Robo al museo. El millonario robo de la dictadura argentina

Robo al museo. El millonario robo de la dictadura argentina

Este diciembre se cumplen 40 años del robo al Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, con el que se perdieron 16 importantes piezas durante la última dictadura cívico militar. Salen a la luz, entre las pistas del caso, jueces corruptos, torturas, caza recompensas, y la compra de armamento para la guerra de las Malvinas. ¿Qué sucedió y cómo se relacionan los hechos?

Tiempo de lectura: 24 minutos

Es Navidad, 25 de diciembre de 1980. Además, es el aniversario de la inauguración del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, ubicado en el corazón de uno de los barrios más caros de la ciudad. Adentro del Museo hay olor a quemado. Algo se está prendiendo fuego. Las salas están llenas de humo. Los pasillos también. No hay rincón que no esté lleno de olor.

Horas antes, Eusebio Eguía –sereno del Museo– y Anselmo Ceballos –bombero de la Policía Federal– habían cocinado un pollo al carbón con ensalada en la cocina del primer subsuelo del Museo. Terminaron de cenar. Jugaron a las cartas. Brindaron con una sidra y una botella de vino. Dieron una última recorrida por las salas y se fueron a dormir.

Eguía dormía en la planta baja, sentado en una silla en el cuarto de mayordomía, ubicado justo frente a las puertas principales. Ceballos descansaba en un catre en el primer subsuelo. Siempre cerraba la puerta con llave, para evitar que lo despertaran los empleados de limpieza al llegar. Eguía y Ceballos habían tomado su turno a las seis de la tarde y planeaban irse del Museo a las seis de la mañana del día siguiente.

Cerca de las cuatro de la madrugada el sereno se despertó. En su habitación había olor a quemado. Salió de su cuarto. El hall principal estaba lleno de humo. Caminó siguiendo la nube para encontrar el lugar del que salía. Todo estaba a oscuras. Cuando llegó a la sala desde donde provenía la humareda, no quiso avanzar y decidió bajar al subsuelo. Intentó entrar a la habitación del bombero Ceballos. Estaba cerrada. Golpeó varias veces la puerta. Nada. Siguió golpeando hasta que pudo despertar a su compañero y entonces le dijo: “Está pasando algo raro en la sala de la colección de Mercedes Santamarina”.

Subieron juntos y caminaron hasta la sala. No había llamas, solo humo y ese olor desagradable a plástico quemado. Una vez adentro se encontraron con vitrinas destrozadas y vacías. Marcos de cuadros vacíos y arrojados en el piso. Otros, colgados de un solo extremo. Faltaban todas las telas y varios objetos de arte decorativo. El bombero y el sereno se miraron. No tuvieron demasiado tiempo para pensar qué había sucedido, ni para recorrer el resto del edificio: el timbre de la puerta principal sonaba y afuera esperaban los empleados de limpieza para empezar su jornada de trabajo.

Después se supo que habían desaparecido siete antigüedades chinas y dieciséis pinturas: obras de Henry Matisse, Edgar Degas, Paul Cezanne, Valentín Thibón de Libián, Paul Gauguin, Auguste Rodin y Pierre Auguste Renoir, entre otros.

En algún momento de la madrugada del 26 de diciembre de 1980 se había producido el robo más importante de la historia del arte argentino.

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