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El valor económico de las labores de cuidado es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos del INEGI. Aún así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido y que recae en un 80% en las mujeres.
Año tras año las calles se llenan de verde y morado para recordarle a la población que es 8 de marzo, un día emblemático en la lucha por los derechos de las mujeres, aunque más allá de los colores y las consignas que retumban en el centro y las periferias de las ciudades en un día como hoy, se trata de una batalla que se pelea a diario, cada vez más de manera más intensa y desde diferentes frentes: la resistencia trans lucha por el reconocimiento de su identidad; las madres buscadoras no apagan la esperanza de encontrar a sus hijos e hijas; las jóvenes se movilizan para que ninguna mujer vuelva a ser criminalizada por abortar; y las trabajadoras sexuales y del hogar, alzan la voz por el reconocimiento legal de su labor.
Sin embargo, hay un tema que nos conecta a todas: las labores de cuidados. Todas las personas llegamos la edad adulta porque alguien en algún momento nos cuidó, y esa labor inmensa la asumen principalmente las mujeres, ya sea en su papel de madres, hermanas, abuelas, hijas, esposas, etc. Mujeres que dedican gran parte de su tiempo a mantener la calidad de vida de otres: uniformes limpios, comida caliente, limpieza del hogar, atención a los enfermos, a los discapacitados y los muchos cuidados que demanda la generación que comienza a vivir y aquella que ha envejecido.
A pesar de su importancia para la sociedad y el enorme esfuerzo que implican, las tareas de cuidados y del hogar han pasado desapercibidas en la sociedad, confundiéndose con actos de amor y no reconociéndose como lo que son, trabajo que limita las oportunidades de desarrollo y movilidad social de quienes lo realizan. Por todo esto, es urgente detenernos a preguntarnos, si ellas cuidan de nosotros, ¿quién cuida de ellas? y cuando nosotras cuidemos, ¿quién va a apoyarnos en esa tarea?
En México, de acuerdo con datos del INEGI, las labores domésticas y de cuidado son realizadas en un 80% por mujeres, de quienes dependen la vida y el bienestar físico y emocional de otras personas, y que muchas veces ponen por encima de sus propias necesidades. Las cifras son claras, mientras los hombres dedican semanalmente 19 horas a labores de cuidado y tareas del hogar, las mujeres destinan un total de 43.
Pocas personas saben que el valor económico de estas labores es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos de la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM) 2020, del INEGI. Aun así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido. Es por ello que este 8 de marzo vale la pena cuestionarse, ¿cuál es la importancia de las labores de cuidados en la sociedad?, ¿qué consecuencias tiene en la vida de las mujeres absorber esa carga? y ¿qué se puede hacer para remunerarlas o distribuirlas equitativamente con los hombres?
La discusión alrededor de este tema se amplía cada vez más, de hecho, en noviembre de 2020, la Cámara de Diputados elevó a rango constitucional el derecho a cuidar y ser cuidado. A partir de entonces, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en colaboración con diputadas, senadoras, dependencias públicas e instituciones internacionales, comenzó a proyectar un Sistema Nacional de Cuidados, un conjunto de acciones, políticas públicas y reformas legislativas destinadas a contrarrestar la desigualdad que existe en la labor no remunerada de cuidados; sin embargo, esta iniciativa aún se encuentra detenida en el Congreso.
A pesar de que el Sistema Nacional de Cuidados aún no existe como tal, el gobierno sí destina un presupuesto a este objetivo, aunque de manera difusa, o sea, a través de categorías específicas: niñez, adultos mayores, discapacitados, etc. Sin embargo, al menos en el último sexenio, ha tenido un detrimento significativo. De acuerdo con datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), las horas de trabajo no remunerado de las mujeres han aumentado y en los últimos años el presupuesto para apoyar estas tareas ha disminuido en un 34.4%, ya que en 2017 era de 36 millones de pesos y para 2021 fue de 24,039.8 millones de pesos.
En ese contexto, diversos programas que apoyaban, por ejemplo, a madres trabajadoras, se han reducido o eliminado, tal es el caso del programa Escuelas de Tiempo Completo, el cual fue desaparecido por el gobierno para integrarlo al presupuesto general del plan La Escuela es Nuestra, que le otorga el apoyo directo a los padres de familia, regresando a sus manos la responsabilidad de atender a los niños. En la misma línea, el Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras, disminuyó un 44% entre 2016 y 2020.
Daniela Rea, periodista, documentalista, escritora y madre, explica lo que eso implica para millones de mamás que, a falta de apoyos, deben integrar a sus hijos en sus rutinas laborales: “no hay facilidades para que salgamos al mundo con los hijos, hay más lugares pet friendly que kid friendly, es más fácil que te dejen entrar a un lugar con un perro que con un hijo, es más fácil que haya bebederos para perros, que cambiadores de pañales en baños de hombres. Esta es una sociedad que no tiene espacios para ello, no tiene espacios para la curiosidad, para la creatividad, para el imprevisto, es una sociedad en donde los niños importan en la medida en la que sirvan como entes de consumo”. Su testimonio deja claro que, a lo demandante de la crianza, hay que sumarle la falta de políticas públicas y de infraestructura que apoye a madres y niños. Esto restringe a las mujeres a quedarse en casa, lo que limita sus oportunidades laborales, deportivas, culturales y recreativas, y eso tiene un impacto directo en su forma de relacionarse con el mundo. El Centro de Estudios Espinosa Yglesias ha concluido que esto incrementa en un 11% la desigualdad de oportunidades de las mujeres respecto a los hombres, mientras que para las personas que se encuentran en los niveles socioeconómicos más bajos, la cifra es del 38%.
Melissa Ayala, maestra en Derecho por Harvard y coordinadora del área de documentación y litigio de caso en GIRE, habla de ello: “la ausencia de un Sistema Nacional de Cuidados incrementa la desigualdad, impide la inserción plena en los ámbitos educativos, laborales, sociales y políticos, y restringe el acceso de las personas cuidadoras a la seguridad social, a la acumulación de bienes y patrimonio”, explica. “Cuando llega el momento del retiro, la mayoría de las mujeres que se han dedicado al cuidado de hombres no tienen ningún tipo de pensión o mecanismo de protección”.
Ante esto, surge una pregunta clave: ¿qué tendría que hacer el Estado para respaldar estas labores de cuidado? Daniela Rea ahonda en el tema: “una de las ideas es que se subsidie y se pague a las mujeres que cuidan, pero hay quien dice que pagarle a las mujeres que cuidan sigue fortaleciendo el círculo de que son ellas quienes tienen que hacerse cargo de esa labor; por lo que, entonces, tendría que haber un involucramiento de los hombres en esta responsabilidad, y me parece que tiene sentido, porque ponerle un valor económico al trabajo de cuidados es muy complicado”. Claro, calcular el costo del cuidado es muy complicado, porque no solo involucra tiempo y esfuerzo, sino cariño y ternura. ¿Cómo le asignamos un valor a eso?
Hoy en día los cuidados se resuelven bajo una lógica de mercado, quien puede pagarlo, contrata guarderías, enfermeros o enfermeras, niñeras, etc., que en su mayoría son soluciones privadas, mientras que no existen alternativas accesibles para toda la población.
“¿Cómo demandar que el Estado garantice este derecho?, pero que lo garantice no a partir de la explotación de las mujeres, sino con políticas públicas de cuidado. Pues lo que se necesita es gasto social, el Estado tiene que gastar”, comenta Natalia Flores Garrido, feminista, economista y socióloga especializada en estudios de género, y candidata a doctora en Sociología por la Nelson Mandela University.
La brecha de género no va a disminuir si el Estado no le ofrece a las mujeres una alternativa que proteja sus derechos, su libertad y su futuro.
Para saber más del tema, escucha el episodio completo de Semanario Gatopardo en voz de Fernanda Caso.
El valor económico de las labores de cuidado es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos del INEGI. Aún así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido y que recae en un 80% en las mujeres.
Año tras año las calles se llenan de verde y morado para recordarle a la población que es 8 de marzo, un día emblemático en la lucha por los derechos de las mujeres, aunque más allá de los colores y las consignas que retumban en el centro y las periferias de las ciudades en un día como hoy, se trata de una batalla que se pelea a diario, cada vez más de manera más intensa y desde diferentes frentes: la resistencia trans lucha por el reconocimiento de su identidad; las madres buscadoras no apagan la esperanza de encontrar a sus hijos e hijas; las jóvenes se movilizan para que ninguna mujer vuelva a ser criminalizada por abortar; y las trabajadoras sexuales y del hogar, alzan la voz por el reconocimiento legal de su labor.
Sin embargo, hay un tema que nos conecta a todas: las labores de cuidados. Todas las personas llegamos la edad adulta porque alguien en algún momento nos cuidó, y esa labor inmensa la asumen principalmente las mujeres, ya sea en su papel de madres, hermanas, abuelas, hijas, esposas, etc. Mujeres que dedican gran parte de su tiempo a mantener la calidad de vida de otres: uniformes limpios, comida caliente, limpieza del hogar, atención a los enfermos, a los discapacitados y los muchos cuidados que demanda la generación que comienza a vivir y aquella que ha envejecido.
A pesar de su importancia para la sociedad y el enorme esfuerzo que implican, las tareas de cuidados y del hogar han pasado desapercibidas en la sociedad, confundiéndose con actos de amor y no reconociéndose como lo que son, trabajo que limita las oportunidades de desarrollo y movilidad social de quienes lo realizan. Por todo esto, es urgente detenernos a preguntarnos, si ellas cuidan de nosotros, ¿quién cuida de ellas? y cuando nosotras cuidemos, ¿quién va a apoyarnos en esa tarea?
En México, de acuerdo con datos del INEGI, las labores domésticas y de cuidado son realizadas en un 80% por mujeres, de quienes dependen la vida y el bienestar físico y emocional de otras personas, y que muchas veces ponen por encima de sus propias necesidades. Las cifras son claras, mientras los hombres dedican semanalmente 19 horas a labores de cuidado y tareas del hogar, las mujeres destinan un total de 43.
Pocas personas saben que el valor económico de estas labores es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos de la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM) 2020, del INEGI. Aun así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido. Es por ello que este 8 de marzo vale la pena cuestionarse, ¿cuál es la importancia de las labores de cuidados en la sociedad?, ¿qué consecuencias tiene en la vida de las mujeres absorber esa carga? y ¿qué se puede hacer para remunerarlas o distribuirlas equitativamente con los hombres?
La discusión alrededor de este tema se amplía cada vez más, de hecho, en noviembre de 2020, la Cámara de Diputados elevó a rango constitucional el derecho a cuidar y ser cuidado. A partir de entonces, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en colaboración con diputadas, senadoras, dependencias públicas e instituciones internacionales, comenzó a proyectar un Sistema Nacional de Cuidados, un conjunto de acciones, políticas públicas y reformas legislativas destinadas a contrarrestar la desigualdad que existe en la labor no remunerada de cuidados; sin embargo, esta iniciativa aún se encuentra detenida en el Congreso.
A pesar de que el Sistema Nacional de Cuidados aún no existe como tal, el gobierno sí destina un presupuesto a este objetivo, aunque de manera difusa, o sea, a través de categorías específicas: niñez, adultos mayores, discapacitados, etc. Sin embargo, al menos en el último sexenio, ha tenido un detrimento significativo. De acuerdo con datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), las horas de trabajo no remunerado de las mujeres han aumentado y en los últimos años el presupuesto para apoyar estas tareas ha disminuido en un 34.4%, ya que en 2017 era de 36 millones de pesos y para 2021 fue de 24,039.8 millones de pesos.
En ese contexto, diversos programas que apoyaban, por ejemplo, a madres trabajadoras, se han reducido o eliminado, tal es el caso del programa Escuelas de Tiempo Completo, el cual fue desaparecido por el gobierno para integrarlo al presupuesto general del plan La Escuela es Nuestra, que le otorga el apoyo directo a los padres de familia, regresando a sus manos la responsabilidad de atender a los niños. En la misma línea, el Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras, disminuyó un 44% entre 2016 y 2020.
Daniela Rea, periodista, documentalista, escritora y madre, explica lo que eso implica para millones de mamás que, a falta de apoyos, deben integrar a sus hijos en sus rutinas laborales: “no hay facilidades para que salgamos al mundo con los hijos, hay más lugares pet friendly que kid friendly, es más fácil que te dejen entrar a un lugar con un perro que con un hijo, es más fácil que haya bebederos para perros, que cambiadores de pañales en baños de hombres. Esta es una sociedad que no tiene espacios para ello, no tiene espacios para la curiosidad, para la creatividad, para el imprevisto, es una sociedad en donde los niños importan en la medida en la que sirvan como entes de consumo”. Su testimonio deja claro que, a lo demandante de la crianza, hay que sumarle la falta de políticas públicas y de infraestructura que apoye a madres y niños. Esto restringe a las mujeres a quedarse en casa, lo que limita sus oportunidades laborales, deportivas, culturales y recreativas, y eso tiene un impacto directo en su forma de relacionarse con el mundo. El Centro de Estudios Espinosa Yglesias ha concluido que esto incrementa en un 11% la desigualdad de oportunidades de las mujeres respecto a los hombres, mientras que para las personas que se encuentran en los niveles socioeconómicos más bajos, la cifra es del 38%.
Melissa Ayala, maestra en Derecho por Harvard y coordinadora del área de documentación y litigio de caso en GIRE, habla de ello: “la ausencia de un Sistema Nacional de Cuidados incrementa la desigualdad, impide la inserción plena en los ámbitos educativos, laborales, sociales y políticos, y restringe el acceso de las personas cuidadoras a la seguridad social, a la acumulación de bienes y patrimonio”, explica. “Cuando llega el momento del retiro, la mayoría de las mujeres que se han dedicado al cuidado de hombres no tienen ningún tipo de pensión o mecanismo de protección”.
Ante esto, surge una pregunta clave: ¿qué tendría que hacer el Estado para respaldar estas labores de cuidado? Daniela Rea ahonda en el tema: “una de las ideas es que se subsidie y se pague a las mujeres que cuidan, pero hay quien dice que pagarle a las mujeres que cuidan sigue fortaleciendo el círculo de que son ellas quienes tienen que hacerse cargo de esa labor; por lo que, entonces, tendría que haber un involucramiento de los hombres en esta responsabilidad, y me parece que tiene sentido, porque ponerle un valor económico al trabajo de cuidados es muy complicado”. Claro, calcular el costo del cuidado es muy complicado, porque no solo involucra tiempo y esfuerzo, sino cariño y ternura. ¿Cómo le asignamos un valor a eso?
Hoy en día los cuidados se resuelven bajo una lógica de mercado, quien puede pagarlo, contrata guarderías, enfermeros o enfermeras, niñeras, etc., que en su mayoría son soluciones privadas, mientras que no existen alternativas accesibles para toda la población.
“¿Cómo demandar que el Estado garantice este derecho?, pero que lo garantice no a partir de la explotación de las mujeres, sino con políticas públicas de cuidado. Pues lo que se necesita es gasto social, el Estado tiene que gastar”, comenta Natalia Flores Garrido, feminista, economista y socióloga especializada en estudios de género, y candidata a doctora en Sociología por la Nelson Mandela University.
La brecha de género no va a disminuir si el Estado no le ofrece a las mujeres una alternativa que proteja sus derechos, su libertad y su futuro.
Para saber más del tema, escucha el episodio completo de Semanario Gatopardo en voz de Fernanda Caso.
El valor económico de las labores de cuidado es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos del INEGI. Aún así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido y que recae en un 80% en las mujeres.
Año tras año las calles se llenan de verde y morado para recordarle a la población que es 8 de marzo, un día emblemático en la lucha por los derechos de las mujeres, aunque más allá de los colores y las consignas que retumban en el centro y las periferias de las ciudades en un día como hoy, se trata de una batalla que se pelea a diario, cada vez más de manera más intensa y desde diferentes frentes: la resistencia trans lucha por el reconocimiento de su identidad; las madres buscadoras no apagan la esperanza de encontrar a sus hijos e hijas; las jóvenes se movilizan para que ninguna mujer vuelva a ser criminalizada por abortar; y las trabajadoras sexuales y del hogar, alzan la voz por el reconocimiento legal de su labor.
Sin embargo, hay un tema que nos conecta a todas: las labores de cuidados. Todas las personas llegamos la edad adulta porque alguien en algún momento nos cuidó, y esa labor inmensa la asumen principalmente las mujeres, ya sea en su papel de madres, hermanas, abuelas, hijas, esposas, etc. Mujeres que dedican gran parte de su tiempo a mantener la calidad de vida de otres: uniformes limpios, comida caliente, limpieza del hogar, atención a los enfermos, a los discapacitados y los muchos cuidados que demanda la generación que comienza a vivir y aquella que ha envejecido.
A pesar de su importancia para la sociedad y el enorme esfuerzo que implican, las tareas de cuidados y del hogar han pasado desapercibidas en la sociedad, confundiéndose con actos de amor y no reconociéndose como lo que son, trabajo que limita las oportunidades de desarrollo y movilidad social de quienes lo realizan. Por todo esto, es urgente detenernos a preguntarnos, si ellas cuidan de nosotros, ¿quién cuida de ellas? y cuando nosotras cuidemos, ¿quién va a apoyarnos en esa tarea?
En México, de acuerdo con datos del INEGI, las labores domésticas y de cuidado son realizadas en un 80% por mujeres, de quienes dependen la vida y el bienestar físico y emocional de otras personas, y que muchas veces ponen por encima de sus propias necesidades. Las cifras son claras, mientras los hombres dedican semanalmente 19 horas a labores de cuidado y tareas del hogar, las mujeres destinan un total de 43.
Pocas personas saben que el valor económico de estas labores es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos de la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM) 2020, del INEGI. Aun así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido. Es por ello que este 8 de marzo vale la pena cuestionarse, ¿cuál es la importancia de las labores de cuidados en la sociedad?, ¿qué consecuencias tiene en la vida de las mujeres absorber esa carga? y ¿qué se puede hacer para remunerarlas o distribuirlas equitativamente con los hombres?
La discusión alrededor de este tema se amplía cada vez más, de hecho, en noviembre de 2020, la Cámara de Diputados elevó a rango constitucional el derecho a cuidar y ser cuidado. A partir de entonces, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en colaboración con diputadas, senadoras, dependencias públicas e instituciones internacionales, comenzó a proyectar un Sistema Nacional de Cuidados, un conjunto de acciones, políticas públicas y reformas legislativas destinadas a contrarrestar la desigualdad que existe en la labor no remunerada de cuidados; sin embargo, esta iniciativa aún se encuentra detenida en el Congreso.
A pesar de que el Sistema Nacional de Cuidados aún no existe como tal, el gobierno sí destina un presupuesto a este objetivo, aunque de manera difusa, o sea, a través de categorías específicas: niñez, adultos mayores, discapacitados, etc. Sin embargo, al menos en el último sexenio, ha tenido un detrimento significativo. De acuerdo con datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), las horas de trabajo no remunerado de las mujeres han aumentado y en los últimos años el presupuesto para apoyar estas tareas ha disminuido en un 34.4%, ya que en 2017 era de 36 millones de pesos y para 2021 fue de 24,039.8 millones de pesos.
En ese contexto, diversos programas que apoyaban, por ejemplo, a madres trabajadoras, se han reducido o eliminado, tal es el caso del programa Escuelas de Tiempo Completo, el cual fue desaparecido por el gobierno para integrarlo al presupuesto general del plan La Escuela es Nuestra, que le otorga el apoyo directo a los padres de familia, regresando a sus manos la responsabilidad de atender a los niños. En la misma línea, el Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras, disminuyó un 44% entre 2016 y 2020.
Daniela Rea, periodista, documentalista, escritora y madre, explica lo que eso implica para millones de mamás que, a falta de apoyos, deben integrar a sus hijos en sus rutinas laborales: “no hay facilidades para que salgamos al mundo con los hijos, hay más lugares pet friendly que kid friendly, es más fácil que te dejen entrar a un lugar con un perro que con un hijo, es más fácil que haya bebederos para perros, que cambiadores de pañales en baños de hombres. Esta es una sociedad que no tiene espacios para ello, no tiene espacios para la curiosidad, para la creatividad, para el imprevisto, es una sociedad en donde los niños importan en la medida en la que sirvan como entes de consumo”. Su testimonio deja claro que, a lo demandante de la crianza, hay que sumarle la falta de políticas públicas y de infraestructura que apoye a madres y niños. Esto restringe a las mujeres a quedarse en casa, lo que limita sus oportunidades laborales, deportivas, culturales y recreativas, y eso tiene un impacto directo en su forma de relacionarse con el mundo. El Centro de Estudios Espinosa Yglesias ha concluido que esto incrementa en un 11% la desigualdad de oportunidades de las mujeres respecto a los hombres, mientras que para las personas que se encuentran en los niveles socioeconómicos más bajos, la cifra es del 38%.
Melissa Ayala, maestra en Derecho por Harvard y coordinadora del área de documentación y litigio de caso en GIRE, habla de ello: “la ausencia de un Sistema Nacional de Cuidados incrementa la desigualdad, impide la inserción plena en los ámbitos educativos, laborales, sociales y políticos, y restringe el acceso de las personas cuidadoras a la seguridad social, a la acumulación de bienes y patrimonio”, explica. “Cuando llega el momento del retiro, la mayoría de las mujeres que se han dedicado al cuidado de hombres no tienen ningún tipo de pensión o mecanismo de protección”.
Ante esto, surge una pregunta clave: ¿qué tendría que hacer el Estado para respaldar estas labores de cuidado? Daniela Rea ahonda en el tema: “una de las ideas es que se subsidie y se pague a las mujeres que cuidan, pero hay quien dice que pagarle a las mujeres que cuidan sigue fortaleciendo el círculo de que son ellas quienes tienen que hacerse cargo de esa labor; por lo que, entonces, tendría que haber un involucramiento de los hombres en esta responsabilidad, y me parece que tiene sentido, porque ponerle un valor económico al trabajo de cuidados es muy complicado”. Claro, calcular el costo del cuidado es muy complicado, porque no solo involucra tiempo y esfuerzo, sino cariño y ternura. ¿Cómo le asignamos un valor a eso?
Hoy en día los cuidados se resuelven bajo una lógica de mercado, quien puede pagarlo, contrata guarderías, enfermeros o enfermeras, niñeras, etc., que en su mayoría son soluciones privadas, mientras que no existen alternativas accesibles para toda la población.
“¿Cómo demandar que el Estado garantice este derecho?, pero que lo garantice no a partir de la explotación de las mujeres, sino con políticas públicas de cuidado. Pues lo que se necesita es gasto social, el Estado tiene que gastar”, comenta Natalia Flores Garrido, feminista, economista y socióloga especializada en estudios de género, y candidata a doctora en Sociología por la Nelson Mandela University.
La brecha de género no va a disminuir si el Estado no le ofrece a las mujeres una alternativa que proteja sus derechos, su libertad y su futuro.
Para saber más del tema, escucha el episodio completo de Semanario Gatopardo en voz de Fernanda Caso.
El valor económico de las labores de cuidado es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos del INEGI. Aún así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido y que recae en un 80% en las mujeres.
Año tras año las calles se llenan de verde y morado para recordarle a la población que es 8 de marzo, un día emblemático en la lucha por los derechos de las mujeres, aunque más allá de los colores y las consignas que retumban en el centro y las periferias de las ciudades en un día como hoy, se trata de una batalla que se pelea a diario, cada vez más de manera más intensa y desde diferentes frentes: la resistencia trans lucha por el reconocimiento de su identidad; las madres buscadoras no apagan la esperanza de encontrar a sus hijos e hijas; las jóvenes se movilizan para que ninguna mujer vuelva a ser criminalizada por abortar; y las trabajadoras sexuales y del hogar, alzan la voz por el reconocimiento legal de su labor.
Sin embargo, hay un tema que nos conecta a todas: las labores de cuidados. Todas las personas llegamos la edad adulta porque alguien en algún momento nos cuidó, y esa labor inmensa la asumen principalmente las mujeres, ya sea en su papel de madres, hermanas, abuelas, hijas, esposas, etc. Mujeres que dedican gran parte de su tiempo a mantener la calidad de vida de otres: uniformes limpios, comida caliente, limpieza del hogar, atención a los enfermos, a los discapacitados y los muchos cuidados que demanda la generación que comienza a vivir y aquella que ha envejecido.
A pesar de su importancia para la sociedad y el enorme esfuerzo que implican, las tareas de cuidados y del hogar han pasado desapercibidas en la sociedad, confundiéndose con actos de amor y no reconociéndose como lo que son, trabajo que limita las oportunidades de desarrollo y movilidad social de quienes lo realizan. Por todo esto, es urgente detenernos a preguntarnos, si ellas cuidan de nosotros, ¿quién cuida de ellas? y cuando nosotras cuidemos, ¿quién va a apoyarnos en esa tarea?
En México, de acuerdo con datos del INEGI, las labores domésticas y de cuidado son realizadas en un 80% por mujeres, de quienes dependen la vida y el bienestar físico y emocional de otras personas, y que muchas veces ponen por encima de sus propias necesidades. Las cifras son claras, mientras los hombres dedican semanalmente 19 horas a labores de cuidado y tareas del hogar, las mujeres destinan un total de 43.
Pocas personas saben que el valor económico de estas labores es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos de la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM) 2020, del INEGI. Aun así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido. Es por ello que este 8 de marzo vale la pena cuestionarse, ¿cuál es la importancia de las labores de cuidados en la sociedad?, ¿qué consecuencias tiene en la vida de las mujeres absorber esa carga? y ¿qué se puede hacer para remunerarlas o distribuirlas equitativamente con los hombres?
La discusión alrededor de este tema se amplía cada vez más, de hecho, en noviembre de 2020, la Cámara de Diputados elevó a rango constitucional el derecho a cuidar y ser cuidado. A partir de entonces, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en colaboración con diputadas, senadoras, dependencias públicas e instituciones internacionales, comenzó a proyectar un Sistema Nacional de Cuidados, un conjunto de acciones, políticas públicas y reformas legislativas destinadas a contrarrestar la desigualdad que existe en la labor no remunerada de cuidados; sin embargo, esta iniciativa aún se encuentra detenida en el Congreso.
A pesar de que el Sistema Nacional de Cuidados aún no existe como tal, el gobierno sí destina un presupuesto a este objetivo, aunque de manera difusa, o sea, a través de categorías específicas: niñez, adultos mayores, discapacitados, etc. Sin embargo, al menos en el último sexenio, ha tenido un detrimento significativo. De acuerdo con datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), las horas de trabajo no remunerado de las mujeres han aumentado y en los últimos años el presupuesto para apoyar estas tareas ha disminuido en un 34.4%, ya que en 2017 era de 36 millones de pesos y para 2021 fue de 24,039.8 millones de pesos.
En ese contexto, diversos programas que apoyaban, por ejemplo, a madres trabajadoras, se han reducido o eliminado, tal es el caso del programa Escuelas de Tiempo Completo, el cual fue desaparecido por el gobierno para integrarlo al presupuesto general del plan La Escuela es Nuestra, que le otorga el apoyo directo a los padres de familia, regresando a sus manos la responsabilidad de atender a los niños. En la misma línea, el Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras, disminuyó un 44% entre 2016 y 2020.
Daniela Rea, periodista, documentalista, escritora y madre, explica lo que eso implica para millones de mamás que, a falta de apoyos, deben integrar a sus hijos en sus rutinas laborales: “no hay facilidades para que salgamos al mundo con los hijos, hay más lugares pet friendly que kid friendly, es más fácil que te dejen entrar a un lugar con un perro que con un hijo, es más fácil que haya bebederos para perros, que cambiadores de pañales en baños de hombres. Esta es una sociedad que no tiene espacios para ello, no tiene espacios para la curiosidad, para la creatividad, para el imprevisto, es una sociedad en donde los niños importan en la medida en la que sirvan como entes de consumo”. Su testimonio deja claro que, a lo demandante de la crianza, hay que sumarle la falta de políticas públicas y de infraestructura que apoye a madres y niños. Esto restringe a las mujeres a quedarse en casa, lo que limita sus oportunidades laborales, deportivas, culturales y recreativas, y eso tiene un impacto directo en su forma de relacionarse con el mundo. El Centro de Estudios Espinosa Yglesias ha concluido que esto incrementa en un 11% la desigualdad de oportunidades de las mujeres respecto a los hombres, mientras que para las personas que se encuentran en los niveles socioeconómicos más bajos, la cifra es del 38%.
Melissa Ayala, maestra en Derecho por Harvard y coordinadora del área de documentación y litigio de caso en GIRE, habla de ello: “la ausencia de un Sistema Nacional de Cuidados incrementa la desigualdad, impide la inserción plena en los ámbitos educativos, laborales, sociales y políticos, y restringe el acceso de las personas cuidadoras a la seguridad social, a la acumulación de bienes y patrimonio”, explica. “Cuando llega el momento del retiro, la mayoría de las mujeres que se han dedicado al cuidado de hombres no tienen ningún tipo de pensión o mecanismo de protección”.
Ante esto, surge una pregunta clave: ¿qué tendría que hacer el Estado para respaldar estas labores de cuidado? Daniela Rea ahonda en el tema: “una de las ideas es que se subsidie y se pague a las mujeres que cuidan, pero hay quien dice que pagarle a las mujeres que cuidan sigue fortaleciendo el círculo de que son ellas quienes tienen que hacerse cargo de esa labor; por lo que, entonces, tendría que haber un involucramiento de los hombres en esta responsabilidad, y me parece que tiene sentido, porque ponerle un valor económico al trabajo de cuidados es muy complicado”. Claro, calcular el costo del cuidado es muy complicado, porque no solo involucra tiempo y esfuerzo, sino cariño y ternura. ¿Cómo le asignamos un valor a eso?
Hoy en día los cuidados se resuelven bajo una lógica de mercado, quien puede pagarlo, contrata guarderías, enfermeros o enfermeras, niñeras, etc., que en su mayoría son soluciones privadas, mientras que no existen alternativas accesibles para toda la población.
“¿Cómo demandar que el Estado garantice este derecho?, pero que lo garantice no a partir de la explotación de las mujeres, sino con políticas públicas de cuidado. Pues lo que se necesita es gasto social, el Estado tiene que gastar”, comenta Natalia Flores Garrido, feminista, economista y socióloga especializada en estudios de género, y candidata a doctora en Sociología por la Nelson Mandela University.
La brecha de género no va a disminuir si el Estado no le ofrece a las mujeres una alternativa que proteja sus derechos, su libertad y su futuro.
Para saber más del tema, escucha el episodio completo de Semanario Gatopardo en voz de Fernanda Caso.
El valor económico de las labores de cuidado es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos del INEGI. Aún así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido y que recae en un 80% en las mujeres.
Año tras año las calles se llenan de verde y morado para recordarle a la población que es 8 de marzo, un día emblemático en la lucha por los derechos de las mujeres, aunque más allá de los colores y las consignas que retumban en el centro y las periferias de las ciudades en un día como hoy, se trata de una batalla que se pelea a diario, cada vez más de manera más intensa y desde diferentes frentes: la resistencia trans lucha por el reconocimiento de su identidad; las madres buscadoras no apagan la esperanza de encontrar a sus hijos e hijas; las jóvenes se movilizan para que ninguna mujer vuelva a ser criminalizada por abortar; y las trabajadoras sexuales y del hogar, alzan la voz por el reconocimiento legal de su labor.
Sin embargo, hay un tema que nos conecta a todas: las labores de cuidados. Todas las personas llegamos la edad adulta porque alguien en algún momento nos cuidó, y esa labor inmensa la asumen principalmente las mujeres, ya sea en su papel de madres, hermanas, abuelas, hijas, esposas, etc. Mujeres que dedican gran parte de su tiempo a mantener la calidad de vida de otres: uniformes limpios, comida caliente, limpieza del hogar, atención a los enfermos, a los discapacitados y los muchos cuidados que demanda la generación que comienza a vivir y aquella que ha envejecido.
A pesar de su importancia para la sociedad y el enorme esfuerzo que implican, las tareas de cuidados y del hogar han pasado desapercibidas en la sociedad, confundiéndose con actos de amor y no reconociéndose como lo que son, trabajo que limita las oportunidades de desarrollo y movilidad social de quienes lo realizan. Por todo esto, es urgente detenernos a preguntarnos, si ellas cuidan de nosotros, ¿quién cuida de ellas? y cuando nosotras cuidemos, ¿quién va a apoyarnos en esa tarea?
En México, de acuerdo con datos del INEGI, las labores domésticas y de cuidado son realizadas en un 80% por mujeres, de quienes dependen la vida y el bienestar físico y emocional de otras personas, y que muchas veces ponen por encima de sus propias necesidades. Las cifras son claras, mientras los hombres dedican semanalmente 19 horas a labores de cuidado y tareas del hogar, las mujeres destinan un total de 43.
Pocas personas saben que el valor económico de estas labores es tan grande que se calcula en 6.4 billones de pesos, equivalentes a 27.6% del PIB nacional, según datos de la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM) 2020, del INEGI. Aun así, es un esfuerzo que suele pasar desapercibido. Es por ello que este 8 de marzo vale la pena cuestionarse, ¿cuál es la importancia de las labores de cuidados en la sociedad?, ¿qué consecuencias tiene en la vida de las mujeres absorber esa carga? y ¿qué se puede hacer para remunerarlas o distribuirlas equitativamente con los hombres?
La discusión alrededor de este tema se amplía cada vez más, de hecho, en noviembre de 2020, la Cámara de Diputados elevó a rango constitucional el derecho a cuidar y ser cuidado. A partir de entonces, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en colaboración con diputadas, senadoras, dependencias públicas e instituciones internacionales, comenzó a proyectar un Sistema Nacional de Cuidados, un conjunto de acciones, políticas públicas y reformas legislativas destinadas a contrarrestar la desigualdad que existe en la labor no remunerada de cuidados; sin embargo, esta iniciativa aún se encuentra detenida en el Congreso.
A pesar de que el Sistema Nacional de Cuidados aún no existe como tal, el gobierno sí destina un presupuesto a este objetivo, aunque de manera difusa, o sea, a través de categorías específicas: niñez, adultos mayores, discapacitados, etc. Sin embargo, al menos en el último sexenio, ha tenido un detrimento significativo. De acuerdo con datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), las horas de trabajo no remunerado de las mujeres han aumentado y en los últimos años el presupuesto para apoyar estas tareas ha disminuido en un 34.4%, ya que en 2017 era de 36 millones de pesos y para 2021 fue de 24,039.8 millones de pesos.
En ese contexto, diversos programas que apoyaban, por ejemplo, a madres trabajadoras, se han reducido o eliminado, tal es el caso del programa Escuelas de Tiempo Completo, el cual fue desaparecido por el gobierno para integrarlo al presupuesto general del plan La Escuela es Nuestra, que le otorga el apoyo directo a los padres de familia, regresando a sus manos la responsabilidad de atender a los niños. En la misma línea, el Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras, disminuyó un 44% entre 2016 y 2020.
Daniela Rea, periodista, documentalista, escritora y madre, explica lo que eso implica para millones de mamás que, a falta de apoyos, deben integrar a sus hijos en sus rutinas laborales: “no hay facilidades para que salgamos al mundo con los hijos, hay más lugares pet friendly que kid friendly, es más fácil que te dejen entrar a un lugar con un perro que con un hijo, es más fácil que haya bebederos para perros, que cambiadores de pañales en baños de hombres. Esta es una sociedad que no tiene espacios para ello, no tiene espacios para la curiosidad, para la creatividad, para el imprevisto, es una sociedad en donde los niños importan en la medida en la que sirvan como entes de consumo”. Su testimonio deja claro que, a lo demandante de la crianza, hay que sumarle la falta de políticas públicas y de infraestructura que apoye a madres y niños. Esto restringe a las mujeres a quedarse en casa, lo que limita sus oportunidades laborales, deportivas, culturales y recreativas, y eso tiene un impacto directo en su forma de relacionarse con el mundo. El Centro de Estudios Espinosa Yglesias ha concluido que esto incrementa en un 11% la desigualdad de oportunidades de las mujeres respecto a los hombres, mientras que para las personas que se encuentran en los niveles socioeconómicos más bajos, la cifra es del 38%.
Melissa Ayala, maestra en Derecho por Harvard y coordinadora del área de documentación y litigio de caso en GIRE, habla de ello: “la ausencia de un Sistema Nacional de Cuidados incrementa la desigualdad, impide la inserción plena en los ámbitos educativos, laborales, sociales y políticos, y restringe el acceso de las personas cuidadoras a la seguridad social, a la acumulación de bienes y patrimonio”, explica. “Cuando llega el momento del retiro, la mayoría de las mujeres que se han dedicado al cuidado de hombres no tienen ningún tipo de pensión o mecanismo de protección”.
Ante esto, surge una pregunta clave: ¿qué tendría que hacer el Estado para respaldar estas labores de cuidado? Daniela Rea ahonda en el tema: “una de las ideas es que se subsidie y se pague a las mujeres que cuidan, pero hay quien dice que pagarle a las mujeres que cuidan sigue fortaleciendo el círculo de que son ellas quienes tienen que hacerse cargo de esa labor; por lo que, entonces, tendría que haber un involucramiento de los hombres en esta responsabilidad, y me parece que tiene sentido, porque ponerle un valor económico al trabajo de cuidados es muy complicado”. Claro, calcular el costo del cuidado es muy complicado, porque no solo involucra tiempo y esfuerzo, sino cariño y ternura. ¿Cómo le asignamos un valor a eso?
Hoy en día los cuidados se resuelven bajo una lógica de mercado, quien puede pagarlo, contrata guarderías, enfermeros o enfermeras, niñeras, etc., que en su mayoría son soluciones privadas, mientras que no existen alternativas accesibles para toda la población.
“¿Cómo demandar que el Estado garantice este derecho?, pero que lo garantice no a partir de la explotación de las mujeres, sino con políticas públicas de cuidado. Pues lo que se necesita es gasto social, el Estado tiene que gastar”, comenta Natalia Flores Garrido, feminista, economista y socióloga especializada en estudios de género, y candidata a doctora en Sociología por la Nelson Mandela University.
La brecha de género no va a disminuir si el Estado no le ofrece a las mujeres una alternativa que proteja sus derechos, su libertad y su futuro.
Para saber más del tema, escucha el episodio completo de Semanario Gatopardo en voz de Fernanda Caso.
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