Apagones en Texas: El corazón del imperio energético se quedó sin luz

Los días en que se quedó sin luz el corazón energético de Estados Unidos

Texas, la superpotencia energética, se quedó sin luz, con frío, sin agua y con hambre. Ciudades como Houston, Austin, Dallas o Fort Worth sufrieron cortes de luz porque la red eléctrica no tuvo suficiente energía para abastecer a sus comunidades. Pero fueron los barrios pobres los que sufrieron las peores consecuencias de los vientos gélidos del cambio climático.

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La madrugada del 16 de febrero, cerca de las 2 a. m., se fue la luz en casa de Anahí Lemus en Pleasant Grove, al norte de Texas, un barrio donde los migrantes latinos conforman buena parte de la población. Lemus, de 24 años y mamá por primera vez, tomó a su bebé de cinco meses y lo acostó sobre su pecho, colocó una cobija encima de los dos para cubrirse de pies a cabeza, dejando solamente un orificio pequeño para que el nene pudiera respirar. A la mitad de la noche, las calles se cubrieron de hielo resbaladizo y la temperatura rondó los -19 grados centígrados, tan baja como para matar a alguien de hipotermia después de unas horas sin calefacción.

Pronto la casa se fue congelando, sin que pudieran entibiar siquiera el agua para la fórmula del bebé. La leche con que amamantaba a su hijo había dejado de salirle de los senos a Anahí ese mismo día. Un trabajador de la empresa de energía había dicho que en menos de cuatro horas volvería el suministro, pero no fue así. La vivienda se puso más helada y buscaron mejor a dónde irse. Para antes del mediodía, Lemus, su esposo y el bebé encontraron refugio en la casa de un familiar.

El apagón se fue extendiendo a su alrededor.

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En el transcurso de unas horas, más de 4.5 millones de personas perdieron la electricidad en territorio texano. Casas, edificios departamentales, oficinas, supermercados, hospitales y restaurantes de ciudades chicas y grandes, como Houston, Austin, Dallas o Fort Worth, sufrieron cortes de luz porque la red eléctrica no tuvo suficiente energía para abastecer a sus comunidades. Texas no había experimentado un invierno de tal magnitud. Se trata de un lugar de temperaturas extremas, donde cualquier sitio cuenta con aire acondicionado o portátil: en el verano las temperaturas llegan a los 45 grados centígrados y en el invierno, el frío cala a menos de cero grados. Así que la electricidad es la principal fuente de energía: se necesita para los focos, el refrigerador, la estufa, el agua caliente en la regadera y la calefacción de interiores. Si no hay electricidad, todo se paraliza.

Entre el 15 y 18 de febrero, más de 400 tiendas de Walmart permanecieron cerradas y otras tuvieron horarios más cortos; lo mismo sucedió con otros supermercados. Cerraron McDonald’s, Chick-fil-A y algunas gasolineras. Hasta los almacenes gigantescos de Amazon, que nunca duermen, dejaron de operar y no hicieron entregas. En algunos lugares, la luz volvió en poco tiempo; en otros, regresaba durante una hora y se volvía a ir. Pero en millones de casos, el apagón duró más de 72 horas. Pararon las fábricas, los obreros descansaron, frenó la construcción y los aeropuertos nacionales e internacionales dejaron de operar.

Las calles se volvieron peligrosas por la capa de hielo que las cubría y la nieve que seguía cayendo. Se le pidió a la población que no saliera si no era una emergencia. Un jueves anterior a este caos, 133 vehículos se impactaron en una carretera llena de hielo en el centro de Fort Worth, lo que resultó en seis muertos y decenas de heridos. Como estas nevadas no son usuales, no había camiones suficientes con arena y sal para limpiar las vías terrestres llenas de nieve. El transporte público, escaso y deficiente, también dejó de circular. Todas las escuelas, públicas o privadas, cancelaron clases presenciales, porque la calles no eran seguras y  las clases virtuales, para no saturar la red eléctrica y porque miles de escuelas, maestros y alumnos se quedaron en la oscuridad.

La comida en los refrigeradores de casas, restaurantes y  supermercados se echó a perder. Una tienda de la cadena H-E-B, oriunda del estado, regaló sus productos a los clientes cerca de Austin durante la tormenta invernal. En los próximos días subirán los precios del huevo y el pollo debido a la gran helada: Sanderson Farms tuvo que sacrificar a más de 545 mil pollitos debido al frío extremo y los agricultores vieron perder sus cultivos.

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Fotografía de Mikala Compton / Reuters.

Desde el martes en que Anahí Lemus se quedó sin luz, las autoridades hicieron un llamado para apagar las luces que no se necesitaran en las casas, desconectar enchufes y no usar el horno ni las lavadoras; pidieron además mantener el termostato de la calefacción a una temperatura de 68 grados Fahrenheit (20 grados centígrados).

Dos ancianos se quedaron atrapados en su propia casa porque no podían abrir el portón eléctrico para sacar el auto. No tuvieron luz durante 24 horas y uno de ellos casi muere de hipotermia. La  familia de una niña con discapacidad, que necesitaba estar conectada a un ventilador artificial para respirar,  tuvo que echar andar el carro durante tres días para darle carga al respirador. El hielo congeló las tuberías de otros tantos millones de personas, incluidos ductos de gas, y paralizó las turbinas y plantas de energía con las que se abastece a la mayoría de la población.

En medio del apagón, Austin, Houston y Dallas abrieron centros de acopio donde la gente llenó cubetas y cazuelas de agua, como en México cuando falta el suministro. Hubo gente que, cuando recobró la luz o el gas, salió a llenar cacerolas de nieve para ponerla a hervir. En tiendas como Target racionaron la leche a dos galones por familia, “como en Venezuela”, decían algunos usuarios latinos en redes sociales.

La superpotencia energética se quedó sin luz ni agua, con frío y hambre.

La economía de Texas es tan grande que su PIB es mayor al de países como México, Brasil o Rusia. Produjo casi 1.9 mil millones de dólares en 2019 y su principal riqueza proviene de los recursos energéticos con los que cuenta. Es el principal productor de gas natural y petróleo en Estados Unidos, y es líder en energía eólica, según estadísticas federales, aunque la mayor parte de la energía que usa proviene de combustibles fósiles.

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Texas no es Alaska, Nueva York, Islandia o Canadá. No es un lugar donde nieve así, de abrir la puerta hacia la calle y hundirte en una nube blanca que se expande por el suelo; de que el hielo se pegue como escarcha a la ropa y la nariz se vuelva un volcán con unos minutos de estar afuera. Según los registros históricos, el día más frío había sido el 23 de diciembre de 1989, cuando la temperatura bajó a -18 grados centígrados. Esta vez, en 2021, un vórtice polar desencadenó tres tormentas invernales y el termómetro llegó a los -25 grados.

La población estaba preparada para un invierno crudo, pero no esperaba un apagón de uno, dos, tres, cuatro o cinco días. Desde comienzos de febrero, los meteorólogos anunciaron en la tele, en la radio y en los medios digitales que habría nieve. Quienes no previnieron las consecuencias desastrosas ni prepararon la infraestructura fueron las autoridades estatales y las compañías de luz.

Texas tiene una red propia de electricidad, fuera del radar nacional y sin regulaciones federales, que administra el Consejo de Confiabilidad Eléctrica de Texas (ERCOT, por sus siglas en inglés) y de la que dependen más de 25 millones de usuarios. Salvo El Paso, la parte superior del Panhandle y un pedazo del este, todas las ciudades en el estado dependen de esta única red.

En el estado, el gas natural es la principal fuente de abastecimiento de electricidad. Cuando, durante la tormenta de hielo, se congelaron los ductos de gas natural y los componentes de algunas plantas, la red eléctrica perdió una cantidad extraordinaria de energía, unos 52,000 megavatios, dijo Sally Talberg, la presidenta de la junta de ERCOT. Lo suficiente para suministrar energía a más de 10 millones de hogares en Texas con una demanda máxima, una tercera parte de la población estatal. Quedaron congelados por igual los ductos de gas natural que abastecen a millones de hogares en el norte de México.

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Fotografía de Mikala Compton / Reuters.

Tras el apagón, el 23 de febrero, ERCOT anunció la renuncia de cuatro miembros de la junta y el gobernador de Texas, Greg Abbot, emitió una orden ejecutiva para investigar a la empresa, y aplaudió las dimisiones: “Cuando los texanos estaban desesperados por electricidad, ERCOT falló en su misión y los texanos tuvieron que quedarse temblando del frío en sus hogares, sin luz. Los líderes aseguraron que la infraestructura eléctrica estaba preparada para la tormenta de invierno, pero esas aseveraciones demostraron ser devastadoras y falsas”, publicó The Dallas Morning News.

Este acontecimiento muestra que, a pesar de ser un estado tan rico, no estaba preparado para los cambios de la naturaleza. El aire helado proveniente del Ártico provocó esta tormenta de nieve; el mismo que unas semanas antes había pasado por Nuevo México. Vientos gélidos causados por el calentamiento global.

El científico Carlos Gay, doctor en astrogeofísica por la Universidad de Colorado e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México que se especializa en cambios climatológicos, explica que ahora el movimiento de los aires fríos y calientes en la atmósfera del planeta está más desorganizado y, por el calentamiento global, el viento tiene otro tipo de ondulaciones. “Por eso tenemos fríos intensísimos donde no los tendría que haber”, dice. O calor con registros históricos, como el verano ardiente en Estados Unidos en 2020.

Entre las causas del calentamiento están los gases de efecto invernadero; el más importante es el dióxido de carbono, producto de los combustibles fósiles. Controlar la emisión de estos gases es lo primero que habría que hacer. Gay dice que Estados Unidos tiene dinero e ingenio para buscar remedios en comparación con otros países que sólo tienen ingenio. “Se necesita un cambio de paradigma y un sentimiento de solidaridad planetaria para que nos queden unos cien años más de humanidad”, resume el científico.

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El vórtice polar causó el peor frío en Texas, pero el caos y algunas muertes podrían haberse evitado.

Más de 70 personas murieron por los fríos bajo cero en Estados Unidos; al menos 37, en Texas. Cristian Pavón, un niño de 11 años, murió en Houston días después de llegar a la ciudad. Su mamá había pagado su viaje desde Honduras para que fuera a vivir con ella. La casa se quedó sin electricidad y el chico murió de frío.

La periodista Imelda García documentó la historia de Leobardo Torres Sánchez, un vendedor ambulante de Dallas que no tuvo luz en casa en los días más fríos: “cuando la policía llegó al domicilio, abrió el cuarto y lo encontró sentado en un sillón, cubierto con mantas y con dos calentones”, escribió García. Torres Sánchez había emigrado de la alcaldía Gustavo A. Madero, en la Ciudad de México.

“La emoción abrumadora que escucho es de rabia”, dijo Eric Samuels, director ejecutivo de Texas Homeless Network, cuando anunció la muerte de seis personas que vivían en la calle. “Rabia porque se permitió que esto sucediera cuando se le dio al estado tiempo suficiente y se le advirtió que hiciera algo con nuestra infraestructura”.

La gente más pobre, afromericanos y latinos de barrios con menos servicios, ha sufrido las peores consecuencias de la Covid-19 y ahora, de esta catástrofe climática. Sin dinero para rentar un cuarto de hotel, sin generadores eléctricos propios, sin trabajos estables, sin seguros médicos, sin estatus migratorio formal. Hay quienes viven en casas móviles muy viejas, construidas con materiales frágiles, con paredes y puertas desniveladas llenas de huecos por donde se cuelan las ráfagas de viento, ventanas que se congelan con el frío o arden con el sol y pisos sin aislamiento térmico. La gente falleció por el monóxido de carbono de los calentadores.

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Fotografía de Adrees Latif / Reuters.

Vidas y casas perdidas, escuelas dañadas, recibos de energía que sobrepasan los tres mil, seis mil y hasta 16 mil dólares. Si hay gente que está lidiando con estos recibos es porque los texanos contratan la luz con la empresa que gusten y la ley permite que éstas cobren lo que los clientes estén dispuestos a pagar. No hay topes de precios. Hay empresas con tarifas fijas y otras que venden la luz a precio de mayoreo, como la compañía Griddy.

La luz al mayoreo aumentó de manera exponencial en los días de contingencia. Antes de la tormenta, el precio del megavatio por hora estaba en 50 dólares y en los días de nieve, subió hasta nueve mil dólares. Si un departamento pequeño necesita alrededor de 680 kilovatios para tener electricidad, la gente deberá pagar  –con el kilovatio a 9 dólares por hora, es decir, nueve mil dólares el megavatio–  6,120 dólares al mes en contratos con precios por mayoreo.

Por eso los texanos están muy enojados con las empresas de luz y la administración de ERCOT; con Ted Cruz por irse a Cancún, el gobernador Greg Abbott que defiende los combustibles fósiles, el exgobernador Rick Perry, que dijo que la gente viviría feliz sin luz, con tal de no atenerse a las regulaciones federales.

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La energía eléctrica volvió a la vivienda de Anahí Lemus el sábado 21 de febrero, me dijo en un mensaje de texto. Ahora necesitaba encontrar más leche para el bebé.

Afuera de mi casa, los pájaros cantaron y volaron desde muy temprano, anticipando una primavera tímida. Cuando amaneció, un mirlo americano pechirrojo buscó agua para beber entre la nieve, que ya se derretía. Cerca de ahí, un cardenal pequeñito se estacionó solitario en las ramas secas de un árbol. Su copete colorado contrastaba con el cielo azul. Calles más adelante, un águila se dejó llevar por el viento y un par de cenzontles juguetearon.

En una semana habíamos pasado de 25 grados bajo cero a 25 grados. Con el buen clima, algunas personas retomaron su vida y salieron después de días a las calles; para otras, el drama continuó en funerales, reparaciones, deudas de luz o en el desempleo.

El presidente Joe Biden firmó una orden de desastre mayor para destinar más de 30 millones de dólares (al 28 de febrero de 2021) de ayuda a la gente afectada, pero sólo llegará a las personas con estatus legal. En una visita a Houston, el 26 de febrero, Biden dijo que se requieren cambios legislativos para que Texas no se vuelva a quedar sin luz.

Una organización en una zona de complejos multifamiliares al oeste de Dallas, donde 90% de la población es latina, donó agua hace unos días, pues hay personas que no tienen ni para beber. Mariana Esparza, una de las trabajadoras del Buckner Center, me dijo: “El sol salió, ya no hay nieve, pero hay gente que todavía sigue en crisis”.

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Fotografía de Ricardo B. Brazziell / Reuters.

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