"El sistema del tacto", la nueva novela de Alejandra Costamagna

Alejandra Costamagna: Escribir las fronteras

Alejandra Costamagna explora en El sistema del tacto (2019), su nueva novela, el desarraigo y los códigos que naturalizamos, en tiempos en que la realidad se reconstruye continuamente.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Alejandra Costamagna se considera habitante de un continente. Le gusta imaginarse como parte de algo mucho más amplio e integrado, y por eso escribe de las delimitaciones de los espacios, ya sean privados, públicos o patrióticos, y de quiénes somos cuando no pertenecemos a ningún lado. A lo mejor tiene que ver con que su familia viene de Argentina y ella nació chilena.

Ania, la protagonista de su más reciente novela, El sistema del tacto (Anagrama), finalista del Herralde de Novela 2019, también enfrenta esta encrucijada territorial separada por los Andes y a mil quinientos kilómetros de distancia. Es la frontera patriótica, sin embargo, la que predomina cada que ella viaja junto con su padre de Argentina a Chile, el “país que se cae del mapa”, para estrechar lazos más allá de los familiares, relatos de personajes que añoran la tierra que dejaron en el océano o que tienen una pertenencia casi desdibujada entre cordilleras.

Costamagna debutó en el mundo editorial con En voz baja (1996) y ganó el Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral, donde también abordó la relación de un padre con su hija. Ha publicado libros de cuentos como Malas noches (2000), Últimos fuegos (2005), y en 2007 obtuvo el Premio del Círculo de Críticos de Arte y fue finalista del Premio Planeta-Casa de América con Dile que no estoy. En 2008 recibió el Premio Anna Seghers de Literatura en Alemania, consolidándose como una de las voces más importantes de la narrativa latinoamericana. 

El sistema del tacto está narrada en distintas temporalidades desde las primeras décadas del siglo XXI, cuando Ania es una mujer que pasea gatos y perros para pagar las cuentas, que riega plantas de otros y sale con Javier, un hombre 25 años mayor que conoció como cuidadora de su casa. Y dentro de todo esto, Ania deberá atravesar una vez más la cordillera para despedirse de su tío Agustín que agoniza.

“Esa ausencia me parece fascinante. La vida no se puede borrar, en cambio, la fantasía sí. La borramos todo el tiempo.”

En este viaje, la novela retrocede hasta pasar por 1978, un año definitivo tanto para Chile como para Argentina que vivían bajo dictaduras “desatadas a concho”. A esa travesía de remembranzas se suman archivos y vestigios familiares que todavía viajan más de medio siglo atrás. “Es una novela que trata sobre el desarraigo o incluso la necesidad urgente de convertirnos en otros. De ser otros los lugares que habitamos y de no abstenernos a no obedecer las normas que nos son impuestas”, dice la autora.

Los personajes están fuera de sí, y la novela también porque no obedece una escritura lineal, al interesarse más en plasmar un espacio cuyo interior está en contraposición con el exterior, y que a ratos se espejean.

De esta ruptura entre lo público y lo privado también surgió la idea de hacer un compilado de obras literarias reunidas en Avisa cuando llegues (Editorial Bifurcaciones, 2019), que editó Costamagna y Carolina Melys. En esta publicación, artistas de diferentes disciplinas expresaron cómo las mujeres viven el acoso y lo enfrentan juntas bajo ese código inconfundible de “avisa cuando llegues”. “Cuando la mujer ingresa al espacio público debe aprender un segundo idioma para comportarse en la calle. Desde cómo vestir, cómo caminar de noche; cómo fingir una llamada cuando estamos en el taxi, el estar en alerta. Son una serie de códigos que establecemos y naturalizamos”, dice la escritora.

Costamagna define bien cómo contar lo que quiere: cuando crea textos autorreferenciales o que vincula con sus experiencias, lo hace a mano, y las cuestiones más ficticias las escribe en la computadora. Porque tanto en la escritura a mano como a máquina queda la evidencia de lo que ya no quieres y borras. “Esa ausencia me parece fascinante. La vida no se puede borrar, en cambio, la fantasía sí. La podemos borrar todo el tiempo”.

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