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Eduardo Sacheri: Más que futbol

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El escritor argentino Eduardo Sacheri se encuentra de gira por su novela ganadora del Premio Alfaguara: "La noche de la Usina".

Entre el 1° y 4 de septiembre, se llevará a cabo la sexta edición del Hay Festival en México. La sede se ha mudado a la ciudad de Querétaro, donde se reunirán escritores, periodistas, editores, músicos y divulgadores culturales e intelectuales provenientes de 17 países. Éstas son algunas de las voces que charlarán sobre su visión del mundo.Si no fuera por todas las entrevistas en las que aparece sonriendo y de buen humor, uno pensaría, un tanto llevado por la fuerza de su mirada y lo grave de su voz, que Eduardo Sacheri es un hombre poco afecto a las entrevistas. Son las 10 am en Argentina, las 8 am en la Ciudad de México. La llamada comienza de forma abrupta, y dice sin más preámbulos: “Dale, comencemos pronto, por favor”. La primera pregunta es obligada: su relación casi mimética con el futbol. Es inevitable preguntarlo: aparece en cuentos, novelas y guiones de cine que ha escrito. Aparece en columnas deportivas y lo entrevistan los comentaristas de la televisión. Sacheri contesta con un resoplido, muy argentino: “Che, ¿sabes?, el etiquetamiento a veces molesta un poco. Es muy habitual encontrarte en una entrevista que te digan: ‘Eh, Sacheri, el futbol siempre aparece en tus libros…’ y después viene la pregunta”.Se nota un poco de cansancio en su voz, pero después todo fluye, se ríe, habla de su vida. También aclara que no tiene nada en contra de los periodistas. De hecho, parece que le simpatizan. Nació en Castelar, provincia bonaerense, en 1967. Habla con gracia y con inteligencia. Sus respuestas son tan meticulosas que suenan ensayadas. En parte, quizá, por su condición de narrador, pero también por su formación metódica: es licenciado en Historia. Esa misma meticulosidad se lee en todos los diálogos de sus novelas. Quien lee a Sacheri se encuentra con el esmero de un escritor para que sus personajes interactúen con una fuerza vívida, como una charla cotidiana, de café. En ese sentido, Sacheri es un autor de diálogos accidentales complejamente engarzados.

Eduardo Sacheri

Con el Premio Alfaguara, que acaba de obtener en abril de este año por su novela La noche de la Usina, la promoción se ha vuelto más intensa que con sus novelas pasadas. Se le ve en programas de televisión, se le escucha en la radio, el libro se ve entre las recomendaciones en revistas y sobre las mesas de novedades de las librerías. Pero contrario a lo que uno pensaría, no le molesta estar de gira. Sus respuestas podrán tener el tono del cansancio de tan repetidas, pero al mismo tiempo ve un pro entre toda esta marejada de entrevistas: la visibilidad que tendrá su nombre. “Un premio como el Alfaguara me permite llegar a nuevos lectores”, dice Sacheri. “Después habrá que ver qué pasa, si a la gente le gustó o no le gustó cómo escribís”.La imagen que Sacheri tenía sobre sí mismo era muy diferente a la que hoy muestra ante las cámaras. De adolescente pensó en la posibilidad de dedicarse al futbol, aunque no lo pensó demasiado en serio. “Por falta de talento”, bromea. La realidad es que su padre murió cuando él era adolescente, y su madre, odontóloga, le insistía a él y a sus hermanos que los estudios eran fundamentales para sacar a la familia adelante. “Pensar en algo tan azaroso como probar suerte en el futbol no sonaba tan buena idea. Y al final, creo que mi madre hizo bien: quizá mis habilidades para el futbol no daban para tanto.”[read more]Finalmente estudió Historia, materia que hasta la fecha imparte. Tenía tal vez 25 años cuando comenzó a escribir algunos cuentos, más por catarsis que por hacer alarde de sus habilidades narrativas. A nadie le daba a leer sus cuentos. Tenía pudor. Hasta que finalmente le contó a su esposa, más como una explicación sobre qué hacía despierto por las noches en lugar de estar en la cama que por otra cosa.De entre los cuentos que escribía había algunos de futbol, algunos de los cuales los dio a leer a una estación de radio en Argentina. Hasta que llegó su primera antología, Esperándolo a Tito. Y después su mayor éxito, La pregunta de sus ojos, que el director Juan José Campanella adaptó al cine como El secreto de sus ojos —con Sacheri como guionista—, y que ganó el Oscar en 2009 a Mejor Película Extranjera. En 2015, se estrenó una versión estadounidense menos afortunada, por cierto, Secret in Their Eyes, con Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor.La noche de la Usina está ambientada en O’Connor, un pueblo ficticio argentino, durante el periodo conocido como “el corralito”, en 2001, cuando el presidente Fernando de la Rúa restringió la disposición de efectivo de cuentas corrientes y cajas de ahorro, con la finalidad de no dejar sin fondos a los bancos. El resto es historia: un país en crisis, un presidente destituido y millones de personas sumidas en la más terrible de las miserias. Aprovechando este escenario de terror, Sacheri escribe una historia sobre la revancha de los vencidos, una especie de remake de Robin Hood donde los pobres le roban al ladrón para hacer un negocio que vuelva a generar empleos.Lo ha dicho varias veces: con la partida que le tocó del premio cinematográfico, Sacheri se compró la casa donde ahora vive. Con los 175,000 dólares del Alfaguara compró dos departamentos para sus hijos. Mientras tanto, casi como una manda, Sacheri se obliga a escribir siempre desde diferentes trincheras: amor, amistad, futbol, después más amor, y así, sin repetirse. Lucha todo el tiempo contra la posibilidad de ya no tener temas para escribir. Aunque dice que no le ha pasado. Se blinda ante la catástrofe de la página en blanco con un constante maquineo de ideas en su mente. Por ahora, Sacheri sigue escribiendo. Son historias de toda índole, de gente común y frágil, como él; gente librando batallas a las que cualquiera de nosotros podría enfrentarse y de las que pocas veces, entre la perversidad que nos gobierna, podemos salir triunfantes.[/read]

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El escritor argentino Eduardo Sacheri se encuentra de gira por su novela ganadora del Premio Alfaguara: "La noche de la Usina".

Entre el 1° y 4 de septiembre, se llevará a cabo la sexta edición del Hay Festival en México. La sede se ha mudado a la ciudad de Querétaro, donde se reunirán escritores, periodistas, editores, músicos y divulgadores culturales e intelectuales provenientes de 17 países. Éstas son algunas de las voces que charlarán sobre su visión del mundo.Si no fuera por todas las entrevistas en las que aparece sonriendo y de buen humor, uno pensaría, un tanto llevado por la fuerza de su mirada y lo grave de su voz, que Eduardo Sacheri es un hombre poco afecto a las entrevistas. Son las 10 am en Argentina, las 8 am en la Ciudad de México. La llamada comienza de forma abrupta, y dice sin más preámbulos: “Dale, comencemos pronto, por favor”. La primera pregunta es obligada: su relación casi mimética con el futbol. Es inevitable preguntarlo: aparece en cuentos, novelas y guiones de cine que ha escrito. Aparece en columnas deportivas y lo entrevistan los comentaristas de la televisión. Sacheri contesta con un resoplido, muy argentino: “Che, ¿sabes?, el etiquetamiento a veces molesta un poco. Es muy habitual encontrarte en una entrevista que te digan: ‘Eh, Sacheri, el futbol siempre aparece en tus libros…’ y después viene la pregunta”.Se nota un poco de cansancio en su voz, pero después todo fluye, se ríe, habla de su vida. También aclara que no tiene nada en contra de los periodistas. De hecho, parece que le simpatizan. Nació en Castelar, provincia bonaerense, en 1967. Habla con gracia y con inteligencia. Sus respuestas son tan meticulosas que suenan ensayadas. En parte, quizá, por su condición de narrador, pero también por su formación metódica: es licenciado en Historia. Esa misma meticulosidad se lee en todos los diálogos de sus novelas. Quien lee a Sacheri se encuentra con el esmero de un escritor para que sus personajes interactúen con una fuerza vívida, como una charla cotidiana, de café. En ese sentido, Sacheri es un autor de diálogos accidentales complejamente engarzados.

Eduardo Sacheri

Con el Premio Alfaguara, que acaba de obtener en abril de este año por su novela La noche de la Usina, la promoción se ha vuelto más intensa que con sus novelas pasadas. Se le ve en programas de televisión, se le escucha en la radio, el libro se ve entre las recomendaciones en revistas y sobre las mesas de novedades de las librerías. Pero contrario a lo que uno pensaría, no le molesta estar de gira. Sus respuestas podrán tener el tono del cansancio de tan repetidas, pero al mismo tiempo ve un pro entre toda esta marejada de entrevistas: la visibilidad que tendrá su nombre. “Un premio como el Alfaguara me permite llegar a nuevos lectores”, dice Sacheri. “Después habrá que ver qué pasa, si a la gente le gustó o no le gustó cómo escribís”.La imagen que Sacheri tenía sobre sí mismo era muy diferente a la que hoy muestra ante las cámaras. De adolescente pensó en la posibilidad de dedicarse al futbol, aunque no lo pensó demasiado en serio. “Por falta de talento”, bromea. La realidad es que su padre murió cuando él era adolescente, y su madre, odontóloga, le insistía a él y a sus hermanos que los estudios eran fundamentales para sacar a la familia adelante. “Pensar en algo tan azaroso como probar suerte en el futbol no sonaba tan buena idea. Y al final, creo que mi madre hizo bien: quizá mis habilidades para el futbol no daban para tanto.”[read more]Finalmente estudió Historia, materia que hasta la fecha imparte. Tenía tal vez 25 años cuando comenzó a escribir algunos cuentos, más por catarsis que por hacer alarde de sus habilidades narrativas. A nadie le daba a leer sus cuentos. Tenía pudor. Hasta que finalmente le contó a su esposa, más como una explicación sobre qué hacía despierto por las noches en lugar de estar en la cama que por otra cosa.De entre los cuentos que escribía había algunos de futbol, algunos de los cuales los dio a leer a una estación de radio en Argentina. Hasta que llegó su primera antología, Esperándolo a Tito. Y después su mayor éxito, La pregunta de sus ojos, que el director Juan José Campanella adaptó al cine como El secreto de sus ojos —con Sacheri como guionista—, y que ganó el Oscar en 2009 a Mejor Película Extranjera. En 2015, se estrenó una versión estadounidense menos afortunada, por cierto, Secret in Their Eyes, con Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor.La noche de la Usina está ambientada en O’Connor, un pueblo ficticio argentino, durante el periodo conocido como “el corralito”, en 2001, cuando el presidente Fernando de la Rúa restringió la disposición de efectivo de cuentas corrientes y cajas de ahorro, con la finalidad de no dejar sin fondos a los bancos. El resto es historia: un país en crisis, un presidente destituido y millones de personas sumidas en la más terrible de las miserias. Aprovechando este escenario de terror, Sacheri escribe una historia sobre la revancha de los vencidos, una especie de remake de Robin Hood donde los pobres le roban al ladrón para hacer un negocio que vuelva a generar empleos.Lo ha dicho varias veces: con la partida que le tocó del premio cinematográfico, Sacheri se compró la casa donde ahora vive. Con los 175,000 dólares del Alfaguara compró dos departamentos para sus hijos. Mientras tanto, casi como una manda, Sacheri se obliga a escribir siempre desde diferentes trincheras: amor, amistad, futbol, después más amor, y así, sin repetirse. Lucha todo el tiempo contra la posibilidad de ya no tener temas para escribir. Aunque dice que no le ha pasado. Se blinda ante la catástrofe de la página en blanco con un constante maquineo de ideas en su mente. Por ahora, Sacheri sigue escribiendo. Son historias de toda índole, de gente común y frágil, como él; gente librando batallas a las que cualquiera de nosotros podría enfrentarse y de las que pocas veces, entre la perversidad que nos gobierna, podemos salir triunfantes.[/read]

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Entre el 1° y 4 de septiembre, se llevará a cabo la sexta edición del Hay Festival en México. La sede se ha mudado a la ciudad de Querétaro, donde se reunirán escritores, periodistas, editores, músicos y divulgadores culturales e intelectuales provenientes de 17 países. Éstas son algunas de las voces que charlarán sobre su visión del mundo.Si no fuera por todas las entrevistas en las que aparece sonriendo y de buen humor, uno pensaría, un tanto llevado por la fuerza de su mirada y lo grave de su voz, que Eduardo Sacheri es un hombre poco afecto a las entrevistas. Son las 10 am en Argentina, las 8 am en la Ciudad de México. La llamada comienza de forma abrupta, y dice sin más preámbulos: “Dale, comencemos pronto, por favor”. La primera pregunta es obligada: su relación casi mimética con el futbol. Es inevitable preguntarlo: aparece en cuentos, novelas y guiones de cine que ha escrito. Aparece en columnas deportivas y lo entrevistan los comentaristas de la televisión. Sacheri contesta con un resoplido, muy argentino: “Che, ¿sabes?, el etiquetamiento a veces molesta un poco. Es muy habitual encontrarte en una entrevista que te digan: ‘Eh, Sacheri, el futbol siempre aparece en tus libros…’ y después viene la pregunta”.Se nota un poco de cansancio en su voz, pero después todo fluye, se ríe, habla de su vida. También aclara que no tiene nada en contra de los periodistas. De hecho, parece que le simpatizan. Nació en Castelar, provincia bonaerense, en 1967. Habla con gracia y con inteligencia. Sus respuestas son tan meticulosas que suenan ensayadas. En parte, quizá, por su condición de narrador, pero también por su formación metódica: es licenciado en Historia. Esa misma meticulosidad se lee en todos los diálogos de sus novelas. Quien lee a Sacheri se encuentra con el esmero de un escritor para que sus personajes interactúen con una fuerza vívida, como una charla cotidiana, de café. En ese sentido, Sacheri es un autor de diálogos accidentales complejamente engarzados.

Eduardo Sacheri

Con el Premio Alfaguara, que acaba de obtener en abril de este año por su novela La noche de la Usina, la promoción se ha vuelto más intensa que con sus novelas pasadas. Se le ve en programas de televisión, se le escucha en la radio, el libro se ve entre las recomendaciones en revistas y sobre las mesas de novedades de las librerías. Pero contrario a lo que uno pensaría, no le molesta estar de gira. Sus respuestas podrán tener el tono del cansancio de tan repetidas, pero al mismo tiempo ve un pro entre toda esta marejada de entrevistas: la visibilidad que tendrá su nombre. “Un premio como el Alfaguara me permite llegar a nuevos lectores”, dice Sacheri. “Después habrá que ver qué pasa, si a la gente le gustó o no le gustó cómo escribís”.La imagen que Sacheri tenía sobre sí mismo era muy diferente a la que hoy muestra ante las cámaras. De adolescente pensó en la posibilidad de dedicarse al futbol, aunque no lo pensó demasiado en serio. “Por falta de talento”, bromea. La realidad es que su padre murió cuando él era adolescente, y su madre, odontóloga, le insistía a él y a sus hermanos que los estudios eran fundamentales para sacar a la familia adelante. “Pensar en algo tan azaroso como probar suerte en el futbol no sonaba tan buena idea. Y al final, creo que mi madre hizo bien: quizá mis habilidades para el futbol no daban para tanto.”[read more]Finalmente estudió Historia, materia que hasta la fecha imparte. Tenía tal vez 25 años cuando comenzó a escribir algunos cuentos, más por catarsis que por hacer alarde de sus habilidades narrativas. A nadie le daba a leer sus cuentos. Tenía pudor. Hasta que finalmente le contó a su esposa, más como una explicación sobre qué hacía despierto por las noches en lugar de estar en la cama que por otra cosa.De entre los cuentos que escribía había algunos de futbol, algunos de los cuales los dio a leer a una estación de radio en Argentina. Hasta que llegó su primera antología, Esperándolo a Tito. Y después su mayor éxito, La pregunta de sus ojos, que el director Juan José Campanella adaptó al cine como El secreto de sus ojos —con Sacheri como guionista—, y que ganó el Oscar en 2009 a Mejor Película Extranjera. En 2015, se estrenó una versión estadounidense menos afortunada, por cierto, Secret in Their Eyes, con Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor.La noche de la Usina está ambientada en O’Connor, un pueblo ficticio argentino, durante el periodo conocido como “el corralito”, en 2001, cuando el presidente Fernando de la Rúa restringió la disposición de efectivo de cuentas corrientes y cajas de ahorro, con la finalidad de no dejar sin fondos a los bancos. El resto es historia: un país en crisis, un presidente destituido y millones de personas sumidas en la más terrible de las miserias. Aprovechando este escenario de terror, Sacheri escribe una historia sobre la revancha de los vencidos, una especie de remake de Robin Hood donde los pobres le roban al ladrón para hacer un negocio que vuelva a generar empleos.Lo ha dicho varias veces: con la partida que le tocó del premio cinematográfico, Sacheri se compró la casa donde ahora vive. Con los 175,000 dólares del Alfaguara compró dos departamentos para sus hijos. Mientras tanto, casi como una manda, Sacheri se obliga a escribir siempre desde diferentes trincheras: amor, amistad, futbol, después más amor, y así, sin repetirse. Lucha todo el tiempo contra la posibilidad de ya no tener temas para escribir. Aunque dice que no le ha pasado. Se blinda ante la catástrofe de la página en blanco con un constante maquineo de ideas en su mente. Por ahora, Sacheri sigue escribiendo. Son historias de toda índole, de gente común y frágil, como él; gente librando batallas a las que cualquiera de nosotros podría enfrentarse y de las que pocas veces, entre la perversidad que nos gobierna, podemos salir triunfantes.[/read]

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Entre el 1° y 4 de septiembre, se llevará a cabo la sexta edición del Hay Festival en México. La sede se ha mudado a la ciudad de Querétaro, donde se reunirán escritores, periodistas, editores, músicos y divulgadores culturales e intelectuales provenientes de 17 países. Éstas son algunas de las voces que charlarán sobre su visión del mundo.Si no fuera por todas las entrevistas en las que aparece sonriendo y de buen humor, uno pensaría, un tanto llevado por la fuerza de su mirada y lo grave de su voz, que Eduardo Sacheri es un hombre poco afecto a las entrevistas. Son las 10 am en Argentina, las 8 am en la Ciudad de México. La llamada comienza de forma abrupta, y dice sin más preámbulos: “Dale, comencemos pronto, por favor”. La primera pregunta es obligada: su relación casi mimética con el futbol. Es inevitable preguntarlo: aparece en cuentos, novelas y guiones de cine que ha escrito. Aparece en columnas deportivas y lo entrevistan los comentaristas de la televisión. Sacheri contesta con un resoplido, muy argentino: “Che, ¿sabes?, el etiquetamiento a veces molesta un poco. Es muy habitual encontrarte en una entrevista que te digan: ‘Eh, Sacheri, el futbol siempre aparece en tus libros…’ y después viene la pregunta”.Se nota un poco de cansancio en su voz, pero después todo fluye, se ríe, habla de su vida. También aclara que no tiene nada en contra de los periodistas. De hecho, parece que le simpatizan. Nació en Castelar, provincia bonaerense, en 1967. Habla con gracia y con inteligencia. Sus respuestas son tan meticulosas que suenan ensayadas. En parte, quizá, por su condición de narrador, pero también por su formación metódica: es licenciado en Historia. Esa misma meticulosidad se lee en todos los diálogos de sus novelas. Quien lee a Sacheri se encuentra con el esmero de un escritor para que sus personajes interactúen con una fuerza vívida, como una charla cotidiana, de café. En ese sentido, Sacheri es un autor de diálogos accidentales complejamente engarzados.

Eduardo Sacheri

Con el Premio Alfaguara, que acaba de obtener en abril de este año por su novela La noche de la Usina, la promoción se ha vuelto más intensa que con sus novelas pasadas. Se le ve en programas de televisión, se le escucha en la radio, el libro se ve entre las recomendaciones en revistas y sobre las mesas de novedades de las librerías. Pero contrario a lo que uno pensaría, no le molesta estar de gira. Sus respuestas podrán tener el tono del cansancio de tan repetidas, pero al mismo tiempo ve un pro entre toda esta marejada de entrevistas: la visibilidad que tendrá su nombre. “Un premio como el Alfaguara me permite llegar a nuevos lectores”, dice Sacheri. “Después habrá que ver qué pasa, si a la gente le gustó o no le gustó cómo escribís”.La imagen que Sacheri tenía sobre sí mismo era muy diferente a la que hoy muestra ante las cámaras. De adolescente pensó en la posibilidad de dedicarse al futbol, aunque no lo pensó demasiado en serio. “Por falta de talento”, bromea. La realidad es que su padre murió cuando él era adolescente, y su madre, odontóloga, le insistía a él y a sus hermanos que los estudios eran fundamentales para sacar a la familia adelante. “Pensar en algo tan azaroso como probar suerte en el futbol no sonaba tan buena idea. Y al final, creo que mi madre hizo bien: quizá mis habilidades para el futbol no daban para tanto.”[read more]Finalmente estudió Historia, materia que hasta la fecha imparte. Tenía tal vez 25 años cuando comenzó a escribir algunos cuentos, más por catarsis que por hacer alarde de sus habilidades narrativas. A nadie le daba a leer sus cuentos. Tenía pudor. Hasta que finalmente le contó a su esposa, más como una explicación sobre qué hacía despierto por las noches en lugar de estar en la cama que por otra cosa.De entre los cuentos que escribía había algunos de futbol, algunos de los cuales los dio a leer a una estación de radio en Argentina. Hasta que llegó su primera antología, Esperándolo a Tito. Y después su mayor éxito, La pregunta de sus ojos, que el director Juan José Campanella adaptó al cine como El secreto de sus ojos —con Sacheri como guionista—, y que ganó el Oscar en 2009 a Mejor Película Extranjera. En 2015, se estrenó una versión estadounidense menos afortunada, por cierto, Secret in Their Eyes, con Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor.La noche de la Usina está ambientada en O’Connor, un pueblo ficticio argentino, durante el periodo conocido como “el corralito”, en 2001, cuando el presidente Fernando de la Rúa restringió la disposición de efectivo de cuentas corrientes y cajas de ahorro, con la finalidad de no dejar sin fondos a los bancos. El resto es historia: un país en crisis, un presidente destituido y millones de personas sumidas en la más terrible de las miserias. Aprovechando este escenario de terror, Sacheri escribe una historia sobre la revancha de los vencidos, una especie de remake de Robin Hood donde los pobres le roban al ladrón para hacer un negocio que vuelva a generar empleos.Lo ha dicho varias veces: con la partida que le tocó del premio cinematográfico, Sacheri se compró la casa donde ahora vive. Con los 175,000 dólares del Alfaguara compró dos departamentos para sus hijos. Mientras tanto, casi como una manda, Sacheri se obliga a escribir siempre desde diferentes trincheras: amor, amistad, futbol, después más amor, y así, sin repetirse. Lucha todo el tiempo contra la posibilidad de ya no tener temas para escribir. Aunque dice que no le ha pasado. Se blinda ante la catástrofe de la página en blanco con un constante maquineo de ideas en su mente. Por ahora, Sacheri sigue escribiendo. Son historias de toda índole, de gente común y frágil, como él; gente librando batallas a las que cualquiera de nosotros podría enfrentarse y de las que pocas veces, entre la perversidad que nos gobierna, podemos salir triunfantes.[/read]

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Entre el 1° y 4 de septiembre, se llevará a cabo la sexta edición del Hay Festival en México. La sede se ha mudado a la ciudad de Querétaro, donde se reunirán escritores, periodistas, editores, músicos y divulgadores culturales e intelectuales provenientes de 17 países. Éstas son algunas de las voces que charlarán sobre su visión del mundo.Si no fuera por todas las entrevistas en las que aparece sonriendo y de buen humor, uno pensaría, un tanto llevado por la fuerza de su mirada y lo grave de su voz, que Eduardo Sacheri es un hombre poco afecto a las entrevistas. Son las 10 am en Argentina, las 8 am en la Ciudad de México. La llamada comienza de forma abrupta, y dice sin más preámbulos: “Dale, comencemos pronto, por favor”. La primera pregunta es obligada: su relación casi mimética con el futbol. Es inevitable preguntarlo: aparece en cuentos, novelas y guiones de cine que ha escrito. Aparece en columnas deportivas y lo entrevistan los comentaristas de la televisión. Sacheri contesta con un resoplido, muy argentino: “Che, ¿sabes?, el etiquetamiento a veces molesta un poco. Es muy habitual encontrarte en una entrevista que te digan: ‘Eh, Sacheri, el futbol siempre aparece en tus libros…’ y después viene la pregunta”.Se nota un poco de cansancio en su voz, pero después todo fluye, se ríe, habla de su vida. También aclara que no tiene nada en contra de los periodistas. De hecho, parece que le simpatizan. Nació en Castelar, provincia bonaerense, en 1967. Habla con gracia y con inteligencia. Sus respuestas son tan meticulosas que suenan ensayadas. En parte, quizá, por su condición de narrador, pero también por su formación metódica: es licenciado en Historia. Esa misma meticulosidad se lee en todos los diálogos de sus novelas. Quien lee a Sacheri se encuentra con el esmero de un escritor para que sus personajes interactúen con una fuerza vívida, como una charla cotidiana, de café. En ese sentido, Sacheri es un autor de diálogos accidentales complejamente engarzados.

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Con el Premio Alfaguara, que acaba de obtener en abril de este año por su novela La noche de la Usina, la promoción se ha vuelto más intensa que con sus novelas pasadas. Se le ve en programas de televisión, se le escucha en la radio, el libro se ve entre las recomendaciones en revistas y sobre las mesas de novedades de las librerías. Pero contrario a lo que uno pensaría, no le molesta estar de gira. Sus respuestas podrán tener el tono del cansancio de tan repetidas, pero al mismo tiempo ve un pro entre toda esta marejada de entrevistas: la visibilidad que tendrá su nombre. “Un premio como el Alfaguara me permite llegar a nuevos lectores”, dice Sacheri. “Después habrá que ver qué pasa, si a la gente le gustó o no le gustó cómo escribís”.La imagen que Sacheri tenía sobre sí mismo era muy diferente a la que hoy muestra ante las cámaras. De adolescente pensó en la posibilidad de dedicarse al futbol, aunque no lo pensó demasiado en serio. “Por falta de talento”, bromea. La realidad es que su padre murió cuando él era adolescente, y su madre, odontóloga, le insistía a él y a sus hermanos que los estudios eran fundamentales para sacar a la familia adelante. “Pensar en algo tan azaroso como probar suerte en el futbol no sonaba tan buena idea. Y al final, creo que mi madre hizo bien: quizá mis habilidades para el futbol no daban para tanto.”[read more]Finalmente estudió Historia, materia que hasta la fecha imparte. Tenía tal vez 25 años cuando comenzó a escribir algunos cuentos, más por catarsis que por hacer alarde de sus habilidades narrativas. A nadie le daba a leer sus cuentos. Tenía pudor. Hasta que finalmente le contó a su esposa, más como una explicación sobre qué hacía despierto por las noches en lugar de estar en la cama que por otra cosa.De entre los cuentos que escribía había algunos de futbol, algunos de los cuales los dio a leer a una estación de radio en Argentina. Hasta que llegó su primera antología, Esperándolo a Tito. Y después su mayor éxito, La pregunta de sus ojos, que el director Juan José Campanella adaptó al cine como El secreto de sus ojos —con Sacheri como guionista—, y que ganó el Oscar en 2009 a Mejor Película Extranjera. En 2015, se estrenó una versión estadounidense menos afortunada, por cierto, Secret in Their Eyes, con Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor.La noche de la Usina está ambientada en O’Connor, un pueblo ficticio argentino, durante el periodo conocido como “el corralito”, en 2001, cuando el presidente Fernando de la Rúa restringió la disposición de efectivo de cuentas corrientes y cajas de ahorro, con la finalidad de no dejar sin fondos a los bancos. El resto es historia: un país en crisis, un presidente destituido y millones de personas sumidas en la más terrible de las miserias. Aprovechando este escenario de terror, Sacheri escribe una historia sobre la revancha de los vencidos, una especie de remake de Robin Hood donde los pobres le roban al ladrón para hacer un negocio que vuelva a generar empleos.Lo ha dicho varias veces: con la partida que le tocó del premio cinematográfico, Sacheri se compró la casa donde ahora vive. Con los 175,000 dólares del Alfaguara compró dos departamentos para sus hijos. Mientras tanto, casi como una manda, Sacheri se obliga a escribir siempre desde diferentes trincheras: amor, amistad, futbol, después más amor, y así, sin repetirse. Lucha todo el tiempo contra la posibilidad de ya no tener temas para escribir. Aunque dice que no le ha pasado. Se blinda ante la catástrofe de la página en blanco con un constante maquineo de ideas en su mente. Por ahora, Sacheri sigue escribiendo. Son historias de toda índole, de gente común y frágil, como él; gente librando batallas a las que cualquiera de nosotros podría enfrentarse y de las que pocas veces, entre la perversidad que nos gobierna, podemos salir triunfantes.[/read]

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Entre el 1° y 4 de septiembre, se llevará a cabo la sexta edición del Hay Festival en México. La sede se ha mudado a la ciudad de Querétaro, donde se reunirán escritores, periodistas, editores, músicos y divulgadores culturales e intelectuales provenientes de 17 países. Éstas son algunas de las voces que charlarán sobre su visión del mundo.Si no fuera por todas las entrevistas en las que aparece sonriendo y de buen humor, uno pensaría, un tanto llevado por la fuerza de su mirada y lo grave de su voz, que Eduardo Sacheri es un hombre poco afecto a las entrevistas. Son las 10 am en Argentina, las 8 am en la Ciudad de México. La llamada comienza de forma abrupta, y dice sin más preámbulos: “Dale, comencemos pronto, por favor”. La primera pregunta es obligada: su relación casi mimética con el futbol. Es inevitable preguntarlo: aparece en cuentos, novelas y guiones de cine que ha escrito. Aparece en columnas deportivas y lo entrevistan los comentaristas de la televisión. Sacheri contesta con un resoplido, muy argentino: “Che, ¿sabes?, el etiquetamiento a veces molesta un poco. Es muy habitual encontrarte en una entrevista que te digan: ‘Eh, Sacheri, el futbol siempre aparece en tus libros…’ y después viene la pregunta”.Se nota un poco de cansancio en su voz, pero después todo fluye, se ríe, habla de su vida. También aclara que no tiene nada en contra de los periodistas. De hecho, parece que le simpatizan. Nació en Castelar, provincia bonaerense, en 1967. Habla con gracia y con inteligencia. Sus respuestas son tan meticulosas que suenan ensayadas. En parte, quizá, por su condición de narrador, pero también por su formación metódica: es licenciado en Historia. Esa misma meticulosidad se lee en todos los diálogos de sus novelas. Quien lee a Sacheri se encuentra con el esmero de un escritor para que sus personajes interactúen con una fuerza vívida, como una charla cotidiana, de café. En ese sentido, Sacheri es un autor de diálogos accidentales complejamente engarzados.

Eduardo Sacheri

Con el Premio Alfaguara, que acaba de obtener en abril de este año por su novela La noche de la Usina, la promoción se ha vuelto más intensa que con sus novelas pasadas. Se le ve en programas de televisión, se le escucha en la radio, el libro se ve entre las recomendaciones en revistas y sobre las mesas de novedades de las librerías. Pero contrario a lo que uno pensaría, no le molesta estar de gira. Sus respuestas podrán tener el tono del cansancio de tan repetidas, pero al mismo tiempo ve un pro entre toda esta marejada de entrevistas: la visibilidad que tendrá su nombre. “Un premio como el Alfaguara me permite llegar a nuevos lectores”, dice Sacheri. “Después habrá que ver qué pasa, si a la gente le gustó o no le gustó cómo escribís”.La imagen que Sacheri tenía sobre sí mismo era muy diferente a la que hoy muestra ante las cámaras. De adolescente pensó en la posibilidad de dedicarse al futbol, aunque no lo pensó demasiado en serio. “Por falta de talento”, bromea. La realidad es que su padre murió cuando él era adolescente, y su madre, odontóloga, le insistía a él y a sus hermanos que los estudios eran fundamentales para sacar a la familia adelante. “Pensar en algo tan azaroso como probar suerte en el futbol no sonaba tan buena idea. Y al final, creo que mi madre hizo bien: quizá mis habilidades para el futbol no daban para tanto.”[read more]Finalmente estudió Historia, materia que hasta la fecha imparte. Tenía tal vez 25 años cuando comenzó a escribir algunos cuentos, más por catarsis que por hacer alarde de sus habilidades narrativas. A nadie le daba a leer sus cuentos. Tenía pudor. Hasta que finalmente le contó a su esposa, más como una explicación sobre qué hacía despierto por las noches en lugar de estar en la cama que por otra cosa.De entre los cuentos que escribía había algunos de futbol, algunos de los cuales los dio a leer a una estación de radio en Argentina. Hasta que llegó su primera antología, Esperándolo a Tito. Y después su mayor éxito, La pregunta de sus ojos, que el director Juan José Campanella adaptó al cine como El secreto de sus ojos —con Sacheri como guionista—, y que ganó el Oscar en 2009 a Mejor Película Extranjera. En 2015, se estrenó una versión estadounidense menos afortunada, por cierto, Secret in Their Eyes, con Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor.La noche de la Usina está ambientada en O’Connor, un pueblo ficticio argentino, durante el periodo conocido como “el corralito”, en 2001, cuando el presidente Fernando de la Rúa restringió la disposición de efectivo de cuentas corrientes y cajas de ahorro, con la finalidad de no dejar sin fondos a los bancos. El resto es historia: un país en crisis, un presidente destituido y millones de personas sumidas en la más terrible de las miserias. Aprovechando este escenario de terror, Sacheri escribe una historia sobre la revancha de los vencidos, una especie de remake de Robin Hood donde los pobres le roban al ladrón para hacer un negocio que vuelva a generar empleos.Lo ha dicho varias veces: con la partida que le tocó del premio cinematográfico, Sacheri se compró la casa donde ahora vive. Con los 175,000 dólares del Alfaguara compró dos departamentos para sus hijos. Mientras tanto, casi como una manda, Sacheri se obliga a escribir siempre desde diferentes trincheras: amor, amistad, futbol, después más amor, y así, sin repetirse. Lucha todo el tiempo contra la posibilidad de ya no tener temas para escribir. Aunque dice que no le ha pasado. Se blinda ante la catástrofe de la página en blanco con un constante maquineo de ideas en su mente. Por ahora, Sacheri sigue escribiendo. Son historias de toda índole, de gente común y frágil, como él; gente librando batallas a las que cualquiera de nosotros podría enfrentarse y de las que pocas veces, entre la perversidad que nos gobierna, podemos salir triunfantes.[/read]

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