslumbrante, ahí están el estadio Philippe-Chatrier, la pista Suzanne-Lenglen, la cancha 1 —al lado de la Place des Mousquetaires— y los otros diecinueve campos. El color rojizo de la arcilla resplandece bajo el sol intenso de la primavera parisina. Durante dos semanas, los mejores jugadores de tenis del circuito masculino y femenino se enfrentan sobre esas canchas. Los espectadores pasan de partido en partido, encantados. En medio de este santuario tenístico, está presente Lacoste, tal vez la marca de ropa deportiva más tradicional del país. Ambos, el torneo y la marca, son dos joyas de la tradición francesa.
Desde los inicios del campeonato, Lacoste ha sido uno de los patrocinadores principales. En todos los campos se puede ver su popular logo: el cocodrilo que es conocido en todos los rincones del planeta. Lacoste también viste a los árbitros y a los recogepelotas en todos los partidos. Y, claro, patrocina a algunos de los mejores jugadores franceses y al extraordinario Novak Djokovic. El jugador —exnúmero uno del mundo y ganador de trece Grand Slams— es la figura principal de la marca. Después de una larga temporada de lesiones, el serbio firmó con la marca francesa para empezar una nueva etapa de su fulgurante carrera. Este año perdió en cuartos de final de Roland Garros —ante el italiano Marco Cecchinato—, pero luego regresó a Wimbledon, donde levantó el trofeo de campeón.
Lacoste ha estado asociado con el mejor tenis desde hace más de un siglo. Su fundador, René Lacoste, fue uno de los más grandes tenistas de su país. El atleta francés fue autodidacta y, además, se convirtió en un innovador en las técnicas del juego. Cuando empezó a practicar, en 1915, estudió a fondo las formas del tenis. No tuvo entrenamiento especializado, así que él mismo investigó en libros y observando a otros jugadores en competencia. Diseñó una máquina lanza pelotas para tener mejor ritmo en sus golpes. Su sistema le funcionó y en 1923 comenzó su carrera profesional. Ese año hizo parte del equipo francés en la Copa Davis.
En 1925, Lacoste escaló a la cúspide del tenis mundial ganando sus dos primeros Grand Slams en Roland Garros y Wimbledon. Más tarde sumó a su palmarés dos US Open (1926 y 1927), un segundo Wimbledon (1928) y otros dos Roland Garros (1927 y 1929). Pero la enfermedad lo alejó del juego: contrajo tuberculosis y se vio obligado a dejar las canchas para siempre. Sin embargo, esto no le impidió seguir innovando. René Lacoste registró una cuarentena de patentes en todo el mundo, algunas ligadas al tenis, como la primera raqueta de acero. También escribió libros sobre técnicas que marcaron tendencia por varios años. Pero quizás su mayor aporte —al menos el más visible, incluso hasta hoy— fue en la indumentaria. Cuando era jugador activo, Lacoste no se sentía cómodo con la ropa tradicional de los tenistas. Sentía que restringía sus golpes, especialmente el saque y el revés. Se inspiró entonces en las playeras que utilizaban los jugadores de polo y mandó confeccionar un lote de camisas de algodón para tener su propio estilo en las canchas. Las prendas eran de punto ligero, confortables, blancas y absorbentes para poder jugar mejor. En 1926, Robert George, un artista y buen amigo de Lacoste, le bordó un cocodrilo en una de sus chaquetas blancas con las que saltaba a la pista. Esto fue inspirado en el apodo que tenía Lacoste en las canchas. Así nacieron las emblemáticas playeras de Lacoste, que hoy son un ícono de la moda.
El éxito no se hizo esperar y la marca no tardó mucho en dar el salto al extranjero. Así, en 1951 comenzó a exportar sus productos a Italia. Pero ese año marcó otro hito en la historia de la empresa: el polo blanco se tiñó por primera vez de colores, algo que con el paso del tiempo se convirtió en una tradición. Hoy, Lacoste es un gigante muy rentable con más de mil boutiques en el mundo y miles de millones de dólares en facturación anual. La marca sigue manteniendo la fuerte tradición de sus orígenes. Justamente, durante Roland Garros instalaron un museo virtual en el que se puede recorrer la historia de su fundador y de los momentos clave en la evolución de sus colecciones. También este año presentaron una innovadora experiencia de realidad virtual en la que se puede visitar el estudio de René Lacoste para explorar su proceso creativo. Se puede visitar un atelier para diseñar playeras y el resto de la indumentaria. Al final, desde luego, el simulador permite entrar a un campo de tenis para probar la máquina lanza pelotas con la que perfeccionó su juego, y así sentir cómo las ideas más geniales no pierden su fuerza con el tiempo.
Más en Gatopardo
Recomendaciones Gatopardo
Más historias que podrían interesarte.