Por fuera, la zona de protesta lucía “limpia”, ya que ni los edificios junto a la ex CNDH presentaban una sola pinta, tampoco el asfalto ni las banquetas de los inmuebles alrededor. Pero mirando de frente al hoy refugio, una de las primeras cosas que llaman la atención es una placa con la célebre frase de Benito Juárez, “El respeto al derecho ajeno es la paz.” Sin embargo, debajo de la placa, alguien dejó una pregunta en pintura negra, “¿Cuál respeto?”. A un lado hay otra frase: “La justicia está crucificada en los altares de la capital”. Y así se han ido plasmando demanda tras demanda en distintos colores de pintura enojada por toda la fachada.
De los balcones también cuelgan distintos letreros. “Las niñas no se tocan”. “México feminicida”. “¿Dónde están mis compas?”. Pero no todo son frases, también se pueden ver rostros en las fotografías de cientos de personas desaparecidas, cuyos casos permanecen amontonados en algún archivero dentro de algún edificio, acumulando polvo.
A principios del “mes patrio” de este 2020 mujeres indignadas por falta de respuestas, contactaron a colectivos feministas de la capital y ese viernes 4 de septiembre por la mañana desalojaron el edificio de la CNDH.
Poco antes del mediodía, la calle comienza a llenarse con la presencia de reporteros y aliados que llegan hasta ahí para entregar despensas, pero también llegan más y más víctimas en busca de refugio. Se acercan a la carpa instalada frente del edificio donde mujeres activistas reciben donaciones y venden gorras, termos y tazas para recaudar fondos para su nuevo espacio. La mayoría de ellas llevan el rostro completamente cubierto, con máscaras, pasamontañas y lentes oscuros. También utilizan paliacates morados, representativos del movimiento feminista y pañuelos verdes que señalan su apoyo a la legalización del aborto.
Entre las voceras principales de la toma se encuentra Yesenia Zamudio, quien lidera el Frente Ni Una Menos. Ella es la madre de Marichuy Jaimes, asesinada en 2016. También está ahí Erika Martinez, quien lleva tres años luchando por su hija, que fue abusada sexualmente cuando tenía 7 años y ha salido todos los días del edificio para hablar de ello con los medios.
De los balcones cuelgan distintos letreros: “Las niñas no se tocan”, “México feminicida”, “¿Dónde están mis compas?”. Fotografía de Raquel Cunha / Reuters.
Mientras nos habla de lo que han sido los últimos días para ella, se le escapan lágrimas de los ojos y lo que dice, sorprende. “Para mí no tiene nombre todo esto que está pasando en mi vida. Estoy súper emocionada, bien contenta. Estas lágrimas ya no son de dolor, son de alegría”.
Cuando le pregunté qué creía que hacía falta en el país para que dejaran de suceder este tipo de injusticias, respondió así: “Alzar la voz. Si yo hubiera sabido hace tres años que hacer esto iba a dar algún resultado, lo hubiera hecho el mismo día que abusaron de mi hija”.
Estas mujeres están ahí buscando justicia, no sólo para ellas, sino para todas las mujeres mexicanas que atraviesan situaciones similares. A pesar de los niveles de impunidad que imperan en todo el país, en términos de acceso a la justicia “ser ciudadanas de la Ciudad de México es un privilegio y queremos lograr que todas tengan ese mismo privilegio frente a las autoridades”, confirma Erika.
¿Por qué ríen? ¿Será porque lo lograron y no lo pueden creer? ¿O porque reír es el mecanismo de defensa que utilizamos las personas para enfrentarnos a la incertidumbre y el dolor?
Karina Vergara llegó al refugio con donaciones y muñecas de tela para las niñas, es una mujer mexicana que apoya abiertamente la lucha feminista y asegura que esta toma es parte de un proceso histórico. “Lo que hacemos las mujeres nunca se genera por espontaneidad, sino porque tenemos una genealogía de lucha que ya tiene muchísimo tiempo y esto es solo un paso más en esa lucha.” Karina, acompañada de su hija, afirma que este no será un hecho aislado: “No creo que sea la primera ni la última (toma). Es uno de otros tantos incendios que va a haber… y si no entienden, pues habrá que quemarlo todo.”
Karina tenía razón. Hasta el momento, las oficinas de comisiones de derechos humanos en los estados de Puebla, Tabasco, Veracruz y el Estado de México han sido ocupadas para ser transformadas en refugios, siguiendo el ejemplo de lo sucedido en el centro del país.
Yesenia Zamudio, quien lidera el Frente Ni Una Menos. Fotografía de Raquel Cunha / Reuters.
En la tarde del 10 de septiembre, Mariana Rojas Wah, presidenta de Girl Up Ciudad de México, iniciativa de Naciones Unidas que busca empoderar la niñas adolescentes, apoyaba la toma de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM) difundiendo información en redes sociales. Mariana y sus compañeras monitoreaban cuidadosamente la situación cuando se hizo público que las autoridades habían entrado a desalojar el edificio y que estaban arrestando y trasladado a mujeres con el uso de la fuerza en vehículos no identificados. A la 1:30 de la mañana del 11 de septiembre, decidieron llamar a la Fiscalía de Atizapán, donde supuestamente estaban detenidas 11 mujeres, entre ellas una joven embarazada y dos menores de edad. José Antonio Sánchez Hernández atendió la llamada y aseguró que ahí no estaban las personas que fueron levantadas en la CODHEM y que no tenían ningún reporte de ellas. Sin embargo, Mariana y sus compañeras, preocupadas por las inconsistencias de la información que recibían, decidieron acudir a la Fiscalía para verificar los hechos y para apoyar a las mujeres detenidas en caso de que fuera necesario.
En la Fiscalía se encontraron con distintos grupos feministas, entre ellas participantes de la toma de la CNDH del Centro que dejaron la protesta para apoyar a las detenidas.
“Alzar la voz. Si yo hubiera sabido hace tres años que hacer esto iba a dar algún resultado, lo hubiera hecho el mismo día que abusaron de mi hija”.
“Agentes de seguridad de la Fiscalía salieron a reprimirnos, utilizaron la fuerza, gas de extintores, armas largas, jaloneos, patadas y hubo muchas amenazas de tiroteo”, recuerda Mariana Rojas Wah.
En medio del caos, elementos de la policía se llevaron con el uso de la fuerza a varias mujeres más, entre ellas a Marian Velázquez Mejía de 19 años, integrante de la Secretaría Legal de Girl Up CDMX. Marian estuvo completamente incomunicada entre las 3:00 y 10:00 de la mañana, pues nunca se le permitió hacer una llamada.
Erika Martinez hace muñecas de tela en apoyo a la lucha feminista. Fotografía de Raquel Cunha / Reuters.
“A las 8 de la mañana una abogada salió de la Fiscalía para confirmar la lista de las detenidas. Antes de eso la única respuesta que nos habían dado las autoridades es que no podían negar ni afirmar nada”, recuerda también Mariana rojas Wah.
Cuando la madre de Marian preguntó de qué delito estaba acusada su hija, no contestaron. Su hija y el resto de las mujeres detenidas fueron liberadas alrededor de las 10:00 de la mañana. En un video que fue publicado en las plataformas de Girl Up CDMX, Marian Velázquez Mejía relata que fue arrastrada, pateada y golpeada por elementos de la policía dentro de la Fiscalía de Atizapán. “Me tenían en el suelo dándome patadas, me decían puta, perra, hija de tu pinche madre y amenazas de muerte,” reportó.
El gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, dijo a través de Twitter que su gobierno “reprueba las acciones llevadas a cabo por la Fiscalía en contra de las mujeres que se manifestaron en la CODHEM”. Por otro lado, el Gobierno Municipal de Atizapán aseguró que sus elementos no participaron en las agresiones y las autoridades de Ecatepec señalaron que no fueron policías municipales los que participaron en la detención y traslado de las mujeres.
La desconfianza que buena parte de la ciudadanía le tiene a las autoridades en el país no es un secreto. El 12 de agosto del año pasado más de 300 mujeres se manifestaron en la Ciudad de México para exigir castigo a policías señalados de violación a menores. La marcha culminó en la procuraduría local.
En México la violencia de género le arrebata la vida a 10 mujeres al día y el año pasado resultó en casi 3 mil mujeres asesinadas, aunque solamente 726 se investigaron como feminicidios.
La chispa que se encendió en la Ciudad de México alimentó una lucha expansiva que lejos de extinguirse está creciendo, alimentada por el enojo de Yesenia, el dolor de Erika, la desesperación de Silvia y Marcela y el grito de millones de mexicanas que no han encontrado otra manera de acceder a la justicia y defender lo que les han arrebatado. Estas madres, como muchas otras, están roncas, pero no afónicas, de tanto gritar el nombre de sus hijos desaparecidos.