Imaginar hoy un turismo comunitario resulta disruptivo porque, hasta ahora, siempre ha sido una industria depredadora de ecosistemas, de identidades socioculturales y recursos naturales. Sin embargo, hay proyectos que se están encaminando hacia la reciprocidad, sobre todo con las riquezas que el planeta ofrece.
El turismo está evolucionando hacia una actividad solidaria, amigable con el medio ambiente y que busca una transformación de las cadenas de producción. Los viajeros, por su parte, buscan cada vez más experiencias trascendentes que no sólo satisfagan su necesidad de esparcimiento, sino que puedan crear un bien social y no dañen el planeta. Aquí, cuatro historias de proyectos que están apostando por un cambio de paradigmas en su gestión para abrir un nuevo panorama de turismo comunitario y sustentable en México y América Latina.
Camino Copalita
Ofrece desde 2014 un itinerario que guía a los viajeros en un recorrido de seis días a pie por cinco ecosistemas protegidos y gestionados por comunidades zapotecas en Oaxaca, México. Desde los paisajes montañosos de la Sierra Sur hasta llegar a la costa, el recorrido se hace por las veredas y caminos que los propios pobladores muestran a los visitantes. “Para nosotros, ‘lujo’ son las cosas que ya se están volviendo escasas en el mundo: nadar en un río cristalino, cortar un fruto silvestre mientras caminas, comer nueve especies de maíz en una semana”, explica Manuel Rosemberg, su creador. El 70% de las ganancias del proyecto se destinan a la preservación del territorio comunitario, a obras comunales y a la mejora de los medios de vida de los zapotecas involucrados.
Kokoyome Paradise Resort
Desde hace tres años ofrece a los visitantes una conexión sustentable con la naturaleza, con una extraordinaria cascada como fondo en lo que era un territorio de la etnia extinta cocoyome, en Chihuahua, México. “Quien venga que no sólo lo vea como un lugar turístico, sino que sepa que viene a un lugar sagrado, a un recinto natural. Más que una experiencia turística, es una experiencia de reconexión”, dice Martín Solís Reyes, fundador del proyecto. Cuenta con cuatro habitaciones y tres cabañas, además de ofrecer un magnífico panorama de las barrancas tarahumaras. Con una producción propia de hortalizas e insumos, la cocina del lugar se lanza hacia la alimentación sostenible de sus visitantes y hacia el rescate gastronómico de los alimentos ancestrales tarahumaras.
Untamed Angling
Es un proyecto de pesca con mosca, resultado de la alianza entre Marcelo Pérez, pescador argentino, y los líderes comunales de cinco pueblos indígenas que habitan junto al río Sécure, y protege más de 12 millones de hectáreas de selva amazónica virgen entre Bolivia y Brasil. Los amantes de la pesca deportiva llegan aquí cada año en busca del pez dorado: lo pescan, lo admiran y lo regresan al agua, vivo. El proyecto contribuye a la reducción de la huella ecológica con la producción de informes ambientales, el uso de energías renovables y la gestión adecuada de residuos y reciclaje. “La llave del futuro del turismo en América Latina está en encontrar alternativas que sean equitativas, sustentables y legales”, dice Pérez. Untamed Angling recibe sólo un promedio de 340 turistas al año, emplea a más de 300 indígenas y es el proyecto turístico que más beneficio económico genera para las comunidades indígenas en América Latina.
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Imaginar hoy un turismo comunitario resulta disruptivo porque, hasta ahora, siempre ha sido una industria depredadora de ecosistemas, de identidades socioculturales y recursos naturales. Sin embargo, hay proyectos que se están encaminando hacia la reciprocidad, sobre todo con las riquezas que el planeta ofrece.
El turismo está evolucionando hacia una actividad solidaria, amigable con el medio ambiente y que busca una transformación de las cadenas de producción. Los viajeros, por su parte, buscan cada vez más experiencias trascendentes que no sólo satisfagan su necesidad de esparcimiento, sino que puedan crear un bien social y no dañen el planeta. Aquí, cuatro historias de proyectos que están apostando por un cambio de paradigmas en su gestión para abrir un nuevo panorama de turismo comunitario y sustentable en México y América Latina.
Camino Copalita
Ofrece desde 2014 un itinerario que guía a los viajeros en un recorrido de seis días a pie por cinco ecosistemas protegidos y gestionados por comunidades zapotecas en Oaxaca, México. Desde los paisajes montañosos de la Sierra Sur hasta llegar a la costa, el recorrido se hace por las veredas y caminos que los propios pobladores muestran a los visitantes. “Para nosotros, ‘lujo’ son las cosas que ya se están volviendo escasas en el mundo: nadar en un río cristalino, cortar un fruto silvestre mientras caminas, comer nueve especies de maíz en una semana”, explica Manuel Rosemberg, su creador. El 70% de las ganancias del proyecto se destinan a la preservación del territorio comunitario, a obras comunales y a la mejora de los medios de vida de los zapotecas involucrados.
Kokoyome Paradise Resort
Desde hace tres años ofrece a los visitantes una conexión sustentable con la naturaleza, con una extraordinaria cascada como fondo en lo que era un territorio de la etnia extinta cocoyome, en Chihuahua, México. “Quien venga que no sólo lo vea como un lugar turístico, sino que sepa que viene a un lugar sagrado, a un recinto natural. Más que una experiencia turística, es una experiencia de reconexión”, dice Martín Solís Reyes, fundador del proyecto. Cuenta con cuatro habitaciones y tres cabañas, además de ofrecer un magnífico panorama de las barrancas tarahumaras. Con una producción propia de hortalizas e insumos, la cocina del lugar se lanza hacia la alimentación sostenible de sus visitantes y hacia el rescate gastronómico de los alimentos ancestrales tarahumaras.
Untamed Angling
Es un proyecto de pesca con mosca, resultado de la alianza entre Marcelo Pérez, pescador argentino, y los líderes comunales de cinco pueblos indígenas que habitan junto al río Sécure, y protege más de 12 millones de hectáreas de selva amazónica virgen entre Bolivia y Brasil. Los amantes de la pesca deportiva llegan aquí cada año en busca del pez dorado: lo pescan, lo admiran y lo regresan al agua, vivo. El proyecto contribuye a la reducción de la huella ecológica con la producción de informes ambientales, el uso de energías renovables y la gestión adecuada de residuos y reciclaje. “La llave del futuro del turismo en América Latina está en encontrar alternativas que sean equitativas, sustentables y legales”, dice Pérez. Untamed Angling recibe sólo un promedio de 340 turistas al año, emplea a más de 300 indígenas y es el proyecto turístico que más beneficio económico genera para las comunidades indígenas en América Latina.
Imaginar hoy un turismo comunitario resulta disruptivo porque, hasta ahora, siempre ha sido una industria depredadora de ecosistemas, de identidades socioculturales y recursos naturales. Sin embargo, hay proyectos que se están encaminando hacia la reciprocidad, sobre todo con las riquezas que el planeta ofrece.
El turismo está evolucionando hacia una actividad solidaria, amigable con el medio ambiente y que busca una transformación de las cadenas de producción. Los viajeros, por su parte, buscan cada vez más experiencias trascendentes que no sólo satisfagan su necesidad de esparcimiento, sino que puedan crear un bien social y no dañen el planeta. Aquí, cuatro historias de proyectos que están apostando por un cambio de paradigmas en su gestión para abrir un nuevo panorama de turismo comunitario y sustentable en México y América Latina.
Camino Copalita
Ofrece desde 2014 un itinerario que guía a los viajeros en un recorrido de seis días a pie por cinco ecosistemas protegidos y gestionados por comunidades zapotecas en Oaxaca, México. Desde los paisajes montañosos de la Sierra Sur hasta llegar a la costa, el recorrido se hace por las veredas y caminos que los propios pobladores muestran a los visitantes. “Para nosotros, ‘lujo’ son las cosas que ya se están volviendo escasas en el mundo: nadar en un río cristalino, cortar un fruto silvestre mientras caminas, comer nueve especies de maíz en una semana”, explica Manuel Rosemberg, su creador. El 70% de las ganancias del proyecto se destinan a la preservación del territorio comunitario, a obras comunales y a la mejora de los medios de vida de los zapotecas involucrados.
Kokoyome Paradise Resort
Desde hace tres años ofrece a los visitantes una conexión sustentable con la naturaleza, con una extraordinaria cascada como fondo en lo que era un territorio de la etnia extinta cocoyome, en Chihuahua, México. “Quien venga que no sólo lo vea como un lugar turístico, sino que sepa que viene a un lugar sagrado, a un recinto natural. Más que una experiencia turística, es una experiencia de reconexión”, dice Martín Solís Reyes, fundador del proyecto. Cuenta con cuatro habitaciones y tres cabañas, además de ofrecer un magnífico panorama de las barrancas tarahumaras. Con una producción propia de hortalizas e insumos, la cocina del lugar se lanza hacia la alimentación sostenible de sus visitantes y hacia el rescate gastronómico de los alimentos ancestrales tarahumaras.
Untamed Angling
Es un proyecto de pesca con mosca, resultado de la alianza entre Marcelo Pérez, pescador argentino, y los líderes comunales de cinco pueblos indígenas que habitan junto al río Sécure, y protege más de 12 millones de hectáreas de selva amazónica virgen entre Bolivia y Brasil. Los amantes de la pesca deportiva llegan aquí cada año en busca del pez dorado: lo pescan, lo admiran y lo regresan al agua, vivo. El proyecto contribuye a la reducción de la huella ecológica con la producción de informes ambientales, el uso de energías renovables y la gestión adecuada de residuos y reciclaje. “La llave del futuro del turismo en América Latina está en encontrar alternativas que sean equitativas, sustentables y legales”, dice Pérez. Untamed Angling recibe sólo un promedio de 340 turistas al año, emplea a más de 300 indígenas y es el proyecto turístico que más beneficio económico genera para las comunidades indígenas en América Latina.
Imaginar hoy un turismo comunitario resulta disruptivo porque, hasta ahora, siempre ha sido una industria depredadora de ecosistemas, de identidades socioculturales y recursos naturales. Sin embargo, hay proyectos que se están encaminando hacia la reciprocidad, sobre todo con las riquezas que el planeta ofrece.
El turismo está evolucionando hacia una actividad solidaria, amigable con el medio ambiente y que busca una transformación de las cadenas de producción. Los viajeros, por su parte, buscan cada vez más experiencias trascendentes que no sólo satisfagan su necesidad de esparcimiento, sino que puedan crear un bien social y no dañen el planeta. Aquí, cuatro historias de proyectos que están apostando por un cambio de paradigmas en su gestión para abrir un nuevo panorama de turismo comunitario y sustentable en México y América Latina.
Camino Copalita
Ofrece desde 2014 un itinerario que guía a los viajeros en un recorrido de seis días a pie por cinco ecosistemas protegidos y gestionados por comunidades zapotecas en Oaxaca, México. Desde los paisajes montañosos de la Sierra Sur hasta llegar a la costa, el recorrido se hace por las veredas y caminos que los propios pobladores muestran a los visitantes. “Para nosotros, ‘lujo’ son las cosas que ya se están volviendo escasas en el mundo: nadar en un río cristalino, cortar un fruto silvestre mientras caminas, comer nueve especies de maíz en una semana”, explica Manuel Rosemberg, su creador. El 70% de las ganancias del proyecto se destinan a la preservación del territorio comunitario, a obras comunales y a la mejora de los medios de vida de los zapotecas involucrados.
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Untamed Angling
Es un proyecto de pesca con mosca, resultado de la alianza entre Marcelo Pérez, pescador argentino, y los líderes comunales de cinco pueblos indígenas que habitan junto al río Sécure, y protege más de 12 millones de hectáreas de selva amazónica virgen entre Bolivia y Brasil. Los amantes de la pesca deportiva llegan aquí cada año en busca del pez dorado: lo pescan, lo admiran y lo regresan al agua, vivo. El proyecto contribuye a la reducción de la huella ecológica con la producción de informes ambientales, el uso de energías renovables y la gestión adecuada de residuos y reciclaje. “La llave del futuro del turismo en América Latina está en encontrar alternativas que sean equitativas, sustentables y legales”, dice Pérez. Untamed Angling recibe sólo un promedio de 340 turistas al año, emplea a más de 300 indígenas y es el proyecto turístico que más beneficio económico genera para las comunidades indígenas en América Latina.
Imaginar hoy un turismo comunitario resulta disruptivo porque, hasta ahora, siempre ha sido una industria depredadora de ecosistemas, de identidades socioculturales y recursos naturales. Sin embargo, hay proyectos que se están encaminando hacia la reciprocidad, sobre todo con las riquezas que el planeta ofrece.
El turismo está evolucionando hacia una actividad solidaria, amigable con el medio ambiente y que busca una transformación de las cadenas de producción. Los viajeros, por su parte, buscan cada vez más experiencias trascendentes que no sólo satisfagan su necesidad de esparcimiento, sino que puedan crear un bien social y no dañen el planeta. Aquí, cuatro historias de proyectos que están apostando por un cambio de paradigmas en su gestión para abrir un nuevo panorama de turismo comunitario y sustentable en México y América Latina.
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Ofrece desde 2014 un itinerario que guía a los viajeros en un recorrido de seis días a pie por cinco ecosistemas protegidos y gestionados por comunidades zapotecas en Oaxaca, México. Desde los paisajes montañosos de la Sierra Sur hasta llegar a la costa, el recorrido se hace por las veredas y caminos que los propios pobladores muestran a los visitantes. “Para nosotros, ‘lujo’ son las cosas que ya se están volviendo escasas en el mundo: nadar en un río cristalino, cortar un fruto silvestre mientras caminas, comer nueve especies de maíz en una semana”, explica Manuel Rosemberg, su creador. El 70% de las ganancias del proyecto se destinan a la preservación del territorio comunitario, a obras comunales y a la mejora de los medios de vida de los zapotecas involucrados.
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Desde hace tres años ofrece a los visitantes una conexión sustentable con la naturaleza, con una extraordinaria cascada como fondo en lo que era un territorio de la etnia extinta cocoyome, en Chihuahua, México. “Quien venga que no sólo lo vea como un lugar turístico, sino que sepa que viene a un lugar sagrado, a un recinto natural. Más que una experiencia turística, es una experiencia de reconexión”, dice Martín Solís Reyes, fundador del proyecto. Cuenta con cuatro habitaciones y tres cabañas, además de ofrecer un magnífico panorama de las barrancas tarahumaras. Con una producción propia de hortalizas e insumos, la cocina del lugar se lanza hacia la alimentación sostenible de sus visitantes y hacia el rescate gastronómico de los alimentos ancestrales tarahumaras.
Untamed Angling
Es un proyecto de pesca con mosca, resultado de la alianza entre Marcelo Pérez, pescador argentino, y los líderes comunales de cinco pueblos indígenas que habitan junto al río Sécure, y protege más de 12 millones de hectáreas de selva amazónica virgen entre Bolivia y Brasil. Los amantes de la pesca deportiva llegan aquí cada año en busca del pez dorado: lo pescan, lo admiran y lo regresan al agua, vivo. El proyecto contribuye a la reducción de la huella ecológica con la producción de informes ambientales, el uso de energías renovables y la gestión adecuada de residuos y reciclaje. “La llave del futuro del turismo en América Latina está en encontrar alternativas que sean equitativas, sustentables y legales”, dice Pérez. Untamed Angling recibe sólo un promedio de 340 turistas al año, emplea a más de 300 indígenas y es el proyecto turístico que más beneficio económico genera para las comunidades indígenas en América Latina.
Imaginar hoy un turismo comunitario resulta disruptivo porque, hasta ahora, siempre ha sido una industria depredadora de ecosistemas, de identidades socioculturales y recursos naturales. Sin embargo, hay proyectos que se están encaminando hacia la reciprocidad, sobre todo con las riquezas que el planeta ofrece.
El turismo está evolucionando hacia una actividad solidaria, amigable con el medio ambiente y que busca una transformación de las cadenas de producción. Los viajeros, por su parte, buscan cada vez más experiencias trascendentes que no sólo satisfagan su necesidad de esparcimiento, sino que puedan crear un bien social y no dañen el planeta. Aquí, cuatro historias de proyectos que están apostando por un cambio de paradigmas en su gestión para abrir un nuevo panorama de turismo comunitario y sustentable en México y América Latina.
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Ofrece desde 2014 un itinerario que guía a los viajeros en un recorrido de seis días a pie por cinco ecosistemas protegidos y gestionados por comunidades zapotecas en Oaxaca, México. Desde los paisajes montañosos de la Sierra Sur hasta llegar a la costa, el recorrido se hace por las veredas y caminos que los propios pobladores muestran a los visitantes. “Para nosotros, ‘lujo’ son las cosas que ya se están volviendo escasas en el mundo: nadar en un río cristalino, cortar un fruto silvestre mientras caminas, comer nueve especies de maíz en una semana”, explica Manuel Rosemberg, su creador. El 70% de las ganancias del proyecto se destinan a la preservación del territorio comunitario, a obras comunales y a la mejora de los medios de vida de los zapotecas involucrados.
Kokoyome Paradise Resort
Desde hace tres años ofrece a los visitantes una conexión sustentable con la naturaleza, con una extraordinaria cascada como fondo en lo que era un territorio de la etnia extinta cocoyome, en Chihuahua, México. “Quien venga que no sólo lo vea como un lugar turístico, sino que sepa que viene a un lugar sagrado, a un recinto natural. Más que una experiencia turística, es una experiencia de reconexión”, dice Martín Solís Reyes, fundador del proyecto. Cuenta con cuatro habitaciones y tres cabañas, además de ofrecer un magnífico panorama de las barrancas tarahumaras. Con una producción propia de hortalizas e insumos, la cocina del lugar se lanza hacia la alimentación sostenible de sus visitantes y hacia el rescate gastronómico de los alimentos ancestrales tarahumaras.
Untamed Angling
Es un proyecto de pesca con mosca, resultado de la alianza entre Marcelo Pérez, pescador argentino, y los líderes comunales de cinco pueblos indígenas que habitan junto al río Sécure, y protege más de 12 millones de hectáreas de selva amazónica virgen entre Bolivia y Brasil. Los amantes de la pesca deportiva llegan aquí cada año en busca del pez dorado: lo pescan, lo admiran y lo regresan al agua, vivo. El proyecto contribuye a la reducción de la huella ecológica con la producción de informes ambientales, el uso de energías renovables y la gestión adecuada de residuos y reciclaje. “La llave del futuro del turismo en América Latina está en encontrar alternativas que sean equitativas, sustentables y legales”, dice Pérez. Untamed Angling recibe sólo un promedio de 340 turistas al año, emplea a más de 300 indígenas y es el proyecto turístico que más beneficio económico genera para las comunidades indígenas en América Latina.
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