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Fotografía de Arturo Hernandez/ REUTERS. Fuegos artificiales por el 212 aniversario de la Independencia de México, el 15 de septiembre de 2022. La ciudad de Toluca, Estado de México realizó un espectáculo de fuegos artificiales en la Plaza de los Mártires.
La pirotecnia provoca episodios de contaminación aguda en estas fechas. En la Ciudad de México, los estándares aceptables de partículas finas y ultrafinas se rebasan hasta en tres veces. Los fuegos artificiales son sumamente contaminantes —para humanos, animales, árboles y plantas—, pero aún no se ha logrado controlar su uso.
La escena se repite cada fin de año: cientos de fuegos artificiales se disparan al cielo, iluminando los rostros que contemplan el espectáculo de luces. Lo que quizá pocos saben —o prefieren ignorarlo— es que de esos destellos fugaces se desprenden partículas dañinas que incrementan la contaminación en el ambiente y que pueden colarse hasta nuestros pulmones, con consecuencias graves para nuestra salud.
La pólvora de la pirotecnia está compuesta de una serie de químicos —como el dióxido de azufre, el potasio y el carbón vegetal, entre otros—; juntos forman un coctel de contaminantes que se esparce por todo el aire en partículas muy finas —las PM 2.5 y PM 10— que entran a nuestro organismo cuando respiramos. Sin embargo, los fuegos artificiales no son los únicos responsables de la contaminación en las fechas decembrinas. Las tradicionales hogueras que se hacen en las reuniones contribuyen a que, durante estos días, respirar aire limpio sea prácticamente imposible, pues las fogatas liberan contaminantes tóxicos, como el hollín, que se mezclan en la atmósfera rápidamente, explica Ricardo Torres Jardón, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM.
“¿Has notado que al día siguiente de una quema de cohetes queda un olor peculiar en el ambiente?”, pregunta el investigador de la UNAM. “Bueno”, explica Torres Jardón, “eso que estamos respirando es producto de los contaminantes que se quedan suspendidos en el aire, algunos hasta por doce horas. Por eso es normal que en esos días sientas que te duele la cabeza o que tengas los ojos rojos o una ligera molestia en la garganta. Esa neblina que se queda suspendida, después del 12 y el 25 de diciembre y del 1 de enero, es la concentración de las partículas tóxicas que se quedan flotando”. El investigador lo explica de una forma más visual y contundente: respirar esas partículas, en esos días, es equivalente a inhalar la masa de humo negro que sacan los tráilers.
La Organización Mundial de la Salud ya ha documentado que la exposición a las partículas PM 2.5 puede ser grave para muchas personas, pues tiene el potencial de causar enfermedades respiratorias serias —se relaciona, por ejemplo, con la incidencia de cáncer de pulmón y de vejiga—. Además, recientemente varios estudios han advertido que la contaminación del aire está provocando enfermedades autoinmunes. “Si bien estas partículas no crean enfermedades por sí solas, sí agravan los padecimientos ya existentes, sobre todo en personas con afecciones respiratorias o cardiovasculares. Las que se ven más afectadas son las personas con asma, la contaminación puede agravar sus síntomas”, alerta Torres Jardón.
El principal problema en estas fechas es que se provoca una contaminación aguda a corto plazo, es decir, la concentración de partículas tóxicas aumenta en muy poco tiempo, explica Andrea Bizberg, asesora técnica en calidad del aire de C40. Por si fuera poco, a la larga esto contribuye al calentamiento global.
Si bien la pirotecnia es la principal responsable de los altos picos de partículas dañinas que se registran en diciembre, hay otros factores que inciden en la contaminación, ahonda Bizberg. Durante estas fechas las personas cambian sus actividades, se trasladan con más frecuencia, piden más regalos por paquetería o utilizan distintos medios de transporte para ir de compras, todo esto ocasiona más tránsito y, por lo tanto, más contaminación. La generación de energía juega otro papel clave: en estas fechas se utiliza más electricidad, porque se encienden los foquitos navideños y los calefactores, por ejemplo, haciendo que las centrales eléctricas que rodean el Valle de México trabajen a marchas forzadas y quemen más energías fósiles, combustóleo y residuos tóxicos, explica Bizberg.
En diciembre las concentraciones diarias de las PM 2.5 en el Valle de México promedian los treinta microgramos, pero aumentan a sesenta en los días festivos, según el estudio “Fuegos artificiales: una fuente importante de aerosoles inorgánicos y orgánicos durante Navidad y Año Nuevo en la Ciudad de México”, encabezado por investigadoras e investigadores de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México y publicado en 2019. El estudio indica que se superan entre dos y tres veces los estándares recomendados para la buena calidad del aire en la capital. Si comparamos estas cifras con los estándares internacionales, que recomiendan un promedio diario de quince micras de PM 2.5, entonces los niveles de concentración de estas partículas son hasta cuatro veces mayores. En el caso de las PM 10, las autoridades capitalinas documentaron que se dispararon hasta llegar a 653 µg/m3 (microgramos) durante una hora en la madrugada del 1 de enero de 2019, una cifra catorce veces mayor al promedio diario que establece el estándar de la OMS, de 45 microgramos.
Los autores de aquella investigación en la Ciudad de México reconocieron que, hasta entonces, no había ningún estudio que analizara a profundidad el impacto real en la calidad del aire que producen estos contaminantes en el Valle de México. A tres años de esa publicación, el panorama sigue igual, explica Torres Jardón. “No tenemos un análisis más profundo sobre los daños que causa la pirotecnia en estas fechas, por eso no se dimensiona la gravedad del problema y no sabemos realmente cuántas personas quedan afectadas.” Pero la contaminación debida a los fuegos artificiales no solo nos afecta a nosotros, los humanos. Estas partículas se quedan depositadas en las plantas y en los árboles, por ejemplo, lo que a la larga también podría afectar su proceso de fotosíntesis, que es vital para mejorar la calidad del aire que respiramos, dice el investigador.
La comunidad científica ha alertado, a la vez, sobre los daños que causan los fuegos artificiales en los animales, debido a los altos niveles de sonido que producen, lo que incluso puede tener como efecto que algunos pierdan la capacidad auditiva o la vista, pues los cohetes en muchas ocasiones dejan daños irreparables en sus ojos, además del miedo y el estrés que les suscitan. En las aves, por ejemplo, estos explosivos ocasionan que pierdan su sentido de orientación ante el pánico que les produce el ruido.
En el mundo hay algunos ejemplos de regulaciones para proteger el ambiente y la seguridad de las personas, como en China, que comenzó a regular el uso de fuegos artificiales en varias ciudades desde 2015. Hace poco se comprobó que prohibirlos durante las celebraciones (como la del Año Nuevo chino) logró disminuir hasta en 8% la concentración de las PM 2.5 en los meses en que se llevan a cabo las principales festividades del país, lo que se traduce en una “mejora significativa en la salud pública”, según un estudio científico encabezado por la Universidad de Fudan, en Shanghái.
En Alemania varias ciudades han establecido zonas libres de fuegos artificiales y es que, según la Agencia Federal del Medio Ambiente de ese país (UBA), estos liberan unas cinco mil toneladas de partículas finas en el aire en una sola noche, la del Año Nuevo, “lo que equivale, aproximadamente, a dos meses de tráfico en carretera”.
En México estamos lejos de alcanzar una regulación amplia de los fuegos artificiales, reconoce Torres Jardón, por la amplia tradición que existe aquí y porque la venta de la pirotecnia muchas veces escapa del control de las autoridades. Las más de las veces nos limitamos a escuchar las recomendaciones sobre evitar su uso que se emiten en estos meses. Si bien no existe una regulación sobre su fabricación y uso, detonar pirotecnia es ilegal y amerita una multa en la Ciudad de México. La Ley de Cultura Cívica capitalina en su artículo 28 establece que “detonar o encender cohetes, juegos pirotécnicos, fogatas o elevar aerostatos sin permiso de la autoridad competente” representa una infracción contra la seguridad ciudadana. Las multas pueden llegar hasta los 2,886 pesos; no pagarla amerita un arresto de veinticinco a treinta y seis horas o hacer trabajo comunitario hasta por dieciocho horas.
La Comisión Ambiental de la Megalópolis (CaMe) ya advirtió esta semana que entre diciembre de 2022 y abril de 2023 se espera que las masas de aire de los frentes fríos generen 9% más inversiones térmicas que en el ciclo anterior, el de 2021-2022, lo que podría empeorar la calidad del aire. El fenómeno de inversión térmica ocurre cuando las capas bajas de la atmósfera son más frías que las superiores. Esto hace que los contaminantes se queden encapsulados en esas capas bajas. Por eso la CaMe llamó a reducir el uso de pirotecnia en estas fechas, con la esperanza de evitar otra contingencia ambiental.
Finalmente, Torres Jordán recomienda que mientras ardan los fuegos artificiales cerremos las ventanas de nuestras casas para que las partículas no se cuelen en nuestros hogares, y aconseja que al día siguiente salgamos con cubrebocas para evitar una mayor exposición a los contaminantes que desprenden. Aunque la verdadera invitación es a pensar si es necesario que, por unas horas de espectáculo, padezcamos por muchos años más los efectos explosivos de estos cohetes en el medio ambiente.
La pirotecnia provoca episodios de contaminación aguda en estas fechas. En la Ciudad de México, los estándares aceptables de partículas finas y ultrafinas se rebasan hasta en tres veces. Los fuegos artificiales son sumamente contaminantes —para humanos, animales, árboles y plantas—, pero aún no se ha logrado controlar su uso.
La escena se repite cada fin de año: cientos de fuegos artificiales se disparan al cielo, iluminando los rostros que contemplan el espectáculo de luces. Lo que quizá pocos saben —o prefieren ignorarlo— es que de esos destellos fugaces se desprenden partículas dañinas que incrementan la contaminación en el ambiente y que pueden colarse hasta nuestros pulmones, con consecuencias graves para nuestra salud.
La pólvora de la pirotecnia está compuesta de una serie de químicos —como el dióxido de azufre, el potasio y el carbón vegetal, entre otros—; juntos forman un coctel de contaminantes que se esparce por todo el aire en partículas muy finas —las PM 2.5 y PM 10— que entran a nuestro organismo cuando respiramos. Sin embargo, los fuegos artificiales no son los únicos responsables de la contaminación en las fechas decembrinas. Las tradicionales hogueras que se hacen en las reuniones contribuyen a que, durante estos días, respirar aire limpio sea prácticamente imposible, pues las fogatas liberan contaminantes tóxicos, como el hollín, que se mezclan en la atmósfera rápidamente, explica Ricardo Torres Jardón, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM.
“¿Has notado que al día siguiente de una quema de cohetes queda un olor peculiar en el ambiente?”, pregunta el investigador de la UNAM. “Bueno”, explica Torres Jardón, “eso que estamos respirando es producto de los contaminantes que se quedan suspendidos en el aire, algunos hasta por doce horas. Por eso es normal que en esos días sientas que te duele la cabeza o que tengas los ojos rojos o una ligera molestia en la garganta. Esa neblina que se queda suspendida, después del 12 y el 25 de diciembre y del 1 de enero, es la concentración de las partículas tóxicas que se quedan flotando”. El investigador lo explica de una forma más visual y contundente: respirar esas partículas, en esos días, es equivalente a inhalar la masa de humo negro que sacan los tráilers.
La Organización Mundial de la Salud ya ha documentado que la exposición a las partículas PM 2.5 puede ser grave para muchas personas, pues tiene el potencial de causar enfermedades respiratorias serias —se relaciona, por ejemplo, con la incidencia de cáncer de pulmón y de vejiga—. Además, recientemente varios estudios han advertido que la contaminación del aire está provocando enfermedades autoinmunes. “Si bien estas partículas no crean enfermedades por sí solas, sí agravan los padecimientos ya existentes, sobre todo en personas con afecciones respiratorias o cardiovasculares. Las que se ven más afectadas son las personas con asma, la contaminación puede agravar sus síntomas”, alerta Torres Jardón.
El principal problema en estas fechas es que se provoca una contaminación aguda a corto plazo, es decir, la concentración de partículas tóxicas aumenta en muy poco tiempo, explica Andrea Bizberg, asesora técnica en calidad del aire de C40. Por si fuera poco, a la larga esto contribuye al calentamiento global.
Si bien la pirotecnia es la principal responsable de los altos picos de partículas dañinas que se registran en diciembre, hay otros factores que inciden en la contaminación, ahonda Bizberg. Durante estas fechas las personas cambian sus actividades, se trasladan con más frecuencia, piden más regalos por paquetería o utilizan distintos medios de transporte para ir de compras, todo esto ocasiona más tránsito y, por lo tanto, más contaminación. La generación de energía juega otro papel clave: en estas fechas se utiliza más electricidad, porque se encienden los foquitos navideños y los calefactores, por ejemplo, haciendo que las centrales eléctricas que rodean el Valle de México trabajen a marchas forzadas y quemen más energías fósiles, combustóleo y residuos tóxicos, explica Bizberg.
En diciembre las concentraciones diarias de las PM 2.5 en el Valle de México promedian los treinta microgramos, pero aumentan a sesenta en los días festivos, según el estudio “Fuegos artificiales: una fuente importante de aerosoles inorgánicos y orgánicos durante Navidad y Año Nuevo en la Ciudad de México”, encabezado por investigadoras e investigadores de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México y publicado en 2019. El estudio indica que se superan entre dos y tres veces los estándares recomendados para la buena calidad del aire en la capital. Si comparamos estas cifras con los estándares internacionales, que recomiendan un promedio diario de quince micras de PM 2.5, entonces los niveles de concentración de estas partículas son hasta cuatro veces mayores. En el caso de las PM 10, las autoridades capitalinas documentaron que se dispararon hasta llegar a 653 µg/m3 (microgramos) durante una hora en la madrugada del 1 de enero de 2019, una cifra catorce veces mayor al promedio diario que establece el estándar de la OMS, de 45 microgramos.
Los autores de aquella investigación en la Ciudad de México reconocieron que, hasta entonces, no había ningún estudio que analizara a profundidad el impacto real en la calidad del aire que producen estos contaminantes en el Valle de México. A tres años de esa publicación, el panorama sigue igual, explica Torres Jardón. “No tenemos un análisis más profundo sobre los daños que causa la pirotecnia en estas fechas, por eso no se dimensiona la gravedad del problema y no sabemos realmente cuántas personas quedan afectadas.” Pero la contaminación debida a los fuegos artificiales no solo nos afecta a nosotros, los humanos. Estas partículas se quedan depositadas en las plantas y en los árboles, por ejemplo, lo que a la larga también podría afectar su proceso de fotosíntesis, que es vital para mejorar la calidad del aire que respiramos, dice el investigador.
La comunidad científica ha alertado, a la vez, sobre los daños que causan los fuegos artificiales en los animales, debido a los altos niveles de sonido que producen, lo que incluso puede tener como efecto que algunos pierdan la capacidad auditiva o la vista, pues los cohetes en muchas ocasiones dejan daños irreparables en sus ojos, además del miedo y el estrés que les suscitan. En las aves, por ejemplo, estos explosivos ocasionan que pierdan su sentido de orientación ante el pánico que les produce el ruido.
En el mundo hay algunos ejemplos de regulaciones para proteger el ambiente y la seguridad de las personas, como en China, que comenzó a regular el uso de fuegos artificiales en varias ciudades desde 2015. Hace poco se comprobó que prohibirlos durante las celebraciones (como la del Año Nuevo chino) logró disminuir hasta en 8% la concentración de las PM 2.5 en los meses en que se llevan a cabo las principales festividades del país, lo que se traduce en una “mejora significativa en la salud pública”, según un estudio científico encabezado por la Universidad de Fudan, en Shanghái.
En Alemania varias ciudades han establecido zonas libres de fuegos artificiales y es que, según la Agencia Federal del Medio Ambiente de ese país (UBA), estos liberan unas cinco mil toneladas de partículas finas en el aire en una sola noche, la del Año Nuevo, “lo que equivale, aproximadamente, a dos meses de tráfico en carretera”.
En México estamos lejos de alcanzar una regulación amplia de los fuegos artificiales, reconoce Torres Jardón, por la amplia tradición que existe aquí y porque la venta de la pirotecnia muchas veces escapa del control de las autoridades. Las más de las veces nos limitamos a escuchar las recomendaciones sobre evitar su uso que se emiten en estos meses. Si bien no existe una regulación sobre su fabricación y uso, detonar pirotecnia es ilegal y amerita una multa en la Ciudad de México. La Ley de Cultura Cívica capitalina en su artículo 28 establece que “detonar o encender cohetes, juegos pirotécnicos, fogatas o elevar aerostatos sin permiso de la autoridad competente” representa una infracción contra la seguridad ciudadana. Las multas pueden llegar hasta los 2,886 pesos; no pagarla amerita un arresto de veinticinco a treinta y seis horas o hacer trabajo comunitario hasta por dieciocho horas.
La Comisión Ambiental de la Megalópolis (CaMe) ya advirtió esta semana que entre diciembre de 2022 y abril de 2023 se espera que las masas de aire de los frentes fríos generen 9% más inversiones térmicas que en el ciclo anterior, el de 2021-2022, lo que podría empeorar la calidad del aire. El fenómeno de inversión térmica ocurre cuando las capas bajas de la atmósfera son más frías que las superiores. Esto hace que los contaminantes se queden encapsulados en esas capas bajas. Por eso la CaMe llamó a reducir el uso de pirotecnia en estas fechas, con la esperanza de evitar otra contingencia ambiental.
Finalmente, Torres Jordán recomienda que mientras ardan los fuegos artificiales cerremos las ventanas de nuestras casas para que las partículas no se cuelen en nuestros hogares, y aconseja que al día siguiente salgamos con cubrebocas para evitar una mayor exposición a los contaminantes que desprenden. Aunque la verdadera invitación es a pensar si es necesario que, por unas horas de espectáculo, padezcamos por muchos años más los efectos explosivos de estos cohetes en el medio ambiente.
Fotografía de Arturo Hernandez/ REUTERS. Fuegos artificiales por el 212 aniversario de la Independencia de México, el 15 de septiembre de 2022. La ciudad de Toluca, Estado de México realizó un espectáculo de fuegos artificiales en la Plaza de los Mártires.
La pirotecnia provoca episodios de contaminación aguda en estas fechas. En la Ciudad de México, los estándares aceptables de partículas finas y ultrafinas se rebasan hasta en tres veces. Los fuegos artificiales son sumamente contaminantes —para humanos, animales, árboles y plantas—, pero aún no se ha logrado controlar su uso.
La escena se repite cada fin de año: cientos de fuegos artificiales se disparan al cielo, iluminando los rostros que contemplan el espectáculo de luces. Lo que quizá pocos saben —o prefieren ignorarlo— es que de esos destellos fugaces se desprenden partículas dañinas que incrementan la contaminación en el ambiente y que pueden colarse hasta nuestros pulmones, con consecuencias graves para nuestra salud.
La pólvora de la pirotecnia está compuesta de una serie de químicos —como el dióxido de azufre, el potasio y el carbón vegetal, entre otros—; juntos forman un coctel de contaminantes que se esparce por todo el aire en partículas muy finas —las PM 2.5 y PM 10— que entran a nuestro organismo cuando respiramos. Sin embargo, los fuegos artificiales no son los únicos responsables de la contaminación en las fechas decembrinas. Las tradicionales hogueras que se hacen en las reuniones contribuyen a que, durante estos días, respirar aire limpio sea prácticamente imposible, pues las fogatas liberan contaminantes tóxicos, como el hollín, que se mezclan en la atmósfera rápidamente, explica Ricardo Torres Jardón, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM.
“¿Has notado que al día siguiente de una quema de cohetes queda un olor peculiar en el ambiente?”, pregunta el investigador de la UNAM. “Bueno”, explica Torres Jardón, “eso que estamos respirando es producto de los contaminantes que se quedan suspendidos en el aire, algunos hasta por doce horas. Por eso es normal que en esos días sientas que te duele la cabeza o que tengas los ojos rojos o una ligera molestia en la garganta. Esa neblina que se queda suspendida, después del 12 y el 25 de diciembre y del 1 de enero, es la concentración de las partículas tóxicas que se quedan flotando”. El investigador lo explica de una forma más visual y contundente: respirar esas partículas, en esos días, es equivalente a inhalar la masa de humo negro que sacan los tráilers.
La Organización Mundial de la Salud ya ha documentado que la exposición a las partículas PM 2.5 puede ser grave para muchas personas, pues tiene el potencial de causar enfermedades respiratorias serias —se relaciona, por ejemplo, con la incidencia de cáncer de pulmón y de vejiga—. Además, recientemente varios estudios han advertido que la contaminación del aire está provocando enfermedades autoinmunes. “Si bien estas partículas no crean enfermedades por sí solas, sí agravan los padecimientos ya existentes, sobre todo en personas con afecciones respiratorias o cardiovasculares. Las que se ven más afectadas son las personas con asma, la contaminación puede agravar sus síntomas”, alerta Torres Jardón.
El principal problema en estas fechas es que se provoca una contaminación aguda a corto plazo, es decir, la concentración de partículas tóxicas aumenta en muy poco tiempo, explica Andrea Bizberg, asesora técnica en calidad del aire de C40. Por si fuera poco, a la larga esto contribuye al calentamiento global.
Si bien la pirotecnia es la principal responsable de los altos picos de partículas dañinas que se registran en diciembre, hay otros factores que inciden en la contaminación, ahonda Bizberg. Durante estas fechas las personas cambian sus actividades, se trasladan con más frecuencia, piden más regalos por paquetería o utilizan distintos medios de transporte para ir de compras, todo esto ocasiona más tránsito y, por lo tanto, más contaminación. La generación de energía juega otro papel clave: en estas fechas se utiliza más electricidad, porque se encienden los foquitos navideños y los calefactores, por ejemplo, haciendo que las centrales eléctricas que rodean el Valle de México trabajen a marchas forzadas y quemen más energías fósiles, combustóleo y residuos tóxicos, explica Bizberg.
En diciembre las concentraciones diarias de las PM 2.5 en el Valle de México promedian los treinta microgramos, pero aumentan a sesenta en los días festivos, según el estudio “Fuegos artificiales: una fuente importante de aerosoles inorgánicos y orgánicos durante Navidad y Año Nuevo en la Ciudad de México”, encabezado por investigadoras e investigadores de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México y publicado en 2019. El estudio indica que se superan entre dos y tres veces los estándares recomendados para la buena calidad del aire en la capital. Si comparamos estas cifras con los estándares internacionales, que recomiendan un promedio diario de quince micras de PM 2.5, entonces los niveles de concentración de estas partículas son hasta cuatro veces mayores. En el caso de las PM 10, las autoridades capitalinas documentaron que se dispararon hasta llegar a 653 µg/m3 (microgramos) durante una hora en la madrugada del 1 de enero de 2019, una cifra catorce veces mayor al promedio diario que establece el estándar de la OMS, de 45 microgramos.
Los autores de aquella investigación en la Ciudad de México reconocieron que, hasta entonces, no había ningún estudio que analizara a profundidad el impacto real en la calidad del aire que producen estos contaminantes en el Valle de México. A tres años de esa publicación, el panorama sigue igual, explica Torres Jardón. “No tenemos un análisis más profundo sobre los daños que causa la pirotecnia en estas fechas, por eso no se dimensiona la gravedad del problema y no sabemos realmente cuántas personas quedan afectadas.” Pero la contaminación debida a los fuegos artificiales no solo nos afecta a nosotros, los humanos. Estas partículas se quedan depositadas en las plantas y en los árboles, por ejemplo, lo que a la larga también podría afectar su proceso de fotosíntesis, que es vital para mejorar la calidad del aire que respiramos, dice el investigador.
La comunidad científica ha alertado, a la vez, sobre los daños que causan los fuegos artificiales en los animales, debido a los altos niveles de sonido que producen, lo que incluso puede tener como efecto que algunos pierdan la capacidad auditiva o la vista, pues los cohetes en muchas ocasiones dejan daños irreparables en sus ojos, además del miedo y el estrés que les suscitan. En las aves, por ejemplo, estos explosivos ocasionan que pierdan su sentido de orientación ante el pánico que les produce el ruido.
En el mundo hay algunos ejemplos de regulaciones para proteger el ambiente y la seguridad de las personas, como en China, que comenzó a regular el uso de fuegos artificiales en varias ciudades desde 2015. Hace poco se comprobó que prohibirlos durante las celebraciones (como la del Año Nuevo chino) logró disminuir hasta en 8% la concentración de las PM 2.5 en los meses en que se llevan a cabo las principales festividades del país, lo que se traduce en una “mejora significativa en la salud pública”, según un estudio científico encabezado por la Universidad de Fudan, en Shanghái.
En Alemania varias ciudades han establecido zonas libres de fuegos artificiales y es que, según la Agencia Federal del Medio Ambiente de ese país (UBA), estos liberan unas cinco mil toneladas de partículas finas en el aire en una sola noche, la del Año Nuevo, “lo que equivale, aproximadamente, a dos meses de tráfico en carretera”.
En México estamos lejos de alcanzar una regulación amplia de los fuegos artificiales, reconoce Torres Jardón, por la amplia tradición que existe aquí y porque la venta de la pirotecnia muchas veces escapa del control de las autoridades. Las más de las veces nos limitamos a escuchar las recomendaciones sobre evitar su uso que se emiten en estos meses. Si bien no existe una regulación sobre su fabricación y uso, detonar pirotecnia es ilegal y amerita una multa en la Ciudad de México. La Ley de Cultura Cívica capitalina en su artículo 28 establece que “detonar o encender cohetes, juegos pirotécnicos, fogatas o elevar aerostatos sin permiso de la autoridad competente” representa una infracción contra la seguridad ciudadana. Las multas pueden llegar hasta los 2,886 pesos; no pagarla amerita un arresto de veinticinco a treinta y seis horas o hacer trabajo comunitario hasta por dieciocho horas.
La Comisión Ambiental de la Megalópolis (CaMe) ya advirtió esta semana que entre diciembre de 2022 y abril de 2023 se espera que las masas de aire de los frentes fríos generen 9% más inversiones térmicas que en el ciclo anterior, el de 2021-2022, lo que podría empeorar la calidad del aire. El fenómeno de inversión térmica ocurre cuando las capas bajas de la atmósfera son más frías que las superiores. Esto hace que los contaminantes se queden encapsulados en esas capas bajas. Por eso la CaMe llamó a reducir el uso de pirotecnia en estas fechas, con la esperanza de evitar otra contingencia ambiental.
Finalmente, Torres Jordán recomienda que mientras ardan los fuegos artificiales cerremos las ventanas de nuestras casas para que las partículas no se cuelen en nuestros hogares, y aconseja que al día siguiente salgamos con cubrebocas para evitar una mayor exposición a los contaminantes que desprenden. Aunque la verdadera invitación es a pensar si es necesario que, por unas horas de espectáculo, padezcamos por muchos años más los efectos explosivos de estos cohetes en el medio ambiente.
La pirotecnia provoca episodios de contaminación aguda en estas fechas. En la Ciudad de México, los estándares aceptables de partículas finas y ultrafinas se rebasan hasta en tres veces. Los fuegos artificiales son sumamente contaminantes —para humanos, animales, árboles y plantas—, pero aún no se ha logrado controlar su uso.
La escena se repite cada fin de año: cientos de fuegos artificiales se disparan al cielo, iluminando los rostros que contemplan el espectáculo de luces. Lo que quizá pocos saben —o prefieren ignorarlo— es que de esos destellos fugaces se desprenden partículas dañinas que incrementan la contaminación en el ambiente y que pueden colarse hasta nuestros pulmones, con consecuencias graves para nuestra salud.
La pólvora de la pirotecnia está compuesta de una serie de químicos —como el dióxido de azufre, el potasio y el carbón vegetal, entre otros—; juntos forman un coctel de contaminantes que se esparce por todo el aire en partículas muy finas —las PM 2.5 y PM 10— que entran a nuestro organismo cuando respiramos. Sin embargo, los fuegos artificiales no son los únicos responsables de la contaminación en las fechas decembrinas. Las tradicionales hogueras que se hacen en las reuniones contribuyen a que, durante estos días, respirar aire limpio sea prácticamente imposible, pues las fogatas liberan contaminantes tóxicos, como el hollín, que se mezclan en la atmósfera rápidamente, explica Ricardo Torres Jardón, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM.
“¿Has notado que al día siguiente de una quema de cohetes queda un olor peculiar en el ambiente?”, pregunta el investigador de la UNAM. “Bueno”, explica Torres Jardón, “eso que estamos respirando es producto de los contaminantes que se quedan suspendidos en el aire, algunos hasta por doce horas. Por eso es normal que en esos días sientas que te duele la cabeza o que tengas los ojos rojos o una ligera molestia en la garganta. Esa neblina que se queda suspendida, después del 12 y el 25 de diciembre y del 1 de enero, es la concentración de las partículas tóxicas que se quedan flotando”. El investigador lo explica de una forma más visual y contundente: respirar esas partículas, en esos días, es equivalente a inhalar la masa de humo negro que sacan los tráilers.
La Organización Mundial de la Salud ya ha documentado que la exposición a las partículas PM 2.5 puede ser grave para muchas personas, pues tiene el potencial de causar enfermedades respiratorias serias —se relaciona, por ejemplo, con la incidencia de cáncer de pulmón y de vejiga—. Además, recientemente varios estudios han advertido que la contaminación del aire está provocando enfermedades autoinmunes. “Si bien estas partículas no crean enfermedades por sí solas, sí agravan los padecimientos ya existentes, sobre todo en personas con afecciones respiratorias o cardiovasculares. Las que se ven más afectadas son las personas con asma, la contaminación puede agravar sus síntomas”, alerta Torres Jardón.
El principal problema en estas fechas es que se provoca una contaminación aguda a corto plazo, es decir, la concentración de partículas tóxicas aumenta en muy poco tiempo, explica Andrea Bizberg, asesora técnica en calidad del aire de C40. Por si fuera poco, a la larga esto contribuye al calentamiento global.
Si bien la pirotecnia es la principal responsable de los altos picos de partículas dañinas que se registran en diciembre, hay otros factores que inciden en la contaminación, ahonda Bizberg. Durante estas fechas las personas cambian sus actividades, se trasladan con más frecuencia, piden más regalos por paquetería o utilizan distintos medios de transporte para ir de compras, todo esto ocasiona más tránsito y, por lo tanto, más contaminación. La generación de energía juega otro papel clave: en estas fechas se utiliza más electricidad, porque se encienden los foquitos navideños y los calefactores, por ejemplo, haciendo que las centrales eléctricas que rodean el Valle de México trabajen a marchas forzadas y quemen más energías fósiles, combustóleo y residuos tóxicos, explica Bizberg.
En diciembre las concentraciones diarias de las PM 2.5 en el Valle de México promedian los treinta microgramos, pero aumentan a sesenta en los días festivos, según el estudio “Fuegos artificiales: una fuente importante de aerosoles inorgánicos y orgánicos durante Navidad y Año Nuevo en la Ciudad de México”, encabezado por investigadoras e investigadores de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México y publicado en 2019. El estudio indica que se superan entre dos y tres veces los estándares recomendados para la buena calidad del aire en la capital. Si comparamos estas cifras con los estándares internacionales, que recomiendan un promedio diario de quince micras de PM 2.5, entonces los niveles de concentración de estas partículas son hasta cuatro veces mayores. En el caso de las PM 10, las autoridades capitalinas documentaron que se dispararon hasta llegar a 653 µg/m3 (microgramos) durante una hora en la madrugada del 1 de enero de 2019, una cifra catorce veces mayor al promedio diario que establece el estándar de la OMS, de 45 microgramos.
Los autores de aquella investigación en la Ciudad de México reconocieron que, hasta entonces, no había ningún estudio que analizara a profundidad el impacto real en la calidad del aire que producen estos contaminantes en el Valle de México. A tres años de esa publicación, el panorama sigue igual, explica Torres Jardón. “No tenemos un análisis más profundo sobre los daños que causa la pirotecnia en estas fechas, por eso no se dimensiona la gravedad del problema y no sabemos realmente cuántas personas quedan afectadas.” Pero la contaminación debida a los fuegos artificiales no solo nos afecta a nosotros, los humanos. Estas partículas se quedan depositadas en las plantas y en los árboles, por ejemplo, lo que a la larga también podría afectar su proceso de fotosíntesis, que es vital para mejorar la calidad del aire que respiramos, dice el investigador.
La comunidad científica ha alertado, a la vez, sobre los daños que causan los fuegos artificiales en los animales, debido a los altos niveles de sonido que producen, lo que incluso puede tener como efecto que algunos pierdan la capacidad auditiva o la vista, pues los cohetes en muchas ocasiones dejan daños irreparables en sus ojos, además del miedo y el estrés que les suscitan. En las aves, por ejemplo, estos explosivos ocasionan que pierdan su sentido de orientación ante el pánico que les produce el ruido.
En el mundo hay algunos ejemplos de regulaciones para proteger el ambiente y la seguridad de las personas, como en China, que comenzó a regular el uso de fuegos artificiales en varias ciudades desde 2015. Hace poco se comprobó que prohibirlos durante las celebraciones (como la del Año Nuevo chino) logró disminuir hasta en 8% la concentración de las PM 2.5 en los meses en que se llevan a cabo las principales festividades del país, lo que se traduce en una “mejora significativa en la salud pública”, según un estudio científico encabezado por la Universidad de Fudan, en Shanghái.
En Alemania varias ciudades han establecido zonas libres de fuegos artificiales y es que, según la Agencia Federal del Medio Ambiente de ese país (UBA), estos liberan unas cinco mil toneladas de partículas finas en el aire en una sola noche, la del Año Nuevo, “lo que equivale, aproximadamente, a dos meses de tráfico en carretera”.
En México estamos lejos de alcanzar una regulación amplia de los fuegos artificiales, reconoce Torres Jardón, por la amplia tradición que existe aquí y porque la venta de la pirotecnia muchas veces escapa del control de las autoridades. Las más de las veces nos limitamos a escuchar las recomendaciones sobre evitar su uso que se emiten en estos meses. Si bien no existe una regulación sobre su fabricación y uso, detonar pirotecnia es ilegal y amerita una multa en la Ciudad de México. La Ley de Cultura Cívica capitalina en su artículo 28 establece que “detonar o encender cohetes, juegos pirotécnicos, fogatas o elevar aerostatos sin permiso de la autoridad competente” representa una infracción contra la seguridad ciudadana. Las multas pueden llegar hasta los 2,886 pesos; no pagarla amerita un arresto de veinticinco a treinta y seis horas o hacer trabajo comunitario hasta por dieciocho horas.
La Comisión Ambiental de la Megalópolis (CaMe) ya advirtió esta semana que entre diciembre de 2022 y abril de 2023 se espera que las masas de aire de los frentes fríos generen 9% más inversiones térmicas que en el ciclo anterior, el de 2021-2022, lo que podría empeorar la calidad del aire. El fenómeno de inversión térmica ocurre cuando las capas bajas de la atmósfera son más frías que las superiores. Esto hace que los contaminantes se queden encapsulados en esas capas bajas. Por eso la CaMe llamó a reducir el uso de pirotecnia en estas fechas, con la esperanza de evitar otra contingencia ambiental.
Finalmente, Torres Jordán recomienda que mientras ardan los fuegos artificiales cerremos las ventanas de nuestras casas para que las partículas no se cuelen en nuestros hogares, y aconseja que al día siguiente salgamos con cubrebocas para evitar una mayor exposición a los contaminantes que desprenden. Aunque la verdadera invitación es a pensar si es necesario que, por unas horas de espectáculo, padezcamos por muchos años más los efectos explosivos de estos cohetes en el medio ambiente.
Fotografía de Arturo Hernandez/ REUTERS. Fuegos artificiales por el 212 aniversario de la Independencia de México, el 15 de septiembre de 2022. La ciudad de Toluca, Estado de México realizó un espectáculo de fuegos artificiales en la Plaza de los Mártires.
La pirotecnia provoca episodios de contaminación aguda en estas fechas. En la Ciudad de México, los estándares aceptables de partículas finas y ultrafinas se rebasan hasta en tres veces. Los fuegos artificiales son sumamente contaminantes —para humanos, animales, árboles y plantas—, pero aún no se ha logrado controlar su uso.
La escena se repite cada fin de año: cientos de fuegos artificiales se disparan al cielo, iluminando los rostros que contemplan el espectáculo de luces. Lo que quizá pocos saben —o prefieren ignorarlo— es que de esos destellos fugaces se desprenden partículas dañinas que incrementan la contaminación en el ambiente y que pueden colarse hasta nuestros pulmones, con consecuencias graves para nuestra salud.
La pólvora de la pirotecnia está compuesta de una serie de químicos —como el dióxido de azufre, el potasio y el carbón vegetal, entre otros—; juntos forman un coctel de contaminantes que se esparce por todo el aire en partículas muy finas —las PM 2.5 y PM 10— que entran a nuestro organismo cuando respiramos. Sin embargo, los fuegos artificiales no son los únicos responsables de la contaminación en las fechas decembrinas. Las tradicionales hogueras que se hacen en las reuniones contribuyen a que, durante estos días, respirar aire limpio sea prácticamente imposible, pues las fogatas liberan contaminantes tóxicos, como el hollín, que se mezclan en la atmósfera rápidamente, explica Ricardo Torres Jardón, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM.
“¿Has notado que al día siguiente de una quema de cohetes queda un olor peculiar en el ambiente?”, pregunta el investigador de la UNAM. “Bueno”, explica Torres Jardón, “eso que estamos respirando es producto de los contaminantes que se quedan suspendidos en el aire, algunos hasta por doce horas. Por eso es normal que en esos días sientas que te duele la cabeza o que tengas los ojos rojos o una ligera molestia en la garganta. Esa neblina que se queda suspendida, después del 12 y el 25 de diciembre y del 1 de enero, es la concentración de las partículas tóxicas que se quedan flotando”. El investigador lo explica de una forma más visual y contundente: respirar esas partículas, en esos días, es equivalente a inhalar la masa de humo negro que sacan los tráilers.
La Organización Mundial de la Salud ya ha documentado que la exposición a las partículas PM 2.5 puede ser grave para muchas personas, pues tiene el potencial de causar enfermedades respiratorias serias —se relaciona, por ejemplo, con la incidencia de cáncer de pulmón y de vejiga—. Además, recientemente varios estudios han advertido que la contaminación del aire está provocando enfermedades autoinmunes. “Si bien estas partículas no crean enfermedades por sí solas, sí agravan los padecimientos ya existentes, sobre todo en personas con afecciones respiratorias o cardiovasculares. Las que se ven más afectadas son las personas con asma, la contaminación puede agravar sus síntomas”, alerta Torres Jardón.
El principal problema en estas fechas es que se provoca una contaminación aguda a corto plazo, es decir, la concentración de partículas tóxicas aumenta en muy poco tiempo, explica Andrea Bizberg, asesora técnica en calidad del aire de C40. Por si fuera poco, a la larga esto contribuye al calentamiento global.
Si bien la pirotecnia es la principal responsable de los altos picos de partículas dañinas que se registran en diciembre, hay otros factores que inciden en la contaminación, ahonda Bizberg. Durante estas fechas las personas cambian sus actividades, se trasladan con más frecuencia, piden más regalos por paquetería o utilizan distintos medios de transporte para ir de compras, todo esto ocasiona más tránsito y, por lo tanto, más contaminación. La generación de energía juega otro papel clave: en estas fechas se utiliza más electricidad, porque se encienden los foquitos navideños y los calefactores, por ejemplo, haciendo que las centrales eléctricas que rodean el Valle de México trabajen a marchas forzadas y quemen más energías fósiles, combustóleo y residuos tóxicos, explica Bizberg.
En diciembre las concentraciones diarias de las PM 2.5 en el Valle de México promedian los treinta microgramos, pero aumentan a sesenta en los días festivos, según el estudio “Fuegos artificiales: una fuente importante de aerosoles inorgánicos y orgánicos durante Navidad y Año Nuevo en la Ciudad de México”, encabezado por investigadoras e investigadores de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México y publicado en 2019. El estudio indica que se superan entre dos y tres veces los estándares recomendados para la buena calidad del aire en la capital. Si comparamos estas cifras con los estándares internacionales, que recomiendan un promedio diario de quince micras de PM 2.5, entonces los niveles de concentración de estas partículas son hasta cuatro veces mayores. En el caso de las PM 10, las autoridades capitalinas documentaron que se dispararon hasta llegar a 653 µg/m3 (microgramos) durante una hora en la madrugada del 1 de enero de 2019, una cifra catorce veces mayor al promedio diario que establece el estándar de la OMS, de 45 microgramos.
Los autores de aquella investigación en la Ciudad de México reconocieron que, hasta entonces, no había ningún estudio que analizara a profundidad el impacto real en la calidad del aire que producen estos contaminantes en el Valle de México. A tres años de esa publicación, el panorama sigue igual, explica Torres Jardón. “No tenemos un análisis más profundo sobre los daños que causa la pirotecnia en estas fechas, por eso no se dimensiona la gravedad del problema y no sabemos realmente cuántas personas quedan afectadas.” Pero la contaminación debida a los fuegos artificiales no solo nos afecta a nosotros, los humanos. Estas partículas se quedan depositadas en las plantas y en los árboles, por ejemplo, lo que a la larga también podría afectar su proceso de fotosíntesis, que es vital para mejorar la calidad del aire que respiramos, dice el investigador.
La comunidad científica ha alertado, a la vez, sobre los daños que causan los fuegos artificiales en los animales, debido a los altos niveles de sonido que producen, lo que incluso puede tener como efecto que algunos pierdan la capacidad auditiva o la vista, pues los cohetes en muchas ocasiones dejan daños irreparables en sus ojos, además del miedo y el estrés que les suscitan. En las aves, por ejemplo, estos explosivos ocasionan que pierdan su sentido de orientación ante el pánico que les produce el ruido.
En el mundo hay algunos ejemplos de regulaciones para proteger el ambiente y la seguridad de las personas, como en China, que comenzó a regular el uso de fuegos artificiales en varias ciudades desde 2015. Hace poco se comprobó que prohibirlos durante las celebraciones (como la del Año Nuevo chino) logró disminuir hasta en 8% la concentración de las PM 2.5 en los meses en que se llevan a cabo las principales festividades del país, lo que se traduce en una “mejora significativa en la salud pública”, según un estudio científico encabezado por la Universidad de Fudan, en Shanghái.
En Alemania varias ciudades han establecido zonas libres de fuegos artificiales y es que, según la Agencia Federal del Medio Ambiente de ese país (UBA), estos liberan unas cinco mil toneladas de partículas finas en el aire en una sola noche, la del Año Nuevo, “lo que equivale, aproximadamente, a dos meses de tráfico en carretera”.
En México estamos lejos de alcanzar una regulación amplia de los fuegos artificiales, reconoce Torres Jardón, por la amplia tradición que existe aquí y porque la venta de la pirotecnia muchas veces escapa del control de las autoridades. Las más de las veces nos limitamos a escuchar las recomendaciones sobre evitar su uso que se emiten en estos meses. Si bien no existe una regulación sobre su fabricación y uso, detonar pirotecnia es ilegal y amerita una multa en la Ciudad de México. La Ley de Cultura Cívica capitalina en su artículo 28 establece que “detonar o encender cohetes, juegos pirotécnicos, fogatas o elevar aerostatos sin permiso de la autoridad competente” representa una infracción contra la seguridad ciudadana. Las multas pueden llegar hasta los 2,886 pesos; no pagarla amerita un arresto de veinticinco a treinta y seis horas o hacer trabajo comunitario hasta por dieciocho horas.
La Comisión Ambiental de la Megalópolis (CaMe) ya advirtió esta semana que entre diciembre de 2022 y abril de 2023 se espera que las masas de aire de los frentes fríos generen 9% más inversiones térmicas que en el ciclo anterior, el de 2021-2022, lo que podría empeorar la calidad del aire. El fenómeno de inversión térmica ocurre cuando las capas bajas de la atmósfera son más frías que las superiores. Esto hace que los contaminantes se queden encapsulados en esas capas bajas. Por eso la CaMe llamó a reducir el uso de pirotecnia en estas fechas, con la esperanza de evitar otra contingencia ambiental.
Finalmente, Torres Jordán recomienda que mientras ardan los fuegos artificiales cerremos las ventanas de nuestras casas para que las partículas no se cuelen en nuestros hogares, y aconseja que al día siguiente salgamos con cubrebocas para evitar una mayor exposición a los contaminantes que desprenden. Aunque la verdadera invitación es a pensar si es necesario que, por unas horas de espectáculo, padezcamos por muchos años más los efectos explosivos de estos cohetes en el medio ambiente.
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