No estoy para nada de acuerdo con lo que dijo Cerati. El arte no se proponer ni mentir, ni ser honesto; el arte surge, te sobrepasa. Si el arte fuera mentira, no emocionaría. Y el de verdad emociona, toca, remueve, para bien o para mal; no te deja indiferente. Hay cosas que haces que de repentes dices: ¿Eso lo he hecho yo? Uno no debería ni siquiera reconocerse como propietario de lo que se considera arte. Es algo que te llega, te atraviesa y te utiliza. En la pintura, la arquitectura, la fotografía, la música. O en lo que sea. En el arte no se puede mentir, es imposible. Es una frase que queda muy bien dicha, pero creo que ni él se la creía. Él era un gran artista. Y no me da la sensación de que haya mentido nunca. Jamás.
G: ¿Te pasa que regreses a escuchar tus discos? ¿Los vuelves a poner?
MB: Hay cosas que no me atrevo ni siquiera a escuchar ya. Por ejemplo, el álbum Bandido. Porque creo que jamás volveré a estar a esa altura. Me tiré toda mi vida antes de hacer ese álbum, que fue la primera vez que desataba mis capacidades musicales. Fue donde empecé a componer música; antes había escrito sólo letras y había participado de producciones. ¿Había trabajado antes en los arreglos? Sí. ¿En las sonoridades? Sí. ¿En la manera de tocar una batería, un bajo? Sí. Tenía centenares de cosas inacabadas, ideas sueltas que iba grabando; escribía lo que se me atravesaba en la cabeza. Nunca antes había contemplado, lo juro, la necesidad de tener que sentarme a escribir canciones. La inercia que llevaba de carrera era una muy diferente. Pensé que mi historia iba a seguir así siempre. Hasta que un buen día algo surgió muy fuerte y arrebatador que me impidió seguir adelante con la misma fórmula. Fue un turning point y me dije a mí mismo: O yo hago esto que es lo que a mí me pertenece y donde yo me reconozco o no me interesa seguir en la música. Ese ya no era mi lenguaje. Era otro que estaba escuchando y desarrollando en mi cabeza.
G: ¿Te recuerdas en qué año fue ese punto de inflexión?
MB: Fue con el disco Made in Spain cuyo arte de portada hizo Andy Warhol. Ese álbum fue un caos, tenía una portada común para España e Italia. Pero en la versión para Italia no tenía las mismas canciones traducidas al italiano, sino un repertorio completamente diferente. Pero la misma portada. Y fue ahí que me dio la sensación de ser una especie de prostituta, en una situación en la que no había ni principios ni dignidad. Y me dije: No. Tuve la suerte de encontrarme con Roberto Colomo y lo que salió de ese momento fue Bandido.
«Me gusta todo lo que me supera, todo lo que no conozco, lo que intuyo, lo que sé y lo que desconozco y estoy abierto a todo».
G: Hablando de Amo, ¿cuál fue la canción que se terminó primero? ¿Y la que más se resistió?
MB: La primera fue Amo, que también le da título al disco. No hay ninguna que al final se te resista. Sino más bien parece que a algunas les vas a sacar más partido y las sigues trabajando, pero al final no crecen tanto, no te tocan tanto como tú pensabas. Desde Sereno hasta marzo del año pasado empecé a poner orden y me encontré con cerca de ochenta cosas. Eran pedacitos de melodías, ideas sin más desarrollo, algunas que tenían un poco más de forma. Todas ellas sin letra porque eso lo abordé después. Había muy pocas realmente que tuvieran un acabado de maqueta con forma de canción. De esas 80 elegí veintitantas y además empecé a trabajar cosas desde cero, que acabaron por ser mayoría en el disco. De las once totales, hay dos canciones que no son enteramente mías, nueve totalmente mías, de las cuales hice seis desde cero. Amo salió en seguida y salió bastante redonda, me vino con la idea de la letra. Es una canción que habla sobre el conocimiento. Está dedicada a la curiosidad, al privilegio de poder aprender y poder descubrir, a la envidia del que no sabe muchas cosas que uno sabe y que todavía tiene la suerte de poder descubrirlas. Ya que eso no es ignorancia, es un potencial. Hay una frase en la canción que dice: Amo ese proceso que convierte / lo original en algo extremo y diferente. Es decir, el gusano en mariposa, la flor en fruta, el espermatozoide o el óvulo en hombre. El proceso químico nuclear, donde hay algo que nos sobrepasa, un milagro. Todo lo que se integra y converge en ese proceso, para que una cosa que estaba en tu mano, que pesaba nada, que te pudieras haber comido o tirado lo más lejos que se pudiera, al cabo de una suma de tiempo, se convierte en un árbol y podrías estar tomando la sombra bajo él, comiendo sus frutos. Me gusta todo lo que me supera, todo lo que no conozco, lo que intuyo, lo que sé y lo que desconozco y estoy abierto a todo. Es una canción de enorme luz y tiene una gran espiritualidad. Un gran equilibrio con todas las cosas: lo mineral, lo animal, lo vegetal, lo planetario. Y es muy sencilla. Otro de los logros muy grandes que he conseguido con este álbum, es hacer textos que sean muy poderosos pero muy sencillos. Incluso con una poética casi infantil. He conseguido hacer una cosa sencilla, muy asequible. La portada tiene que ver con todo eso: en ella hay capa tras capa, casi setenta capas, con fórmulas matemáticas, de física, química, mecánica, anatomía, el mundo mineral, vegetal, fantástico. Y todo es de grandísimo color.
G: Hablando de las letras, ¿cuál es el lugar más extraño en el que te ha llegado la inspiración?
MB: ¿Extraño no es un water, no? Es común, corriente y diario. Cotidiano. Siempre estoy provisto de mi pequeña grabadora digital; de repente, si se me ocurre algo de una letra o una historia o una melodía. Y duermo con ella. Muchas veces a las cuatro de la mañana te despierta alguna cosa y la grabas y sigues durmiendo. Las inspiraciones te llegan en cualquier momento. Creo en la inspiración por supuesto, pero como decía Picasso: Si es posible que me pille trabajando… Es método, trabajo 10 ó 12 horas diarias. Salga lo que salga, aunque no salga nada. Parece que no sale nada y tres días más tarde hay algo que tal vez no te parecía y luego funciona. Hay inspiración, pero desde luego método. Me levanto a las 6 de la mañana, mis hijos entran a las 8 al colegio. Y empiezo como a las 8:30 hasta las 11 de la noche. Hay días que te agarra el nerviosismo y empiezas a temblar cuando te sale una idea por la adrenalina y hasta que no te sale, sigues. Y de repente son las 4 de la mañana o las 7 o no dormí.
G: ¿Te acuerdas del momento en el que entró la música en tu vida? ¿Había mucha música en tu casa?
MB: Siempre. Mi madre [Lucía Bosé] es italiana, milanesa, por lo cual es melómana amante de la ópera. A mi madre le gustaban sobre todo Verdi, Donizetti, Bellini, Puccini, Rossini, etcétera. Y música clásica, de todo tipo. Había solamente un tocadiscos; los discos eran de mi madre. Si ella no estaba se escuchaba música en la radio; era la época de Franco y el rock and roll estaba prohibido. Nosotros escuchábamos música española folclórica, Concha Piqué, Juanita Reina, Lola Flores, Manolo Escobar. Y después vino la gran revolución con grupos como Los Bravos, Los Brincos, Los Sirex; que de alguna manera ya dejaban que sucedieran en los años sesenta, porque tanta cerrazón no era buena. El primer revolucionario que llegó fue Raphael, con Yo soy aquel. Fue el primer solista masculino que se salió de todas las reglas. Mi padre [Luis Miguel Dominguín] era de nacionalidad española y creció en Colombia; se sentía completamente colombiano, vivió en Medellín. Cuando volvía de viaje traía ballenato, merecumbé, cumbia, música tropical. Mi madre también escuchaba a Ella Fitzgerald, Sara Vaughan y Louis Armstrong. Cuando llegamos al Liceo francés empezamos con la música francesa. Y mis primos italianos que venían de visita traían las últimas canciones de San Remo. Así que llegaba de todas partes. Pero la base de la música para mí era clásica y mi educación musical fue de conservatorio.
G: ¿Cuál fue el primer cantante o grupo que hiciste tuyo?
MB: Los primeros, primeros, primeros fueron The Beatles. El disco Rubber Soul. Nowhere Man. Ese disco me lo trajeron mis padres de Alemania, metido en la maleta y dije: ¡Guau! Mi Beatle favorito es John Lennon. Empecé a hurgar para atrás y para adelante. A partir de ahí me llegó todo lo demás: Janis Joplin, The Beach Boys, The Mamas & the Papas, Steppenwolf, Emerson Lake and Palmer, King Crimson, Led Zeppelin, The Doors, Creedence Clearwater Revival.
G: Aquí hay otra cita, esta vez es tuya, sobre el retiro de los escenarios. Decías: No lo haré nunca, me moriré en un escenario. La música lo es todo para mí.
MB: He cambiado de idea. ¡Eso lo dije cuando todavía no tenía hijos! (risas). He cambiado de idea, lo que además es lícito.
G: Cambiar de idea es de sabios…
MB: ¡Pues entonces yo he de ser muy sabio porque cambio de idea a cada rato! Tengo mis ideas, pero si hay una que me llegue que me parece mejor, tardo cero coma una milésima de segundo en cambiar. Escribiré música toda la vida, compondré toda la vida, para mí y para otros. Mientras que tenga ganas. Lo que pasa es que cada vez soy más exigente. Cada vez hago más cosas y me es más fácil hacerlas, pero me es mucho más difícil que pasen por la criba. Cada vez nos hacemos más exigentes: esto ya lo he hecho, esto ya lo he oído. Haré música siempre, probablemente dentro de unos años cambiará mi intensidad, mi ritmo, mi modo. El proyecto de la música me ha ocupado toda la vida, porque no he hecho otra cosa que trabajar en ella desde que tengo 17 años. La música es esta cosa que he descubierto que era mi vocación y territorio de creatividad, donde se ha desarrollado mi lenguaje, mi identidad, mi sello, mi todo. Ahí voy a estar. Puede que tenga incursiones en literatura, en cine, vete tú a saber. Pero ahora tengo un proyecto que surgió, que me llega tarde y que de repente decidí hacer, porque antes ni siquiera se me había ocurrido: una familia. En este momento es un nuevo proyecto que me entusiasma y me llega después de haber descubierto el proyecto de la música hace ya 40 años. Quisiera poder compaginar la familia y la música, no la puedo abandonar: me muero, es como si me quitaran el aire. Además ahora tengo la responsabilidad de cuatro personitas [sus cuatro hijos, Diego, Tadeo, Ivo y Telmo], que dependen completamente de mí. Ese es mi proyecto de vida ahora: la música y mi familia. Y darle un espacio importante a la familia porque lo he hecho voluntariamente y con enorme entusiasmo. Esto va a hacer que siga cerca de la música, ¡vamos a tener que pagar muchas facturas! (risas). Es la garantía para mis fans de que no me voy a ir de la música.
G: Es uno de los cambios más profundos que puede uno atravesar, ¿cómo te cambió como persona?
MB: No lo sé todavía. A bote pronto, en mi agenda. Todo deja de ser tuyo: ni tu tiempo, ni tu sueño, ni tus días feriados. Todo eso multiplicado por cuatro. He ejercido toda mi vida la música, he ejercido una soltería independiente. Cuando me decían: ¿Cuándo te vas a casar? Contestaba: ¡En la vida! Sabes lo que es estar libre y levantarte por la mañana y no tenerle que dar explicaciones a nadie; esa libertad no tiene precio. Encima ahora soy padre soltero, mis hijos llevan mis nombres; nadie me los va a poder quitar. ¿Quién se va a separar de mí si no tengo a nadie que se separe? Deja todo de ser tuyo, con lo que te cambia mucho las cosas. Aprendes a ser más tolerante, paciente. En lo práctico te cambia la agenda, la planeación de una gira, todo. Supongo que me he hecho más condescendiente, me hecho más te voy a decir una palabra muy estúpida paciente. Porque yo ya he nacido elefante, y ahora me he hecho manada. Soy muy paciente y ahora ya no hay límites en mi paciencia. Todo te da la vuelta.
G: ¿Cuándo fue la última vez que lloraste?
MB: Yo soy muy llorón, además me lo tengo impuesto por terapia. No es que haya que forzarlo, pero si hay algo que me sobrepasa, algún tipo de emoción, ya sea la alegría, la pena, la injusticia, la rabia. Hay momentos en los que estallas y sin darte cuenta se te salen las lágrimas que acompañan la exaltación de todas esas cosas. No lo escondo ni públicamente; no tengo ningún problema. Es una terapia fantástica y me quedo como nuevo después. Me siento fortalecido.\
Maquillaje y peinado: Rodolfo Menchaca