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¿Fascismo eterno o posfacismo? Donald Trump a los ojos de Umberto Eco

¿Fascismo eterno o posfacismo? Donald Trump a los ojos de Umberto Eco

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
10
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25
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El uso indiscriminado de un término puede trivializarlo. Eso ha pasado con el concepto “fascismo”; pero ¿qué es realmente un fascista?, ¿políticos como Donald Trump son “fachos”?

Parece que los términos como “facho” y “fascista” se han transformado de conceptos a acusaciones o estigmas. Todos los días se escucha en las calles o leemos en redes sociales que tal persona es fascista, que tal actitud es “facha”. ¿Realmente lo son? El uso y abuso de un término puede trivializarlo y eso está pasando con el concepto “fascismo”, pues su uso indiscriminado ha vuelto difuso su significado. 

¿Qué es fascismo?

¿Qué es fascismo?, ¿quién es fascista? Por supuesto, la respuesta no es fácil y va más allá de un saludo, de esvásticas o de los nombres Benito, Adolf, Augusto o Francisco. Hace treinta años el intelectual italiano Umberto Eco escribió un ensayo sobre cómo detectar a un fascista. En aquel texto enumeró catorce criterios, entre los que se encuentran el odio al diferente, el culto a la tradición, una obsesión con las conspiraciones, el uso de una neolengua. Muchas de ellas, por ejemplo, las cumple el actual presidente Donald Trump; otras no. Habrá quienes digan que el político y millonario estadounidense es un fascista; otros que es un asunto complejo, un fenómeno nuevo, algo de nuestro siglo.

La respuesta a qué es fascismo puede variar dependiendo de algunos teóricos. No obstante, Federico Finchelstein tiene una definición que puede funcionar como punto de partida. El historiador argentino, estudioso de los movimientos fascistas, los movimientos populistas y el holocausto judío, declaró en una entrevista que, a grandes rasgos, y tratando de delimitar lo máximo posible, “al fascismo lo define la combinación de cuatro características fundamentales. La primera es la dictadura. No hay fascismo sin dictadura”. 

Las otras tres características son “la política del odio extremo, de la xenofobia o el racismo, la demonización de los adversarios”; “la violencia política, su glorificación y la militarización de la política”, y por último, “la mentira”, que “implica no solo rechazar la realidad, sino —y esto es lo peor— tratar de cambiarla para que se asemeje a la mentira”, de acuerdo con lo dicho por Finchelstein a Carlos Bravo Regidor, en la edición número 223 de Gatopardo.

A partir de esta definición, y buscando comprender mejor qué es fascismo y qué no, qué movimientos de ultraderecha son cercanos al fascismo y su expansión por el continente americano, Gatopardo conversó con el doctor Carlos Illades, maestro en Historia por la UNAM, doctor por El Colegio de México y autor de libros como El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (Océano, 2018).

Te recomendamos leer: Elon Musk y la narrativa del gran hombre

Fascismo y ultraderecha no siempre son lo mismo

Al preguntarle sobre los movimientos fascistas en la actualidad, el historiador Carlos Illades puntualiza que en el panorama actual del ascenso de las ultraderechas a nivel mundial existe una confusión respecto a la naturaleza de estos movimientos, ya que cada uno tiene aspectos particulares y no todos tienen características fascistas. 

“Lo primero que veo es que estamos confundiendo el fascismo con las derechas radicales o las ultraderechas”, dice.

Illades explica que hay distintos tipos de derechas radicales. En la actualidad hay dos grupos muy visibles: los fascistas y los ultraliberales. “Por un lado, las que vienen del fascismo o son expresiones nuevas de ese fascismo histórico, como es el caso de Alemania”.

En las pasadas elecciones federales alemanas Alternative für Deutschland (Alternativa para Alemania), un partido de derecha radical fundado hace más de una década, obtuvo el 21% de los votos; es decir, más del doble que en las elecciones de 2021,  por lo que se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria. Una de las propuestas de este partido son las medidas migratorias, que llaman “remigración”. 

A inicio de 2025, Philipp Adorf, investigador asociado de la Universidad de Bonn, explicó en un ensayo publicado en el American-German Institute que, desde 2023,

la AfD empezó a utilizar el término ‘remigración’ de forma más extensa, y lo utilizó en campañas en las redes sociales y en algunos documentos de las filiales estatales del partido, generalmente enmarcado como una medida para hacer cumplir las deportaciones de solicitantes de asilo rechazados y extranjeros delincuentes […]  La AfD define la remigración como una medida legal para expulsar a las personas sin derechos de residencia, en gran parte porque los llamamientos a despojar de su ciudadanía a los alemanes con un ‘origen inmigrante’ podrían contribuir a la prohibición del partido por parte del tribunal constitucional. Sin embargo, los pensadores identitarios conciben la remigración como una salvaguardia demográfica para las ‘mayorías blancas’ de Europa.

Para illades, lo que está viviendo Alemania en este momento “son las expresiones de una ideología y de un movimiento fascista. No es todavía un régimen porque esa es una diferencia importante”. Esta es la clave para comprender mejor el fascismo actual.

El fascismo implica tres situaciones. Puede ser alguna de ellas o todas a la vez: una ideología, un movimiento político y una forma de gobierno​ de carácter totalitario, un régimen.

“Ahorita no tenemos regímenes fascistas. Podría volver porque en este momento tenemos ideologías fascistas y movimientos fascistas”, advierte el investigador.

¿Todos podemos ser fascistas? 

Cualquier persona puede ser fascista ideológicamente, pero podemos estar encerrados en nuestras casas y afectar solamente a nuestro entorno más inmediato con estas actitudes que han desencadenado una guerra mundial. Explica Illades:

Pero otra cosa distinta es que compartamos esta ideología con un grupo organizado, ser parte de un movimiento y actuar en política callejera; formar un partido e incluso agredir aquello que no nos gusta. El fascismo histórico era contra los comunistas, contra los sindicalistas, contra los socialdemócratas. Ahora son las minorías, los migrantes.

Una vez que un movimiento se convierte en partido político y gana elecciones o llega de manera violenta al poder, es “cuando llega el régimen y cuando se modifica radicalmente a las instituciones; se cierra buena parte de la prensa, proscriben a la oposición, les quitan la oportunidad de expresión política. Hay un clima en el mundo donde están prosperando estas ideologías, pero todavía no hay regímenes, solo hay movimientos. Algunos son más nítidos y otros están más mezclados”, agrega.

Los fascismos tienen que ver con una postura autoritaria, nacionalista, irracionalista en términos de mentalidad y suelen ser excluyentes con los contrarios, “históricamente contra el comunismo, contra los sindicatos”, dice el también maestro por la UNAM. 

“[Además] es un fenómeno que se da dentro del capitalismo, tiene que ver con una alianza entre los sectores más poderosos del capital y el régimen político. El capital se sirve del régimen político para, en condiciones de excepción, poder funcionar mejor”, detalla el historiador. “Es un fenómeno de masas”.

Otra de las principales características de los fascismos para Illades es que “suelen ser estatistas”. Y es ahí donde muchos de los movimientos de derecha en la actualidad se separan ideológicamente. “Otras ultraderechas de ahora, que están manifestándose fuertemente, son ultraliberales; es decir, estilo [Javier] Milei, por ejemplo. Milei es autoritario, todas las cosas feas que se te ocurra, lo es, sí. Pero no es estatista. Quiere un estado chiquito, que se reduzca a ciertos órganos, dos o tres cosas que lo hagan funcionar”, dice.

Es complicado englobar los movimientos de ultraderecha porque surgen muchas contradicciones. “La novedad de ahora es que se están mezclando elementos fascistas con elementos que provienen del ultraliberalismo. Por ejemplo, en Trump”, dice el especialista.

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¿Donald Trump es fascista?

En noviembre de 2016, Donald Trump se convirtió en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. Ese mismo año, meses atrás y del otro lado del mundo, murió el intelectual, novelista, ensayista y semiólogo Umberto Eco, el 19 de febrero en Milán. No deja de ser curioso que el año del ascenso al poder de Trump sea el mismo en que falleció el autor de una de las obras más reconocidas para entender al fascismo, ideología con la que suele vincularse al político y millonario estadounidense.

En la obra de Eco destacan las novelas El nombre de la rosa (1980) y El péndulo de Foucault (1988), los libros de ensayos Apocalípticos e integrados (1964) y Tratado de semiótica general (1975). Además, escribió para diferentes diarios y revistas. Sin embargo, uno de sus artículos más famosos es “Ur-Fascism”, que se traduce como fascismo eterno en español, publicado por la revista New York Review of Books en 1995. Se trata de un ensayo sobre cómo reconocer el fascismo en términos generales.

“Es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar ‘Ur-Fascismo’, o ‘fascismo eterno’. Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema, muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista”, escribió Eco.

Muchas de las características que Umberto Eco le atribuyó al fascismo también aplican para el actual presidente de los Estados Unidos, que recientemente arrancó con su segundo mandato en 2025. 

Para el intelectual italiano, el primer aspecto que define al fascismo es “el culto a la tradición”. Este es uno de los puntos más visibles del trumpismo. Desde 2012, el millonario estadounidense ha empleado la frase “Make America Great Again. Esa frase, “haz a los Estados Unidos grande otra vez”, se convirtió en el lema oficial de su campaña el 16 de junio de 2015, el mismo día que presentó su candidatura para las elecciones de 2016.

El segundo punto que podría aplicarse a Trump es el irracionalismo. Sobre esto Eco abunda: “El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas”.

En una entrevista realizada el 16 de marzo de 2016, en el programa “Morning Joe” de la cadena MSNBC, le preguntaron a Trump con quién habla constantemente sobre política exterior y el entonces presidente electo declaró: “Hablo conmigo mismo porque tengo un muy buen cerebro”. Dijo también: “Mi consultor principal soy yo mismo, y tengo un buen instinto”. Días después, en un mitin en La Crosse, Wisconsin, declaró: “Los expertos son terribles. Mira el lío en el que estamos con todos estos expertos que tenemos”.

Otro punto que Eco abordó en su ensayo es el desacuerdo, que entre los fascistas puede ser visto como un signo de enfrentamiento. “El fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El ‘Ur-Fascismo’ es, pues, racista por definición”.

Uno de los principales pilares del discurso de Trump es su rechazo a los migrantes que llegan ilegalmente a los Estados Unidos. Durante un mitin en New Hampshire, en diciembre de 2023, el entonces aspirante a candidato presidencial declaró que los inmigrantes que llegan a Estados Unidos estaban “envenenando la sangre de nuestro país”. Meses después, en marzo de 2024, reafirmó esta declaración en una entrevista transmitida por la cadena de televisión Fox News. “¿Por qué se utilizan palabras como ‘alimañas’ y ‘envenenamiento de la sangre’?”, le preguntó el presentador Howard Kurtz. “La prensa, como usted sabe, reacciona inmediatamente a eso diciendo: ‘Bueno, ese es el tipo de lenguaje que usaban Hitler y Mussolini’”. A este comentario, Trump se limitó a contestar: “Porque nuestro país está siendo envenenado”.

“A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país”, escribió Umberto Eco en su ensayo “Ur-Fascismo”.

Del fascismo al posfascismo

A pesar de que tiene varios elementos fascistas, Donald Trump no es un fascista, no en sentido estricto. Así lo considera Carlos Illades y explica por qué:

De Trump todavía no me atrevería a decir que es fascista. Tiene elementos fascistas, como también tiene elementos ultraliberales. Hay que ver la comisión que le dio a Elon Musk para adelgazar el Estado. Se están dando esas amalgamas dentro de la derecha. Es importante diferenciarlos y admitir que se están dando combinaciones nuevas en algunas personas, en algunos países.

Esta mezcla heterogénea de ideologías dentro de las derechas radicales es algo que ya se estudia. En su libro Las nuevas caras de la derecha (Siglo XXI, 2018), el historiador italiano Enzo Traverso declara que “tan pronto comenzamos a reflexionar sobre ella, la palabra ‘fascismo’ demuestra ser más un obstáculo que un elemento esclarecedor del debate”. Por ello, distingue y propone cuatro conceptos para entender el debate político actual: el populismo, el fascismo, el neofascismo y el posfascismo.

El populismo es un estilo de hacer política, que no corresponde con una ideología específica en el siglo XXI. El fascismo lo define como un fenómeno de masas con un consenso activo de estas, pues trata de constituir comunidades nacionales o raciales, conformar una civilización nueva y revolucionar el orden existente.

A los neofascismos los define como los esfuerzos contemporáneos de regresar al fascismo clásico, movimientos que buscan recuperar los fundamentos originales del fascismo histórico, “como lo fue en sus orígenes el Frente Nacional francés bajo el liderazgo de [Jean-Marie] Le Pen padre”, explica Illades.

En cambio, los posfascistas pueden tener actitudes y posturas fascistas, pero no tienen un origen fascista. “En el plano ideológico ya no hay una continuidad visible suya con el fascismo clásico. Si intentamos definirlos, no podemos pasar por alto esta matriz fascista, sin la cual no existirían, pero también debemos tener en cuenta su evolución porque se han transformado, y hoy en día se desplazan en una dirección cuyo destino final no conocemos”, escribe Enzo Traverso en esta clasificación que sirve para caracterizar a muchas de las derechas extremas del siglo XXI, ya que propiamente no hay todavía ningún régimen fascista en este momento.

“Sería el caso de Trump. Además, me gustaría subrayar que ya definirlo como populista es como quedarse corto. Podría tener algún elemento populista, sin duda, pero también tiene elementos que son fascistas y elementos que son ultraliberales. Trump en todo caso sería posfacista”, puntualiza el experto sobre lo complejo que es intentar definir a un político como Donald Trump.

¿Por qué el fascismo crece?

Son múltiples razones que varían en cada país. Pero a nivel general es una respuesta a la globalización. “De la misma manera que las izquierdas, como los nuevos anarquismos, son una respuesta a la exclusión que ha generado la globalización; las respuestas de las derechas extremas serían estas expresiones fascistas”, comenta el autor del libro El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México.

Para ejemplificar esto, cita el reportaje “Görlitz, donde uno de cada dos alemanes vota a la ultraderecha”, publicado por el diario El País el 24 de febrero de 2025. Görlitz es una población que colinda al sur con la República Checa; una buena parte de la población votó a Alternativa para Alemania. “En la entrevista, un electricista decía que la Alternativa sí se preocupa por la gente, y eso también dicen de Trump. Que se preocupa por la gente”, recuerda el historiador. “Son trabajadores; gente que se quedó sin empleo o que bajaron sus salarios o que piensa que los migrantes son los culpables de que ocurrieran estas dos cosas. Lo mismo que está ocurriendo en Estados Unidos. Entre la gente que apoya a Trump hay trabajadores de Detroit, de las constructoras de autos que perdieron el empleo”.

Según su análisis, son las clases populares y las clases medias empobrecidas, ambas afectadas por la globalización, quienes comienzan a simpatizar con estas ideas, ya que no encontraron alternativas dentro de la izquierda.

“Ellos eran el público de los socialistas. Los trabajadores ya no encontraron el socialismo porque estaba debilitado o porque acabaron aceptando las socialdemocracias, las políticas neoliberales, y acabaron no sintiéndose representados ahí y se fueron a estas propuestas más radicales”, explica.

Por supuesto hay más factores. Volvamos a Trump. El político y millonario estadounidense tiene a las clases trabajadoras respaldándolo; a ellas se suman aquellos que tienen ideas más conservadoras. “Muchos también lo apoyan por el lado del machismo, que detesten las políticas de inclusión; vemos el problema que Trump tiene con los géneros”, dice el historiador. 

Estos movimientos posfacistas también son una respuesta desde el lado de la derecha y la ultraderecha al desencanto político. “Su discurso también se dirige a gente que se siente excluida, que no se siente representada en los políticos y piensa que los políticos son una élite corrupta y que no actúan en su beneficio. Entonces, sale un líder ‘x’ que habla de ellos, que dice que va a arreglar las cosas con aranceles o moviendo los dedos, etcétera, y se encarrilan en esa dirección”.

Para muchos de estos simpatizantes, dice el experto, la política liberal no les dice nada, la democracia liberal no les dice nada o les dice muy poco.

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Internet y fascismo

El martes 25 de febrero de 2025, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump compartió en su plataforma Truth Social —única red social por la que se comunica— un video generado por inteligencia artificial en el se muestra a una Franja de Gaza destruida ahora transformada en un complejo turístico. 

En el video se muestran grandes edificios en una playa de agua turquesa, hay un niño que sostiene un globo con la forma de la cabeza de Trump, también una estatua dorada del millonario; además aparecen Elon Musk y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, con quien el presidente estadounidense está sentado en una silla de playa y sin playera, con cocktail en mano, frente a una piscina de fondo. Acompañando al video una voz robótica canta: “Donald viene a liberarte, trayendo la luz para que todos la vean; no más túneles, no más miedo: Trump Gaza finalmente está aquí”.

Días antes de la publicación del video, Trump había propuesto en una conferencia, junto a Netanyahu, que Estados Unidos tomara el control de Gaza y desplazara permanentemente a los dos millones de palestinos a países como Egipto y Jordania.

El uso de videos de este tipo no es casualidad, sino una herramienta común para difundir mensajes de odio. Durante la última década, internet ha sido un medio importante para radicalizar a los jóvenes.  Por medio de videos, memes y publicaciones escritas, jóvenes de todo el mundo se han acercado a movimientos radicales de derecha. Un ejemplo de cómo se difunden estas ideas en redes sociales es el de Pepe “The Frog”, un personaje del cómic web Boy’s Club (2005) de Matt Furie. En un inicio esta rana verde no tenía connotaciones racistas ni fascistas; pero a mediados de la década del 2010, comunidades de ultraderecha en internet lo transformaron en un símbolo de odio, pues comenzaron a ilustrarlo con esvásticas, uniformes nazis, como un miembro Ku Klux Klan; también se le ha se le ha retratado como a los dictadores fascistas de Chile y España, Augusto Pinochet y Francisco Franco. Incluso el propio presidente Trump compartió una ilustración de Pepe “The Frog” disfrazado como él en octubre de 2015, cuando todavía competía por la candidatura presidencial del partido republicano.

“[Internet] tiene un papel muy importante; es una herramienta de la cual no dispusieron los fascistas históricos. Tiene la ventaja de la inmediatez, casi de tiempo real; la simpleza de los mensajes; el desprestigio, porque ha entrado ya, desde hace varios años, y la verdad ya no es un criterio. Llegamos tanto a un relativismo que es difícil ponernos de acuerdo en un criterio para discernir lo que es cierto de lo que es falso”, comenta Illades.

En una entrevista a finales de 2024, el premio nobel de física Geoffrey Hinton, conocido como “el padrino de la inteligencia artificial” por sus investigaciones sobre las redes neuronales artificiales, señaló que uno de los peligros de la inteligencia artificial es su posible contribución a un nuevo auge del fascismo:

Teniendo un gran aumento de la productividad debería haber un aumento de bienes y servicios para todo el mundo y la gente viviría mejor. El problema es que realmente está pasando lo contrario porque vivimos en una sociedad capitalista. Este aumento enorme de la productividad le va a dar más dinero a las grandes empresas y a los ricos, aumentando todavía más la brecha entre los ricos y la gente que va a perder su trabajo. Tan pronto como aumentes este espacio, más terreno fértil queda para el auge del fascismo.

¿Podría llegar a México la nueva ola de la ultraderecha?

Hasta hace poco tiempo, Illades consideraba muy difícil que se gestara un movimiento fascista grande en México, “por el clasismo y el racismo que hay en el país, [porque] para que florezcan estos movimientos tienen que ser movimientos de masas, y si tú dices que el fenotipo del 70% de los mexicanos no te gusta porque tiene rasgos indígenas, por ejemplo, pues ya es muy difícil que hagas una base social entorno a la supremacía racial”, dice.

No obstante, su colega Marcelo Badaró, historiador brasileño, le recordó algo: por Bolsonaro votaron un sector importante de afrodescendientes; por Trump hicieron lo mismo los latinos.

“Incluso aunque estos discursos hablen mal de ciertos grupos de la población, son susceptibles de ser cooptados por otras razones. Puede ser debido a que desprecian a los homosexuales o porque perdieron su trabajo, y entonces ya te parece menos grave que digan que los afrodescendientes son flojos e ineptos o que los latinos son ladrones”, comenta el especialista.

Durante las elecciones de 2024 el actor Eduardo Verástegui intentó contender por la presidencia de México, pero fracasó al no conseguir el número necesario de firmas para registrarse como candidato independiente. Su discurso es parecido al de Donald Trump, ya que difunde mensajes de odio contra migrantes y la comunidad LGBT+. En octubre de 2023 el actor subió un video disparando un arma larga a la red social X, con este mensaje: “Miren lo que le vamos a hacer a los terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

A mediados de febrero de 2025 Verástegui volvió a resonar en la conversación pública, luego de haber realizado un saludo comparado con el de los nazis durante su participación en la Conservative Political Action Conference de este año. En ese mismo evento, otros colaboradores cercanos del presidente estadounidense, como Steve Bannon y Elon Musk, replicaron el gesto fascista. Para inicio de año, en enero de 2025, la organización Movimiento Nacional Viva México, liderada por el actor, entregó al Instituto Nacional Electoral la documentación para intentar constituirse como partido político.

Carlos Illades no descarta el surgimiento de más grupos de ultraderecha, no solo porque es la tendencia mundial, sino por contexto político en México: “Una de las cosas que ha pasado con el obradorismo es que hizo una especie de succión; chupó a la izquierda, pero también a una parte de la derecha. En el sector que quedó fuera [del obradorismo], su manera de reposicionarse ya no es intentar ganarse al centro, sino radicalizarse y adoptar ideas más extremas”.

“En México lo veo difícil, pero ya no lo veo tan difícil como lo veía antes”, finalizó.

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¿Fascismo eterno o posfacismo? Donald Trump a los ojos de Umberto Eco

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El uso indiscriminado de un término puede trivializarlo. Eso ha pasado con el concepto “fascismo”; pero ¿qué es realmente un fascista?, ¿políticos como Donald Trump son “fachos”?

Parece que los términos como “facho” y “fascista” se han transformado de conceptos a acusaciones o estigmas. Todos los días se escucha en las calles o leemos en redes sociales que tal persona es fascista, que tal actitud es “facha”. ¿Realmente lo son? El uso y abuso de un término puede trivializarlo y eso está pasando con el concepto “fascismo”, pues su uso indiscriminado ha vuelto difuso su significado. 

¿Qué es fascismo?

¿Qué es fascismo?, ¿quién es fascista? Por supuesto, la respuesta no es fácil y va más allá de un saludo, de esvásticas o de los nombres Benito, Adolf, Augusto o Francisco. Hace treinta años el intelectual italiano Umberto Eco escribió un ensayo sobre cómo detectar a un fascista. En aquel texto enumeró catorce criterios, entre los que se encuentran el odio al diferente, el culto a la tradición, una obsesión con las conspiraciones, el uso de una neolengua. Muchas de ellas, por ejemplo, las cumple el actual presidente Donald Trump; otras no. Habrá quienes digan que el político y millonario estadounidense es un fascista; otros que es un asunto complejo, un fenómeno nuevo, algo de nuestro siglo.

La respuesta a qué es fascismo puede variar dependiendo de algunos teóricos. No obstante, Federico Finchelstein tiene una definición que puede funcionar como punto de partida. El historiador argentino, estudioso de los movimientos fascistas, los movimientos populistas y el holocausto judío, declaró en una entrevista que, a grandes rasgos, y tratando de delimitar lo máximo posible, “al fascismo lo define la combinación de cuatro características fundamentales. La primera es la dictadura. No hay fascismo sin dictadura”. 

Las otras tres características son “la política del odio extremo, de la xenofobia o el racismo, la demonización de los adversarios”; “la violencia política, su glorificación y la militarización de la política”, y por último, “la mentira”, que “implica no solo rechazar la realidad, sino —y esto es lo peor— tratar de cambiarla para que se asemeje a la mentira”, de acuerdo con lo dicho por Finchelstein a Carlos Bravo Regidor, en la edición número 223 de Gatopardo.

A partir de esta definición, y buscando comprender mejor qué es fascismo y qué no, qué movimientos de ultraderecha son cercanos al fascismo y su expansión por el continente americano, Gatopardo conversó con el doctor Carlos Illades, maestro en Historia por la UNAM, doctor por El Colegio de México y autor de libros como El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (Océano, 2018).

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Fascismo y ultraderecha no siempre son lo mismo

Al preguntarle sobre los movimientos fascistas en la actualidad, el historiador Carlos Illades puntualiza que en el panorama actual del ascenso de las ultraderechas a nivel mundial existe una confusión respecto a la naturaleza de estos movimientos, ya que cada uno tiene aspectos particulares y no todos tienen características fascistas. 

“Lo primero que veo es que estamos confundiendo el fascismo con las derechas radicales o las ultraderechas”, dice.

Illades explica que hay distintos tipos de derechas radicales. En la actualidad hay dos grupos muy visibles: los fascistas y los ultraliberales. “Por un lado, las que vienen del fascismo o son expresiones nuevas de ese fascismo histórico, como es el caso de Alemania”.

En las pasadas elecciones federales alemanas Alternative für Deutschland (Alternativa para Alemania), un partido de derecha radical fundado hace más de una década, obtuvo el 21% de los votos; es decir, más del doble que en las elecciones de 2021,  por lo que se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria. Una de las propuestas de este partido son las medidas migratorias, que llaman “remigración”. 

A inicio de 2025, Philipp Adorf, investigador asociado de la Universidad de Bonn, explicó en un ensayo publicado en el American-German Institute que, desde 2023,

la AfD empezó a utilizar el término ‘remigración’ de forma más extensa, y lo utilizó en campañas en las redes sociales y en algunos documentos de las filiales estatales del partido, generalmente enmarcado como una medida para hacer cumplir las deportaciones de solicitantes de asilo rechazados y extranjeros delincuentes […]  La AfD define la remigración como una medida legal para expulsar a las personas sin derechos de residencia, en gran parte porque los llamamientos a despojar de su ciudadanía a los alemanes con un ‘origen inmigrante’ podrían contribuir a la prohibición del partido por parte del tribunal constitucional. Sin embargo, los pensadores identitarios conciben la remigración como una salvaguardia demográfica para las ‘mayorías blancas’ de Europa.

Para illades, lo que está viviendo Alemania en este momento “son las expresiones de una ideología y de un movimiento fascista. No es todavía un régimen porque esa es una diferencia importante”. Esta es la clave para comprender mejor el fascismo actual.

El fascismo implica tres situaciones. Puede ser alguna de ellas o todas a la vez: una ideología, un movimiento político y una forma de gobierno​ de carácter totalitario, un régimen.

“Ahorita no tenemos regímenes fascistas. Podría volver porque en este momento tenemos ideologías fascistas y movimientos fascistas”, advierte el investigador.

¿Todos podemos ser fascistas? 

Cualquier persona puede ser fascista ideológicamente, pero podemos estar encerrados en nuestras casas y afectar solamente a nuestro entorno más inmediato con estas actitudes que han desencadenado una guerra mundial. Explica Illades:

Pero otra cosa distinta es que compartamos esta ideología con un grupo organizado, ser parte de un movimiento y actuar en política callejera; formar un partido e incluso agredir aquello que no nos gusta. El fascismo histórico era contra los comunistas, contra los sindicalistas, contra los socialdemócratas. Ahora son las minorías, los migrantes.

Una vez que un movimiento se convierte en partido político y gana elecciones o llega de manera violenta al poder, es “cuando llega el régimen y cuando se modifica radicalmente a las instituciones; se cierra buena parte de la prensa, proscriben a la oposición, les quitan la oportunidad de expresión política. Hay un clima en el mundo donde están prosperando estas ideologías, pero todavía no hay regímenes, solo hay movimientos. Algunos son más nítidos y otros están más mezclados”, agrega.

Los fascismos tienen que ver con una postura autoritaria, nacionalista, irracionalista en términos de mentalidad y suelen ser excluyentes con los contrarios, “históricamente contra el comunismo, contra los sindicatos”, dice el también maestro por la UNAM. 

“[Además] es un fenómeno que se da dentro del capitalismo, tiene que ver con una alianza entre los sectores más poderosos del capital y el régimen político. El capital se sirve del régimen político para, en condiciones de excepción, poder funcionar mejor”, detalla el historiador. “Es un fenómeno de masas”.

Otra de las principales características de los fascismos para Illades es que “suelen ser estatistas”. Y es ahí donde muchos de los movimientos de derecha en la actualidad se separan ideológicamente. “Otras ultraderechas de ahora, que están manifestándose fuertemente, son ultraliberales; es decir, estilo [Javier] Milei, por ejemplo. Milei es autoritario, todas las cosas feas que se te ocurra, lo es, sí. Pero no es estatista. Quiere un estado chiquito, que se reduzca a ciertos órganos, dos o tres cosas que lo hagan funcionar”, dice.

Es complicado englobar los movimientos de ultraderecha porque surgen muchas contradicciones. “La novedad de ahora es que se están mezclando elementos fascistas con elementos que provienen del ultraliberalismo. Por ejemplo, en Trump”, dice el especialista.

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¿Donald Trump es fascista?

En noviembre de 2016, Donald Trump se convirtió en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. Ese mismo año, meses atrás y del otro lado del mundo, murió el intelectual, novelista, ensayista y semiólogo Umberto Eco, el 19 de febrero en Milán. No deja de ser curioso que el año del ascenso al poder de Trump sea el mismo en que falleció el autor de una de las obras más reconocidas para entender al fascismo, ideología con la que suele vincularse al político y millonario estadounidense.

En la obra de Eco destacan las novelas El nombre de la rosa (1980) y El péndulo de Foucault (1988), los libros de ensayos Apocalípticos e integrados (1964) y Tratado de semiótica general (1975). Además, escribió para diferentes diarios y revistas. Sin embargo, uno de sus artículos más famosos es “Ur-Fascism”, que se traduce como fascismo eterno en español, publicado por la revista New York Review of Books en 1995. Se trata de un ensayo sobre cómo reconocer el fascismo en términos generales.

“Es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar ‘Ur-Fascismo’, o ‘fascismo eterno’. Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema, muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista”, escribió Eco.

Muchas de las características que Umberto Eco le atribuyó al fascismo también aplican para el actual presidente de los Estados Unidos, que recientemente arrancó con su segundo mandato en 2025. 

Para el intelectual italiano, el primer aspecto que define al fascismo es “el culto a la tradición”. Este es uno de los puntos más visibles del trumpismo. Desde 2012, el millonario estadounidense ha empleado la frase “Make America Great Again. Esa frase, “haz a los Estados Unidos grande otra vez”, se convirtió en el lema oficial de su campaña el 16 de junio de 2015, el mismo día que presentó su candidatura para las elecciones de 2016.

El segundo punto que podría aplicarse a Trump es el irracionalismo. Sobre esto Eco abunda: “El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas”.

En una entrevista realizada el 16 de marzo de 2016, en el programa “Morning Joe” de la cadena MSNBC, le preguntaron a Trump con quién habla constantemente sobre política exterior y el entonces presidente electo declaró: “Hablo conmigo mismo porque tengo un muy buen cerebro”. Dijo también: “Mi consultor principal soy yo mismo, y tengo un buen instinto”. Días después, en un mitin en La Crosse, Wisconsin, declaró: “Los expertos son terribles. Mira el lío en el que estamos con todos estos expertos que tenemos”.

Otro punto que Eco abordó en su ensayo es el desacuerdo, que entre los fascistas puede ser visto como un signo de enfrentamiento. “El fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El ‘Ur-Fascismo’ es, pues, racista por definición”.

Uno de los principales pilares del discurso de Trump es su rechazo a los migrantes que llegan ilegalmente a los Estados Unidos. Durante un mitin en New Hampshire, en diciembre de 2023, el entonces aspirante a candidato presidencial declaró que los inmigrantes que llegan a Estados Unidos estaban “envenenando la sangre de nuestro país”. Meses después, en marzo de 2024, reafirmó esta declaración en una entrevista transmitida por la cadena de televisión Fox News. “¿Por qué se utilizan palabras como ‘alimañas’ y ‘envenenamiento de la sangre’?”, le preguntó el presentador Howard Kurtz. “La prensa, como usted sabe, reacciona inmediatamente a eso diciendo: ‘Bueno, ese es el tipo de lenguaje que usaban Hitler y Mussolini’”. A este comentario, Trump se limitó a contestar: “Porque nuestro país está siendo envenenado”.

“A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país”, escribió Umberto Eco en su ensayo “Ur-Fascismo”.

Del fascismo al posfascismo

A pesar de que tiene varios elementos fascistas, Donald Trump no es un fascista, no en sentido estricto. Así lo considera Carlos Illades y explica por qué:

De Trump todavía no me atrevería a decir que es fascista. Tiene elementos fascistas, como también tiene elementos ultraliberales. Hay que ver la comisión que le dio a Elon Musk para adelgazar el Estado. Se están dando esas amalgamas dentro de la derecha. Es importante diferenciarlos y admitir que se están dando combinaciones nuevas en algunas personas, en algunos países.

Esta mezcla heterogénea de ideologías dentro de las derechas radicales es algo que ya se estudia. En su libro Las nuevas caras de la derecha (Siglo XXI, 2018), el historiador italiano Enzo Traverso declara que “tan pronto comenzamos a reflexionar sobre ella, la palabra ‘fascismo’ demuestra ser más un obstáculo que un elemento esclarecedor del debate”. Por ello, distingue y propone cuatro conceptos para entender el debate político actual: el populismo, el fascismo, el neofascismo y el posfascismo.

El populismo es un estilo de hacer política, que no corresponde con una ideología específica en el siglo XXI. El fascismo lo define como un fenómeno de masas con un consenso activo de estas, pues trata de constituir comunidades nacionales o raciales, conformar una civilización nueva y revolucionar el orden existente.

A los neofascismos los define como los esfuerzos contemporáneos de regresar al fascismo clásico, movimientos que buscan recuperar los fundamentos originales del fascismo histórico, “como lo fue en sus orígenes el Frente Nacional francés bajo el liderazgo de [Jean-Marie] Le Pen padre”, explica Illades.

En cambio, los posfascistas pueden tener actitudes y posturas fascistas, pero no tienen un origen fascista. “En el plano ideológico ya no hay una continuidad visible suya con el fascismo clásico. Si intentamos definirlos, no podemos pasar por alto esta matriz fascista, sin la cual no existirían, pero también debemos tener en cuenta su evolución porque se han transformado, y hoy en día se desplazan en una dirección cuyo destino final no conocemos”, escribe Enzo Traverso en esta clasificación que sirve para caracterizar a muchas de las derechas extremas del siglo XXI, ya que propiamente no hay todavía ningún régimen fascista en este momento.

“Sería el caso de Trump. Además, me gustaría subrayar que ya definirlo como populista es como quedarse corto. Podría tener algún elemento populista, sin duda, pero también tiene elementos que son fascistas y elementos que son ultraliberales. Trump en todo caso sería posfacista”, puntualiza el experto sobre lo complejo que es intentar definir a un político como Donald Trump.

¿Por qué el fascismo crece?

Son múltiples razones que varían en cada país. Pero a nivel general es una respuesta a la globalización. “De la misma manera que las izquierdas, como los nuevos anarquismos, son una respuesta a la exclusión que ha generado la globalización; las respuestas de las derechas extremas serían estas expresiones fascistas”, comenta el autor del libro El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México.

Para ejemplificar esto, cita el reportaje “Görlitz, donde uno de cada dos alemanes vota a la ultraderecha”, publicado por el diario El País el 24 de febrero de 2025. Görlitz es una población que colinda al sur con la República Checa; una buena parte de la población votó a Alternativa para Alemania. “En la entrevista, un electricista decía que la Alternativa sí se preocupa por la gente, y eso también dicen de Trump. Que se preocupa por la gente”, recuerda el historiador. “Son trabajadores; gente que se quedó sin empleo o que bajaron sus salarios o que piensa que los migrantes son los culpables de que ocurrieran estas dos cosas. Lo mismo que está ocurriendo en Estados Unidos. Entre la gente que apoya a Trump hay trabajadores de Detroit, de las constructoras de autos que perdieron el empleo”.

Según su análisis, son las clases populares y las clases medias empobrecidas, ambas afectadas por la globalización, quienes comienzan a simpatizar con estas ideas, ya que no encontraron alternativas dentro de la izquierda.

“Ellos eran el público de los socialistas. Los trabajadores ya no encontraron el socialismo porque estaba debilitado o porque acabaron aceptando las socialdemocracias, las políticas neoliberales, y acabaron no sintiéndose representados ahí y se fueron a estas propuestas más radicales”, explica.

Por supuesto hay más factores. Volvamos a Trump. El político y millonario estadounidense tiene a las clases trabajadoras respaldándolo; a ellas se suman aquellos que tienen ideas más conservadoras. “Muchos también lo apoyan por el lado del machismo, que detesten las políticas de inclusión; vemos el problema que Trump tiene con los géneros”, dice el historiador. 

Estos movimientos posfacistas también son una respuesta desde el lado de la derecha y la ultraderecha al desencanto político. “Su discurso también se dirige a gente que se siente excluida, que no se siente representada en los políticos y piensa que los políticos son una élite corrupta y que no actúan en su beneficio. Entonces, sale un líder ‘x’ que habla de ellos, que dice que va a arreglar las cosas con aranceles o moviendo los dedos, etcétera, y se encarrilan en esa dirección”.

Para muchos de estos simpatizantes, dice el experto, la política liberal no les dice nada, la democracia liberal no les dice nada o les dice muy poco.

También podrías leer: Aún estoy aquí de Walter Salles: la dictadura pintada como un burdo melodrama

Internet y fascismo

El martes 25 de febrero de 2025, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump compartió en su plataforma Truth Social —única red social por la que se comunica— un video generado por inteligencia artificial en el se muestra a una Franja de Gaza destruida ahora transformada en un complejo turístico. 

En el video se muestran grandes edificios en una playa de agua turquesa, hay un niño que sostiene un globo con la forma de la cabeza de Trump, también una estatua dorada del millonario; además aparecen Elon Musk y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, con quien el presidente estadounidense está sentado en una silla de playa y sin playera, con cocktail en mano, frente a una piscina de fondo. Acompañando al video una voz robótica canta: “Donald viene a liberarte, trayendo la luz para que todos la vean; no más túneles, no más miedo: Trump Gaza finalmente está aquí”.

Días antes de la publicación del video, Trump había propuesto en una conferencia, junto a Netanyahu, que Estados Unidos tomara el control de Gaza y desplazara permanentemente a los dos millones de palestinos a países como Egipto y Jordania.

El uso de videos de este tipo no es casualidad, sino una herramienta común para difundir mensajes de odio. Durante la última década, internet ha sido un medio importante para radicalizar a los jóvenes.  Por medio de videos, memes y publicaciones escritas, jóvenes de todo el mundo se han acercado a movimientos radicales de derecha. Un ejemplo de cómo se difunden estas ideas en redes sociales es el de Pepe “The Frog”, un personaje del cómic web Boy’s Club (2005) de Matt Furie. En un inicio esta rana verde no tenía connotaciones racistas ni fascistas; pero a mediados de la década del 2010, comunidades de ultraderecha en internet lo transformaron en un símbolo de odio, pues comenzaron a ilustrarlo con esvásticas, uniformes nazis, como un miembro Ku Klux Klan; también se le ha se le ha retratado como a los dictadores fascistas de Chile y España, Augusto Pinochet y Francisco Franco. Incluso el propio presidente Trump compartió una ilustración de Pepe “The Frog” disfrazado como él en octubre de 2015, cuando todavía competía por la candidatura presidencial del partido republicano.

“[Internet] tiene un papel muy importante; es una herramienta de la cual no dispusieron los fascistas históricos. Tiene la ventaja de la inmediatez, casi de tiempo real; la simpleza de los mensajes; el desprestigio, porque ha entrado ya, desde hace varios años, y la verdad ya no es un criterio. Llegamos tanto a un relativismo que es difícil ponernos de acuerdo en un criterio para discernir lo que es cierto de lo que es falso”, comenta Illades.

En una entrevista a finales de 2024, el premio nobel de física Geoffrey Hinton, conocido como “el padrino de la inteligencia artificial” por sus investigaciones sobre las redes neuronales artificiales, señaló que uno de los peligros de la inteligencia artificial es su posible contribución a un nuevo auge del fascismo:

Teniendo un gran aumento de la productividad debería haber un aumento de bienes y servicios para todo el mundo y la gente viviría mejor. El problema es que realmente está pasando lo contrario porque vivimos en una sociedad capitalista. Este aumento enorme de la productividad le va a dar más dinero a las grandes empresas y a los ricos, aumentando todavía más la brecha entre los ricos y la gente que va a perder su trabajo. Tan pronto como aumentes este espacio, más terreno fértil queda para el auge del fascismo.

¿Podría llegar a México la nueva ola de la ultraderecha?

Hasta hace poco tiempo, Illades consideraba muy difícil que se gestara un movimiento fascista grande en México, “por el clasismo y el racismo que hay en el país, [porque] para que florezcan estos movimientos tienen que ser movimientos de masas, y si tú dices que el fenotipo del 70% de los mexicanos no te gusta porque tiene rasgos indígenas, por ejemplo, pues ya es muy difícil que hagas una base social entorno a la supremacía racial”, dice.

No obstante, su colega Marcelo Badaró, historiador brasileño, le recordó algo: por Bolsonaro votaron un sector importante de afrodescendientes; por Trump hicieron lo mismo los latinos.

“Incluso aunque estos discursos hablen mal de ciertos grupos de la población, son susceptibles de ser cooptados por otras razones. Puede ser debido a que desprecian a los homosexuales o porque perdieron su trabajo, y entonces ya te parece menos grave que digan que los afrodescendientes son flojos e ineptos o que los latinos son ladrones”, comenta el especialista.

Durante las elecciones de 2024 el actor Eduardo Verástegui intentó contender por la presidencia de México, pero fracasó al no conseguir el número necesario de firmas para registrarse como candidato independiente. Su discurso es parecido al de Donald Trump, ya que difunde mensajes de odio contra migrantes y la comunidad LGBT+. En octubre de 2023 el actor subió un video disparando un arma larga a la red social X, con este mensaje: “Miren lo que le vamos a hacer a los terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

A mediados de febrero de 2025 Verástegui volvió a resonar en la conversación pública, luego de haber realizado un saludo comparado con el de los nazis durante su participación en la Conservative Political Action Conference de este año. En ese mismo evento, otros colaboradores cercanos del presidente estadounidense, como Steve Bannon y Elon Musk, replicaron el gesto fascista. Para inicio de año, en enero de 2025, la organización Movimiento Nacional Viva México, liderada por el actor, entregó al Instituto Nacional Electoral la documentación para intentar constituirse como partido político.

Carlos Illades no descarta el surgimiento de más grupos de ultraderecha, no solo porque es la tendencia mundial, sino por contexto político en México: “Una de las cosas que ha pasado con el obradorismo es que hizo una especie de succión; chupó a la izquierda, pero también a una parte de la derecha. En el sector que quedó fuera [del obradorismo], su manera de reposicionarse ya no es intentar ganarse al centro, sino radicalizarse y adoptar ideas más extremas”.

“En México lo veo difícil, pero ya no lo veo tan difícil como lo veía antes”, finalizó.

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¿Fascismo eterno o posfacismo? Donald Trump a los ojos de Umberto Eco

¿Fascismo eterno o posfacismo? Donald Trump a los ojos de Umberto Eco

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El uso indiscriminado de un término puede trivializarlo. Eso ha pasado con el concepto “fascismo”; pero ¿qué es realmente un fascista?, ¿políticos como Donald Trump son “fachos”?

Parece que los términos como “facho” y “fascista” se han transformado de conceptos a acusaciones o estigmas. Todos los días se escucha en las calles o leemos en redes sociales que tal persona es fascista, que tal actitud es “facha”. ¿Realmente lo son? El uso y abuso de un término puede trivializarlo y eso está pasando con el concepto “fascismo”, pues su uso indiscriminado ha vuelto difuso su significado. 

¿Qué es fascismo?

¿Qué es fascismo?, ¿quién es fascista? Por supuesto, la respuesta no es fácil y va más allá de un saludo, de esvásticas o de los nombres Benito, Adolf, Augusto o Francisco. Hace treinta años el intelectual italiano Umberto Eco escribió un ensayo sobre cómo detectar a un fascista. En aquel texto enumeró catorce criterios, entre los que se encuentran el odio al diferente, el culto a la tradición, una obsesión con las conspiraciones, el uso de una neolengua. Muchas de ellas, por ejemplo, las cumple el actual presidente Donald Trump; otras no. Habrá quienes digan que el político y millonario estadounidense es un fascista; otros que es un asunto complejo, un fenómeno nuevo, algo de nuestro siglo.

La respuesta a qué es fascismo puede variar dependiendo de algunos teóricos. No obstante, Federico Finchelstein tiene una definición que puede funcionar como punto de partida. El historiador argentino, estudioso de los movimientos fascistas, los movimientos populistas y el holocausto judío, declaró en una entrevista que, a grandes rasgos, y tratando de delimitar lo máximo posible, “al fascismo lo define la combinación de cuatro características fundamentales. La primera es la dictadura. No hay fascismo sin dictadura”. 

Las otras tres características son “la política del odio extremo, de la xenofobia o el racismo, la demonización de los adversarios”; “la violencia política, su glorificación y la militarización de la política”, y por último, “la mentira”, que “implica no solo rechazar la realidad, sino —y esto es lo peor— tratar de cambiarla para que se asemeje a la mentira”, de acuerdo con lo dicho por Finchelstein a Carlos Bravo Regidor, en la edición número 223 de Gatopardo.

A partir de esta definición, y buscando comprender mejor qué es fascismo y qué no, qué movimientos de ultraderecha son cercanos al fascismo y su expansión por el continente americano, Gatopardo conversó con el doctor Carlos Illades, maestro en Historia por la UNAM, doctor por El Colegio de México y autor de libros como El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (Océano, 2018).

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Fascismo y ultraderecha no siempre son lo mismo

Al preguntarle sobre los movimientos fascistas en la actualidad, el historiador Carlos Illades puntualiza que en el panorama actual del ascenso de las ultraderechas a nivel mundial existe una confusión respecto a la naturaleza de estos movimientos, ya que cada uno tiene aspectos particulares y no todos tienen características fascistas. 

“Lo primero que veo es que estamos confundiendo el fascismo con las derechas radicales o las ultraderechas”, dice.

Illades explica que hay distintos tipos de derechas radicales. En la actualidad hay dos grupos muy visibles: los fascistas y los ultraliberales. “Por un lado, las que vienen del fascismo o son expresiones nuevas de ese fascismo histórico, como es el caso de Alemania”.

En las pasadas elecciones federales alemanas Alternative für Deutschland (Alternativa para Alemania), un partido de derecha radical fundado hace más de una década, obtuvo el 21% de los votos; es decir, más del doble que en las elecciones de 2021,  por lo que se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria. Una de las propuestas de este partido son las medidas migratorias, que llaman “remigración”. 

A inicio de 2025, Philipp Adorf, investigador asociado de la Universidad de Bonn, explicó en un ensayo publicado en el American-German Institute que, desde 2023,

la AfD empezó a utilizar el término ‘remigración’ de forma más extensa, y lo utilizó en campañas en las redes sociales y en algunos documentos de las filiales estatales del partido, generalmente enmarcado como una medida para hacer cumplir las deportaciones de solicitantes de asilo rechazados y extranjeros delincuentes […]  La AfD define la remigración como una medida legal para expulsar a las personas sin derechos de residencia, en gran parte porque los llamamientos a despojar de su ciudadanía a los alemanes con un ‘origen inmigrante’ podrían contribuir a la prohibición del partido por parte del tribunal constitucional. Sin embargo, los pensadores identitarios conciben la remigración como una salvaguardia demográfica para las ‘mayorías blancas’ de Europa.

Para illades, lo que está viviendo Alemania en este momento “son las expresiones de una ideología y de un movimiento fascista. No es todavía un régimen porque esa es una diferencia importante”. Esta es la clave para comprender mejor el fascismo actual.

El fascismo implica tres situaciones. Puede ser alguna de ellas o todas a la vez: una ideología, un movimiento político y una forma de gobierno​ de carácter totalitario, un régimen.

“Ahorita no tenemos regímenes fascistas. Podría volver porque en este momento tenemos ideologías fascistas y movimientos fascistas”, advierte el investigador.

¿Todos podemos ser fascistas? 

Cualquier persona puede ser fascista ideológicamente, pero podemos estar encerrados en nuestras casas y afectar solamente a nuestro entorno más inmediato con estas actitudes que han desencadenado una guerra mundial. Explica Illades:

Pero otra cosa distinta es que compartamos esta ideología con un grupo organizado, ser parte de un movimiento y actuar en política callejera; formar un partido e incluso agredir aquello que no nos gusta. El fascismo histórico era contra los comunistas, contra los sindicalistas, contra los socialdemócratas. Ahora son las minorías, los migrantes.

Una vez que un movimiento se convierte en partido político y gana elecciones o llega de manera violenta al poder, es “cuando llega el régimen y cuando se modifica radicalmente a las instituciones; se cierra buena parte de la prensa, proscriben a la oposición, les quitan la oportunidad de expresión política. Hay un clima en el mundo donde están prosperando estas ideologías, pero todavía no hay regímenes, solo hay movimientos. Algunos son más nítidos y otros están más mezclados”, agrega.

Los fascismos tienen que ver con una postura autoritaria, nacionalista, irracionalista en términos de mentalidad y suelen ser excluyentes con los contrarios, “históricamente contra el comunismo, contra los sindicatos”, dice el también maestro por la UNAM. 

“[Además] es un fenómeno que se da dentro del capitalismo, tiene que ver con una alianza entre los sectores más poderosos del capital y el régimen político. El capital se sirve del régimen político para, en condiciones de excepción, poder funcionar mejor”, detalla el historiador. “Es un fenómeno de masas”.

Otra de las principales características de los fascismos para Illades es que “suelen ser estatistas”. Y es ahí donde muchos de los movimientos de derecha en la actualidad se separan ideológicamente. “Otras ultraderechas de ahora, que están manifestándose fuertemente, son ultraliberales; es decir, estilo [Javier] Milei, por ejemplo. Milei es autoritario, todas las cosas feas que se te ocurra, lo es, sí. Pero no es estatista. Quiere un estado chiquito, que se reduzca a ciertos órganos, dos o tres cosas que lo hagan funcionar”, dice.

Es complicado englobar los movimientos de ultraderecha porque surgen muchas contradicciones. “La novedad de ahora es que se están mezclando elementos fascistas con elementos que provienen del ultraliberalismo. Por ejemplo, en Trump”, dice el especialista.

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¿Donald Trump es fascista?

En noviembre de 2016, Donald Trump se convirtió en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. Ese mismo año, meses atrás y del otro lado del mundo, murió el intelectual, novelista, ensayista y semiólogo Umberto Eco, el 19 de febrero en Milán. No deja de ser curioso que el año del ascenso al poder de Trump sea el mismo en que falleció el autor de una de las obras más reconocidas para entender al fascismo, ideología con la que suele vincularse al político y millonario estadounidense.

En la obra de Eco destacan las novelas El nombre de la rosa (1980) y El péndulo de Foucault (1988), los libros de ensayos Apocalípticos e integrados (1964) y Tratado de semiótica general (1975). Además, escribió para diferentes diarios y revistas. Sin embargo, uno de sus artículos más famosos es “Ur-Fascism”, que se traduce como fascismo eterno en español, publicado por la revista New York Review of Books en 1995. Se trata de un ensayo sobre cómo reconocer el fascismo en términos generales.

“Es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar ‘Ur-Fascismo’, o ‘fascismo eterno’. Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema, muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista”, escribió Eco.

Muchas de las características que Umberto Eco le atribuyó al fascismo también aplican para el actual presidente de los Estados Unidos, que recientemente arrancó con su segundo mandato en 2025. 

Para el intelectual italiano, el primer aspecto que define al fascismo es “el culto a la tradición”. Este es uno de los puntos más visibles del trumpismo. Desde 2012, el millonario estadounidense ha empleado la frase “Make America Great Again. Esa frase, “haz a los Estados Unidos grande otra vez”, se convirtió en el lema oficial de su campaña el 16 de junio de 2015, el mismo día que presentó su candidatura para las elecciones de 2016.

El segundo punto que podría aplicarse a Trump es el irracionalismo. Sobre esto Eco abunda: “El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas”.

En una entrevista realizada el 16 de marzo de 2016, en el programa “Morning Joe” de la cadena MSNBC, le preguntaron a Trump con quién habla constantemente sobre política exterior y el entonces presidente electo declaró: “Hablo conmigo mismo porque tengo un muy buen cerebro”. Dijo también: “Mi consultor principal soy yo mismo, y tengo un buen instinto”. Días después, en un mitin en La Crosse, Wisconsin, declaró: “Los expertos son terribles. Mira el lío en el que estamos con todos estos expertos que tenemos”.

Otro punto que Eco abordó en su ensayo es el desacuerdo, que entre los fascistas puede ser visto como un signo de enfrentamiento. “El fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El ‘Ur-Fascismo’ es, pues, racista por definición”.

Uno de los principales pilares del discurso de Trump es su rechazo a los migrantes que llegan ilegalmente a los Estados Unidos. Durante un mitin en New Hampshire, en diciembre de 2023, el entonces aspirante a candidato presidencial declaró que los inmigrantes que llegan a Estados Unidos estaban “envenenando la sangre de nuestro país”. Meses después, en marzo de 2024, reafirmó esta declaración en una entrevista transmitida por la cadena de televisión Fox News. “¿Por qué se utilizan palabras como ‘alimañas’ y ‘envenenamiento de la sangre’?”, le preguntó el presentador Howard Kurtz. “La prensa, como usted sabe, reacciona inmediatamente a eso diciendo: ‘Bueno, ese es el tipo de lenguaje que usaban Hitler y Mussolini’”. A este comentario, Trump se limitó a contestar: “Porque nuestro país está siendo envenenado”.

“A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país”, escribió Umberto Eco en su ensayo “Ur-Fascismo”.

Del fascismo al posfascismo

A pesar de que tiene varios elementos fascistas, Donald Trump no es un fascista, no en sentido estricto. Así lo considera Carlos Illades y explica por qué:

De Trump todavía no me atrevería a decir que es fascista. Tiene elementos fascistas, como también tiene elementos ultraliberales. Hay que ver la comisión que le dio a Elon Musk para adelgazar el Estado. Se están dando esas amalgamas dentro de la derecha. Es importante diferenciarlos y admitir que se están dando combinaciones nuevas en algunas personas, en algunos países.

Esta mezcla heterogénea de ideologías dentro de las derechas radicales es algo que ya se estudia. En su libro Las nuevas caras de la derecha (Siglo XXI, 2018), el historiador italiano Enzo Traverso declara que “tan pronto comenzamos a reflexionar sobre ella, la palabra ‘fascismo’ demuestra ser más un obstáculo que un elemento esclarecedor del debate”. Por ello, distingue y propone cuatro conceptos para entender el debate político actual: el populismo, el fascismo, el neofascismo y el posfascismo.

El populismo es un estilo de hacer política, que no corresponde con una ideología específica en el siglo XXI. El fascismo lo define como un fenómeno de masas con un consenso activo de estas, pues trata de constituir comunidades nacionales o raciales, conformar una civilización nueva y revolucionar el orden existente.

A los neofascismos los define como los esfuerzos contemporáneos de regresar al fascismo clásico, movimientos que buscan recuperar los fundamentos originales del fascismo histórico, “como lo fue en sus orígenes el Frente Nacional francés bajo el liderazgo de [Jean-Marie] Le Pen padre”, explica Illades.

En cambio, los posfascistas pueden tener actitudes y posturas fascistas, pero no tienen un origen fascista. “En el plano ideológico ya no hay una continuidad visible suya con el fascismo clásico. Si intentamos definirlos, no podemos pasar por alto esta matriz fascista, sin la cual no existirían, pero también debemos tener en cuenta su evolución porque se han transformado, y hoy en día se desplazan en una dirección cuyo destino final no conocemos”, escribe Enzo Traverso en esta clasificación que sirve para caracterizar a muchas de las derechas extremas del siglo XXI, ya que propiamente no hay todavía ningún régimen fascista en este momento.

“Sería el caso de Trump. Además, me gustaría subrayar que ya definirlo como populista es como quedarse corto. Podría tener algún elemento populista, sin duda, pero también tiene elementos que son fascistas y elementos que son ultraliberales. Trump en todo caso sería posfacista”, puntualiza el experto sobre lo complejo que es intentar definir a un político como Donald Trump.

¿Por qué el fascismo crece?

Son múltiples razones que varían en cada país. Pero a nivel general es una respuesta a la globalización. “De la misma manera que las izquierdas, como los nuevos anarquismos, son una respuesta a la exclusión que ha generado la globalización; las respuestas de las derechas extremas serían estas expresiones fascistas”, comenta el autor del libro El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México.

Para ejemplificar esto, cita el reportaje “Görlitz, donde uno de cada dos alemanes vota a la ultraderecha”, publicado por el diario El País el 24 de febrero de 2025. Görlitz es una población que colinda al sur con la República Checa; una buena parte de la población votó a Alternativa para Alemania. “En la entrevista, un electricista decía que la Alternativa sí se preocupa por la gente, y eso también dicen de Trump. Que se preocupa por la gente”, recuerda el historiador. “Son trabajadores; gente que se quedó sin empleo o que bajaron sus salarios o que piensa que los migrantes son los culpables de que ocurrieran estas dos cosas. Lo mismo que está ocurriendo en Estados Unidos. Entre la gente que apoya a Trump hay trabajadores de Detroit, de las constructoras de autos que perdieron el empleo”.

Según su análisis, son las clases populares y las clases medias empobrecidas, ambas afectadas por la globalización, quienes comienzan a simpatizar con estas ideas, ya que no encontraron alternativas dentro de la izquierda.

“Ellos eran el público de los socialistas. Los trabajadores ya no encontraron el socialismo porque estaba debilitado o porque acabaron aceptando las socialdemocracias, las políticas neoliberales, y acabaron no sintiéndose representados ahí y se fueron a estas propuestas más radicales”, explica.

Por supuesto hay más factores. Volvamos a Trump. El político y millonario estadounidense tiene a las clases trabajadoras respaldándolo; a ellas se suman aquellos que tienen ideas más conservadoras. “Muchos también lo apoyan por el lado del machismo, que detesten las políticas de inclusión; vemos el problema que Trump tiene con los géneros”, dice el historiador. 

Estos movimientos posfacistas también son una respuesta desde el lado de la derecha y la ultraderecha al desencanto político. “Su discurso también se dirige a gente que se siente excluida, que no se siente representada en los políticos y piensa que los políticos son una élite corrupta y que no actúan en su beneficio. Entonces, sale un líder ‘x’ que habla de ellos, que dice que va a arreglar las cosas con aranceles o moviendo los dedos, etcétera, y se encarrilan en esa dirección”.

Para muchos de estos simpatizantes, dice el experto, la política liberal no les dice nada, la democracia liberal no les dice nada o les dice muy poco.

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Internet y fascismo

El martes 25 de febrero de 2025, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump compartió en su plataforma Truth Social —única red social por la que se comunica— un video generado por inteligencia artificial en el se muestra a una Franja de Gaza destruida ahora transformada en un complejo turístico. 

En el video se muestran grandes edificios en una playa de agua turquesa, hay un niño que sostiene un globo con la forma de la cabeza de Trump, también una estatua dorada del millonario; además aparecen Elon Musk y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, con quien el presidente estadounidense está sentado en una silla de playa y sin playera, con cocktail en mano, frente a una piscina de fondo. Acompañando al video una voz robótica canta: “Donald viene a liberarte, trayendo la luz para que todos la vean; no más túneles, no más miedo: Trump Gaza finalmente está aquí”.

Días antes de la publicación del video, Trump había propuesto en una conferencia, junto a Netanyahu, que Estados Unidos tomara el control de Gaza y desplazara permanentemente a los dos millones de palestinos a países como Egipto y Jordania.

El uso de videos de este tipo no es casualidad, sino una herramienta común para difundir mensajes de odio. Durante la última década, internet ha sido un medio importante para radicalizar a los jóvenes.  Por medio de videos, memes y publicaciones escritas, jóvenes de todo el mundo se han acercado a movimientos radicales de derecha. Un ejemplo de cómo se difunden estas ideas en redes sociales es el de Pepe “The Frog”, un personaje del cómic web Boy’s Club (2005) de Matt Furie. En un inicio esta rana verde no tenía connotaciones racistas ni fascistas; pero a mediados de la década del 2010, comunidades de ultraderecha en internet lo transformaron en un símbolo de odio, pues comenzaron a ilustrarlo con esvásticas, uniformes nazis, como un miembro Ku Klux Klan; también se le ha se le ha retratado como a los dictadores fascistas de Chile y España, Augusto Pinochet y Francisco Franco. Incluso el propio presidente Trump compartió una ilustración de Pepe “The Frog” disfrazado como él en octubre de 2015, cuando todavía competía por la candidatura presidencial del partido republicano.

“[Internet] tiene un papel muy importante; es una herramienta de la cual no dispusieron los fascistas históricos. Tiene la ventaja de la inmediatez, casi de tiempo real; la simpleza de los mensajes; el desprestigio, porque ha entrado ya, desde hace varios años, y la verdad ya no es un criterio. Llegamos tanto a un relativismo que es difícil ponernos de acuerdo en un criterio para discernir lo que es cierto de lo que es falso”, comenta Illades.

En una entrevista a finales de 2024, el premio nobel de física Geoffrey Hinton, conocido como “el padrino de la inteligencia artificial” por sus investigaciones sobre las redes neuronales artificiales, señaló que uno de los peligros de la inteligencia artificial es su posible contribución a un nuevo auge del fascismo:

Teniendo un gran aumento de la productividad debería haber un aumento de bienes y servicios para todo el mundo y la gente viviría mejor. El problema es que realmente está pasando lo contrario porque vivimos en una sociedad capitalista. Este aumento enorme de la productividad le va a dar más dinero a las grandes empresas y a los ricos, aumentando todavía más la brecha entre los ricos y la gente que va a perder su trabajo. Tan pronto como aumentes este espacio, más terreno fértil queda para el auge del fascismo.

¿Podría llegar a México la nueva ola de la ultraderecha?

Hasta hace poco tiempo, Illades consideraba muy difícil que se gestara un movimiento fascista grande en México, “por el clasismo y el racismo que hay en el país, [porque] para que florezcan estos movimientos tienen que ser movimientos de masas, y si tú dices que el fenotipo del 70% de los mexicanos no te gusta porque tiene rasgos indígenas, por ejemplo, pues ya es muy difícil que hagas una base social entorno a la supremacía racial”, dice.

No obstante, su colega Marcelo Badaró, historiador brasileño, le recordó algo: por Bolsonaro votaron un sector importante de afrodescendientes; por Trump hicieron lo mismo los latinos.

“Incluso aunque estos discursos hablen mal de ciertos grupos de la población, son susceptibles de ser cooptados por otras razones. Puede ser debido a que desprecian a los homosexuales o porque perdieron su trabajo, y entonces ya te parece menos grave que digan que los afrodescendientes son flojos e ineptos o que los latinos son ladrones”, comenta el especialista.

Durante las elecciones de 2024 el actor Eduardo Verástegui intentó contender por la presidencia de México, pero fracasó al no conseguir el número necesario de firmas para registrarse como candidato independiente. Su discurso es parecido al de Donald Trump, ya que difunde mensajes de odio contra migrantes y la comunidad LGBT+. En octubre de 2023 el actor subió un video disparando un arma larga a la red social X, con este mensaje: “Miren lo que le vamos a hacer a los terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

A mediados de febrero de 2025 Verástegui volvió a resonar en la conversación pública, luego de haber realizado un saludo comparado con el de los nazis durante su participación en la Conservative Political Action Conference de este año. En ese mismo evento, otros colaboradores cercanos del presidente estadounidense, como Steve Bannon y Elon Musk, replicaron el gesto fascista. Para inicio de año, en enero de 2025, la organización Movimiento Nacional Viva México, liderada por el actor, entregó al Instituto Nacional Electoral la documentación para intentar constituirse como partido político.

Carlos Illades no descarta el surgimiento de más grupos de ultraderecha, no solo porque es la tendencia mundial, sino por contexto político en México: “Una de las cosas que ha pasado con el obradorismo es que hizo una especie de succión; chupó a la izquierda, pero también a una parte de la derecha. En el sector que quedó fuera [del obradorismo], su manera de reposicionarse ya no es intentar ganarse al centro, sino radicalizarse y adoptar ideas más extremas”.

“En México lo veo difícil, pero ya no lo veo tan difícil como lo veía antes”, finalizó.

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¿Fascismo eterno o posfacismo? Donald Trump a los ojos de Umberto Eco

¿Fascismo eterno o posfacismo? Donald Trump a los ojos de Umberto Eco

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2025
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El uso indiscriminado de un término puede trivializarlo. Eso ha pasado con el concepto “fascismo”; pero ¿qué es realmente un fascista?, ¿políticos como Donald Trump son “fachos”?

Parece que los términos como “facho” y “fascista” se han transformado de conceptos a acusaciones o estigmas. Todos los días se escucha en las calles o leemos en redes sociales que tal persona es fascista, que tal actitud es “facha”. ¿Realmente lo son? El uso y abuso de un término puede trivializarlo y eso está pasando con el concepto “fascismo”, pues su uso indiscriminado ha vuelto difuso su significado. 

¿Qué es fascismo?

¿Qué es fascismo?, ¿quién es fascista? Por supuesto, la respuesta no es fácil y va más allá de un saludo, de esvásticas o de los nombres Benito, Adolf, Augusto o Francisco. Hace treinta años el intelectual italiano Umberto Eco escribió un ensayo sobre cómo detectar a un fascista. En aquel texto enumeró catorce criterios, entre los que se encuentran el odio al diferente, el culto a la tradición, una obsesión con las conspiraciones, el uso de una neolengua. Muchas de ellas, por ejemplo, las cumple el actual presidente Donald Trump; otras no. Habrá quienes digan que el político y millonario estadounidense es un fascista; otros que es un asunto complejo, un fenómeno nuevo, algo de nuestro siglo.

La respuesta a qué es fascismo puede variar dependiendo de algunos teóricos. No obstante, Federico Finchelstein tiene una definición que puede funcionar como punto de partida. El historiador argentino, estudioso de los movimientos fascistas, los movimientos populistas y el holocausto judío, declaró en una entrevista que, a grandes rasgos, y tratando de delimitar lo máximo posible, “al fascismo lo define la combinación de cuatro características fundamentales. La primera es la dictadura. No hay fascismo sin dictadura”. 

Las otras tres características son “la política del odio extremo, de la xenofobia o el racismo, la demonización de los adversarios”; “la violencia política, su glorificación y la militarización de la política”, y por último, “la mentira”, que “implica no solo rechazar la realidad, sino —y esto es lo peor— tratar de cambiarla para que se asemeje a la mentira”, de acuerdo con lo dicho por Finchelstein a Carlos Bravo Regidor, en la edición número 223 de Gatopardo.

A partir de esta definición, y buscando comprender mejor qué es fascismo y qué no, qué movimientos de ultraderecha son cercanos al fascismo y su expansión por el continente americano, Gatopardo conversó con el doctor Carlos Illades, maestro en Historia por la UNAM, doctor por El Colegio de México y autor de libros como El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (Océano, 2018).

Te recomendamos leer: Elon Musk y la narrativa del gran hombre

Fascismo y ultraderecha no siempre son lo mismo

Al preguntarle sobre los movimientos fascistas en la actualidad, el historiador Carlos Illades puntualiza que en el panorama actual del ascenso de las ultraderechas a nivel mundial existe una confusión respecto a la naturaleza de estos movimientos, ya que cada uno tiene aspectos particulares y no todos tienen características fascistas. 

“Lo primero que veo es que estamos confundiendo el fascismo con las derechas radicales o las ultraderechas”, dice.

Illades explica que hay distintos tipos de derechas radicales. En la actualidad hay dos grupos muy visibles: los fascistas y los ultraliberales. “Por un lado, las que vienen del fascismo o son expresiones nuevas de ese fascismo histórico, como es el caso de Alemania”.

En las pasadas elecciones federales alemanas Alternative für Deutschland (Alternativa para Alemania), un partido de derecha radical fundado hace más de una década, obtuvo el 21% de los votos; es decir, más del doble que en las elecciones de 2021,  por lo que se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria. Una de las propuestas de este partido son las medidas migratorias, que llaman “remigración”. 

A inicio de 2025, Philipp Adorf, investigador asociado de la Universidad de Bonn, explicó en un ensayo publicado en el American-German Institute que, desde 2023,

la AfD empezó a utilizar el término ‘remigración’ de forma más extensa, y lo utilizó en campañas en las redes sociales y en algunos documentos de las filiales estatales del partido, generalmente enmarcado como una medida para hacer cumplir las deportaciones de solicitantes de asilo rechazados y extranjeros delincuentes […]  La AfD define la remigración como una medida legal para expulsar a las personas sin derechos de residencia, en gran parte porque los llamamientos a despojar de su ciudadanía a los alemanes con un ‘origen inmigrante’ podrían contribuir a la prohibición del partido por parte del tribunal constitucional. Sin embargo, los pensadores identitarios conciben la remigración como una salvaguardia demográfica para las ‘mayorías blancas’ de Europa.

Para illades, lo que está viviendo Alemania en este momento “son las expresiones de una ideología y de un movimiento fascista. No es todavía un régimen porque esa es una diferencia importante”. Esta es la clave para comprender mejor el fascismo actual.

El fascismo implica tres situaciones. Puede ser alguna de ellas o todas a la vez: una ideología, un movimiento político y una forma de gobierno​ de carácter totalitario, un régimen.

“Ahorita no tenemos regímenes fascistas. Podría volver porque en este momento tenemos ideologías fascistas y movimientos fascistas”, advierte el investigador.

¿Todos podemos ser fascistas? 

Cualquier persona puede ser fascista ideológicamente, pero podemos estar encerrados en nuestras casas y afectar solamente a nuestro entorno más inmediato con estas actitudes que han desencadenado una guerra mundial. Explica Illades:

Pero otra cosa distinta es que compartamos esta ideología con un grupo organizado, ser parte de un movimiento y actuar en política callejera; formar un partido e incluso agredir aquello que no nos gusta. El fascismo histórico era contra los comunistas, contra los sindicalistas, contra los socialdemócratas. Ahora son las minorías, los migrantes.

Una vez que un movimiento se convierte en partido político y gana elecciones o llega de manera violenta al poder, es “cuando llega el régimen y cuando se modifica radicalmente a las instituciones; se cierra buena parte de la prensa, proscriben a la oposición, les quitan la oportunidad de expresión política. Hay un clima en el mundo donde están prosperando estas ideologías, pero todavía no hay regímenes, solo hay movimientos. Algunos son más nítidos y otros están más mezclados”, agrega.

Los fascismos tienen que ver con una postura autoritaria, nacionalista, irracionalista en términos de mentalidad y suelen ser excluyentes con los contrarios, “históricamente contra el comunismo, contra los sindicatos”, dice el también maestro por la UNAM. 

“[Además] es un fenómeno que se da dentro del capitalismo, tiene que ver con una alianza entre los sectores más poderosos del capital y el régimen político. El capital se sirve del régimen político para, en condiciones de excepción, poder funcionar mejor”, detalla el historiador. “Es un fenómeno de masas”.

Otra de las principales características de los fascismos para Illades es que “suelen ser estatistas”. Y es ahí donde muchos de los movimientos de derecha en la actualidad se separan ideológicamente. “Otras ultraderechas de ahora, que están manifestándose fuertemente, son ultraliberales; es decir, estilo [Javier] Milei, por ejemplo. Milei es autoritario, todas las cosas feas que se te ocurra, lo es, sí. Pero no es estatista. Quiere un estado chiquito, que se reduzca a ciertos órganos, dos o tres cosas que lo hagan funcionar”, dice.

Es complicado englobar los movimientos de ultraderecha porque surgen muchas contradicciones. “La novedad de ahora es que se están mezclando elementos fascistas con elementos que provienen del ultraliberalismo. Por ejemplo, en Trump”, dice el especialista.

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¿Donald Trump es fascista?

En noviembre de 2016, Donald Trump se convirtió en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. Ese mismo año, meses atrás y del otro lado del mundo, murió el intelectual, novelista, ensayista y semiólogo Umberto Eco, el 19 de febrero en Milán. No deja de ser curioso que el año del ascenso al poder de Trump sea el mismo en que falleció el autor de una de las obras más reconocidas para entender al fascismo, ideología con la que suele vincularse al político y millonario estadounidense.

En la obra de Eco destacan las novelas El nombre de la rosa (1980) y El péndulo de Foucault (1988), los libros de ensayos Apocalípticos e integrados (1964) y Tratado de semiótica general (1975). Además, escribió para diferentes diarios y revistas. Sin embargo, uno de sus artículos más famosos es “Ur-Fascism”, que se traduce como fascismo eterno en español, publicado por la revista New York Review of Books en 1995. Se trata de un ensayo sobre cómo reconocer el fascismo en términos generales.

“Es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar ‘Ur-Fascismo’, o ‘fascismo eterno’. Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema, muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista”, escribió Eco.

Muchas de las características que Umberto Eco le atribuyó al fascismo también aplican para el actual presidente de los Estados Unidos, que recientemente arrancó con su segundo mandato en 2025. 

Para el intelectual italiano, el primer aspecto que define al fascismo es “el culto a la tradición”. Este es uno de los puntos más visibles del trumpismo. Desde 2012, el millonario estadounidense ha empleado la frase “Make America Great Again. Esa frase, “haz a los Estados Unidos grande otra vez”, se convirtió en el lema oficial de su campaña el 16 de junio de 2015, el mismo día que presentó su candidatura para las elecciones de 2016.

El segundo punto que podría aplicarse a Trump es el irracionalismo. Sobre esto Eco abunda: “El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas”.

En una entrevista realizada el 16 de marzo de 2016, en el programa “Morning Joe” de la cadena MSNBC, le preguntaron a Trump con quién habla constantemente sobre política exterior y el entonces presidente electo declaró: “Hablo conmigo mismo porque tengo un muy buen cerebro”. Dijo también: “Mi consultor principal soy yo mismo, y tengo un buen instinto”. Días después, en un mitin en La Crosse, Wisconsin, declaró: “Los expertos son terribles. Mira el lío en el que estamos con todos estos expertos que tenemos”.

Otro punto que Eco abordó en su ensayo es el desacuerdo, que entre los fascistas puede ser visto como un signo de enfrentamiento. “El fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El ‘Ur-Fascismo’ es, pues, racista por definición”.

Uno de los principales pilares del discurso de Trump es su rechazo a los migrantes que llegan ilegalmente a los Estados Unidos. Durante un mitin en New Hampshire, en diciembre de 2023, el entonces aspirante a candidato presidencial declaró que los inmigrantes que llegan a Estados Unidos estaban “envenenando la sangre de nuestro país”. Meses después, en marzo de 2024, reafirmó esta declaración en una entrevista transmitida por la cadena de televisión Fox News. “¿Por qué se utilizan palabras como ‘alimañas’ y ‘envenenamiento de la sangre’?”, le preguntó el presentador Howard Kurtz. “La prensa, como usted sabe, reacciona inmediatamente a eso diciendo: ‘Bueno, ese es el tipo de lenguaje que usaban Hitler y Mussolini’”. A este comentario, Trump se limitó a contestar: “Porque nuestro país está siendo envenenado”.

“A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país”, escribió Umberto Eco en su ensayo “Ur-Fascismo”.

Del fascismo al posfascismo

A pesar de que tiene varios elementos fascistas, Donald Trump no es un fascista, no en sentido estricto. Así lo considera Carlos Illades y explica por qué:

De Trump todavía no me atrevería a decir que es fascista. Tiene elementos fascistas, como también tiene elementos ultraliberales. Hay que ver la comisión que le dio a Elon Musk para adelgazar el Estado. Se están dando esas amalgamas dentro de la derecha. Es importante diferenciarlos y admitir que se están dando combinaciones nuevas en algunas personas, en algunos países.

Esta mezcla heterogénea de ideologías dentro de las derechas radicales es algo que ya se estudia. En su libro Las nuevas caras de la derecha (Siglo XXI, 2018), el historiador italiano Enzo Traverso declara que “tan pronto comenzamos a reflexionar sobre ella, la palabra ‘fascismo’ demuestra ser más un obstáculo que un elemento esclarecedor del debate”. Por ello, distingue y propone cuatro conceptos para entender el debate político actual: el populismo, el fascismo, el neofascismo y el posfascismo.

El populismo es un estilo de hacer política, que no corresponde con una ideología específica en el siglo XXI. El fascismo lo define como un fenómeno de masas con un consenso activo de estas, pues trata de constituir comunidades nacionales o raciales, conformar una civilización nueva y revolucionar el orden existente.

A los neofascismos los define como los esfuerzos contemporáneos de regresar al fascismo clásico, movimientos que buscan recuperar los fundamentos originales del fascismo histórico, “como lo fue en sus orígenes el Frente Nacional francés bajo el liderazgo de [Jean-Marie] Le Pen padre”, explica Illades.

En cambio, los posfascistas pueden tener actitudes y posturas fascistas, pero no tienen un origen fascista. “En el plano ideológico ya no hay una continuidad visible suya con el fascismo clásico. Si intentamos definirlos, no podemos pasar por alto esta matriz fascista, sin la cual no existirían, pero también debemos tener en cuenta su evolución porque se han transformado, y hoy en día se desplazan en una dirección cuyo destino final no conocemos”, escribe Enzo Traverso en esta clasificación que sirve para caracterizar a muchas de las derechas extremas del siglo XXI, ya que propiamente no hay todavía ningún régimen fascista en este momento.

“Sería el caso de Trump. Además, me gustaría subrayar que ya definirlo como populista es como quedarse corto. Podría tener algún elemento populista, sin duda, pero también tiene elementos que son fascistas y elementos que son ultraliberales. Trump en todo caso sería posfacista”, puntualiza el experto sobre lo complejo que es intentar definir a un político como Donald Trump.

¿Por qué el fascismo crece?

Son múltiples razones que varían en cada país. Pero a nivel general es una respuesta a la globalización. “De la misma manera que las izquierdas, como los nuevos anarquismos, son una respuesta a la exclusión que ha generado la globalización; las respuestas de las derechas extremas serían estas expresiones fascistas”, comenta el autor del libro El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México.

Para ejemplificar esto, cita el reportaje “Görlitz, donde uno de cada dos alemanes vota a la ultraderecha”, publicado por el diario El País el 24 de febrero de 2025. Görlitz es una población que colinda al sur con la República Checa; una buena parte de la población votó a Alternativa para Alemania. “En la entrevista, un electricista decía que la Alternativa sí se preocupa por la gente, y eso también dicen de Trump. Que se preocupa por la gente”, recuerda el historiador. “Son trabajadores; gente que se quedó sin empleo o que bajaron sus salarios o que piensa que los migrantes son los culpables de que ocurrieran estas dos cosas. Lo mismo que está ocurriendo en Estados Unidos. Entre la gente que apoya a Trump hay trabajadores de Detroit, de las constructoras de autos que perdieron el empleo”.

Según su análisis, son las clases populares y las clases medias empobrecidas, ambas afectadas por la globalización, quienes comienzan a simpatizar con estas ideas, ya que no encontraron alternativas dentro de la izquierda.

“Ellos eran el público de los socialistas. Los trabajadores ya no encontraron el socialismo porque estaba debilitado o porque acabaron aceptando las socialdemocracias, las políticas neoliberales, y acabaron no sintiéndose representados ahí y se fueron a estas propuestas más radicales”, explica.

Por supuesto hay más factores. Volvamos a Trump. El político y millonario estadounidense tiene a las clases trabajadoras respaldándolo; a ellas se suman aquellos que tienen ideas más conservadoras. “Muchos también lo apoyan por el lado del machismo, que detesten las políticas de inclusión; vemos el problema que Trump tiene con los géneros”, dice el historiador. 

Estos movimientos posfacistas también son una respuesta desde el lado de la derecha y la ultraderecha al desencanto político. “Su discurso también se dirige a gente que se siente excluida, que no se siente representada en los políticos y piensa que los políticos son una élite corrupta y que no actúan en su beneficio. Entonces, sale un líder ‘x’ que habla de ellos, que dice que va a arreglar las cosas con aranceles o moviendo los dedos, etcétera, y se encarrilan en esa dirección”.

Para muchos de estos simpatizantes, dice el experto, la política liberal no les dice nada, la democracia liberal no les dice nada o les dice muy poco.

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Internet y fascismo

El martes 25 de febrero de 2025, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump compartió en su plataforma Truth Social —única red social por la que se comunica— un video generado por inteligencia artificial en el se muestra a una Franja de Gaza destruida ahora transformada en un complejo turístico. 

En el video se muestran grandes edificios en una playa de agua turquesa, hay un niño que sostiene un globo con la forma de la cabeza de Trump, también una estatua dorada del millonario; además aparecen Elon Musk y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, con quien el presidente estadounidense está sentado en una silla de playa y sin playera, con cocktail en mano, frente a una piscina de fondo. Acompañando al video una voz robótica canta: “Donald viene a liberarte, trayendo la luz para que todos la vean; no más túneles, no más miedo: Trump Gaza finalmente está aquí”.

Días antes de la publicación del video, Trump había propuesto en una conferencia, junto a Netanyahu, que Estados Unidos tomara el control de Gaza y desplazara permanentemente a los dos millones de palestinos a países como Egipto y Jordania.

El uso de videos de este tipo no es casualidad, sino una herramienta común para difundir mensajes de odio. Durante la última década, internet ha sido un medio importante para radicalizar a los jóvenes.  Por medio de videos, memes y publicaciones escritas, jóvenes de todo el mundo se han acercado a movimientos radicales de derecha. Un ejemplo de cómo se difunden estas ideas en redes sociales es el de Pepe “The Frog”, un personaje del cómic web Boy’s Club (2005) de Matt Furie. En un inicio esta rana verde no tenía connotaciones racistas ni fascistas; pero a mediados de la década del 2010, comunidades de ultraderecha en internet lo transformaron en un símbolo de odio, pues comenzaron a ilustrarlo con esvásticas, uniformes nazis, como un miembro Ku Klux Klan; también se le ha se le ha retratado como a los dictadores fascistas de Chile y España, Augusto Pinochet y Francisco Franco. Incluso el propio presidente Trump compartió una ilustración de Pepe “The Frog” disfrazado como él en octubre de 2015, cuando todavía competía por la candidatura presidencial del partido republicano.

“[Internet] tiene un papel muy importante; es una herramienta de la cual no dispusieron los fascistas históricos. Tiene la ventaja de la inmediatez, casi de tiempo real; la simpleza de los mensajes; el desprestigio, porque ha entrado ya, desde hace varios años, y la verdad ya no es un criterio. Llegamos tanto a un relativismo que es difícil ponernos de acuerdo en un criterio para discernir lo que es cierto de lo que es falso”, comenta Illades.

En una entrevista a finales de 2024, el premio nobel de física Geoffrey Hinton, conocido como “el padrino de la inteligencia artificial” por sus investigaciones sobre las redes neuronales artificiales, señaló que uno de los peligros de la inteligencia artificial es su posible contribución a un nuevo auge del fascismo:

Teniendo un gran aumento de la productividad debería haber un aumento de bienes y servicios para todo el mundo y la gente viviría mejor. El problema es que realmente está pasando lo contrario porque vivimos en una sociedad capitalista. Este aumento enorme de la productividad le va a dar más dinero a las grandes empresas y a los ricos, aumentando todavía más la brecha entre los ricos y la gente que va a perder su trabajo. Tan pronto como aumentes este espacio, más terreno fértil queda para el auge del fascismo.

¿Podría llegar a México la nueva ola de la ultraderecha?

Hasta hace poco tiempo, Illades consideraba muy difícil que se gestara un movimiento fascista grande en México, “por el clasismo y el racismo que hay en el país, [porque] para que florezcan estos movimientos tienen que ser movimientos de masas, y si tú dices que el fenotipo del 70% de los mexicanos no te gusta porque tiene rasgos indígenas, por ejemplo, pues ya es muy difícil que hagas una base social entorno a la supremacía racial”, dice.

No obstante, su colega Marcelo Badaró, historiador brasileño, le recordó algo: por Bolsonaro votaron un sector importante de afrodescendientes; por Trump hicieron lo mismo los latinos.

“Incluso aunque estos discursos hablen mal de ciertos grupos de la población, son susceptibles de ser cooptados por otras razones. Puede ser debido a que desprecian a los homosexuales o porque perdieron su trabajo, y entonces ya te parece menos grave que digan que los afrodescendientes son flojos e ineptos o que los latinos son ladrones”, comenta el especialista.

Durante las elecciones de 2024 el actor Eduardo Verástegui intentó contender por la presidencia de México, pero fracasó al no conseguir el número necesario de firmas para registrarse como candidato independiente. Su discurso es parecido al de Donald Trump, ya que difunde mensajes de odio contra migrantes y la comunidad LGBT+. En octubre de 2023 el actor subió un video disparando un arma larga a la red social X, con este mensaje: “Miren lo que le vamos a hacer a los terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

A mediados de febrero de 2025 Verástegui volvió a resonar en la conversación pública, luego de haber realizado un saludo comparado con el de los nazis durante su participación en la Conservative Political Action Conference de este año. En ese mismo evento, otros colaboradores cercanos del presidente estadounidense, como Steve Bannon y Elon Musk, replicaron el gesto fascista. Para inicio de año, en enero de 2025, la organización Movimiento Nacional Viva México, liderada por el actor, entregó al Instituto Nacional Electoral la documentación para intentar constituirse como partido político.

Carlos Illades no descarta el surgimiento de más grupos de ultraderecha, no solo porque es la tendencia mundial, sino por contexto político en México: “Una de las cosas que ha pasado con el obradorismo es que hizo una especie de succión; chupó a la izquierda, pero también a una parte de la derecha. En el sector que quedó fuera [del obradorismo], su manera de reposicionarse ya no es intentar ganarse al centro, sino radicalizarse y adoptar ideas más extremas”.

“En México lo veo difícil, pero ya no lo veo tan difícil como lo veía antes”, finalizó.

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El uso indiscriminado de un término puede trivializarlo. Eso ha pasado con el concepto “fascismo”; pero ¿qué es realmente un fascista?, ¿políticos como Donald Trump son “fachos”?

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Parece que los términos como “facho” y “fascista” se han transformado de conceptos a acusaciones o estigmas. Todos los días se escucha en las calles o leemos en redes sociales que tal persona es fascista, que tal actitud es “facha”. ¿Realmente lo son? El uso y abuso de un término puede trivializarlo y eso está pasando con el concepto “fascismo”, pues su uso indiscriminado ha vuelto difuso su significado. 

¿Qué es fascismo?

¿Qué es fascismo?, ¿quién es fascista? Por supuesto, la respuesta no es fácil y va más allá de un saludo, de esvásticas o de los nombres Benito, Adolf, Augusto o Francisco. Hace treinta años el intelectual italiano Umberto Eco escribió un ensayo sobre cómo detectar a un fascista. En aquel texto enumeró catorce criterios, entre los que se encuentran el odio al diferente, el culto a la tradición, una obsesión con las conspiraciones, el uso de una neolengua. Muchas de ellas, por ejemplo, las cumple el actual presidente Donald Trump; otras no. Habrá quienes digan que el político y millonario estadounidense es un fascista; otros que es un asunto complejo, un fenómeno nuevo, algo de nuestro siglo.

La respuesta a qué es fascismo puede variar dependiendo de algunos teóricos. No obstante, Federico Finchelstein tiene una definición que puede funcionar como punto de partida. El historiador argentino, estudioso de los movimientos fascistas, los movimientos populistas y el holocausto judío, declaró en una entrevista que, a grandes rasgos, y tratando de delimitar lo máximo posible, “al fascismo lo define la combinación de cuatro características fundamentales. La primera es la dictadura. No hay fascismo sin dictadura”. 

Las otras tres características son “la política del odio extremo, de la xenofobia o el racismo, la demonización de los adversarios”; “la violencia política, su glorificación y la militarización de la política”, y por último, “la mentira”, que “implica no solo rechazar la realidad, sino —y esto es lo peor— tratar de cambiarla para que se asemeje a la mentira”, de acuerdo con lo dicho por Finchelstein a Carlos Bravo Regidor, en la edición número 223 de Gatopardo.

A partir de esta definición, y buscando comprender mejor qué es fascismo y qué no, qué movimientos de ultraderecha son cercanos al fascismo y su expansión por el continente americano, Gatopardo conversó con el doctor Carlos Illades, maestro en Historia por la UNAM, doctor por El Colegio de México y autor de libros como El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (Océano, 2018).

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Fascismo y ultraderecha no siempre son lo mismo

Al preguntarle sobre los movimientos fascistas en la actualidad, el historiador Carlos Illades puntualiza que en el panorama actual del ascenso de las ultraderechas a nivel mundial existe una confusión respecto a la naturaleza de estos movimientos, ya que cada uno tiene aspectos particulares y no todos tienen características fascistas. 

“Lo primero que veo es que estamos confundiendo el fascismo con las derechas radicales o las ultraderechas”, dice.

Illades explica que hay distintos tipos de derechas radicales. En la actualidad hay dos grupos muy visibles: los fascistas y los ultraliberales. “Por un lado, las que vienen del fascismo o son expresiones nuevas de ese fascismo histórico, como es el caso de Alemania”.

En las pasadas elecciones federales alemanas Alternative für Deutschland (Alternativa para Alemania), un partido de derecha radical fundado hace más de una década, obtuvo el 21% de los votos; es decir, más del doble que en las elecciones de 2021,  por lo que se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria. Una de las propuestas de este partido son las medidas migratorias, que llaman “remigración”. 

A inicio de 2025, Philipp Adorf, investigador asociado de la Universidad de Bonn, explicó en un ensayo publicado en el American-German Institute que, desde 2023,

la AfD empezó a utilizar el término ‘remigración’ de forma más extensa, y lo utilizó en campañas en las redes sociales y en algunos documentos de las filiales estatales del partido, generalmente enmarcado como una medida para hacer cumplir las deportaciones de solicitantes de asilo rechazados y extranjeros delincuentes […]  La AfD define la remigración como una medida legal para expulsar a las personas sin derechos de residencia, en gran parte porque los llamamientos a despojar de su ciudadanía a los alemanes con un ‘origen inmigrante’ podrían contribuir a la prohibición del partido por parte del tribunal constitucional. Sin embargo, los pensadores identitarios conciben la remigración como una salvaguardia demográfica para las ‘mayorías blancas’ de Europa.

Para illades, lo que está viviendo Alemania en este momento “son las expresiones de una ideología y de un movimiento fascista. No es todavía un régimen porque esa es una diferencia importante”. Esta es la clave para comprender mejor el fascismo actual.

El fascismo implica tres situaciones. Puede ser alguna de ellas o todas a la vez: una ideología, un movimiento político y una forma de gobierno​ de carácter totalitario, un régimen.

“Ahorita no tenemos regímenes fascistas. Podría volver porque en este momento tenemos ideologías fascistas y movimientos fascistas”, advierte el investigador.

¿Todos podemos ser fascistas? 

Cualquier persona puede ser fascista ideológicamente, pero podemos estar encerrados en nuestras casas y afectar solamente a nuestro entorno más inmediato con estas actitudes que han desencadenado una guerra mundial. Explica Illades:

Pero otra cosa distinta es que compartamos esta ideología con un grupo organizado, ser parte de un movimiento y actuar en política callejera; formar un partido e incluso agredir aquello que no nos gusta. El fascismo histórico era contra los comunistas, contra los sindicalistas, contra los socialdemócratas. Ahora son las minorías, los migrantes.

Una vez que un movimiento se convierte en partido político y gana elecciones o llega de manera violenta al poder, es “cuando llega el régimen y cuando se modifica radicalmente a las instituciones; se cierra buena parte de la prensa, proscriben a la oposición, les quitan la oportunidad de expresión política. Hay un clima en el mundo donde están prosperando estas ideologías, pero todavía no hay regímenes, solo hay movimientos. Algunos son más nítidos y otros están más mezclados”, agrega.

Los fascismos tienen que ver con una postura autoritaria, nacionalista, irracionalista en términos de mentalidad y suelen ser excluyentes con los contrarios, “históricamente contra el comunismo, contra los sindicatos”, dice el también maestro por la UNAM. 

“[Además] es un fenómeno que se da dentro del capitalismo, tiene que ver con una alianza entre los sectores más poderosos del capital y el régimen político. El capital se sirve del régimen político para, en condiciones de excepción, poder funcionar mejor”, detalla el historiador. “Es un fenómeno de masas”.

Otra de las principales características de los fascismos para Illades es que “suelen ser estatistas”. Y es ahí donde muchos de los movimientos de derecha en la actualidad se separan ideológicamente. “Otras ultraderechas de ahora, que están manifestándose fuertemente, son ultraliberales; es decir, estilo [Javier] Milei, por ejemplo. Milei es autoritario, todas las cosas feas que se te ocurra, lo es, sí. Pero no es estatista. Quiere un estado chiquito, que se reduzca a ciertos órganos, dos o tres cosas que lo hagan funcionar”, dice.

Es complicado englobar los movimientos de ultraderecha porque surgen muchas contradicciones. “La novedad de ahora es que se están mezclando elementos fascistas con elementos que provienen del ultraliberalismo. Por ejemplo, en Trump”, dice el especialista.

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¿Donald Trump es fascista?

En noviembre de 2016, Donald Trump se convirtió en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. Ese mismo año, meses atrás y del otro lado del mundo, murió el intelectual, novelista, ensayista y semiólogo Umberto Eco, el 19 de febrero en Milán. No deja de ser curioso que el año del ascenso al poder de Trump sea el mismo en que falleció el autor de una de las obras más reconocidas para entender al fascismo, ideología con la que suele vincularse al político y millonario estadounidense.

En la obra de Eco destacan las novelas El nombre de la rosa (1980) y El péndulo de Foucault (1988), los libros de ensayos Apocalípticos e integrados (1964) y Tratado de semiótica general (1975). Además, escribió para diferentes diarios y revistas. Sin embargo, uno de sus artículos más famosos es “Ur-Fascism”, que se traduce como fascismo eterno en español, publicado por la revista New York Review of Books en 1995. Se trata de un ensayo sobre cómo reconocer el fascismo en términos generales.

“Es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar ‘Ur-Fascismo’, o ‘fascismo eterno’. Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema, muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista”, escribió Eco.

Muchas de las características que Umberto Eco le atribuyó al fascismo también aplican para el actual presidente de los Estados Unidos, que recientemente arrancó con su segundo mandato en 2025. 

Para el intelectual italiano, el primer aspecto que define al fascismo es “el culto a la tradición”. Este es uno de los puntos más visibles del trumpismo. Desde 2012, el millonario estadounidense ha empleado la frase “Make America Great Again. Esa frase, “haz a los Estados Unidos grande otra vez”, se convirtió en el lema oficial de su campaña el 16 de junio de 2015, el mismo día que presentó su candidatura para las elecciones de 2016.

El segundo punto que podría aplicarse a Trump es el irracionalismo. Sobre esto Eco abunda: “El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas”.

En una entrevista realizada el 16 de marzo de 2016, en el programa “Morning Joe” de la cadena MSNBC, le preguntaron a Trump con quién habla constantemente sobre política exterior y el entonces presidente electo declaró: “Hablo conmigo mismo porque tengo un muy buen cerebro”. Dijo también: “Mi consultor principal soy yo mismo, y tengo un buen instinto”. Días después, en un mitin en La Crosse, Wisconsin, declaró: “Los expertos son terribles. Mira el lío en el que estamos con todos estos expertos que tenemos”.

Otro punto que Eco abordó en su ensayo es el desacuerdo, que entre los fascistas puede ser visto como un signo de enfrentamiento. “El fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El ‘Ur-Fascismo’ es, pues, racista por definición”.

Uno de los principales pilares del discurso de Trump es su rechazo a los migrantes que llegan ilegalmente a los Estados Unidos. Durante un mitin en New Hampshire, en diciembre de 2023, el entonces aspirante a candidato presidencial declaró que los inmigrantes que llegan a Estados Unidos estaban “envenenando la sangre de nuestro país”. Meses después, en marzo de 2024, reafirmó esta declaración en una entrevista transmitida por la cadena de televisión Fox News. “¿Por qué se utilizan palabras como ‘alimañas’ y ‘envenenamiento de la sangre’?”, le preguntó el presentador Howard Kurtz. “La prensa, como usted sabe, reacciona inmediatamente a eso diciendo: ‘Bueno, ese es el tipo de lenguaje que usaban Hitler y Mussolini’”. A este comentario, Trump se limitó a contestar: “Porque nuestro país está siendo envenenado”.

“A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país”, escribió Umberto Eco en su ensayo “Ur-Fascismo”.

Del fascismo al posfascismo

A pesar de que tiene varios elementos fascistas, Donald Trump no es un fascista, no en sentido estricto. Así lo considera Carlos Illades y explica por qué:

De Trump todavía no me atrevería a decir que es fascista. Tiene elementos fascistas, como también tiene elementos ultraliberales. Hay que ver la comisión que le dio a Elon Musk para adelgazar el Estado. Se están dando esas amalgamas dentro de la derecha. Es importante diferenciarlos y admitir que se están dando combinaciones nuevas en algunas personas, en algunos países.

Esta mezcla heterogénea de ideologías dentro de las derechas radicales es algo que ya se estudia. En su libro Las nuevas caras de la derecha (Siglo XXI, 2018), el historiador italiano Enzo Traverso declara que “tan pronto comenzamos a reflexionar sobre ella, la palabra ‘fascismo’ demuestra ser más un obstáculo que un elemento esclarecedor del debate”. Por ello, distingue y propone cuatro conceptos para entender el debate político actual: el populismo, el fascismo, el neofascismo y el posfascismo.

El populismo es un estilo de hacer política, que no corresponde con una ideología específica en el siglo XXI. El fascismo lo define como un fenómeno de masas con un consenso activo de estas, pues trata de constituir comunidades nacionales o raciales, conformar una civilización nueva y revolucionar el orden existente.

A los neofascismos los define como los esfuerzos contemporáneos de regresar al fascismo clásico, movimientos que buscan recuperar los fundamentos originales del fascismo histórico, “como lo fue en sus orígenes el Frente Nacional francés bajo el liderazgo de [Jean-Marie] Le Pen padre”, explica Illades.

En cambio, los posfascistas pueden tener actitudes y posturas fascistas, pero no tienen un origen fascista. “En el plano ideológico ya no hay una continuidad visible suya con el fascismo clásico. Si intentamos definirlos, no podemos pasar por alto esta matriz fascista, sin la cual no existirían, pero también debemos tener en cuenta su evolución porque se han transformado, y hoy en día se desplazan en una dirección cuyo destino final no conocemos”, escribe Enzo Traverso en esta clasificación que sirve para caracterizar a muchas de las derechas extremas del siglo XXI, ya que propiamente no hay todavía ningún régimen fascista en este momento.

“Sería el caso de Trump. Además, me gustaría subrayar que ya definirlo como populista es como quedarse corto. Podría tener algún elemento populista, sin duda, pero también tiene elementos que son fascistas y elementos que son ultraliberales. Trump en todo caso sería posfacista”, puntualiza el experto sobre lo complejo que es intentar definir a un político como Donald Trump.

¿Por qué el fascismo crece?

Son múltiples razones que varían en cada país. Pero a nivel general es una respuesta a la globalización. “De la misma manera que las izquierdas, como los nuevos anarquismos, son una respuesta a la exclusión que ha generado la globalización; las respuestas de las derechas extremas serían estas expresiones fascistas”, comenta el autor del libro El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México.

Para ejemplificar esto, cita el reportaje “Görlitz, donde uno de cada dos alemanes vota a la ultraderecha”, publicado por el diario El País el 24 de febrero de 2025. Görlitz es una población que colinda al sur con la República Checa; una buena parte de la población votó a Alternativa para Alemania. “En la entrevista, un electricista decía que la Alternativa sí se preocupa por la gente, y eso también dicen de Trump. Que se preocupa por la gente”, recuerda el historiador. “Son trabajadores; gente que se quedó sin empleo o que bajaron sus salarios o que piensa que los migrantes son los culpables de que ocurrieran estas dos cosas. Lo mismo que está ocurriendo en Estados Unidos. Entre la gente que apoya a Trump hay trabajadores de Detroit, de las constructoras de autos que perdieron el empleo”.

Según su análisis, son las clases populares y las clases medias empobrecidas, ambas afectadas por la globalización, quienes comienzan a simpatizar con estas ideas, ya que no encontraron alternativas dentro de la izquierda.

“Ellos eran el público de los socialistas. Los trabajadores ya no encontraron el socialismo porque estaba debilitado o porque acabaron aceptando las socialdemocracias, las políticas neoliberales, y acabaron no sintiéndose representados ahí y se fueron a estas propuestas más radicales”, explica.

Por supuesto hay más factores. Volvamos a Trump. El político y millonario estadounidense tiene a las clases trabajadoras respaldándolo; a ellas se suman aquellos que tienen ideas más conservadoras. “Muchos también lo apoyan por el lado del machismo, que detesten las políticas de inclusión; vemos el problema que Trump tiene con los géneros”, dice el historiador. 

Estos movimientos posfacistas también son una respuesta desde el lado de la derecha y la ultraderecha al desencanto político. “Su discurso también se dirige a gente que se siente excluida, que no se siente representada en los políticos y piensa que los políticos son una élite corrupta y que no actúan en su beneficio. Entonces, sale un líder ‘x’ que habla de ellos, que dice que va a arreglar las cosas con aranceles o moviendo los dedos, etcétera, y se encarrilan en esa dirección”.

Para muchos de estos simpatizantes, dice el experto, la política liberal no les dice nada, la democracia liberal no les dice nada o les dice muy poco.

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Internet y fascismo

El martes 25 de febrero de 2025, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump compartió en su plataforma Truth Social —única red social por la que se comunica— un video generado por inteligencia artificial en el se muestra a una Franja de Gaza destruida ahora transformada en un complejo turístico. 

En el video se muestran grandes edificios en una playa de agua turquesa, hay un niño que sostiene un globo con la forma de la cabeza de Trump, también una estatua dorada del millonario; además aparecen Elon Musk y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, con quien el presidente estadounidense está sentado en una silla de playa y sin playera, con cocktail en mano, frente a una piscina de fondo. Acompañando al video una voz robótica canta: “Donald viene a liberarte, trayendo la luz para que todos la vean; no más túneles, no más miedo: Trump Gaza finalmente está aquí”.

Días antes de la publicación del video, Trump había propuesto en una conferencia, junto a Netanyahu, que Estados Unidos tomara el control de Gaza y desplazara permanentemente a los dos millones de palestinos a países como Egipto y Jordania.

El uso de videos de este tipo no es casualidad, sino una herramienta común para difundir mensajes de odio. Durante la última década, internet ha sido un medio importante para radicalizar a los jóvenes.  Por medio de videos, memes y publicaciones escritas, jóvenes de todo el mundo se han acercado a movimientos radicales de derecha. Un ejemplo de cómo se difunden estas ideas en redes sociales es el de Pepe “The Frog”, un personaje del cómic web Boy’s Club (2005) de Matt Furie. En un inicio esta rana verde no tenía connotaciones racistas ni fascistas; pero a mediados de la década del 2010, comunidades de ultraderecha en internet lo transformaron en un símbolo de odio, pues comenzaron a ilustrarlo con esvásticas, uniformes nazis, como un miembro Ku Klux Klan; también se le ha se le ha retratado como a los dictadores fascistas de Chile y España, Augusto Pinochet y Francisco Franco. Incluso el propio presidente Trump compartió una ilustración de Pepe “The Frog” disfrazado como él en octubre de 2015, cuando todavía competía por la candidatura presidencial del partido republicano.

“[Internet] tiene un papel muy importante; es una herramienta de la cual no dispusieron los fascistas históricos. Tiene la ventaja de la inmediatez, casi de tiempo real; la simpleza de los mensajes; el desprestigio, porque ha entrado ya, desde hace varios años, y la verdad ya no es un criterio. Llegamos tanto a un relativismo que es difícil ponernos de acuerdo en un criterio para discernir lo que es cierto de lo que es falso”, comenta Illades.

En una entrevista a finales de 2024, el premio nobel de física Geoffrey Hinton, conocido como “el padrino de la inteligencia artificial” por sus investigaciones sobre las redes neuronales artificiales, señaló que uno de los peligros de la inteligencia artificial es su posible contribución a un nuevo auge del fascismo:

Teniendo un gran aumento de la productividad debería haber un aumento de bienes y servicios para todo el mundo y la gente viviría mejor. El problema es que realmente está pasando lo contrario porque vivimos en una sociedad capitalista. Este aumento enorme de la productividad le va a dar más dinero a las grandes empresas y a los ricos, aumentando todavía más la brecha entre los ricos y la gente que va a perder su trabajo. Tan pronto como aumentes este espacio, más terreno fértil queda para el auge del fascismo.

¿Podría llegar a México la nueva ola de la ultraderecha?

Hasta hace poco tiempo, Illades consideraba muy difícil que se gestara un movimiento fascista grande en México, “por el clasismo y el racismo que hay en el país, [porque] para que florezcan estos movimientos tienen que ser movimientos de masas, y si tú dices que el fenotipo del 70% de los mexicanos no te gusta porque tiene rasgos indígenas, por ejemplo, pues ya es muy difícil que hagas una base social entorno a la supremacía racial”, dice.

No obstante, su colega Marcelo Badaró, historiador brasileño, le recordó algo: por Bolsonaro votaron un sector importante de afrodescendientes; por Trump hicieron lo mismo los latinos.

“Incluso aunque estos discursos hablen mal de ciertos grupos de la población, son susceptibles de ser cooptados por otras razones. Puede ser debido a que desprecian a los homosexuales o porque perdieron su trabajo, y entonces ya te parece menos grave que digan que los afrodescendientes son flojos e ineptos o que los latinos son ladrones”, comenta el especialista.

Durante las elecciones de 2024 el actor Eduardo Verástegui intentó contender por la presidencia de México, pero fracasó al no conseguir el número necesario de firmas para registrarse como candidato independiente. Su discurso es parecido al de Donald Trump, ya que difunde mensajes de odio contra migrantes y la comunidad LGBT+. En octubre de 2023 el actor subió un video disparando un arma larga a la red social X, con este mensaje: “Miren lo que le vamos a hacer a los terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

A mediados de febrero de 2025 Verástegui volvió a resonar en la conversación pública, luego de haber realizado un saludo comparado con el de los nazis durante su participación en la Conservative Political Action Conference de este año. En ese mismo evento, otros colaboradores cercanos del presidente estadounidense, como Steve Bannon y Elon Musk, replicaron el gesto fascista. Para inicio de año, en enero de 2025, la organización Movimiento Nacional Viva México, liderada por el actor, entregó al Instituto Nacional Electoral la documentación para intentar constituirse como partido político.

Carlos Illades no descarta el surgimiento de más grupos de ultraderecha, no solo porque es la tendencia mundial, sino por contexto político en México: “Una de las cosas que ha pasado con el obradorismo es que hizo una especie de succión; chupó a la izquierda, pero también a una parte de la derecha. En el sector que quedó fuera [del obradorismo], su manera de reposicionarse ya no es intentar ganarse al centro, sino radicalizarse y adoptar ideas más extremas”.

“En México lo veo difícil, pero ya no lo veo tan difícil como lo veía antes”, finalizó.

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