Crónica de un nacimiento en tiempos de coronavirus

Parir en la pandemia

Mientras el coronavirus se abría paso en el país, Martina, instalada en su cuarentena uterina, se negaba a nacer. Su padre escribió está crónica entre la angustia y la alegría que significó recibirla en tiempos de emergencia sanitaria.

Tiempo de lectura: 20 minutos

1.

El 15 de marzo pasado la Negra, mi pareja, cumplía 9 meses de embarazo. En su interior se había formado un ser humano llamado Pipi de manera provisoria, pues su madre había decidido que no quería saber el sexo de la criatura. Un día, bajo la obligación socio comunicativa de nombrarle, alguien le dijo Pipi y así se quedó. Era un nombre funcional que al no tener género, le otorgaba el derecho de ser lo que quisiera. El problema surgía con el diminutivo, empleado muy frecuentemente dado el pequeño tamaño del ser en cuestión. Que Pipina para acá, que Pipino para allá, o que Pipine no sé qué.

Ese 15 de marzo Pipi cumplía 40 semanas ahí adentro y no mostraba señal alguna de querer salir. La decisión de cuándo hacerlo era únicamente suya, ya que habíamos decidido que sería un parto natural, o humanizado, como le dicen en México a los que suceden fuera del quirófano. Quisimos disfrutar el nacimiento del nuevo integrante y no pedirle a un doctor que mirara su agenda y nos dijera qué día tenía libre para desenfundar su bisturí y sacarle de ahí. Todo de tal forma que el críe, dando vueltas en su líquido amniótico, como si estuviese en el espacio, fuera quien decidiera cuándo tocar la puerta para que le abrieran. En cuanto eso sucediera nosotros tendríamos que salir disparados rumbo al hospital. Además de los nervios y los dolores, había que considerar  que en la Ciudad de México las distancias no se miden en metros, sino en tráfico. Es decir, el espacio se mide en tiempo, aunque Hawking se retuerza en su tumba.

Cuando las contracciones se repitan cada equis tiempo, y duren no sé cuántos minutos, nos dijo el ginecólogo, significa que la dilatación es de no sé cuántos centímetros. Pipi va a salir cuando la dilatación sea de diez, por lo cual, ustedes tienen que llegar al hospital con ocho centímetros. Como muchas otras instituciones privadas de salud, ese hospital cobra una fortuna por día, así que si decides llegar antes y esperar ahí, es problema tuyo.

Volviendo al tema del tiempo, a las 2 de la mañana el hospital queda a 20 minutos de la casa, pero a las 6 de la tarde, queda a una hora. Por lo que, de sólo pensar en la posibilidad de que las contracciones llegaran a 8 centímetros de dilatación a las 6 de la tarde, un viernes, digamos, pa ponernos un poco dramáticos… o mejor no, lo mejor es decirle al ginecólogo que sí a todo y a otra cosa mariposa. La imagen de un parto en el auto es, simplemente, escalofriante. Julito Cortázar y su autopista al sur son un poroto en la Ciudad de México. O sea, un frijol. Como Pipi hace 38 semanas.

Todo iba a suceder en el Hospital Durango de la colonia Roma, donde hay una sala llamada LPR: Labor, Parto y Recuperación, que tiene la cualidad de funcionar de manera opuesta al resto de los hospitales de país. Es decir, que no considera el embarazo como una enfermedad, ni el parto como una operación. En todo México, que no es justamente una aldea, sino una inmensa bestia feroz, sólo hay tres hospitales con dichas salas. En el resto, el 98% de los partos son por cesárea. Doctor, agenda, fecha, camilla, piernas pa´rriba, epidural, bisturí, puje-señora-puje, y apúrese un poquito por favor que la siguiente cesárea es en media hora, sale el bebé y antes de que la madre pueda tocarlo, la enfermera malvada se lo lleva a la sala de cunas, le dan leche de formula (la Maruchan de las leches, digamos) y punto pelota. Después, al día siguiente, si la madre se portó bien, le pasan un rato a su hije. O sea, un sistema médico súmamente violento, autoritario y anti natural. Y el padre… bien gracias. El boludo de turno.

Las salas LPR, en cambio, se adaptan a todos los gustos y se equipan con accesorios diversos. Una pelota de plástico gigante, un fular colgado del techo para parir como un Tarzán tlaxcalteca, un banquito para hacerlo en cuclillas como las indias en la selva Lacandona, o un jacuzzi. Ese nos gustó a nosotros. Pipi iba a nacer en agua, y no fuimos más cancheros porque no tuvimos tiempo.

Pasando a otro punto, los nacimientos no son en el mes nueve como dicen los cuentitos, sino dentro de un margen comprendido entra la semana 38 y la 42. El día 15 de marzo, el estimado para que naciera Pipi, era el día promedio. Llegó el día y no había ni contracciones, ni dilatación, ni nada, solo tráfico y un pequeño detalle añadido: un virus global tremendamente hijo de puta llamado coronavirus.

2.

Nos habíamos enterado primero de lo que estaba pasando en China, pero claro, más allá de que son casi la mitad del mundo y el único contrapeso de los gringos; y de que todos los objetos del mundo están hechos ahí, y que comemos su comida y nos fabrican los teléfonos y etcétera, quién carajo siente cercano lo que le pasa a los chinos de este lado del mundo. 

Este virus, decían las noticias, había nacido en el mercado de Wuhan, hoy el más famoso del mundo, y había llegado a los humanos a través de un murciélago que ahí se sirve en sopa. 

Los contagios aumentaban, pero aquí nadie les daba la suficiente importancia. Los seres humanos hemos aprendido a ser indolentes porque este mundo es una verdadera calamidad y si uno le presta real atención a cada guerra, cada hambruna, cada éxodo, cada maremoto, cada desaparición de alguna especie por calentamiento global: las desapariciones en México, las torturas en Chile, la crisis económica en Argentina y cada deformación provocada por pesticidas; la única opción congruente sería la de ir a inmolarse frente a la Casa Blanca o a alguna otra propiedad de los mandatarios del G20. Así que, cuando nos hablaban de los chinos, preferíamos pensar que no era tan grave y que pasaría al olvido como otras tantas influenzas.

«Llegó el día y no había ni contracciones, ni dilatación, ni nada, solo tráfico y un pequeño detalle añadido: un virus global tremendamente hijo de puta llamado coronavirus.»

Parir en la pandemia

Fotografía de Sebastián Kohan Esquenazi.

Resulta entonces que en diciembre ya había algunos chinos infectados por haber comido ese wantan de murciélago termino medio. Pero resulta que las autoridades chinas, que no se caracterizan precisamente por su respeto a la libertad de expresión, no permitieron que se difundiera la noticia. En consecuencia, algunos chinos volvieron al mercado a buscar su promo de vampiro y así empezó a irse al carajo todo. Se perdieron un par de meses clave para afrontar el asunto que pronto se nos lanzaría encima.

Luego, aún ya con la información sobre la mesa, los italianos y los españoles, entre otras nacionalidades, no les hicieron mucho caso y dilataron la puesta en marcha de medidas aproximadamente un mes más.

Para la primera semana de marzo, los tanos y los gaitas ya estaban viviendo una espantosa historia que le parecería exagerada hasta a José Saramago. Y nosotros en México, ligeros como buenos latinos, optamos por hacer hacer absolutamente nada.

3.

Pipi seguía sin querer salir, seguía instalada en su cuarentena uterina. México actuaba como si no pasara nada. Aunque los italianos se estuviesen muriendo a millares, aquí seguíamos como si una fuerza extraña nos protegiera. Quizás el calor, decían algunos, quizás los anticuerpos que nos han dado las bacterias radiactivas de los tacos callejeros, decían otros. Pero nosotros nos preguntábamos qué iba a pasar si Pipi decidía salir una o dos semanas más adelante, cuando el virus estuviese más expandido. Le preguntábamos al doctor si no era mejor dejarse de joder con el parto en agua, natural y con playlist de Cerati, y pensar mejor en inducir el nacimiento del críe antes de que aumentaran los riesgos. Respondió que sí, en parte porque se estaba enterando de primera mano de casos de contagio que los datos oficiales no reportaban. En el país, decía el gobierno, hay nueve casos, y el doctor ya estaba al tanto de 12.

La cosa empeoró cuando nos enteramos que el hospital donde Pipi iba a nacer, era también el hospital de los trabajadores del Metro y que ya había algunos casos de contagio rondando por ahí. El doctor decidió mudarnos a otro hospital, uno ultra fresa (cheto, cuico, pijo) donde había menos riesgo de contagio. Corría el miércoles 18 de marzo y el doctor fijó la inducción con oxitocina para el viernes 20.

Pero cambiar de hospital no era una cosa tan sencilla, no era, como decía Aristóteles, soplar y hacer botellas. Al cambiar de hospital se mantiene al ginecólogo, pero se cambia a la pediatra y a la doula, que se pronuncia dula y es una mujer (desconozco si hay dulos, calculo que sí, pero seguro que en algún país desarrollado, no en este) que acompaña a la pareja en el parto natural y le da consejos de postura, respiración y demás cuestiones que faciliten la salida del pequeñe y la tranquilidad de los padres ante tan, pero tan extraña situación.

La Negra y yo habíamos decidido que no necesitábamos dula, que estaríamos los dos adentro del jacuzzi y que mantendríamos la calma respirando profundo hasta que Pipi saliera de cabeza al agua. Así que calma, amor, paciencia, comprensión, respiración y listo.

Una semana antes del nacimiento, la Negra se despertó a las 4 de la mañana con un calambre voraz y gritaba desesperada. Yo intenté ayudarla y sólo la hice sufrir un poco más. «Agárrame aquí», decía ella, señalando su pie o su rodilla, “¿Aquí?», preguntaba yo. “Nooooo, ahí no, aquí”, repetía ella. “Ah, aquí”, decía yo. “Nooooo, así noooo, asíííí”. Terminó puteándome de lo lindo y el calambre se fue solo, sin ayuda, cuando se tenía que ir. La mañana siguiente acordamos que si no éramos capaces de superar juntos un calambre, menos un parto natural, así que llamamos a una dula para que nos acompañara.

Así que, teníamos menos de 48 horas para encontrar personas que tuviesen permiso para trabajar en ese hospital y no fuesen chantas, fresas, místicas o con intenciones de dejarnos con la billetera vacía. Pasamos todo el miércoles y el jueves entrevistando pediatras por teléfono. La mitad eran colombianas, holísticas, integrales, hipi-chics y excesivamente cariñosas, y mientras más cariñosas de cariño, más cariñosas de caras. Y la Negra con un niñe de casi 4 kilos. Vaya angustia. Por suerte, la ultima pediatra con la que hablamos, que parecía una persona normal, aceptó parir con nosotros.

Luego hablamos con varias dulas ese día. También eran excesivamente cariñosas y ninguna nos convenció, así que al final volvimos a la idea de hacerlo solos. 

4.

Los chinos se pusieron las pilas, construyeron un hospital gigante como en media hora, donde podría vivir plácidamente la mitad de la población uruguaya, sin compartir el mate, obviamente. Europa, aunque de forma tardía, oficializó la cuarentena. Pedro Sánchez llenó Madrid de policías para vigilar que la gente no saliera, pero no se le ocurrió ni por casualidad generar planes sociales para los desempleados que las empresas empezaban a dejar en la calle, cosa que sí hizo Macron, quien anunció que los encuarentenados no iban a pagar renta ni servicios.

Mientras tanto, en buena parte de América ya habíamos iniciado el concurso del presidente más desubicado de la región. Porque claro, a los sudacas progres nos gusta criticar a los europeos por conquistadores y esas cosas, pero, ¿cómo andamos por casa?

El primer país en tomar medidas fue Argentina. Alberto Fernández es un hombre de poca retórica, de mensajes no incendiarios, con bajas dosis de hipocresía y alejado del discurso de las falsas izquierdas latinoamericanas. Un hombre de centro, medio buena onda y aparentemente sensato, que más que peronista parece radical, se dio cuenta primero que nadie que la cosa venía fea y antes de la primera muerte declaró la cuarentena. Las cosas como son y nos quedamos en casa por si acaso nomas. Las economías se recuperan, las muertes no.

No vaya ser que el virus no sea un cuento chino y nos venga a matar a la mitad de la población en este continente sin salud pública. Y ojo que Argentina, aún cuando está permanentemente en crisis, es el país con la mejor salud pública de la región. Menos mal que Macri es cosa del pasado porque la debacle habría sido total y hubiera obligado a la gente a ir a trabajar para no afectar la economía que por cierto, destruyó.

Pero mientras Fernández anunciaba estas medidas, Sebastián Piñera, su vecino trasandino, no tenía la más puta idea qué hacer, y Bolsonaro, el vecino fascista, decía que a él no le hacen nada esas gripitas, aunque claro, él dijo gripiñas, que suena mucho mejor. Los brasileños hablan tan bonito que son capaces de disimular hasta el fascismo.

Más al norte, el presidente mexicano, cual predicador, daba discursos en actos públicos por todo el país, diciendo que con unión y honestidad, los mexicanos superaríamos la pandemia. Luego bajaba de la tarima a besuquear a todo el mundo, incluida una niña de seis años que se resistió sin éxito a semejante imprudencia. 

5.

El viernes 20 a las 6:00 de la mañana salíamos con la Negra y Pipi bien guardada al nuevo hospital en la loma del orto. Un poco más lejos y nacía en Estados Unidos. Además, el GPS nos indicó un camino equivocado, así que tardamos un poco más de la cuenta. A las 7:00 habíamos llegado y a las 7:30 la Negra ya estaba enchufada a la oxitocina que le ayudaría a generar las contracciones necesarias para que Pipi se sintiera aludida.

Fui a la administración del hospital a pagar por lo que vendría. Parir en México es tremendamente caro y el sistema público no es la opción que más nos gustaba para un contexto de pandemia. La señora de la administración me explicó todo lo que ya sabía, me pidió la tarjeta de crédito y antes de devolvérmela, me hizo firmar un boucher como garantía por todos los gastos extras que se pudiesen generar. Si Pipi no salía por parto natural, tendría que salir por cesárea, y claro, el quirófano es más feo, más peligroso, más jodido, y también más caro. Una ecuación tan rara como cierta y tan cierta como triste. La señora me hizo firmar alrededor de una tonelada de papeles. Por mi, por la Negra, por Pipi, por el boucher, por si quería recibir publicidad, por si quería hacer una donación a una institución de muy dudosa procedencia, por si quería recibir en la habitación la visita de unas señoras religiosas del sagrado corazón de no sé qué, y varios etcéteras más. En cada una de las hojas tenía que escribir nombre completo mío y de la Negra. Yo, que hacía unos cinco años que no escribía a mano, tuve que encender la memoria holográfica, recrear mi nacimiento y volver a las primeras clases de caligrafía. Todo en 15 segundos, para tardar alrededor de una hora en escribir quince veces Sebastian Kohan Esquenazi y Lorena Ahuactzin Guevara, con una letra absolutamente incomprensible. Yo me ponía alcohol en las manos cada vez que la señora me cambiaba de hoja y me daba la pluma para firmar, lo cual retrasó la sesión de de caligrafía una media hora más.

Cuando ella vio que Pipi tendría como apellidos la indescifrable sumatoria de Kohan Ahuactzin, con ese equilibrado compendio de haches intermedias, quizá mudas, quizá no, y esa desproporcionada cantidad de consonantes desordenadas, agrandó los ojos, me miró fijamente con la mente en corto circuito y me dijo, «que todo salga bien». Le di las gracias, sin darle la mano y me levanté de la silla rumbo al nacimiento de mi hije, cuando de repente agregó, “primero Dios”. Quedé desconcertado, alguna vez había escuchado la frase “Dios mediante” y hasta me gusta un poco, pero “primero Dios” no, y no logré descifrarla.

Cuando entré en la habitación, la Negra estaba ahí, tranquila, sola, acostada en la camilla con la bolsa de oxitocina enchufada al brazo, mientras el goteo comenzaba a hacer su trabajo de comunicarse con Pipi de manera artificial. Dios no estaba por ninguna parte.

6.

Al principio, más allá del alto riesgo sanitario, todo parecía controlable con buena voluntad y la solidaridad de no salir a la calle por el bien del otro, además de lavarse las manos sin parar, con jabón y agua por más de veinte segundos, cantando el estribillo de nuestra canción favorita. Había que quedarse en casa y punto, como decían los hashtags y esas cosas de millennials. Y entonces Messi, el insufrible de Sergio Ramos, Piqué, Marcelo y demás figuritas millonarias, comenzaron a viralizar videos en unas fachas horribles, haciendo jueguitos con papel higiénico para, supuestamente, crear conciencia. 

Así, las occidentales conciencias televisivas se iban nutriendo de la inspiración para encerrarse. No hay mal que por bien no venga, decían los optimistas. El virus había convertido a muchos en una especie de ONG en la que se velaba por el bien común y se salía a los balcones a cantar o a aplaudirle a les doctores de un sistema de salud universalmente devastado. Parecía por momentos que la humanidad por fin había encontrado el camino de la bondad y la solidaridad. Pero siempre están, claro, los pelotudos que salen igual y que claramente son más tontos que malos.

Sin embargo, el problema más grande no era el tener que quedarse en casa y aprender a aburrirse, cosa que los freelance, autónomos, monotributistas, últimoorejóndeltarro, hemos hecho toda la vida, o en tener que soportar a la pareja y a los hijos durante días y días de encierro.

Un problema mucho más grave era que en el medio del pánico, los Estados y las empresas tramaban como ganar nuevamente la partida, jugar a la bolsa, llevarse sus dolarucos a las Islas Caimán, y dejar a la deriva a la población mundial.  Resulta que la crisis sanitaria activó de manera inmediata todos los mecanismos de poder capaces de, si así lo deciden, convertirnos a todos en los más desafortunados. 

En España, al primer día de crisis sanitaria nos dimos cuenta que el problema mayor no era la enfermedad provocada por el virus, sino que la casta de los Socialistas y los Populares, se había encargado durante los últimos veinte años de desmantelar el Estado de Bienestar y se habían llevado puesto el sistema de salud. El problema no era el virus, sino que estaban faltando doscientas mil camas que antes existían. Cuando creíamos que cuidándonos podíamos mejorar la situación, las empresas empezaron a despedir gente y a dejarnos confinados, desocupados y sin dinero para pagar la renta. Porque claro, el insufrible Sergio Ramos puede crear conciencia con su papel de baño porque su mansión es suya y el Real Madrid no lo va a despedir. Y hablando de los fachas del Madrid, que lindo va a ser si algún día vuelve el fútbol.

«Resulta que la crisis sanitaria activó de manera inmediata todos los mecanismos de poder capaces de, si así lo deciden, convertirnos a todos en los más desafortunados.»

parir en la pandemia

Fotografía de Hush Naidoo / Unsplash.

Triste darse cuenta, de sopetón, que el problema no era el virus sino, como siempre, este sistema donde los pocos que detentan el poder, tienen la venia de los Estados para minimizar las vidas del resto de los mortales con total impunidad. Toda catástrofe natural se vuelve humana y sistémica. En los huracanes, terremotos, maremotos, etc., siempre, pero siempre, se mueren los pobres. Apenas la epidemia se hizo pandemia, se potenciaron los mecanismos de desigualdad. La gente desde los balcones cree que hace su acción del día insultando al «idiota» que sale a la calle, pero falta cuestionar al sistema que nos tiene abandonados a la suerte del «señor».

Le llaman“crisis económica” a la demostración de que el sistema neoliberal, ese al que juegan todos los países, cuenta con la pobreza, la enfermedad y la muerte, como una variable necesaria para su estabilidad. Mientras haya pobreza, mano de obra barata y ejercito de reserva, todo estará bien. Diría yo, déjense de joder y saquen al Ejercito a repartir comida. Pan, tortillas, frijoles, porotos, alubias, judías, da igual el idioma. que el sabor es el mismo (menos los beans ingleses que son asquerosos), y nadie se les va a morir de hambre. Además, unos frijolitos no le van a hacer mella a sus cuentas.

“Crisis económica” no es más que un eufemismo de la debacle planificada, el salvataje de bancos, ejércitos, negocio armamentista, drogas, fútbol, y obviamente, farmacéuticas.  Todas esas crisis las pagan los ciudadanos. Todas. Las de ahora y las de antes. La del tequila en México, la de Argentina en el 2001, la de España en los dosmiles, la de Estados Unidos en 2008, cuando parecía que quebraba Wall Street, pero al final perdió la población clasemediera y el Estado aprobó un rescate bancario de 700 mil millones de dólares que los tiene ahí, vivitos y culeando. Así nomas funcionan las cosas, siempre, pero nos olvidamos rápidamente, cuando tanto la derecha como la izquierda, que unidas jamás serán vencidas, discuten hasta cuándo estirar la puesta en marcha de medidas sanitarias, con tal de dilatar el inicio de esa tan temida “crisis económica”.

En México se quiere lograr un equilibrio entre medidas sanitarias y de protección económica, lo cual tendría mucha lógica sino fuese porque mientras más se dilata el estado de emergencia, la gente se contagia y al final, un poco después quizás, la mentada crisis va a llegar igual, pero un poco peor y con zombis por la calle.

Así, mientras las cuentas offshore inundan los paraísos fiscales, nosotros, clasemedieros cagados de susto, nos quedamos en casa aprendiendo a hacer pizza con la harina que compramos el día que nos agarró el pánico y aplaudimos a Sergio Ramos porque un día amaneció solidario.

7.

A la Negra la enchufaron a la oxitocina a las ocho de la mañana. Ella en su camilla y yo en mi sillón, esperábamos la llegada de Pipi mientras veíamos CNN. El panorama era desolador en todos lados menos en México. ¿Será que el país ya está tan hecho mierda que no hay lugar para nuevas calamidades?, me preguntaba. Pero mi teoría sobre la densidad de catástrofes por metro cuadrado quedó descartada inmediatamente con la noticia del terremoto que azotó Croacia en medio de la pandemia.

El doctor que revisaba el goteo de oxitocina, las contracciones y los latidos del ocupante uterino, nos contaba que el gobierno les había pedido que no hicieran más pruebas de Covid-19 hasta nuevo aviso y que no podían entregar los resultados de las pruebas ya realizadas. Para ganar tiempo y que la “crisis económica” inicie lo más tarde posible, supongo, hay que descubrir los casos muy de a poquito. En cualquier momento, mientras el presidente dice que está todo en orden, se nos viene el punto de inflexión, agarramos la curva a toda velocidad, llegamos al pico y nos vamos al carajo. 

Al cabo de cinco horas de goteo se habían sumado en el mundo alrededor de tres mil casos positivos, cien infectados por gota, para ser más exacto. Pipi, en consecuencia, no mostraba una sola intención de salir de su cuarentena. La Negra tenía pocas contracciones y el gobierno mexicano muchas contradicciones.

8.

En Chile la gente había a comenzado a guardarse sola, antes de que Piñera decidiera una sola medida. Chile es un país que hace varios meses comenzó una revolución y la gente se está gobernando sola. El domingo 8 de marzo se manifestaron en las calles más de un millón y medio de mujeres. El país no podía estar más encendido cuando llegó este maldito virus a intentar desactivar la movilización. Claro está que no lo va a lograr y cuando el virus se vaya, con lo que quede de nosotros, se volverá a reactivar la revolución en las calles. Quizás seremos zombis, pero furiosos. Por lo pronto, a la derecha chilena la pandemia le venía como anillo al dedo para desmovilizar a la población y prohibir cualquier tipo de manifestación.

Tan pero tan facha es la derecha chilena, que en vez de establecer una cuarentena o pedir confinamiento y distancia social, decretó en tono pomposo y dictatorial un «Estado de excepción constitucional por catástrofe», con toque de queda incluido, y desplegó más de veinte mil efectivos de las Fuerzas Armadas por las calles. Así de claro. Piñera y sus secuaces aprovecharon la pandemia para fortalecer el control social y la represión. Veinte mil soldados armados en las calles y ni uno solo desinfectando la ciudad para evitar contagios. Mucha lacrimógena y poco jabón. Podrían meterle de ese último al guanaco (tanque con chorro de agua) y ayudar a la población, en vez de meterla presa y torturarla, digo yo, no sé.

Eso sí, antes incluso de las medidas sanitarias, habían tomado una primera decisión política: se posponía el plebiscito para redactar la nueva constitución porque la gente no se podía juntar, pero no suspendieron ni las actividades laborales y ni las clases en las escuelas. La primera noche de confinamiento en los hogares, los carabineros aprovecharon para limpiar la Plaza de la Dignidad y sacar todos los monumentos y obras de arte que había instalado la revolución. Miserables es poco. Pero no se preocupen, apenas se curen los chilenos les van a volver a romper la ciudad entera para construir otra encima y no habrá murciélago que los salve.     

9.

La Negra llevaba conectada 13 horas a la oxitocina y las contracciones ya eran muchas, duraderas y dolorosas. CNN nos tenía la cabeza destrozada y la dilatación no aumentaba. Pipi seguía sin querer salir. Quizás si en la habitación del hospital no hubiera televisión, otro gallo habría cantado. A las once de la noche el doctor nos dijo que no había señales esperanzadoras y que la única alternativa para terminar con la cuarentena de Pipi era la cesárea. Así que, a las doce de la noche estábamos en el quirófano, con la Negra abierta al medio, y yo a su lado con mi telefonito grabando como un pelotudo de vacaciones, intentando no levantarme mucho y ver integro el interior de mi mujer, para mantener ciertos niveles de respeto por la intimidad de la pareja.

El doctor, tras cortar varios largos tajos con su bisturí, metió una especie de cilindro de plástico con salida por ambos extremos, dejando uno afuera por el cual, yo me daba cuenta, el doc veía a Pipi agazapade, aferrade a algún órgano, o colgade cual Trazán a su cordón umbilical para no salir de ahí. El doctor metió las dos manos y le agarró pero se le resbaló. Después presionó fuertemente las costillas de la Negra con su antebrazo y metió la otra mano, pero Pipi se escabulló de nuevo con una finta mágica. Por un momento pensé que se venía el nuevo Messi, pero el pensamiento no duró. Finalmente la asistente le pasó un instrumento largo, curvo y metálico, parecido a un calzador de zapatos pero gigante, que el doctor introdujo en la Negra y con el cual hizo palanca, sí señores, palanca, logrando que asomara la cabeza de Pipi. Todo ahí era asombro, sangre y amor. Cuando Pipi ya no podía volver atrás, el doctor la agarró con las dos manos y la fue levantando de a poco, como el rey león a su hijo, o como Maradona a la copa del Mundo, hasta sostenerla en aire para que la Negra la pudiera ver. Tras unos segundos de observación y silencio, ella dijo emocionada, “Martina hermosa, ven aquí”.

En ese momento el doctor me pasó una tijera para que yo cortara el cordón umbilical, ese que Martina usaba de liana para quedarse en cuarentena. Me acerqué, lo corté y en ese momento el doctor la acostó en el pecho de su madre, al que se pegó inmediatamente y del cual, una semana después, no se piensa despegar.

10.

Mientras tanto, Piñera no era el único que aprovechaba el virus para llevar agua a su molino. El presiente mexicano, convertido en una especie de predicador evangelista, mezcla de mesías que viene del futuro y fuerza moral que viene del pasado, aprovechaba cada pregunta que le hacían los periodistas para cambiar el tema, mientras besaba escapularios, claro. Cuando le preguntaban, por ejemplo, cuál sería su estrategia ante la pandemia, dijo que él confiaba en la fuerza y la honestidad del pueblo mexicano. Había pasado de ser un hombre aparentemente empático, a un obtuso militante que creía que el virus era una invención de los conservadores para destruir a su gobierno.

Debe haber leído al inescrupuloso Giorgio Agamben, reconocido filosofo italiano que los primeros días de marzo expresaba su rebeldía diciendo que el virus no era tan grave, que el Consejo Italiano de Salud había dicho que provocaba una gripe común y corriente, así que la cuarentena era una exageración inútil impuesta por el status quo universal, para implantar un nuevo estado de excepción, restringir las libertades y dominar a la población. Como la excusa del terrorismo ya no era suficiente para seguir reprimiendo, se inventaron esta, decía tan pancho el señor filosofo mientras en su país se agotaban los ataúdes. Es verdad que el status quo universal se va a aprovechar de la situación para generar control sobre la población, pero eso no hace al coronavirus menos implacable. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. ¡Agamben el favor!

Menos mal que la gente en México comenzó a tomar medidas antes de que las planteara el presidente besucón, y que Sheinbaum, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, actuó con seriedad y comenzó a suspender actividades.

«Al cabo de cinco horas de goteo se habían sumado en el mundo alrededor de tres mil casos positivos, cien infectados por gota, para ser más exacto. Pipi, en consecuencia, no mostraba una sola intención de salir de su cuarentena. La Negra tenía pocas contracciones y el gobierno mexicano muchas contradicciones.»

Parir en la pandemia

Fotografía de Sebastián Kohan Esquenazi.

“Yo les voy a decir cuando no salgan, pero si pueden y tienen posibilidad económica, sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes y a las fondas, porque eso es fortalecer la economía», decía Obrador desde un restaurante en Oaxaca, el 22 de marzo de 2020, con más casi medio millón de contagios en el mundo.»Los mexicanos, por nuestra cultura, somos resistentes a todas las calamidades y  vamos a salir adelante. Nuestro pueblo es heredero de culturas milenarias”.

El presidente mexicano prometió tres puntos de crecimiento económico cuando asumió el mandato y prefiere arriesgarse al virus y rezarle en público a las virgencitas, a vivir esa crisis que por cierto, es imposible de evitar. Dilatar la puesta en macha de las medidas de la mentada Fase 2, para que la recesión económica durara menos fue, a mi juicio, una bajeza de grandes proporciones. De todas formas, la economía se va ir al carajo en todos lados y habrá que sostenerse de otra manera. 

Es cierto que, dos días después de esas declaraciones chamánico-mercantiles, el Secretario de Salud anunció la Fase 2 y el gobierno tomó medidas, lo que hace pensar en dos alternativas: una en la que Obrador hace del policía bueno y tranquiliza a la población, para evitar el pánico y una crisis gratuita y prematura. O la otra, la más factible, es que el presidente padece una grave deformación profesional y cree que todo se mide en oficialismo/oposición (cualquier similitud con el resto de los líderes de izquierda latinoamericanos es pura coincidencia). De cualquier forma, dominado por sus sueños transformadores y presa de su impermeable cerrazón, se aferró a mantener un soliloquio un tanto autista que, por suerte, otros integrantes del gobierno fueron interviniendo de a poco, rectificando el camino.

Si por alguna razón México supera sin demasiadas muertes esta pandemia, Obrador quedará como un inusual estratega salvado por realismo mágico. Pero si México llega a la Fase 3 y alcanza una curva tan pronunciada como Estados Unidos, España, Italia, Francia, Irán, China y otros tantos, la actitud campechana y la dilación en la toma de medidas pasaran a la historia como errores criminales.

11.

Pipina, de nombre Martina, nació a las 00:23 del 21 de marzo. Yo tenía todas mis energías puestas en que naciera el día 20, o sea, 23 minutos antes para que fuera Piscis y no Aries, como la madre, para que tuviera un carácter un poquito mejor, pero no se pudo. Es Aries y habrá que amarlas y soportarlas a las dos tal cual son. Estuvimos los tres en el hospital dos días mientras la Negra se recuperaba del tajo ese enorme que le hicieron. El domingo 22 cambiamos la sede de la cuarentena y volvimos a casa. Martina está increíble, hermosa, sana, fuerte y toma teta todo el día. Aquí estamos encerrados, en cuarentena, esperando a que pase esta historia. Ahora mi pasión es cambiar pañales y sacarle los chanchitos a la 1:00 am, 3:00 am, 5:00 am, 7 am, y así sucesivamente. Ella aún no sabe que existo porque no tengo ni una teta, pero supongo que algún día diversificará sus amores y espero ser uno de ellos.

12.

La cosa está que arde. Ahora nos despertamos todas las mañanas rogando que bajen los contagios en España y en Italia, que en algún momento no muy lejano la curva de la muerte comience a descender. Esperamos que cambie allá, para que cuando nos toque aquí, tengamos algún miserable dato del que agarrarnos, como Pipina a su cordón. La cosa está fea, fea. Estados Unidos es el foco de contagio más importante del mundo y el presidente naranja sigue pensando que no puede ser peor el remedio que la enfermedad, si por él fuera, nadie habría dejado nunca de trabajar. De este lado, Obrador no piensa cerrar la frontera del Norte, a pesar de que ahora somos nosotros los que queremos que pongan el muro. Quién lo iba a decir. 

13.

Pipina linda, hermosa, ya te lo he dicho más de mil veces en estos 10 días desde que te conozco, pero te lo escribo aquí otra vez. Eres la cosa más linda que he visto en la vida. Te trajimos a este mundo jodido porque, aún sabiendo que estamos rodeados de personas peligrosas, creemos que la vida puede ser hermosa y es digna de ser vivida. Haremos todo lo posible porque así sea. Tu hermano Ale ya sabe arrullarte y logra que dejes de llorar. Yo no. La Negra es fuerte y te ama. Estamos felices y agradecidos por los nueve meses que te llevó a cuestas a todos lados y por esas tetas que te hacen tan feliz. Te tocó llegar en plena pandemia y estamos en tiempos de confinamiento pero repletos de amor. Esperemos que pase esta crisis de mierda y podamos pronto abrir las puertas de la casa para que entre gente querida y te llene de besos, abrazos y amor. 

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