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La primera inflación que viven los jóvenes mexicanos

La primera inflación que viven los jóvenes mexicanos

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ilustración de Tania Nieto.
29
.
07
.
22
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Esta es la primera vez que los jóvenes menores de treinta años viven una inflación anual mayor al 7%. Banxico mide las expectativas inflacionarias a través de encuestas a especialistas en finanzas y en economía, y a empresarios. Sin embargo, una encuesta a la población general sería muy valiosa.

El dinero es una invención increíblemente útil: en vez de buscar un trueque adecuado o cargar mercancía para poder hacer un intercambio, los humanos creamos las primeras monedas hace 2,700 años aproximadamente. Sin embargo, para que la población las use debe tener confianza en que su valor es verdadero; en ausencia de ella, difícilmente habrá una economía boyante. Al respecto, la inflación está relacionada con la confianza y las expectativas sobre el valor del dinero.

Muchos jóvenes mexicanos están viviendo por primera vez una inflación anual por arriba del 7%. De hecho, cualquier persona que haya nacido a partir de 2001 está experimentando la mayor inflación de su vida. Quienes son menores de treinta no conocen otro tipo de moneda que las que usamos actualmente. En cambio, los que somos menos jóvenes recordamos los drásticos cambios de los ochenta. En 1983, por ejemplo, tuvimos la moneda de cincuenta centavos conocida como Cabeza de Palenque y la famosa moneda de cincuenta pesos de la diosa azteca de la luna, la Coyolxauhqui. Para 1988 ya no había centavos, de modo que la menor denominación fue de cinco pesos y las mayores eran de mil, con la moneda de sor Juana, y la de cinco mil, sobre el aniversario de la expropiación petrolera. En un periodo de apenas cinco años la moneda de mayor denominación se tuvo que multiplicar cien veces. ¿Se imaginan que nuestra moneda actual de diez pesos cambie en 2027 a una de mil?, ¿cómo se puede evitar esa catástrofe?

A diferencia de aquel periodo, hoy el Banco de México es autónomo y, por mandato legal, no puede crear dinero para dárselo al gobierno en turno. Además, tiene como herramienta principal la tasa de interés objetivo (o tasa interbancaria a un día) para controlar la inflación. Banxico ha estado incrementando esta tasa desde mediados del año pasado; desde un nivel de 4 %, se espera que cierre el año cerca del 10 %. Esto implica que la demanda por crédito se encarecerá, pues resultará más caro endeudarse, y también que algunas familias encontrarán más rentable ahorrar su dinero en lugar de aventurarse en actividades económicas de cierto riesgo. Lo que significa que habrá menos gasto y, por tanto, una menor presión al alza en los precios.

El Banco de México actúa así para dar certidumbre y confianza a la población de que está comprometido con mantener una inflación baja, es decir: intenta, con ello, influir en las expectativas de inflación. Si la gente no cree que va a bajar la inflación, se vuelve más complicada su labor, tanto que, por ejemplo, después de la crisis de 1995, la inflación anual no pudo bajar a menos de 10% hasta el año 2000.

Por este motivo, resulta muy importante saber qué piensa la población al respecto. Banxico monitorea estas expectativas principalmente por medio de encuestas a especialistas económicos y financieros y, recientemente, a empresas. En contraste con otros países, en el nuestro no tenemos una encuesta de expectativas de inflación realizada a la población. El Inegi realiza la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor, que pregunta sobre las expectativas de inflación pero lo hace de forma muy general (por ejemplo, pregunta si esta aumentará mucho o poco, y no de manera puntual). Por ello, en conjunto con Gerardo Esquivel, del Banco de México, y Alfonso Medina, de El Colegio de México, en un artículo recién publicado proponemos que se realice una encuesta a la población general y además hicimos una encuesta entre una pequeña muestra de cuatrocientos consumidores mexicanos.

En el estudio encontramos hallazgos sumamente relevantes. Primero, los consumidores mexicanos tienen una expectativa de inflación mayor en promedio que los especialistas o las empresas, y muestran una mayor dispersión: su predicción de inflación anual va de -3% a 80%.

Segundo, en la ciencia económica todavía se sabe poco acerca de cómo afectar las expectativas de inflación. Para tener una primera medición, creamos grupos, seleccionados mediante una lotería: unos recibieron información sobre la inflación pasada, presente o futura y otros no conocieron dicha información. Independientemente de qué información recibieron en específico, las personas ajustaron su expectativa a la información recibida en promedio. Este resultado revela la importancia de la labor de comunicación del Banco de México para anclar las expectativas inflacionarias.

Tercero, también investigamos qué determina las expectativas de inflación. Preguntamos por sus expectativas para la gasolina, los alimentos, la ropa, la transportación y las medicinas, entre otros productos y servicios. El componente más relacionado con la expectativa de inflación son las creencias acerca de la inflación en los alimentos (en un 70%), luego le siguen los gastos en transporte y ropa (con 10% cada uno). Sin embargo, la ponderación de alimentos y bebidas (procesados y no procesados) es de alrededor de 30% en el Índice Nacional de Precios al Consumidor. Es decir, la gente le da más peso al precio de los alimentos de lo que verdaderamente se incluye en la medición de inflación. Esto representa un reto para el banco central porque el precio de los alimentos no procesados es más volátil y dependiente de condiciones climáticas o internacionales, por lo que se tiene que reforzar la labor de comunicación para que las expectativas dependan cada vez menos de esos productos.

Nuestros resultados resaltan la importancia de tener una encuesta de expectativas de inflación para toda la población. Con esto, el Banco de México puede dar seguimiento puntual a si las medidas tomadas (los cambios en la tasa de interés) y la comunicación realizada están teniendo un efecto inmediato en las expectativas de la gente en general.

La inflación que hoy estamos teniendo hace muy probable que los nacidos al final de esta década dejen de conocer algunas de las monedas de cinco, diez y veinte centavos. Ya en la actualidad Banxico las emite muy poco. Tal vez en diez o viente años alguien escriba sobre ellas, como lo hice yo sobre las monedas de los ochenta. Lo mejor sería que la inflación solo llegara a eso, sin agregar ceros a otras monedas de mayor denominación. Para lograrlo, no solo es importante conducir la tasa de interés objetivo sino, reitero, medir lo que la gente cree sobre la inflación, sus expectativas acerca del nivel que esta alcanzará.

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Esta es la primera vez que los jóvenes menores de treinta años viven una inflación anual mayor al 7%. Banxico mide las expectativas inflacionarias a través de encuestas a especialistas en finanzas y en economía, y a empresarios. Sin embargo, una encuesta a la población general sería muy valiosa.

El dinero es una invención increíblemente útil: en vez de buscar un trueque adecuado o cargar mercancía para poder hacer un intercambio, los humanos creamos las primeras monedas hace 2,700 años aproximadamente. Sin embargo, para que la población las use debe tener confianza en que su valor es verdadero; en ausencia de ella, difícilmente habrá una economía boyante. Al respecto, la inflación está relacionada con la confianza y las expectativas sobre el valor del dinero.

Muchos jóvenes mexicanos están viviendo por primera vez una inflación anual por arriba del 7%. De hecho, cualquier persona que haya nacido a partir de 2001 está experimentando la mayor inflación de su vida. Quienes son menores de treinta no conocen otro tipo de moneda que las que usamos actualmente. En cambio, los que somos menos jóvenes recordamos los drásticos cambios de los ochenta. En 1983, por ejemplo, tuvimos la moneda de cincuenta centavos conocida como Cabeza de Palenque y la famosa moneda de cincuenta pesos de la diosa azteca de la luna, la Coyolxauhqui. Para 1988 ya no había centavos, de modo que la menor denominación fue de cinco pesos y las mayores eran de mil, con la moneda de sor Juana, y la de cinco mil, sobre el aniversario de la expropiación petrolera. En un periodo de apenas cinco años la moneda de mayor denominación se tuvo que multiplicar cien veces. ¿Se imaginan que nuestra moneda actual de diez pesos cambie en 2027 a una de mil?, ¿cómo se puede evitar esa catástrofe?

A diferencia de aquel periodo, hoy el Banco de México es autónomo y, por mandato legal, no puede crear dinero para dárselo al gobierno en turno. Además, tiene como herramienta principal la tasa de interés objetivo (o tasa interbancaria a un día) para controlar la inflación. Banxico ha estado incrementando esta tasa desde mediados del año pasado; desde un nivel de 4 %, se espera que cierre el año cerca del 10 %. Esto implica que la demanda por crédito se encarecerá, pues resultará más caro endeudarse, y también que algunas familias encontrarán más rentable ahorrar su dinero en lugar de aventurarse en actividades económicas de cierto riesgo. Lo que significa que habrá menos gasto y, por tanto, una menor presión al alza en los precios.

El Banco de México actúa así para dar certidumbre y confianza a la población de que está comprometido con mantener una inflación baja, es decir: intenta, con ello, influir en las expectativas de inflación. Si la gente no cree que va a bajar la inflación, se vuelve más complicada su labor, tanto que, por ejemplo, después de la crisis de 1995, la inflación anual no pudo bajar a menos de 10% hasta el año 2000.

Por este motivo, resulta muy importante saber qué piensa la población al respecto. Banxico monitorea estas expectativas principalmente por medio de encuestas a especialistas económicos y financieros y, recientemente, a empresas. En contraste con otros países, en el nuestro no tenemos una encuesta de expectativas de inflación realizada a la población. El Inegi realiza la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor, que pregunta sobre las expectativas de inflación pero lo hace de forma muy general (por ejemplo, pregunta si esta aumentará mucho o poco, y no de manera puntual). Por ello, en conjunto con Gerardo Esquivel, del Banco de México, y Alfonso Medina, de El Colegio de México, en un artículo recién publicado proponemos que se realice una encuesta a la población general y además hicimos una encuesta entre una pequeña muestra de cuatrocientos consumidores mexicanos.

En el estudio encontramos hallazgos sumamente relevantes. Primero, los consumidores mexicanos tienen una expectativa de inflación mayor en promedio que los especialistas o las empresas, y muestran una mayor dispersión: su predicción de inflación anual va de -3% a 80%.

Segundo, en la ciencia económica todavía se sabe poco acerca de cómo afectar las expectativas de inflación. Para tener una primera medición, creamos grupos, seleccionados mediante una lotería: unos recibieron información sobre la inflación pasada, presente o futura y otros no conocieron dicha información. Independientemente de qué información recibieron en específico, las personas ajustaron su expectativa a la información recibida en promedio. Este resultado revela la importancia de la labor de comunicación del Banco de México para anclar las expectativas inflacionarias.

Tercero, también investigamos qué determina las expectativas de inflación. Preguntamos por sus expectativas para la gasolina, los alimentos, la ropa, la transportación y las medicinas, entre otros productos y servicios. El componente más relacionado con la expectativa de inflación son las creencias acerca de la inflación en los alimentos (en un 70%), luego le siguen los gastos en transporte y ropa (con 10% cada uno). Sin embargo, la ponderación de alimentos y bebidas (procesados y no procesados) es de alrededor de 30% en el Índice Nacional de Precios al Consumidor. Es decir, la gente le da más peso al precio de los alimentos de lo que verdaderamente se incluye en la medición de inflación. Esto representa un reto para el banco central porque el precio de los alimentos no procesados es más volátil y dependiente de condiciones climáticas o internacionales, por lo que se tiene que reforzar la labor de comunicación para que las expectativas dependan cada vez menos de esos productos.

Nuestros resultados resaltan la importancia de tener una encuesta de expectativas de inflación para toda la población. Con esto, el Banco de México puede dar seguimiento puntual a si las medidas tomadas (los cambios en la tasa de interés) y la comunicación realizada están teniendo un efecto inmediato en las expectativas de la gente en general.

La inflación que hoy estamos teniendo hace muy probable que los nacidos al final de esta década dejen de conocer algunas de las monedas de cinco, diez y veinte centavos. Ya en la actualidad Banxico las emite muy poco. Tal vez en diez o viente años alguien escriba sobre ellas, como lo hice yo sobre las monedas de los ochenta. Lo mejor sería que la inflación solo llegara a eso, sin agregar ceros a otras monedas de mayor denominación. Para lograrlo, no solo es importante conducir la tasa de interés objetivo sino, reitero, medir lo que la gente cree sobre la inflación, sus expectativas acerca del nivel que esta alcanzará.

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Esta es la primera vez que los jóvenes menores de treinta años viven una inflación anual mayor al 7%. Banxico mide las expectativas inflacionarias a través de encuestas a especialistas en finanzas y en economía, y a empresarios. Sin embargo, una encuesta a la población general sería muy valiosa.

El dinero es una invención increíblemente útil: en vez de buscar un trueque adecuado o cargar mercancía para poder hacer un intercambio, los humanos creamos las primeras monedas hace 2,700 años aproximadamente. Sin embargo, para que la población las use debe tener confianza en que su valor es verdadero; en ausencia de ella, difícilmente habrá una economía boyante. Al respecto, la inflación está relacionada con la confianza y las expectativas sobre el valor del dinero.

Muchos jóvenes mexicanos están viviendo por primera vez una inflación anual por arriba del 7%. De hecho, cualquier persona que haya nacido a partir de 2001 está experimentando la mayor inflación de su vida. Quienes son menores de treinta no conocen otro tipo de moneda que las que usamos actualmente. En cambio, los que somos menos jóvenes recordamos los drásticos cambios de los ochenta. En 1983, por ejemplo, tuvimos la moneda de cincuenta centavos conocida como Cabeza de Palenque y la famosa moneda de cincuenta pesos de la diosa azteca de la luna, la Coyolxauhqui. Para 1988 ya no había centavos, de modo que la menor denominación fue de cinco pesos y las mayores eran de mil, con la moneda de sor Juana, y la de cinco mil, sobre el aniversario de la expropiación petrolera. En un periodo de apenas cinco años la moneda de mayor denominación se tuvo que multiplicar cien veces. ¿Se imaginan que nuestra moneda actual de diez pesos cambie en 2027 a una de mil?, ¿cómo se puede evitar esa catástrofe?

A diferencia de aquel periodo, hoy el Banco de México es autónomo y, por mandato legal, no puede crear dinero para dárselo al gobierno en turno. Además, tiene como herramienta principal la tasa de interés objetivo (o tasa interbancaria a un día) para controlar la inflación. Banxico ha estado incrementando esta tasa desde mediados del año pasado; desde un nivel de 4 %, se espera que cierre el año cerca del 10 %. Esto implica que la demanda por crédito se encarecerá, pues resultará más caro endeudarse, y también que algunas familias encontrarán más rentable ahorrar su dinero en lugar de aventurarse en actividades económicas de cierto riesgo. Lo que significa que habrá menos gasto y, por tanto, una menor presión al alza en los precios.

El Banco de México actúa así para dar certidumbre y confianza a la población de que está comprometido con mantener una inflación baja, es decir: intenta, con ello, influir en las expectativas de inflación. Si la gente no cree que va a bajar la inflación, se vuelve más complicada su labor, tanto que, por ejemplo, después de la crisis de 1995, la inflación anual no pudo bajar a menos de 10% hasta el año 2000.

Por este motivo, resulta muy importante saber qué piensa la población al respecto. Banxico monitorea estas expectativas principalmente por medio de encuestas a especialistas económicos y financieros y, recientemente, a empresas. En contraste con otros países, en el nuestro no tenemos una encuesta de expectativas de inflación realizada a la población. El Inegi realiza la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor, que pregunta sobre las expectativas de inflación pero lo hace de forma muy general (por ejemplo, pregunta si esta aumentará mucho o poco, y no de manera puntual). Por ello, en conjunto con Gerardo Esquivel, del Banco de México, y Alfonso Medina, de El Colegio de México, en un artículo recién publicado proponemos que se realice una encuesta a la población general y además hicimos una encuesta entre una pequeña muestra de cuatrocientos consumidores mexicanos.

En el estudio encontramos hallazgos sumamente relevantes. Primero, los consumidores mexicanos tienen una expectativa de inflación mayor en promedio que los especialistas o las empresas, y muestran una mayor dispersión: su predicción de inflación anual va de -3% a 80%.

Segundo, en la ciencia económica todavía se sabe poco acerca de cómo afectar las expectativas de inflación. Para tener una primera medición, creamos grupos, seleccionados mediante una lotería: unos recibieron información sobre la inflación pasada, presente o futura y otros no conocieron dicha información. Independientemente de qué información recibieron en específico, las personas ajustaron su expectativa a la información recibida en promedio. Este resultado revela la importancia de la labor de comunicación del Banco de México para anclar las expectativas inflacionarias.

Tercero, también investigamos qué determina las expectativas de inflación. Preguntamos por sus expectativas para la gasolina, los alimentos, la ropa, la transportación y las medicinas, entre otros productos y servicios. El componente más relacionado con la expectativa de inflación son las creencias acerca de la inflación en los alimentos (en un 70%), luego le siguen los gastos en transporte y ropa (con 10% cada uno). Sin embargo, la ponderación de alimentos y bebidas (procesados y no procesados) es de alrededor de 30% en el Índice Nacional de Precios al Consumidor. Es decir, la gente le da más peso al precio de los alimentos de lo que verdaderamente se incluye en la medición de inflación. Esto representa un reto para el banco central porque el precio de los alimentos no procesados es más volátil y dependiente de condiciones climáticas o internacionales, por lo que se tiene que reforzar la labor de comunicación para que las expectativas dependan cada vez menos de esos productos.

Nuestros resultados resaltan la importancia de tener una encuesta de expectativas de inflación para toda la población. Con esto, el Banco de México puede dar seguimiento puntual a si las medidas tomadas (los cambios en la tasa de interés) y la comunicación realizada están teniendo un efecto inmediato en las expectativas de la gente en general.

La inflación que hoy estamos teniendo hace muy probable que los nacidos al final de esta década dejen de conocer algunas de las monedas de cinco, diez y veinte centavos. Ya en la actualidad Banxico las emite muy poco. Tal vez en diez o viente años alguien escriba sobre ellas, como lo hice yo sobre las monedas de los ochenta. Lo mejor sería que la inflación solo llegara a eso, sin agregar ceros a otras monedas de mayor denominación. Para lograrlo, no solo es importante conducir la tasa de interés objetivo sino, reitero, medir lo que la gente cree sobre la inflación, sus expectativas acerca del nivel que esta alcanzará.

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El dinero es una invención increíblemente útil: en vez de buscar un trueque adecuado o cargar mercancía para poder hacer un intercambio, los humanos creamos las primeras monedas hace 2,700 años aproximadamente. Sin embargo, para que la población las use debe tener confianza en que su valor es verdadero; en ausencia de ella, difícilmente habrá una economía boyante. Al respecto, la inflación está relacionada con la confianza y las expectativas sobre el valor del dinero.

Muchos jóvenes mexicanos están viviendo por primera vez una inflación anual por arriba del 7%. De hecho, cualquier persona que haya nacido a partir de 2001 está experimentando la mayor inflación de su vida. Quienes son menores de treinta no conocen otro tipo de moneda que las que usamos actualmente. En cambio, los que somos menos jóvenes recordamos los drásticos cambios de los ochenta. En 1983, por ejemplo, tuvimos la moneda de cincuenta centavos conocida como Cabeza de Palenque y la famosa moneda de cincuenta pesos de la diosa azteca de la luna, la Coyolxauhqui. Para 1988 ya no había centavos, de modo que la menor denominación fue de cinco pesos y las mayores eran de mil, con la moneda de sor Juana, y la de cinco mil, sobre el aniversario de la expropiación petrolera. En un periodo de apenas cinco años la moneda de mayor denominación se tuvo que multiplicar cien veces. ¿Se imaginan que nuestra moneda actual de diez pesos cambie en 2027 a una de mil?, ¿cómo se puede evitar esa catástrofe?

A diferencia de aquel periodo, hoy el Banco de México es autónomo y, por mandato legal, no puede crear dinero para dárselo al gobierno en turno. Además, tiene como herramienta principal la tasa de interés objetivo (o tasa interbancaria a un día) para controlar la inflación. Banxico ha estado incrementando esta tasa desde mediados del año pasado; desde un nivel de 4 %, se espera que cierre el año cerca del 10 %. Esto implica que la demanda por crédito se encarecerá, pues resultará más caro endeudarse, y también que algunas familias encontrarán más rentable ahorrar su dinero en lugar de aventurarse en actividades económicas de cierto riesgo. Lo que significa que habrá menos gasto y, por tanto, una menor presión al alza en los precios.

El Banco de México actúa así para dar certidumbre y confianza a la población de que está comprometido con mantener una inflación baja, es decir: intenta, con ello, influir en las expectativas de inflación. Si la gente no cree que va a bajar la inflación, se vuelve más complicada su labor, tanto que, por ejemplo, después de la crisis de 1995, la inflación anual no pudo bajar a menos de 10% hasta el año 2000.

Por este motivo, resulta muy importante saber qué piensa la población al respecto. Banxico monitorea estas expectativas principalmente por medio de encuestas a especialistas económicos y financieros y, recientemente, a empresas. En contraste con otros países, en el nuestro no tenemos una encuesta de expectativas de inflación realizada a la población. El Inegi realiza la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor, que pregunta sobre las expectativas de inflación pero lo hace de forma muy general (por ejemplo, pregunta si esta aumentará mucho o poco, y no de manera puntual). Por ello, en conjunto con Gerardo Esquivel, del Banco de México, y Alfonso Medina, de El Colegio de México, en un artículo recién publicado proponemos que se realice una encuesta a la población general y además hicimos una encuesta entre una pequeña muestra de cuatrocientos consumidores mexicanos.

En el estudio encontramos hallazgos sumamente relevantes. Primero, los consumidores mexicanos tienen una expectativa de inflación mayor en promedio que los especialistas o las empresas, y muestran una mayor dispersión: su predicción de inflación anual va de -3% a 80%.

Segundo, en la ciencia económica todavía se sabe poco acerca de cómo afectar las expectativas de inflación. Para tener una primera medición, creamos grupos, seleccionados mediante una lotería: unos recibieron información sobre la inflación pasada, presente o futura y otros no conocieron dicha información. Independientemente de qué información recibieron en específico, las personas ajustaron su expectativa a la información recibida en promedio. Este resultado revela la importancia de la labor de comunicación del Banco de México para anclar las expectativas inflacionarias.

Tercero, también investigamos qué determina las expectativas de inflación. Preguntamos por sus expectativas para la gasolina, los alimentos, la ropa, la transportación y las medicinas, entre otros productos y servicios. El componente más relacionado con la expectativa de inflación son las creencias acerca de la inflación en los alimentos (en un 70%), luego le siguen los gastos en transporte y ropa (con 10% cada uno). Sin embargo, la ponderación de alimentos y bebidas (procesados y no procesados) es de alrededor de 30% en el Índice Nacional de Precios al Consumidor. Es decir, la gente le da más peso al precio de los alimentos de lo que verdaderamente se incluye en la medición de inflación. Esto representa un reto para el banco central porque el precio de los alimentos no procesados es más volátil y dependiente de condiciones climáticas o internacionales, por lo que se tiene que reforzar la labor de comunicación para que las expectativas dependan cada vez menos de esos productos.

Nuestros resultados resaltan la importancia de tener una encuesta de expectativas de inflación para toda la población. Con esto, el Banco de México puede dar seguimiento puntual a si las medidas tomadas (los cambios en la tasa de interés) y la comunicación realizada están teniendo un efecto inmediato en las expectativas de la gente en general.

La inflación que hoy estamos teniendo hace muy probable que los nacidos al final de esta década dejen de conocer algunas de las monedas de cinco, diez y veinte centavos. Ya en la actualidad Banxico las emite muy poco. Tal vez en diez o viente años alguien escriba sobre ellas, como lo hice yo sobre las monedas de los ochenta. Lo mejor sería que la inflación solo llegara a eso, sin agregar ceros a otras monedas de mayor denominación. Para lograrlo, no solo es importante conducir la tasa de interés objetivo sino, reitero, medir lo que la gente cree sobre la inflación, sus expectativas acerca del nivel que esta alcanzará.

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El dinero es una invención increíblemente útil: en vez de buscar un trueque adecuado o cargar mercancía para poder hacer un intercambio, los humanos creamos las primeras monedas hace 2,700 años aproximadamente. Sin embargo, para que la población las use debe tener confianza en que su valor es verdadero; en ausencia de ella, difícilmente habrá una economía boyante. Al respecto, la inflación está relacionada con la confianza y las expectativas sobre el valor del dinero.

Muchos jóvenes mexicanos están viviendo por primera vez una inflación anual por arriba del 7%. De hecho, cualquier persona que haya nacido a partir de 2001 está experimentando la mayor inflación de su vida. Quienes son menores de treinta no conocen otro tipo de moneda que las que usamos actualmente. En cambio, los que somos menos jóvenes recordamos los drásticos cambios de los ochenta. En 1983, por ejemplo, tuvimos la moneda de cincuenta centavos conocida como Cabeza de Palenque y la famosa moneda de cincuenta pesos de la diosa azteca de la luna, la Coyolxauhqui. Para 1988 ya no había centavos, de modo que la menor denominación fue de cinco pesos y las mayores eran de mil, con la moneda de sor Juana, y la de cinco mil, sobre el aniversario de la expropiación petrolera. En un periodo de apenas cinco años la moneda de mayor denominación se tuvo que multiplicar cien veces. ¿Se imaginan que nuestra moneda actual de diez pesos cambie en 2027 a una de mil?, ¿cómo se puede evitar esa catástrofe?

A diferencia de aquel periodo, hoy el Banco de México es autónomo y, por mandato legal, no puede crear dinero para dárselo al gobierno en turno. Además, tiene como herramienta principal la tasa de interés objetivo (o tasa interbancaria a un día) para controlar la inflación. Banxico ha estado incrementando esta tasa desde mediados del año pasado; desde un nivel de 4 %, se espera que cierre el año cerca del 10 %. Esto implica que la demanda por crédito se encarecerá, pues resultará más caro endeudarse, y también que algunas familias encontrarán más rentable ahorrar su dinero en lugar de aventurarse en actividades económicas de cierto riesgo. Lo que significa que habrá menos gasto y, por tanto, una menor presión al alza en los precios.

El Banco de México actúa así para dar certidumbre y confianza a la población de que está comprometido con mantener una inflación baja, es decir: intenta, con ello, influir en las expectativas de inflación. Si la gente no cree que va a bajar la inflación, se vuelve más complicada su labor, tanto que, por ejemplo, después de la crisis de 1995, la inflación anual no pudo bajar a menos de 10% hasta el año 2000.

Por este motivo, resulta muy importante saber qué piensa la población al respecto. Banxico monitorea estas expectativas principalmente por medio de encuestas a especialistas económicos y financieros y, recientemente, a empresas. En contraste con otros países, en el nuestro no tenemos una encuesta de expectativas de inflación realizada a la población. El Inegi realiza la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor, que pregunta sobre las expectativas de inflación pero lo hace de forma muy general (por ejemplo, pregunta si esta aumentará mucho o poco, y no de manera puntual). Por ello, en conjunto con Gerardo Esquivel, del Banco de México, y Alfonso Medina, de El Colegio de México, en un artículo recién publicado proponemos que se realice una encuesta a la población general y además hicimos una encuesta entre una pequeña muestra de cuatrocientos consumidores mexicanos.

En el estudio encontramos hallazgos sumamente relevantes. Primero, los consumidores mexicanos tienen una expectativa de inflación mayor en promedio que los especialistas o las empresas, y muestran una mayor dispersión: su predicción de inflación anual va de -3% a 80%.

Segundo, en la ciencia económica todavía se sabe poco acerca de cómo afectar las expectativas de inflación. Para tener una primera medición, creamos grupos, seleccionados mediante una lotería: unos recibieron información sobre la inflación pasada, presente o futura y otros no conocieron dicha información. Independientemente de qué información recibieron en específico, las personas ajustaron su expectativa a la información recibida en promedio. Este resultado revela la importancia de la labor de comunicación del Banco de México para anclar las expectativas inflacionarias.

Tercero, también investigamos qué determina las expectativas de inflación. Preguntamos por sus expectativas para la gasolina, los alimentos, la ropa, la transportación y las medicinas, entre otros productos y servicios. El componente más relacionado con la expectativa de inflación son las creencias acerca de la inflación en los alimentos (en un 70%), luego le siguen los gastos en transporte y ropa (con 10% cada uno). Sin embargo, la ponderación de alimentos y bebidas (procesados y no procesados) es de alrededor de 30% en el Índice Nacional de Precios al Consumidor. Es decir, la gente le da más peso al precio de los alimentos de lo que verdaderamente se incluye en la medición de inflación. Esto representa un reto para el banco central porque el precio de los alimentos no procesados es más volátil y dependiente de condiciones climáticas o internacionales, por lo que se tiene que reforzar la labor de comunicación para que las expectativas dependan cada vez menos de esos productos.

Nuestros resultados resaltan la importancia de tener una encuesta de expectativas de inflación para toda la población. Con esto, el Banco de México puede dar seguimiento puntual a si las medidas tomadas (los cambios en la tasa de interés) y la comunicación realizada están teniendo un efecto inmediato en las expectativas de la gente en general.

La inflación que hoy estamos teniendo hace muy probable que los nacidos al final de esta década dejen de conocer algunas de las monedas de cinco, diez y veinte centavos. Ya en la actualidad Banxico las emite muy poco. Tal vez en diez o viente años alguien escriba sobre ellas, como lo hice yo sobre las monedas de los ochenta. Lo mejor sería que la inflación solo llegara a eso, sin agregar ceros a otras monedas de mayor denominación. Para lograrlo, no solo es importante conducir la tasa de interés objetivo sino, reitero, medir lo que la gente cree sobre la inflación, sus expectativas acerca del nivel que esta alcanzará.

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