Tiempo de lectura: 3 minutosDesde que se declaró la emergencia sanitaria por la Covid-19, el uso de cubre bocas se ha vuelto un tema de debate internacional. Algunos países los han institucionalizado en lugares públicos, mientras que otros solo los recomiendan cuando no es posible practicar la “sana distancia”. Antes utilizados exclusivamente por pacientes y doctores, se han vuelto extremadamente populares, y aunque haya escépticos sobre su eficacia para combatir el contagio, son una herramienta importante de prevención y responsabilidad.
Su uso no es algo nuevo, en países asiáticos es una práctica generalizada desde hace varios años e incluso su aplicación como accesorio se ha vuelto una tendencia en el mundo de la moda. Según un texto escrito por Huang Wei, investigadora de la biblioteca de Shanghai, el uso de las mascarillas en la vida pública existe desde la epidemia de meningitis que atacó Shanghai en 1929, cuando los doctores las instituyeron como una medida de protección y se decidió publicitarlas como un accesorio en boga. Ya sea por tendencia o necesidad, la realidad es que en el mundo contemporáneo su uso es una práctica a la que nos tendremos que acostumbrar tarde o temprano.
Con el brote de la Covid-19, múltiples marcas alrededor del mundo han aprovechado para lanzar al mercado sus propios diseños. En redes sociales celebridades usan mascarillas de marcas como Gucci o Fendi —que sobrepasan los $100 euros—, mientras que otros cientos de personas publicitan diseños propios en cuentas personales.
En México, varias marcas han decidido empezarlas a producir, algunas como un producto temporal, otras como un accesorio que vino para quedarse. Scappino, por ejemplo, ha encaminado sus esfuerzos a utilizar los recursos que ya tienen. Hechos con remanentes de telas, sus cubre bocas de algodón lavable tienen el objetivo de mantener el ritmo de producción, ofrecer oportunidades de trabajo en tiempos difíciles y generar un círculo sustentable que mantenga el equilibrio de la empresa.
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Cubre bocas por Barragán
Otro ejemplo es Barragán, uno de los diseñadores más prometedores del país, quien ha dedicado una parte de la producción de su marca a la fabricación de cubrebocas con el monograma BR (inspirado en el logro del Camino Real) como estampado. El 10% de las ganancias generadas por la venta de estos productos será donado a la organización Inspira A.C, dedicada a proveer a personas de la comunidad LGBTTTIQ y VIH positiva con servicios de salud.
La producción de mascarillas se ha vuelto una manera de responsabilizar a las marcas. Someone Somewhere, marca mexicana conocida por sus camisetas, accesorios y proyectos de responsabilidad social, se abocó al diseño de un cubrebocas revolucionario. “Desde que empezó todo esto tuvimos una idea con el objetivo de seguir generando empleos para todos los artesanos con los que trabajamos. Nos dimos cuenta que esta situación iba a ser más larga de lo que se sugería al principio y que la gente iba a necesitar, no sólo los clásicos cubre bocas de tela, sino algo cómodo, estético y con un diseño para el día a día […] Empezamos un proyecto bastante fuerte de diseño para entender muy bien cuáles eran las necesidades y qué problemas tenían los cubre bocas que ya existían”, explica Antonio Nuño, CEO de Someone Somewhere, en una entrevista telefónica con Gatopardo.
«Ya sea por tendencia o necesidad, la realidad es que en el mundo contemporáneo su uso es una práctica a la que nos tendremos que acostumbrar tarde o temprano.»
Las Easy Masks de Someone Somewhere están hechas de telar de cintura de Oaxaca y Chiapas. Son lavables, portables y cómodas, y están diseñados de manera que la parte de atrás es removible, abraza la nuca para evitar jalones o dolor y sirve para enrollar el tapabocas y guardarlo. También, tienen un compartimento para adaptar cualquier tipo de filtro y por cada mascarilla que la marca vende, se dona otra a una comunidad.
“Desde antes de que la pandemia por Covid-19 empezara a crecer en Europa, nos dimos cuenta que tarde o temprano iba a llegar a México. Ahí fue cuando decidimos que teníamos dos opciones o hacer una mascarilla súper sencilla, como las que se encuentran en todos lados, o invertirle más tiempo y sacar un accesorio producto de una investigación”, dice Nuño. Producir el primer lote le tomó a la marca dos meses, sin embargo se vendió en menos de tres horas.
Cubre bocas por Someone Somewhere
Aparte de fomentar el consumo por medio del e-commerce, la pandemia ha traído consigo reflexiones sobre el consumo y la producción textil. “Inició un cambio de mentalidad en los consumidores. Ya estaba pasando pero ahora se está acelerando. Cada vez más gente se pregunta a fondo de dónde vienen sus productos, quién los hizo, qué impacto social y ambiental tienen. […] Creo que cuando hay una crisis económica la gente se cuestiona más. Que se vea padre o sea un producto de una marca famosa, ya no es suficiente justificación. Es una época de mucha solidaridad y la gente también está buscando cómo apoyarse los unos a los otros”, concluye Nuño.
Independientemente de cuánto tiempo dure, el tapabocas se ha convertido en un accesorio de moda. En los próximos meses, colores, formas y diseños seguirán llegando al mercado, y las marcas, más temprano que tarde, tendrán que decidir cómo aportaran a esta nueva tendencia.