El 14 de septiembre de 2014, Odile despertó por la fuerza a un Los Cabos que llevaba años estático en un suave letargo creativo. Los cabeños descubrieron cosas que ni ellos sabían de sí mismos. Hoy están más vivos y animados que nunca. Al recorrer la ciudad, hoy todo pinta bien: el aeropuerto nuevecito, la carretera impecable y el solazo a todo, lo que uno busca cuando viene a este destino de playa.
Al llegar a San José del Cabo, una escultura de Sebastián recibe a los visitantes. Algunos cuentan entre bromas que lo trágico de Odile fue que no se la llevara. Justo enfrente está un McDonald’s al que, también de broma, ya bautizaron como «monumento al huracán», porque se mantiene exactamente como quedó: sin ventanas ni muebles y con un pedazo de techo vencido. Pero a partir de la siguiente esquina, aquí mismo en San José, donde empieza la Plaza Península, todo se ve como nuevo.
Hace un año, Los Cabos era sólo palmeras tiradas y casas inundadas. Apenas habían pasado unas horas del huracán cuando algunos ya saqueaban sin piedad supermercados, y no sólo para conseguir víveres, camionetas lujosas salían de los estacionamientos llenas de televisiones y refrigeradores. Muchos residentes buscaban escapar de Los Cabos; hubo quien esperó más de 18 horas en el aeropuerto para poder huir con sus hijos a Mazatlán, Guadalajara, o a la Ciudad de México.
Durante los días que tardó en restablecerse la energía eléctrica, por las noches, los vecinos, temerosos del crimen, restringían el acceso a las colonias; montaban guardias detrás de trincheras de palmas, muebles rotos y postes caídos. Pero de las cenizas, Los Cabos resurgiría.
En el Hotel Las Ventanas al Paraíso, nuestra primera parada, se perdieron las villas, los jardines, los muebles y los restaurantes. Y como en muchos hoteles, se decidió cambiar todo. Era una oportunidad de oro: acomodar las cosas de otra manera, cambiar los conceptos, los colores; tirar paredes, quitar los cuadros y los muebles que no gustaban. El resultado no podría ser mejor. Hoy, en Las Ventanas se siente frescura en cada espacio, cada sillón, cama, televisión, los platos, el menú del restaurante y el ánimo de la gente.
Nos quedamos una noche y cenamos un huachinango en su restaurante Sea Grill, donde cocinan a la parrilla o en horno de leña. El chef diseñó un soporte para cocinar el pescado verticalmente y así lo llevan a la mesa, con la piel dorada y crujiente y la carne en un punto perfecto, llena de sabor.
Al día siguiente nos internamos en la península; manejamos hasta el pueblito de Miraflores, una hora al norte de San José. La ribera al pie de la sierra, conocida como Boca de la Sierra, es un punto recurrido por muy escasos locales. El agua fresca corre transparente sobre piedras con un caudal que abarca unos 25 o 30 metros. Este paisaje sorprendería a quienes tienen la idea de que Los Cabos es puro desierto. Un sitio tan pacífico y relajante que da para estar todo el día, o hasta que ataque el hambre, porque aquí no hay más que pitahayas silvestres.
A 18 kilómetros de Miraflores encontramos Santiago, otro pueblo que recibe las aguas que bajan de la sierra. Hay que tomar un tramo de terracería para llegar al Cañón de la Zorra, un área natural protegida, donde de entre rocas monumentales nace una cascada y, a lo largo de su camino, se forman pozas de distintos tamaños. Parece un balneario mandado a hacer, con pequeños jacuzzis, grandes albercas donde se puede nadar, profundas pozas de clavados y zonas de relajación para dormir entre piedras calientes.
Antes de que anocheciera partimos a Cabo San Lucas al resort Esperanza. Aquí se tuvo que renovar todo y recurrieron a los mejores proveedores del país. Lo evidencia su decoración con sutiles toques de diseño mexicano. Su restaurante, Cocina del Mar, también fue renovado y ofrece a los comensales pescados y cortes de carne que pueden acompañarse con una buena selección de vinos y mezcales. El mejor momento para ir es la cena, ya que por la noche iluminan la espectacular barranca sobre la que está ubicada la propiedad.
Pero si lo que se busca es bucear, está Cabo Pulmo, uno de los tres mejores sitios para bucear en el mundo. Aquí una raya águila puede pasar debajo del viajero. Tienen el cuerpo en perfecta forma de rombo, son negras y moteadas, con cola larga en forma de látigo y parece que van volando. Nadamos cerca de la costa, en uno de los arrecifes cerca de donde pasan miles de peces de colores. Luego del arrecife, uno puede navegar en lancha unos 20 minutos mar adentro en busca de un gran cardumen y luego hasta la playa Los Arbolitos, en un sitio conocido como La Lobera, donde descansan los lobos marinos y a veces se meten a nadar con los humanos, por pura curiosidad. De regreso, al anochecer, dan ganas de quedarse acampando u hospedarse en algún bungaló porque aquí el cielo es casi igual de impresionante como lo que ofrece ese paraíso que es el mar de Los Cabos.
GUÍA PRÁCTICA DE LOS CABOS
Dónde dormir
Las Ventanas al Paraíso
Carretera Transpeninsular Km 19.5
T. 01 (624) 144 2800
rosewoodhotels.com/es/las-ventanas-los-cabos
One&Only Palmilla
Carretera Transpeninsular Km 7.5
T. 01 (624) 146 7000
palmilla.oneandonlyresorts.com
The Cape Hotel
Carretera Transpeninsular Km 5
T. 01 (624) 163 0000
thompsonhotels.com/hotels/The-Cape-Los-Cabos
Dónde comer
Blue Fish
Carretera Transpeninsular Km 29.5 local 14 A
T. 01 (624) 172 6652
bluefishcabo.com
La Lupita Taco & Mezcal
José María Morelos
Centro
T. 01 (624) 688 3926
Flora Farms
Carretera Transpeninsular Km 30
T. 01 (624) 355 4564
flora-farms.com
Mariscos el Toro Güero
Adolfo López Mateos
entre Hidalgo y Matamoros
T. 01 (624) 168 3652
Fragmento de la revista Travesías, editada por Travesías Media, edición noviembre 2015.
www.travesiasmedia.com
Recomendaciones Gatopardo
Más historias que podrían interesarte.